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Madame DuBarry

Drama Cuenta la historia de Madame DuBarry, quien de humilde origen, llegó a alcanzar el puesto de favorita del rey Luis XV, quien la hizo condesa al casarla con un noble de la Corte, así como los hechos que llevaron a la Revolución Francesa. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
24 de marzo de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine silente guarda las claves de lo que sería considerado como el séptimo arte. Su técnica, su lenguaje, se fue definiendo y perfeccionando por los pioneros como Meliés, Griffith, Dwan, Chaplin, Lang, Murnau entre otros, y este director que nos ocupa, Lubitsch, todos ellos realizaron una amplia carrera en la época silente hasta llegar a ser considerados como maestros. Su legado, gracias a las nuevas técnicas de restauración y digitalización han podido ser recuperadas es condiciones aceptables para que los aficionados las podamos disfrutar. El grupo DIVISA dentro de su colección “Orígenes del cine”, ha editado esta estupenda obra con dos grandiosos actores de la época: Pola Negri y Emil Jannings.

La película de Lubitsch está concebida como el retrato de una superviviente, Jeanne Vaubernier, después conocida como Madame du Barry, en tiempos de bonanza monárquica y antes y durante la revolución. Es un film adscrito a la modalidad del cine alemán de época y de espectáculo, algo en lo que Lubitsch se convirtió en un consumado especialista pese a demostrar siempre mejor talento para el drama íntimo y la comedia corrosiva. Pero si importante es la restitución formal de una época, no lo es menos el intento por parte del cineasta y sus guionistas, de dotar de rasgos tan creíbles como mundanos a la protagonista del drama o, como escribió Herman G. Weinberg en “El toque Lubitsch”, “¿qué había de malo en que se usase la Historia como telón de fondo para una intriga de alcoba?”

Las licencias históricas estaban, entonces y ahora, al orden del día cuando se hacía el denominado cine histórico, así que buscar la verdad entre las rendijas de “Madame du Barry” es tarea inútil, algo que puede decirse de casi todas las películas que han tratado el tema de la Revolución Francesa. A Lubitsch le interesaba mucho más mostrar las estrategias de su personaje, la forma que tiene de debatirse entre sus pasiones y sus necesidades: la protagonista antepone siempre la búsqueda de la estabilidad a la captura del amor, aunque en muchos momentos asuma la categoría de la heroína marcada por un fatalismo que corre en paralelo a la decadencia de sus valores sociales adquiridos, los de la clase aristocrática, en un momento de cambio radical liderado por la burguesía y el proletariado.
Antonio Morales
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21 de julio de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Vaucouleurs, Lorena, Francia, vivía una linda costurera llamada Anne Bécu, que, aunque era bastante apetecida por solteros, viudos y casados, atraída por ese sabor a prohibido que producen las sotanas, permitió ser cortejada por el monje Jean-Baptiste Gomard de Vaubernier, quien no tardaría en dejarla embarazada… y así, en medio de un fuerte escándalo, el 18 de agosto de 1743, nacería Jeanne Vaubernier, teniendo la madre que huir a París, donde por fortuna conseguiría pronto un padre para la hermosa niña.

De espíritu libertino como su madre ¡y como su padre!, apenas en la adolescencia Jeanne tuvo como primer amante al marido de una mujer a la que le leía por contrato... y tras otro nuevo escándalo fue echada de la casa, y comenzó entonces a trabajar como modista y sombrerera, mientras seducía a militares, banqueros. cortesanos y todo aquel que pudiera ofrecerle un ambiente como el que nunca tuvo.

El largo número de aventuras de alcoba de Jeanne Vaubernier, que iría en constante ascenso, primero como madame DuBarry, luego como condesa… hasta llegar a convertirse en “la amante titular” (maîtresse en titre, en buen francés) del rey Louis XV, es lo que va a contarnos en este drama el director Ernst Lubitsch, insertando en los hechos históricos (pre-Revolución francesa) un romance ficticio pero muy apasionado, que tiene lugar entre Jeanne y Armand de Foix, un hombre del común al que ama como a ninguno y el cual se encuentra por ella fervientemente enamorado.

