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Amor eterno

Romance. Drama Ciglia (Camilla Horn) es una joven que vive en una pequeña aldea de los alpes suizos. El pueblo ha sido ocupado por los franceses, y todos los habitantes del pueblo han entregado las armas. Sólo Marcus (John Barrymore) se niega a hacerlo... (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
29 de diciembre de 2008
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya bien asentado en América, el prolífico director que destacó por sus elegantes comedias realizó también, en la etapa anterior de cine mudo, numerosos dramas como este Amor eterno.
Amor eterno, es una tragedia en toda regla, montada con un par de panorámicas de una aldea pintoresca como cualquiera habida en los nevados Alpes de aquellos tiempos, unos exteriores repartidos entre los desfiladeros montañosos y la calle principal del pueblo, una ordenada algarabía de vecinos de un lado para otro y un guión muy apañado.
A destacar la fiesta en un abarrotado local y una escena clave:
Cuando él, Marcus, cazador indómito, sale de la fiesta de carnaval, es rechazado por su amada Ciglia esa noche por estar medio borracho.
El caso es que hay otra mujer en el pueblo que anda tras él y no ceja en su empeño de conquistarle por más que él la aparta de su lado. Esta mujer, que tiene una madre fea y calculadora, se cuela en su cuarto nada más ver que Ciglia se ha despedido, de tal forma que cuando Marcus llega a su casa y entra en la habitación (a ella ya no se la ve) se enfoca su rostro sorprendido (él sí la está viendo en su cama), y entonces la cámara se desliza hacia la percha, a un lado, donde está colgada la máscara de ella... y sus ropas. Ahí termina la secuencia y la férrea voluntad de Marcus; cae por su propio peso... y con todo el equipo.
¡Este Lubitsch! ¡Cuánto sabía! Y antes que nadie.
floïd blue
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19 de enero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última película silente del cineasta alemán Ernst Lubitsch es un estupendo drama romántico ambientado en la Suiza de principios del siglo XIX y rodado en las Montañas Rocosas canadienses, que hacen las veces de Alpes suizos. John Barrymore ama a Camilla Horn (una actriz alemana), y ella le corresponde; pero Mona Rico (una actriz mexicana), enamorada del rudo cazador encarnado por Barrymore, se interpone entre ambos. Es un largometraje bien hecho, con buenas interpretaciones, una buena historia y un buen uso del primer plano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pedro Triguero_Lizana
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6 de octubre de 2010
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de una obra menor de Lubitsch que nace, ya en 1929, con el marchamo de película antigua, desfasada.
La maestría del director, que no se puede negar, aparece sólo esporádicamente y por eso el resultado carece de los valores que a esas alturas de siglo cabe esperar.
Hacer cine a finales de la década no es lo mismo que hacerlo a comienzos.
El avance del arte de la cinematografía, y de su industria, poseían un ritmo vertiginoso y la obra no se percata de ello.

La película no es mala, pero resulta anticuada.
Incluso para la época.
ÉGIDA
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15 de agosto de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ignoro si fue por aquella rebeldía contra el Cine Sonoro que asumieron algunos directores de la época que sentían que la imagen podía contenerlo todo, o si fue porque, entre 1927 y 1930, la mayor parte de las salas de cine del mundo entero, todavía se hallaban en proceso de transición hacia los nuevos proyectores, pero hasta 1929, todavía el director Ernst Lubitsch –radicado ya en los EEUU de Norteamérica- siguió haciendo películas silentes. Y fue “AMOR ETERNO”, la última que realizaría antes de dar por fin el necesario paso a la voz, la música y los sonidos ambientales.

La idea surge de la novela “Der König der Bernina” (1900), cuyo autor fue el suizo Jakob Christoph Heer (1859-1925), y con guión del habitual colaborador de Lubitsch, Hanns Krály, tiene lugar una historia de amor con marcados tintes de melodrama y con un triángulo amoroso como los que ya comenzaban a ser habituales en el cine. Los hechos se desenvuelven en 1806, en un pueblecito de Suiza, llamado Pontresina, donde el ejército de Napoleón ha entrado en su camino hacia la toma de Austria. Pero siendo éste un pueblo de gente relativamente pacífica, el cura les convence para que depongan sus armas y se muestren neutrales.

Entre los habitantes del pueblo, hay un hombre llamado Marcus Paltram (John Barrymore), quien deniega la entrega de su rifle porque “es mi vida” -dice-… y cuando suponemos que va a ser un hombre de la resistencia, tan solo se queda en el sobreviviente papel de cazador, matando venados para satisfacer las necesidades de su estómago. Es este hombre, el que hará un desaire público a Ciglia (Camilla Horn, la recordada Gretchen en el maravilloso “Fausto” de F. W. Murnau), de quien luego sabremos que es su enamorada, al tiempo que también atrae con su rudeza a Pía (Mona Rico), una preciosa morena que se desvive ante su presencia.

Extrañamente, otro carácter bordado en la película, el de Lorenz Gruber (Victor Varconi) es el de un hombre enamorado y discreto que espera con paciencia a que la vida decida si quiere que la mujer que ama le corresponda. Gruber da también muestras de ser un esposo afectuoso y responsable, y su carácter contrasta con el de Marcus, pues resulta a todas luces, más caballeroso y de mayor altura. Que en la vida real se elija, lamentablemente y con demasiada frecuencia, como el filme lo plantea, ¡imposible negarlo!, pero aunque así suceda no complace a nadie y esto explica que, cuando luego ocurre lo que insólitamente se convierte en el clímax de la historia, quedemos absortos porque, desde la psicología individual, nos resulta imposible asimilar con complacencia los hechos que Lubitsch ha puesto sobre la escena, porque van en contravía de los anhelos de la razón.

Y es entonces, cuando una modesta historia que venía luciendo atractivamente contada y con cierto halo de romanticismo, súbitamente nos deja desencantados y con un final "sublimado" a la manera de “Cumbres borrascosas”, que resulta igualmente imposible de digerir.
Luis Guillermo Cardona
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