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Voto de AdolfoOrtega:
10
Drama Polonia, 1960. Anna (Agata Trzebuchowska), una novicia huérfana que está a punto de hacerse monja, descubre que tiene un pariente vivo: una hermana de su madre que no quiso hacerse cargo de ella de niña. La madre superiora obliga a Anna a visitarla antes de tomar los hábitos. La tía, una juez desencantada y alcohólica, cuenta a su sobrina que su verdadero nombre es Ida Lebenstein, que es judía y que el trágico destino de su familia se ... [+]
27 de julio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ida es serena, profunda y bella, como un océano en calma. Una rareza en el cine actual, al menos en el que nos llega por los canales convencionales. Se ve que a la peña le molan más títulos como Fast and fourius X (entiéndase X en su acepción de cardinal romano), o Thor Vs Hulk, el amanecer del truño. Películas de ritmo alocado y argumento vacuo que tratan al espectador como mero consumidor, sin reclamar de él nada más que sentarse a tragársela doblada, dejando el cerebro al notas que recoge los tickets, y que nos ofrece, en el mejor de los casos, sólo un ligero entretenimiento. Películas que como una plaga bíblica han colonizado la cartelera de hoy día.

Por eso, la asunción de títulos como Ida, su presencia en cines y su posterior llegada a la pequeña pantalla es digna de celebración. Ida exige nuestra implicación como espectadores, y nos trata con dignidad y respeto. Reclama nuestra atención para valorar cada plano, su belleza y magia. Planos en los que la acción se desarrolla descentrada cuando no fuera de encuadre, para recordarnos la importancia del entorno, el poder de lo circunstancial. Nos presenta la sugerencia del silencio y nos ofrece con valentía una reflexión sobre distintas respuestas existenciales en situaciones especialmente crudas. Su ritmo es sosegado, su fotografía evoca al cine de otra época, y permite el milagro de ver el rojo de una preciosa cabellera en blanco y negro.

Ida es una preciosa excepción, un lujo que llega a ser incluso absurdo e incoherente en el panorama actual, como una vidriera en una porqueriza
AdolfoOrtega
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