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Elephant

Drama Recreación de la matanza perpetrada por dos adolescentes en el instituto Columbine. Es un día cualquiera de otoño, y todos los estudiantes hacen su vida rutinaria: Eli, camino de clase, convence a una pareja de rockeros para hacerles unas fotos. Nate termina su entrenamiento de fútbol y queda con su novia Carrie para comer. John deja las llaves del coche de su padre en la conserjería del instituto para que las recoja su hermano. Pero ... [+]
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Críticas 236
Críticas ordenadas por utilidad
12 de enero de 2009
144 de 172 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es un imbécil irrecuperable todo el que pone a esta película de cuatro estrellas para abajo? ¿Un snob y un pedante el que le pone de siete para arriba? ¿Genialidad magistral o soporífera tomadura de pelo? La denigran quienes buscan entretenimiento fácil y la ensalzan los necesitados de aureola intelectual, pero eso no significa necesariamente que todos los que la critican sean estúpidos, ni todos los que la alaban, snobs. Puede haber motivos justificados y coherentes para valorar sus aciertos y, a la vez, criticar sus limitaciones.

En todo caso, a juzgar por la división de opiniones que suscita, tal vez sea una película interesante para preguntarse qué es o qué debe ser el cine y qué es lo que uno puede o debe esperar de una película, preguntas que —para sorpresa de ciertas mentes unidimensionales— están lejos de tener una respuesta unívoca u obvia. ¿Es obligado que una película cuente una historia en la que «pasen cosas»? Los que se indignan porque en Elephant «no ocurre nada» ¿no están defendiendo una idea del cine que lo reduce a ser mera ilustración de la literatura o, mejor, de la novela? Por algo Tarkovski insistía en la necesidad de liberar al cine de la literatura. ¿No es contradictorio criticar Elephant por no contar una historia y admirar, sin embargo, la pintura de cualquier artista «no figurativo»? Si ni la pintura, ni la música, ni la danza, ni la poesía, precisan contar historias, ¿por qué exigírselo al cine? En cine, la narración es una posibilidad, no —yo creo— una necesidad.

Naturalmente, esto no significa, ni mucho menos, que cualquier experimento que infrinja las normas convencionales tenga que ser una obra de arte. Contra quienes piensan que la originalidad es en sí un valor, creo que solo muy raras veces el experimento alcanza la categoría de arte. Pero si bien no hay que dejarse deslumbrar por la primera pretensión «innovadora» que se cruza en el camino, hay que tener en cuenta que un lenguaje nuevo implica siempre un esfuerzo de comprensión, una necesaria readaptación mental más o menos incómoda, que, sin embargo, puede tener sus frutos.

Sorprende que ninguna crítica aluda a la dependencia estética de Gus Van Sant respecto de Béla Tarr. Esas largas caminatas siguiendo desde atrás a los personajes, los travellings circulares de 360º, la sucesión de escenas que reflejan los mismos momentos desde distintas ópticas, etc., se pueden encontrar como elementos esenciales del lenguaje en Satántángó (1993) o la genial (ésta sí) Armonías de Werckmeister (2000). Un análisis comparado de ambos directores podría resultar enormemente clarificador. Podríamos ver ahí diferencias y semejanzas entre dos propuestas similarmente «heterodoxas» pero que difieren notablemente, a mi entender, por su grado de solidez y consistencia, por su nivel de coherencia interna, por su distinta capacidad, en definitiva, para generar un lenguaje expresivo y transmitir un sentido profundo, al margen de la lógica narrativa más o menos convencional.
Ludovico
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27 de febrero de 2008
271 de 451 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo pensaba que la descripción "documental sobre pasillos" era una exageración, pero después de verla me doy cuenta de que es una perfecta definición.

¡Mira qué interesante, un trozo de pizarra!

Pues ocurrió que hace unos años, unos chavalines se liaron a tiros en un instituto.
¿Cuántos murieron? ¿Quiénes perpetraron la matanza? ¿Porqué? ¿Cómo afectó a la sociedad americana? ¿Se puede trasladar a otras sociedades el problema?

Pero no te preocupes por esas cosas, si dan igual: el prota es Gus.
Tú recréate en sus planos, sus movimientos de cámara y su frialdad e hiperrealismo en el trato del tempo narrativo. Cuando te adentres por comprensión en su ensayo artístico se te abrirá la mente y reconocerás en los puntos de fuga las claves del odio y la ira en el reflejo de los cristales de un pasillo, en la esquina de una pizarra, o en el monigote con falda que indica cuál es el baño de las chicas.

Genial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sines Crúpulos
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21 de agosto de 2010
68 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atención: “Elephant” no “narra” nada, si por narración se entiende una cierta unidad de sentido entre sucesivos hechos y acciones. No hay en “Elephant” un protagonista con objetivos a revelar ni antagonistas. Tranquilos: quien no haya visto la película no debe temer una desorientación digna de vanguardia: sabrá de lo que va y eso es la matanza de Columbine.

