La vida de Calabacín

Con una historia compleja para el público infantil pero narrada de manera simple y con enorme belleza gracias a la técnica de la animación en stop motion, llega una coproducción franco-suiza que en su simpleza esconde una enorme belleza.

Ícaro es un chico que prefiere se lo nombre por su apodo, Calabacín, quien estando en casa volando su cometa, escucha la telenovela que ve su madre, la cual además consume cerveza tras cerveza.

Tras un incidente donde su madre muere, él va a parar a un orfanato donde habitan otros chicos como él, y en medio de la adaptación a su nuevo hogar, un día llega una niña que le ayudará a cambiar su vida para siempre.

La película consigue en apenas poco más de 60 minutos una profundidad tal, a base de una mirada sensible a un tema como la infancia en la orfandad, permitiéndose además tocar otros temas como el acoso, la violencia infantil, el despertar sexual, la familia en sus diversas configuraciones, entre otros, todo con notas de humor y mucho corazón.

El retrato que se muestra de los chicos es piadoso y conmovedor, permitiendo que los personajes de los chicos se desarrollen y crezcan, superen sus miedos, descubran la sexualidad, aprendan a ser tolerantes y no violentos, e incluso, enamorarse, como en el caso de Calabacín y la chica nueva, pero también hay personajes adultos que consiguen un desarrollo interesante, como es el caso del policía.

Con una técnica que impresiona por la calidad en cada mínimo detalle, ‘La vida de Calabacín’ es una película de esas que llegan y se prenden del espectador, volviéndose entrañable e inolvidable.


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Maravilla de principio a fin esta hermosa miniatura de la animación por su profunda humanidad.
Calabacín, un pobre niño pobre, vive con su madre alcohólica y sobrelleva la situación gracias a la fantasía y a su inseparable cometa, hasta que un desgraciado accidente viene a trastocar del todo su vida obligándole a ingresar en un orfelinato. Allí conocerá a otros niños marcados por el abandono y la desidia de una sociedad insensible.
La animación en Stop Motion es sencilla pero eficaz y limpia como el alma del pequeño. El relato es hermoso e intenso y el dolor del desamparo es vencido por el poder de la inocencia.
"La vida de Calabacín " es un espléndido cuento moral para deleite de niños y adultos, Premio del público en el Festival de San Sebastián y galardonada como mejor película de animación europea del año, una joya, pura ternura y sensibilidad.

Hay películas que resultan entrañables por lo que cuentan, en otras ocasiones es cómo se cuenta lo que más llama la atención. En “La vida de Calabacín” además se suma la importancia de quién cuenta la historia. Niños hablando de temas tan duros que son incapaces de comprender, pero que aún así han experimentado en sus propias carnes. La incomprensión de el por qué, y la poca experiencia de los protagonistas en los temas de la vida, dará el toque de inocencia a historias desgarradoras.

Pero no todo es triste en esta película. Al revés, te ríes tanto como lloras. Momentos dulces, cómicos y entrañables se entremezclan al drama. Y conceptos como la amistad, la soledad y el amor aparecen en una de las visiones más tiernas que hemos visto en el cine.

Una madre abrazando y besando a su hijo, da lugar a una de las escenas más potentes, que resume a la perfección el conjunto de la película. El siguiente plano recoge las caras de los niños, viendo como una situación tan común y natural para cualquiera de nosotros, supone una utopía para ellos. Miradas de envidia sana reflejan el deseo de todos y cada uno de ellos de sustituir a ese niño, de sentirse queridos y protegidos por una madre. Una escena que para el corazón, y donde por un momento, comprendes a la perfección a cada uno de ellos.

El stop-motion de la película, sin ser tan espectacular como en el caso de “Kubo y las dos cuerdas”, es suficiente para la historia, e incluso su sencillez ayuda a darle el significado que busca. Ojos grandes, caras redondeadas, orejas bien diferenciadas y cuerpos minúsculos crean personajes adorables.

A veces la familia la encuentras en los sitios más inesperados; y Calabacín nos muestra que los verdaderos lazos no son los de sangre; son los del compromiso, los actos desinteresados y la preocupación por aquellos a los que quieres. Y sólo cuando eres capaz de apreciar esos detalles, llegas a apreciar más a la personas que merecen la pena y olvidarte de aquellos que sólo te hacen la vida más complicada. Una buena película, un atractivo diseño y una estupenda moraleja que nos lleva a la conclusión de que la vida merece la pena por aquellos que hacen que la merezca.