Se le da de esta manera un aire de dignidad a una linda cortesana que, a lo largo de su vida, no tuvo más objeto que su ambición. Y Lubitsch -partiendo de un guión de Fred Orbing y Hanns Kräly- habrá de complacerse una vez más, poniendo a Pola Negri en las manos de algún verdugo, quizás como eterno castigo por no haberla podido tener de otra manera distinta a como actriz.

En “MADAME DuBARRY”, podremos ver reunidos a la mayor parte del calificado equipo que acompañó a Lubitsch durante los mejores momentos de su etapa alemana: El guionista Kräly, el cinematografista Theodor Sparkuhl… la actriz Pola Negri y los actores: Emil Jannings, Harry Liedke y Viktor Janson. Con todos ellos, la película resulta realmente interesante, no obstante que, en su propósito de convertirla en un imponente film de época (con magníficos escenarios, lujoso vestuario y recursos técnicos de avanzada), se peca a ratos de exceso, con muchos ostentosos, largos e inútiles desplazamientos en las calles o en los lóbregos palacios… y confieso que me gusta mucho más el Lubistch mesurado y con el sentido de la elipsis que aprendió de Merimée, porque se acerca más al arte y menos a la arrogancia. En cambio aquí, luce como cualquier director que pretende impresionar, como si su ego in dominant, se propusiera decirnos: “¡Miren, he accedido a las superproducciones!”.

Con una mejor edición, siento que el romance entre madame duBarry y Armand de Foix (alusión a “La dama de las camelias”, sin duda), hubiera sido de primera línea, porque tiene alma y pasión a borbotones.
Luis Guillermo Cardona
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4 de mayo de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soltura, dinamismo y eficacia definen a una película que fluye como un torrente luminoso y vivaz apartando con delicadeza todas las reservas del espectador porque le conduce hacia ese lugar en el que la magia se convierte en cine y el cine se hace magia.
Importa el argumento pero importa, sobre todo, el modo en que la historia se cuenta, esa fluidez expositiva, esa precisión formal, ese escrupuloso rigor conceptual y la destreza de una cámara que responde con disciplina a las exigencias del director.
Impagable producción de principios del siglo XIX cuya inesperada brillantez y firmeza narrativa sirven para que E. Lubitsch brinde al público una espectacular delicia para los sentidos.

E. Jannings y P. Negri, de nuevo mujer fatal, no podían soñar con un guión mejor ni con una dirección más competente.
ABSENTA
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17 de mayo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy común que la gente no mire las películas mudas, como si fueran la peste, algo caducado, “obsoleto”, como se dice hoy para todo lo que suena a alcanfor. Sin embargo, me he entretenido en buscar y visionar la celebérrima película silente de Ernst Lubisch: “Madame DuBarry”, obra del año 19 de pasado siglo.

Lo que narra es la historia de esta señora DuBarry (llamada originariamente Jeanne Vaubernier), mujer humilde que llega a ser la favorita del rey Luis XV, quien además la casó con un noble y la hizo condesa. Y por supuesto, la peli cuenta los acontecimientos que precipitaron la Revolución Francesa, con funestas consecuencias para ella y para mucha gente, como es bien sabido. Un gran guion de Fred Orbing y Hanns Kräly.

Lubitsch está genial, el guion magnífico, con subtítulos en francés y alemán, y en el reparto sobresale una magnífica y bella actriz, Pola Negri, una actriz dramática de primer orden, bella, expresiva y asidua de nuestro director junto al resto del reparto: Emil Jannings, Harry Liedke y Viktor Janson.

Cine alemán de época y de espectáculo, en lo cual Lubitsch fue un consumado especialista. Filme que es ante todo intriga de alcoba, eso más que cine histórico, que no lo es. Lubitsch estaba sobre todo interesado por los rasgos y maneras de comportamiento de su personaje, cómo enfrenta sus pasiones y sus miserias; la protagonista antepone ante la estabilidad, más que el amor. Y su devenir es el fatalismo y la decadencia los valores propios de la aristocracia.

Todo ello, en un momento clave de la historia que liderarían el proletariado y la burguesía: la Revolución francesa. Y de paso, Lubisch pone a la Negri en manos de sus verdugos; como cierto ajuste de cuentas con el personaje que, sobre todo, fue una casquivana.

Magníficos escenarios, vestuario de lujo, música estupenda (peli muda, claro), recursos técnicos de avanzada, brillantez y firmeza narrativa.
Kikivall
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