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El sabor de las cerezas

Drama Un hombre de mediana edad decide suicidarse. Su única preocupación es encontrar a alguien que le ayude y se comprometa a enterrarlo. Esta situación le permite conocer a una gran variedad de personajes. (FILMAFFINITY)
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Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
12 de febrero de 2007
80 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una película que no deja indiferente. Sorprendente guión. Sirve el sabor de las cerezas como explicación del sabor de la vida; pero cuando la vida ya no tiene sabor para una persona, por más cerezos que crezcan cargados de sabrosas cerezas, lo único que quiere es alcanzar la paz, el sabor del más allá de los sabores conocidos.

Supongo que el final en "tiempo real", una vez que ha acabado la historia, quiere decir, que el protagonista cumplió su objetivo o deseo y la vida sigue, que el muerto al hoyo y los vivos al bollo, incluso al bollo de filmar una película sobre el muerto y su hoyo. Así de contundente y crudo.

Lo más logrado a lo largo del filme es la reacción de los distintos personajes, todos ellos son convincentes y creíbles; también la incertidumbre y dudas del protagonista, quien si bien quiere abandonar el sabor de las cerezas, a la vez deja un resquicio abierto a la posibilidad de que en última instancia el cosmos o lo que sea haga que eso no suceda; actitud muy real y psicológicamente conseguida, pues ante una decisión tan crucial siempre lo inunda a uno un cierto miedo a la nada, a la tremenda equivocación sin marcha atrás.

Sin duda es una película distinta y merecedora de verse. Hace que el espectador se meta dentro de la cabeza del hombre que quiere dejar de saborear las cerezas y que reflexione acerca de ese atrevimiento humano tan teleológico.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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5 de octubre de 2006
78 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre subido a su land-rover recorre desesperado las calles de Teherán buscando a alguien que le ayude en su delicadísimo propósito: que alguien entierre su cuerpo bajo tierra una vez que se suicide. Primero lo intenta conun soldado kurdo, luego con un estudiante de teología islámica. Ambos le disuaden de su propósito. Finalmente encuentra en un hombre normal que ya quiso hacer lo mismo: intentó ahorcarse en un árbol, pero al agarrarse a una rama aplastó con su mano los frutos del árbol, unas sabrosas cerezas que tornaron sus deseos suicidas en necesidad de seguir viviendo.
Una obra maestra del ya mítico Kiarostami, que siguiendo con sus señas de identidad tan incorregibles como particularísimas, logra con "El sabor de las cerezas" un poema trágico de altura y anchuras sobresalientes, una metáfora lúcida y plena sobre la condición humana.
Tuvo que realizarla casi clandestinamente pues si ya para nosotros el suicidio resulta algo bastante espinoso, hay que imaginarse la aberración que eso significa en una sociedad tan fanaticamente religiosa y tan profundamente fundamentalista como la iraní, y por extensión, la comunidad árabe. Este hombre se quiere suicidar no sé sabe por qué ni falta que nos hace (ese es un gran acierto de la película), basta creer en una consideración global de que suicida porque no le gusta el mundo en el que vive, le desespera la deshumanización vigente, la falta de racionalidad de nuestros actos. Y Kiarostami propone una obra de soberbia envergadura moral, muy equilibrada e inteligente, que usa hasta lo indecible la racionalidad y el cerebralismo, el imperio de la lógica, el valor de lo humano y de lo natural, habiendo y haciendo un elogio maravilloso de las cosas naturales y del naturalismo mismo y configurando así un poema visual sencillo y maravilloso, pero casi también hasta abstracto y metafísico, arraigado hasta lo inimaginable en la austeridad y humildad de su apuesta.
Kiarostami vuelve a usar las secuencias que se repiten, las situaciones concéntricas, no usa la música compuesta, usa mucho los diálogos sencillos entre dos personajes que hablan quedándose fija la cámara en uno, no hay absolutamente nada que "vicie" la limpieza de la propuesta, hay ese tenaz y tozudo minimalismo y miniaturismo, aquí convertido en la más atípica y asombrosa road-movie que yo haya visto en mucho tiempo, una película prototípica, pedagógica, inmensa en su humildad, hermosa en su plasmación en cine cerrado en una última, tétrica pero luminosísima secuencia. No hay lecturas rotundas pues además la película, con toda la sencillez que lleva en sus alforjas, resulta profundamente compleja y resueltamente abierta a todo tipo de elucubraciones.
Sin duda alguna, la obra maestra de un cineasta que, en los tiempos que corren, resulta fundamental para reposar, pensar, anestesiar y oxigenar, durante una tranquila hora y media de cine, nuestras doloridas y maltrechas cabezas y miradas.
kafka
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8 de agosto de 2009
50 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Noveno largometraje del realizador iraní Abbas Kiarostami (Teherán, 1940). El guión es original del propio Kiarostami. Se rueda en escenarios reales de la periferia y de las afueras de Teherán (Irán). Gana la Palma de oro de Cannes “ex-aequo” con “La anguila” de Shohei Imamura. Producido por Abbas Kiarostami para Abbas Kiarostami Productions (Irán) y Ciby 2000 (Francia), se proyecta por primera vez en público en mayo de 1997 (Cannes).

