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Ida

Drama Polonia, 1960. Anna (Agata Trzebuchowska), una novicia huérfana que está a punto de hacerse monja, descubre que tiene un pariente vivo: una hermana de su madre que no quiso hacerse cargo de ella de niña. La madre superiora obliga a Anna a visitarla antes de tomar los hábitos. La tía, una juez desencantada y alcohólica, cuenta a su sobrina que su verdadero nombre es Ida Lebenstein, que es judía y que el trágico destino de su familia se ... [+]
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Críticas 163
Críticas ordenadas por utilidad
16 de mayo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Europa del este, años 60, blanco y negro, formato cuadrado, encuadres estáticos, poca acción, poca música, ritmo premioso, largos silencios, una sutil desolación planeando sobre las escenas… Unas características que tienden a provocar el rechazo del gran público, pero que sin embargo atraen irresistiblemente al cinéfilo. Ese individuo que por una curiosa dislocación espacio-temporal acaba de salir de un cine de “arte y ensayo” de los años 60 o 70, con sus gafas negras de montura gruesa, su barbita de intelectual progre de izquierdas y su indispensable libro bajo el brazo. La longitud de su cabello varía según la década en la cual se encuentre. Si es en los 60, más bien corto y peinado. Tirando a largo y con patillas si es en los 70. Junto al cine hay un café; sentado ante una mesa, enciende un cigarrillo. El filme ha estado bien, se dice a si mismo. Un tema comprometido, las huellas de la persecución a los judíos en la Polonia ocupada por el nazismo. Esos encuadres con mucho aire por arriba refuerzan -tal vez a nivel subconsciente- la idiosincrasia de la protagonista, alguien que se proyecta hacia un plano espiritual "elevado" o tal vez hacia ese cielo cristiano metafóricamente ubicado "arriba". Tal vez un poco lenta, pero es lo que requería el tema. En todo caso, mucho más profunda que la mayor parte de las películas comerciales que hacen los yankis. Aunque hay que reconocer que las de Bogart o las de Orson Welles están muy bien. Y también son en formato cuadrado y en blanco y negro, como las de Bresson o las de Dreyer. Cine de verdad. ¡Joder, esto está lleno de humo, no se ve un pimiento! Algún día prohibirán fumar en los cafés, lo veo venir.
alex
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27 de julio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ida es serena, profunda y bella, como un océano en calma. Una rareza en el cine actual, al menos en el que nos llega por los canales convencionales. Se ve que a la peña le molan más títulos como Fast and fourius X (entiéndase X en su acepción de cardinal romano), o Thor Vs Hulk, el amanecer del truño. Películas de ritmo alocado y argumento vacuo que tratan al espectador como mero consumidor, sin reclamar de él nada más que sentarse a tragársela doblada, dejando el cerebro al notas que recoge los tickets, y que nos ofrece, en el mejor de los casos, sólo un ligero entretenimiento. Películas que como una plaga bíblica han colonizado la cartelera de hoy día.

Por eso, la asunción de títulos como Ida, su presencia en cines y su posterior llegada a la pequeña pantalla es digna de celebración. Ida exige nuestra implicación como espectadores, y nos trata con dignidad y respeto. Reclama nuestra atención para valorar cada plano, su belleza y magia. Planos en los que la acción se desarrolla descentrada cuando no fuera de encuadre, para recordarnos la importancia del entorno, el poder de lo circunstancial. Nos presenta la sugerencia del silencio y nos ofrece con valentía una reflexión sobre distintas respuestas existenciales en situaciones especialmente crudas. Su ritmo es sosegado, su fotografía evoca al cine de otra época, y permite el milagro de ver el rojo de una preciosa cabellera en blanco y negro.

Ida es una preciosa excepción, un lujo que llega a ser incluso absurdo e incoherente en el panorama actual, como una vidriera en una porqueriza
AdolfoOrtega
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7 de mayo de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 80 minutos cuenta mucho más y mucho mejor que series de renombre y películas consagradas.

Es además y sobre todo una honda reflexión sobre los recovecos y contradicciones de la historia, de la trastienda incómoda que guardan todos los países, cuestiona inteligentemente identidades religiosas, personales y nacionales.
También puede ser vista como una crítica inteligente a los neonacionalismos excluyentes de cualquier escala.

Pero ante todo y sobre todo es una obra maestra de sensibilidad estética con grandes personajes llenos de matices y de complejas motivaciones.Cualquier cinéfilo que se precie debe verla, si existe algo llamado cultura europea (cada vez lo dudo más) esta obra debe ser uno de sus referentes. Un continente demasiado viejo y tambaleante incapaz de reinventarse y rejuvenecer a partir de sus múltiples y corrosivas cenizas.