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Centrada en la técnica de animación stop motion, los estudios Gebeka Films han creado una joya tanto en calidad filmatográfica como artística y narrativa. Empleando un diseño un tanto burtoniano, donde los ojos son los protagonistas de las sensaciones, han logrado captar el espíritu de los personajes. Reflejan la vida interna de cada uno y les dan un aire conmovedor y sensiblemente hermoso.

Además, los detalles están cuidados al máximo. Los tonos, la fotografía y la música se adaptan a la perfección a los requerimientos del largometraje, transformándolo en una delicia para todos los espectadores.

La historia cuenta la vida de Ícaro, un niño de 9 años que se queda huérfano tras un accidente doméstico y se ve obligado a ir a un hogar para menores. Él prefiere el mote de Calabacín por el lazo emocional que lo unía a su madre. En el centro, a pesar de la dureza de las circunstancias y del dolor que experimenta ante la pérdida de su familia, conoce a otros niños que se encuentran en situaciones difíciles y rodeados por los brazos de la soledad y la falta de respuestas a sus cuestiones existenciales, a sus sentimientos y a su futuro incierto.

Aunque la trama es sencilla, su mayor logro es no decaer en una atmósfera simple. Todos los personajes están dotados de un maravilloso realismo, ajustados a su edad y comportamientos naturales, y cada escena está llena de color y significado. Los diálogos brillan gracias a su delicada (y no por ello menos impactante) fidelidad a las reacciones infantiles y adultas. Y las personalidades están perfiladas con gran acierto, consiguiendo que el pasado de cada niño refleje quién es hoy.

Los temas sugieren preguntas vitales y construyen un escenario de empatía donde el público puede sentir la dureza, la ternura, el miedo y la tristeza que surgen a partir del desamparo, de la incomprensión del mundo, del amor y de la amistad. Y todo ello envuelto con una radiante dosis de humor, ética y cariño que sumergen al espectador en un universo de luces y sombras. En un cuento donde la esperanza está al alcance a través del contacto y el apoyo humanos.

Sin embargo, los hechos que han escrito sus vidas no los limitan, y ellos aprenden poco a poco y a base de esfuerzo que es posible ver brillar el sol pese al invierno que han cruzado, que puede haber bondad en otras almas, y que la fuerza nace de la aceptación y del valor. Además, se encuentra el retrato de las relaciones humanas. ¿Por qué? Se describe un continuo de dimensiones en el que navegan las diferentes verdades: no hay solo infancias rotas, si no también etapas adultas en las que el abandono y las cicatrices del pasado están presentes, y lazos familiares o de amistad deteriorados por diferentes causas. De ese modo, al final se observan la complejidad y la responsabilidad compartida de las fracturas psicológicas.

En mi opinión, esta película del 2016 debería haber merecido un reconocimiento más amplio, pero las productoras y las empresas comerciales suelen ignorar los proyectos independientes y enfocarse en productos que sean económicamente exitosos.

De cualquier forma, si quieres adentrarte en la psicología de los niños, experimentar una travesía cargada de emociones, y enternecerte con una de las animaciones más bellas y singulares, no te pierdas esta obra única.

Escrito por María Iglesias
https://cinemagavia.es/la-vida-de-calabacin-pelicula-critica/

Historias de animación como esta nos hacen mucha falta, porque nos invita a reflexionar sobre la importancia que debemos dar a nuestra capacidad de decidir, nuestra capacidad y derecho a decidir si tener hijos o no tenerlos, y en que condiciones, ya que el ser humano puede ser un "animal", tan egoísta que no piensa en el futuro de su progenitor. Gran guiño a esos niños olvidados.
Bajo mi punto de vista la cinta pierde puntos en aspectos dramáticos y emotivos derrochando humanidad, pero buena elección!, ya que las realidades mas crudas suelen ser mas difíciles de creer.
Una pequeña obra de arte, que en cada minuto de sus 66, que tiene de duración te cuenta algo, con una técnica visual sencilla y objetiva, con el propósito de que no te pierdas nada y al final en los créditos nos espera un pedazo de tema que le viene pintado a esta bonita cinta, llamado Le Vent nous portera de la cantante sueca Sophie Hunger.
Muy recomendable 8.