Hasta que la ley nos separe

Hasta que la ley nos separe es una película que dura, sin créditos finales, apenas 81 minutos.
Esto quiere decir que la narración tiene que ir rápido. Pero muy rápido. Tan rápido que parece que el guión lo hayan escrito Sonic, el Correcaminos y Speedy Gonzales. Con esto lo que queremos decir es que, especialmente en su presentación, la película va tan rápida que apenas caracteriza a los personajes ni las situaciones. Y por personajes nos referimos a Audrey y Daniel solamente, porque aquí viene la cosa más curiosa de la película: va tan tan rápida que no tiene personajes secundarios. Llegado el momento, aparece la pareja a la que dan vida unos divertidos Michael Sheen y Parker Posey, y Frances Fisher también se pasea por allí sin que sepamos si realmente importa su rol en la historia, pero el 95% de las escenas son de la pareja protagonista en solitario.
Por suerte, una vez la acción se traslada a Irlanda la cosa adquiere algo más de gracia e interés, y la descomunal química entre Pierce Brosnan y Julianne Moore hace el resto. Dos grandes actores son capaces siempre de tapar los agujeros de un guión cogido por los pelos y salvar los muebles, y es exactamente lo que ocurre aquí. A pesar de que la historia de amor está mal construida (por la premura, insistimos), nos acaba interesando gracias a ellos.

Lo mejor: La química entre Moore y Brosnan y las escenas ambientadas en Irlanda.
Lo peor: Lo mal que empieza y lo poco que caracteriza personajes y situaciones.

Una película interpretada por Pierce Brosnan y Julianne Moore, como pareja del juzgado protagonista, enfrentados por la ley. Que se empiezan a conocer no sólo en el trabajo, si no fuera de él.
Surge primero una amistad, hasta debida al trabajo, que les vuelve a unir con el divorcio de un cantante y una diseñadora de moda. Que ella encuentra por la calle.
Y se casan en una ceremonia cerca del castillo de dónde vive esa pareja en Irlanda.
Eso sí, no todo es lo que parece.
Una comedia romántica, divertida, bien argumentada y elegante.

No le falta ni un solo ingrediente de las miles y miles de comedias románticas que campan por ahí, es decir, originalidad nula completamente.
Lo que más nos hacía partirnos de risa al verla mi amiga Violeta y yo, era la melodía del piano súper típico de las escenas de amor.
Trata de llevar una estructura parecida a las comedias románticas de Cary Grant que tanto gustaron en su época... ¡pero de eso hace ya 60 años, leñe!

Producto norteamericano, dirigido por Peter Howitt (responsable de “Johnny English” por ejemplo) que busca juntar a dos actores conocidos y envolverlos en una mezcla de comedia y película judicial al hablar de la relación de amor/odio que se establece entre dos abogados (Pierce Brosnan y Julianne Moore) que se dedican sobretodo a pleitos de parejas.

A pesar de la experiencia acumulada en este campo, no podrán evitar sentirse atraídos el uno al otro. Los resultados del film son bastante tibios. Por un lado no acaba de cuadrar la mezcla entre juicios y comedia no acaba de funcionar ya que apenas destila ironía ni cinismo.

Por otro lado, Brosnan y Moore podrían ser nombrados la pareja con más poca química del siglo (o incluso del milenio). Brosnan, le pone voluntad intentando huir de la imagen de James Bond que ha llevado durante los últimos años. Sin embargo Julianne Moore actúa con cierta desgana, dejándose llevar por una historia totalmente predecible, repetitiva e incluso aburrida.

Historia romántica predecible, insuslsa, mal ligada y con Julianne Moore haciendo de niña pija medio tonta.
El detalle de ella siempre comiendo gorrinadas...es...tan...tonto!!!
Dentro de lo que cabe no deja de ser entretenida, se agradece que sea corta.