La acción dramática tiene lugar en las afueras y la periferia de Teherán a lo largo de una jornada de 24 horas de un día festivo del otoño de 1996. El Sr. Badii (Ershadi), al volante de un Range Rover, busca discretamente un hombre que quiera ayudarle a suicidarse asumiendo el compromiso de cubrir con tierra la fosa en la que va a quedar el cadáver. La fosa está preparada junto a un arbusto próximo a la carretera. Entra en comunicación con un chatarrero iraní que cree que le hace una invitación sexual, con un joven soldado kurdo (Moradi) que huye aterrorizado, con un joven seminarista afgano (Noori), con un vigilante afgano y con el Sr. Bagheri (Bagheri), un maduro empleado turco del gabinete de ciencias naturales de un centro de estudios, aficionado a la taxidermia. Badii es de media edad, está cansado y se siente desesperado. Por causas que no se revelan explícitamente, desea suicidarse, objetivo ilegal en una sociedad, como la iraní, que condena y castiga el suicidio y considera a los suicidas como delincuentes merecedores del desprecio público.

El film suma drama y crónica social. Badii no desea ni ceremonias ni lápidas memoriales. Desea sólo recibir sepultura en un lugar digno, que ya ha elegido, y de manera digna. Ambas cosas le preocupan y por ello está dispuesto a pagar una suma relativamente importante de dinero a quien se preste a cumplir sus últimos deseos. No se explica, pero se sugiere a través de diversas indicaciones e informaciones, que desea suicidarse para tener una muerte digna, como la que no pudo tener su padre, que falleció tras una larga y penosa enfermedad. La probable noticia de la enfermedad terminal no le ha hundido anímicamente, ni le impide razonar y proyectar un plan minucioso de acción. Se basta a sí mismo para adquirir los somníferos, elegir el lugar del enterramiento y excavar la fosa. Le falta la persona que se preste a cubrir de tierra la fosa para no molestar a nadie, no provocar malas impresiones, no alterar el orden del lugar y no interrumpir la rutina del trabajo de nadie. El film no dice explícitamente si Badii llega a consumar su propósito. Se manifiesta a través de diversas sugerencias: la hermosa puesta de sol que el protagonista observa desde un mirador elevado sobre la ciudad, las nubes de tormenta que cubren la luna, el aguacero que cae sobre la localidad, su acomodo en la fosa, el fundido en negro que le sigue.

(Sigue sin “spoilers”)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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28 de julio de 2006
48 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cae la arena, lentamente, mientras un hombre, solo, recorre el camino circular de la vida en hastío, en busca de alguien que lo cubra de tierra. Kiarostami hace sencillo lo complejo. La película es áspera, diferente, y está cuajada de soluciones simples y eficaces (la localización terrosa; el arbolito al lado de la fosa, para señalar el lugar; la historia de las cerezas, diáfana y poética; el habitáculo del coche como prolongación del personaje, una tumba con ruedas). Aparece, casi entre líneas, un sutil marco histórico (sirvan de ejemplo las breves alusiones a los conflictos armados de la zona). El marrón lo inunda todo desde el primer fotograma. Y, al final, la vida en sueño es cine, sólo cine, verde impuro. El fondo y la forma en magnífica comunión. La película sienta como una palada de tierra entre los dientes.
Servadac
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6 de abril de 2018
29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sabor de las cerezas, una exquisitez no apta para todos los paladares del iraní Abbas Kiarostami, es una película profunda, incómoda y lenta. Tres palabras que, si bien para mi son una virtud, comprendo que para muchos es un defecto.

Es una Road movie existencialista y filosófica que narra el viaje del Señor Badí, quien ha decidido quitarse la vida, en busca de alguien que le ayude a ser enterrado. En su búsqueda se encuentra con tres personas: un joven soldado, un seminarista y un sabio taxidermista. Los magníficos diálogos que tiene con los dos últimos son el motor de la película.

Con el suicidio como tema central, Kiarostami despliega ante nosotros unos diálogos profundos y existenciales que, al igual que la filosofía, nos abre interrogantes sin respuesta. Kiarostami puro y duro vamos.

Si tuviera que destacar dos momentos serian la explicación del Señor Badí al seminarista:

- “Si se lo contara no lo entendería. Bueno, no es que no pueda entenderlo, pero no puede sentir lo que yo siento. Puede simpatizar, entender, mostrar compasión. ¿Pero sentir mi dolor? No. Comprende mi dolor, pero no puede sentirlo.”

Y el tremendo discurso del sabio taxidermista. Después de contar su historia donde los cerezos le salvaron la vida, el Señor Badí responde: “¿Y comió cerezos y todo se arregló?”

Taxidermista: - “No, no fue así, pero yo cambié. Después de aquello, me fue mejor, pero yo había cambiado mi forma de pensar. Me sentía mejor... Tu mente está enferma pero no hay nada malo contigo. Cambia tu perspectiva. El mundo no es de la forma en que lo ves. Tienes que cambiar tu perspectiva y cambiar el mundo.”
play it again Sam
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