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La gran familia española

Comedia. Drama. Romance Durante la final del mundial de fútbol de Sudáfrica se celebra una boda. Ese día, mientras España entera se paraliza, una familia con cinco hijos de nombres bíblicos (Adán, Benjamín, Caleb, Daniel y Efraín) se enfrenta también al partido más importante de su vida. (FILMAFFINITY)
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Críticas 158
Críticas ordenadas por utilidad
7 de octubre de 2013
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Le cuesta arrancar, sus primeros pasos livianos con coqueteos de comedia no dejan entrever lo que espera, chascarrillo a chascarrillo va entreteniendo con diálogos frescos, situaciones conseguidas, diálogos vivos y naturales, interpretaciones divertidas y frescas... hasta que... si, de lleno el guión renace, explota en ramificaciones multicolores, pequeñas dosis de sabiduría que nos empatizan, nos envuelven y nos tragan hasta hacer sentir lo que es nuestro, lo que vivimos y lo que nos importa... sin dejar de lado la sonrisa, nos adentramos en una particular clase magistral de lo que es la familia, los miedos y las fobias del paso del tiempo, la gran búsqueda de lo que queremos ser, el poder de la amistad y la difícil tarea que es sentir y dejarse sentir... Fresca y divertida la amargura de la realidad se nos mezcla con la dulzura de las sonrisas al salir del cine... y ¡cómo no!... el fútbol que todo lo guía... sabiamente mezclado, el montaje nos consigue elevar hasta donde el director quiera... secuencias magistrales de superposición de diálogos que le dan jovialidad, manteniendo vivo al espectador.
Bolseiro
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26 de octubre de 2013
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Sámchez Arévalo sabe que después de todo, con lo que el público más se queda es con el final, y es por eso por lo que se le dan tan bien este tipo de finales. Esos finales bonitos y simpáticos, finales que son predecibles pero impredecibles a la vez, esos finales que pueden o no ser felices dependiendo de qué personaje te haya caído mejor, etc.

El problema de esta película no está en el final, sino en el desarrollo. Tratando de emular a Primos, La Gran Familia Española, parece tener un sólo protagonista, pero no es así, sino que consta de varios personajes y cada uno de ellos tiene su propia historia. El problema. como decía, está en que al aumentar el número de personajes, aumenta también el número de historias, y aunque todas se desarrollan lo suficiente como para no dejar ningún cabo suelto al final (tampoco es que sean las historias muy intrincadas), no lo hacen lo suficiente cómo para satisfacer del todo al espectador.

A mí, por ejemplo, me hubiese gustado que se ahondara más en la relación del trío principal, quizá con más flashbacks o cualquier otra cosa; en los problemas de la relación padre-hija, que se resuelven en un abrir y cerrar de ojos y se inventan otra historia totalmente distinta para el padre; etc.

Los personajes, por otro lado, están muy bien definidos (aunque un tanto estereotipados) y son agradablemente naturales, exceptuando a dos: Los dos jóvenes prometidos, cuyo problema no está en sus actuaciones (que sin llegar a ser una maravilla, no están mal) sino en el guión. Tienen dieciocho años, no trece, y sobretodo en la primera parte de la cinta, los diálogos de esta pareja no hacen creíbles a sus personajes (ejemplo en el spoiler).

Y para terminar, decir que en mi opinión, uno de los puntos fuertes de Arévalo es saber hacer comedias entrañables para cualquier español sin recurrir a ese patriotismo rancio fácilmente recurrible.

Conclusión: España ganó, sí; pero se llevó alguna que otra patada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
BOO
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24 de diciembre de 2013
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Tiene el cine de Daniel Sánchez Arévalo la virtud de hablarnos sin tapujos y sin pudores de aspectos decididamente incómodos y de difícil digestión para el ser humano normal y corriente, pero siempre desde una perspectiva impunemente tragicómica, lo que ha dotado siempre a sus películas de un alma, una especie de vida propia, desmarcándolas del grueso de la producción nacional del momento y significando pequeños oasis en un desierto donde la comedia y el drama difícilmente se dan la mano o, al menos cuando lo hacen, no llegan a encajar, a ensamblarse de forma sincronizada. La gran familia española, cuarto largometraje del joven realizador, sigue jugando en la misma liga que los anteriores, pero, muy a nuestro pesar, se queda por debajo de las expectativas, no solo las impuestas por una campaña promocional ciertamente envidiable (con preselección a los Oscar incluida), sino a las debidas por una filmografía previa en verdad estimulante y en la que, aún hoy, sobresale como su mejor obra aquella imperfecta pero brillante película que fue Gordos (2009).

Porque a diferencia de esta última, en La gran familia española Sánchez Arévalo vuelve a intentar conjugar elementos dispersos inherentes a géneros tan dispares como son la comedia y el drama pero sin alcanzar el equilibrio descorazonador que imperaba en su segunda película. Así, la comedia naufraga en sus múltiples intentos por arrancarnos carcajadas, con gags y guiños al slapstick más clásico metidos con calzador (el personaje de Raúl Arévalo, en un cameo que podrían haberse ahorrado), así como enredos sentimentales y existenciales que no alcanzan la altura de los grandes ejemplos de la comedia romántica a los que de manera inevitable tiende a hacer referencia sutil, desde Annie Hall (1977), de Woody Allen, al (500) días juntos (2009), de Marc Webb. Ni tan siquiera poseen el efecto cómico deseado los entresijos familiares protagonistas, donde el director pierde pulso y deja florecer un desagradable gusto por lo grotesco y lo chabacano en detrimento del más que necesario costumbrismo, lo que invalida su más que patente reminiscencia al cine de Wes Anderson.