Desde la preproducción, Van Sant habrá planteado seguramente su película como puro testimonio de hechos que no atienden a un fin narrativo. Un testimonio no es necesariamente una narración: se puede ser testigo de X disparando a Y (un hecho) y no saber ni imaginar los motivos, los antecedentes ni las consecuencias “veinte años después”. “Elephant” es un testimonio en este sentido. De ahí la elección de estilo documental: frío, distante, objetivo.

Los personajes no tienen nombre, más que el de sus verdaderos intérpretes (como en “Last Days”, íd., 2005). Hay que destacar que las víctimas son anónimas y ello equivale a decir que son cualquiera: su identidad, su relación real con sus asesinos no existe. La condición de víctima es absolutamente arbitraria, condicionada por los encuentros fortuitos en los pasillos.

Los trávelling ilustran perfectamente esa arbitrariedad. La cámara se dedica a seguir a estos personajes. Se detiene o pasa por encima de ellos sin ninguna razón “narrativa”. Es la coincidencia la que determina su vida o su muerte. El montaje coordina cronométricamente las secuencias con admirable rigurosidad, engrasando una ruleta rusa cargada con seis balas.

Los trávelling muestran también otro detalle que suele pasar desapercibido: el recorrido por los pasillos se muestra con la cámara siguiendo a cada personaje. Es una emulación de los modernos videojuegos en cámara subjetiva, como el que juega uno de los asesinos (ver spoiler 1). Esta puesta en escena transforma el escenario en un campo de juego virtual, en el que los encuentros son casuales o mortales y en el que los asesinos se sienten jugadores.

De los asesinos se revela poco más. Más importante que su homosexualidad e inadaptación, es la escena en la que están en casa viendo televisión (ver spoiler 2). No se nos dice nada de sus motivos para asesinar. Y no es porque Van Sant se obstine en hacernos testigos (más bien es una espartana coherencia) y evadir la narración. Es más terrible que eso: los motivos no son necesarios para matar (ver spoiler 3). Cito la observación de Pablo Kurt: “Elephant” presenta el mal al mismo nivel de la cotidianidad, como si fuera lo mismo que ir a comer, encontrarse con alguien y tocar el piano.

Matar sin razón hace del acto de matar algo gratuito, absurdo y banal. Y eso es lo más terrible y meritorio de “Elephant”: presentarnos, como un testimonio, la “banalidad del mal” (en spoiler 4 explico el origen de la expresión).
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Especialista Mike
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24 de abril de 2008
80 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribir una crítica consiste básicamente en exponer con palabras las razones por las cuales admiras, odias o simplemente permaneces neutral ante una película; estos argumentos, como más tarde se descubre, no siempre reflejan, paradójicamente, las razones verdaderas por las que mantienes ese determinado sentimiento, son simplemente el esfuerzo que realiza nuestra mente para explicar algo que a veces es inexplicable: el porque sentimos una determinada emoción, el porque nos agrada una escena, el porque nos transmite una sensación determinada una película... el por qué Elephant causa ese estrago, esa conmoción, siendo decididamente concisa y por momentos desesperante; la narración no existe, se nos presentan como retales las vidas rutinarias de los que van a morir, sin filtro alguno, sin dramatismo, como quien muestra la migración de las aves en primavera; la luz es omnipresente, dota cada escena de una cálida belleza; sabemos que va a pasar y sin embargo apenas podemos anticiparlo...
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McKnight
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27 de febrero de 2008
150 de 242 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las personas nos conectamos al messenger, pero no para hablar. Nos ponemos "no disponibles" pensando que la gente se va a creer que no estamos, cuando saben perfectamente que estamos delante del ordenador, porque ellos también lo hacen. No le hacemos ningún caso a las conversaciones que nos abren, sólo lo queremos tener abierto para fisgonear y poco más...

También, y sobre todo, nuestras madres, ponen la televisión mientras hacen la comida o sus tareas del hogar. En realidad no la miran, pero saben de qué va lo que están viendo. Mantienen la mínima atención hacia el aparato, la necesaria para saber de que va la trama principal y no más de la que pudiera hacer que se quedaran pegadas a la pantalla.

A veces vamos a tomar algo con un amigo que sabemos que es un poquillo pesado. Nos cae bien, pero es un chapas de cuidado. Al principio le escuchamos, pero cuando empieza a divagar y a pasar de un tema a otro sin parar (aquellos temas que a él le interesan, por supuesto), nosotros abstraemos nuestro cerebro y comenzamos a pensar en por qué no se callará o de qué manera le podemos asesinar sin levantar sospechas.

A la hora de estudiar hay ocasiones que nuestro cerebro emite unas señales que nos impiden aprendernos una línea de apuntes aunque la leamos 100 veces. Esto ocurre generalmente con apuntes aburridos, tochos, o en ocasiones en las que el tiempo de estudio precede a algo o alguien que esperamos con impaciencia.

Hay muchos más ejemplos, pero la nota común en todos ellos es que la culpa ante este comportamiento es nuestra. Porque somos fisgones, despreocupados, bordes con el prójimo o vagos. Pero cuando me decidí a ver "Elephant" lo hice con la predisposición de saber que iba a ver una película difícil y personal, a la que debería atender con fuerza para sonsacarle toda la miga que, a buen seguro tendría.

Sigue en spoiler aunque no haya spoiler
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Patomelon
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