Una de las mejores películas que he visto en los últimos años.
Steppenwolff
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11 de enero de 2018
14 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la primera vez que lo hago y siento repetirme pero es que cada vez que veo una de éstas no puedo evitar remitirme a los requisitos básicos para hacer una peli multipremiada. Sí, de ésas que ganan Oscar, Globos de Oro, Conchas, BAFTAS, Sundances y toda clase de de festivales a punta pala, de ésas con las que se corre de gusto Carlos Boyero.

Si hay por aquí alguien interesado en hacer un filme y garantizarse como mínimo un par de premios que apunte la receta infalible:

1. Diálogos casi nulos, que los personajes miren mucho y con los ojos muy abiertos pero que hablen lo justo. Es lo que yo llamo "El efecto búho". Si son mudos mejor, y si no lo son que hagan lo posible por parecerlo. Un par de frases cada 20 minutos es un buen promedio. Todo lo que sea pasarse de ahí pone en riesgo algún premio.

2. El blanco y negro ayuda muchísimo. No digo que sea imprescindible pero da como un toquecillo viejuno, clasicón. A los jurados les gusta muchísimo y a los gafapastas más. Siempre da la sensación de que las pelis sin color atraen solo a un público selecto, que la masa huye como de la mierda, y eso está guay para optar a un premio. Huir de lo comercial es básico, y el color, nos guste o no, vende. Hay muchísimas personas que preferirían morir a ver una película en blanco y negro.

3. Paisaje invernal, frío, desolador. Cuantos más escalofríos provoque mejor. Lo ideal es rodar en Siberia en pleno invierno, que traspasen la pantalla los -20º. Que el espectador sienta la necesidad inmediata de taparse bajo 40 mantas y de poner la calefacción al máximo. Además tiene que dar mucha pena ver a los protagonistas moverse en un ambiente tan helado con apenas un abriguito de punto más bien pobre y raído. Y si son tías con medias de nylon y unos zapatitos de tacón, nada de botas de pelito ni mallas térmicas ni ningún otro material que se le parezca.

4. Miseria y fealdad. Enlazando con lo anterior, cuanto más pobretones sean y más feúcha la ropa mejor. Las casas deben ser oscuras y poco acogedoras y los personajes de ésos que molesten a la vista. Me ha sorprendido mucho que en esta película las dos protagonistas no sean especialmente feas, incluso yo diría que la chica joven, Agata Trzebuchowska (menudo nombrecito, aunque este tipo de nombres de difícil pronunciación también ayudan para los premios porque suenan muy raros y exóticos), es hasta mona, a pesar de la toca de monja, que no es un complemento muy favorecedor que digamos. También hay un chaval bastante guapete, pero intuyo que debe de ser el novio o algo del director porque ha arriesgado muchísimo metiéndolo ahí. Eso quita muchísimos puntos para obtener premios en festivales de prestigio. Menos mal que luego el resto de los personajes compensan estéticamente, sobre todo las monjas, que son feas a rabiar, como casi todas las monjas por otra parte.

En fin, Pawel Pawlikowski (el nombre del director también es casi un reclamo en sitios como Cannes o San Sebastián; con ese nombre o te inflan a premios o es que eres rematadamente malo) se lo curra y cumple con casi todos los requisitos, y de hecho obtiene un éxito indiscutible. Se lo ha comido todo, incluído nuestro Goya a mejor película europea. Habríamos quedado fatal si no se lo hubiéramos dado, el prestigio de los Goya habría quedado por los suelos.

Por supuesto es obligado el aburrimiento, y puedo asegurar que viendo esta película el sopor llega a extremos estratosféricos. El número de bostezos por minuto es también un signo inequívoco. Este tipo de películas son estupendas para la gente que tiene algún oído taponado, se desentapona seguro. En este aspecto cumplen con una labor terapéutica importante que no se debe despreciar. Sólo por eso merece mis dos puntos.
Talía666
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24 de abril de 2016
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aguantado todo lo que he podido, pero es que es imposible. Además he perdido mis gafas de pasta para justificar cualquier latazo con la excusa de la sensibilidad, los planos y la fotografía en blanco y sepia.
Vino mi vecina a contarme lo que había desayunado esta mañana y me resultó mucho más interesante, así que corté la peli y me sumergí en los mundos de la tostada con aceite. Lo prefiero, y además conoces gente.
Pat_Ochada
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