De este modo, al director le sale finalmente una película coja, donde lo único que verdaderamente funciona es la parte dramática de la propuesta, precisamente por su contrastado saber hacer en lo que a la expresión de las emociones se refiere. En esos momentos, donde se imponen los sentimientos y se nos hace un perceptible nudo en la garganta es cuando La gran familia española echa a volar y adquiere la categoría de gran película con la que tanto nos la han venido vendiendo. Pero no son los únicos, posee una especial fuerza la secuencia de la confesión por parte de los jóvenes novios, montada en montaje paralelo de descacharrante alcance cómico o la inspirada encadenación de planos tras el triunfal gol de Iniesta en el Mundial 2010 que sirve como agente externo y catalizador del drama personal de los protagonistas. Es también en esos momentos cuando más defraudados nos sentimos, al comprobar el potencial de un director y guionista que comienza a dar signos de falta de inspiración, incapaz de redondear como él bien sabe un argumento con bastante y muy buena chicha como este y donde deja entrar desde variopintos y rancios clichés sobre el cine de, para y con adolescentes, hasta incluso una subtrama poco justificada y altamente desaforada como la del robo. Imperdonables desajustes para un director que con su cuarta obra debía estar ya por encima de tales ínfulas más propias de un novel.

Pero a Sánchez Arévalo le salvan el cuello, en parte, un plantel de actores en perpetuo estado de gracia, como viene siendo norma en su cine desde aquél estupendo debut que fue AzulOscuroCasiNegro (2006). Desde el siempre ajustado Antonio de la Torre hasta un contenido Quim Gutiérrez, pasando por una magnífica (como es norma) Verónica Echegui o el concurso de un ya otoñal pero admirable Héctor Colomé, no se le pueden poner casi peros al trabajo coral interpretativo de una película que, por fortuna, sabe ponerse al servicio de sus intérpretes y dejarles aire y espacio para trabajar. Esto se nota especialmente en el descubrimiento de la cinta, con permiso de un competente Patrick Criado: el actor teatral Miquel Fernández, que se alza pronto como lo mejor de la película gracias a un matizado, preciso y pormenorizado retrato de su personaje, de sus neuras y sus traumas, acertando hasta el más mínimo gesto en su exposición de las mismas. El que haya sido incluida dentro de las cuatro finalistas a representar a España en los próximos Oscar nos hace pensar en las muchas posibilidades que tiene La gran familia española entre las favoritas a los próximos Premios Goya, algo que parece sostenerse una vez vista la cinta más por su valor mediático que por sus virtudes intrínsecas, aunque si algo había de quedar, sin duda, que sea la revelación de Miquel Fernández.

http://actoressinverguenza.blogspot.com
Juanma
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13 de enero de 2014
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Buena para el que se aburra demasiado. Francamente, el argumento se me antoja burdo, el guión poco estructurado, simple e irreal. Es decir, mismamente, parece que en cualquier momento de debajo del vestido de la novia caerá un balón de playa de estos que regalan en una revista por dos euros. Sinceramente no me sorprende aunque para mí podía llegar a prometer si hubiese explotado algo de todo lo que en teoría pretende enseñar. Siento ser duro pero no me extraña que el gobierno español haya recortado el dinero destinado a las subvenciones al cine después de esto.

Se me hace pastosa la idea del rollo "familia de película americana", el tópico de amor predestinado desde la infancia, el padre que sufre un infarto el día de la boda, la duda del personaje, etc. No voy a invertir más tiempo de mi vida en hacer una crítica de este largometraje que personalmente me ha parecido aceptable pero no lo suficientemente bueno como para ponerlo en ese pedestal en el que le pone la crítica española.
Richi3112
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18 de enero de 2014
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He visto "La gran familia española" en la enorme y atestada sala única de un viejo cine de reestreno. Un aplauso unánime ha saludado el final de la proyección. Incluso yo, poco dado a efusiones de ningún tipo, he sentido la tentación de unirme a la ovación. Porque "La gran familia española" no será una buena película en términos estrictamente cinematográficos, pero sí es una obra vital y luminosa que te reconcilia con el género humano. Y es que su visionado feliz tiene un efecto secundario de lo más recomendable en los cínicos tiempos que atravesamos: te hace mejor persona. Que no es poco.
Las comparaciones son odiosas, así que digámoslo ya: "Primos" es mejor. Aquélla era un engranaje perfectamente sincronizado, atravesado por un fino sentido del humor que discurría con sorprendente fluidez. Nada se echaba de menos, y nadie sobraba. "La gran familia española", por contra, transmite cierta sensación deslavazada. Alterna secuencias hilarantes con momentos un tanto sonrojantes, y francamente prescindibles- la entrada en escena de los personajes al comienzo de la boda es un guiño musical a... ¿qué, o quién?-. No obstante, la frescura de su sentido del humor se impone, haciéndose perdonar los abundantes y abultados errores merced a unos ingeniosos diálogos que rezuman naturalidad. Por una vez de acuerdo con el talibán Boyero, "Daniel Sánchez-Arévalo tiene un oído privilegiado para reproducir el lenguaje de la gente joven".
El otro pilar que apuntala la desigual familia española es su reparto. Junto a los habituales de Sánchez-Arévalo- Quim Gutiérrez, Antonio de la Torre y, en rol tan exiguo, casi un cameo, como impagable, Raúl Arévalo-, encontramos un prometedor elenco (aún más) joven a seguir de cerca, sobretodo a la turbadora Sandra Martín. Sobre todos ellos destaca, sin embargo, la interpretación Roberto Álamo. El hermano retrasado que compone se apropia de cada plano en que aparece, así como del corazón de un espectador al que hace pasar de la carcajada a las lágrimas con la misma facilidad que su tierno personaje.
Carorpar
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