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La reina de Nueva York

Romance. Comedia Para evitar que le dejen en la sección de obituarios -a donde fue enviado como castigo-, el corresponsal del Morning Star, Wallace Cook (Fredrich March), convence a su jefe Oliver Stone (Walter Connolly), para que lo deje ampliar la noticia del envenenamiento por radio que se dice sufrió una mujer de Warsaw, Vermont, llamada Hazel Flagg (Carole Lombard), y queriendo sacar provecho del caso, la mujer es traída a Nueva York con la venia ... [+]
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
31 de agosto de 2009
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo una vez un tiempo, que ninguno de nosotros vivió y que muchos, sin embargo, añoramos cada vez que salimos de una sala de cine, en que las comedias de Hollywood no sólo no tenían por qué ser los insípidos platos precocinados y recalentados que son actualmente, sino que eran películas hechas con el primor y la profesionalidad que hoy parece destinarse, únicamente, a bobadas supuestamente profundas y turbadoras que resultan ser luego simples paseíllos de gaseosa solemnidad por la epidermis de asuntos de lo más nimios y sobados. ¿Qué chicles blandengues y bobalicones no estirarían y estirarían hasta la náusea (y, ¡Dios mío!, con música de Björk) algunas de las vacas sagradas del cine actual con periodistas sensacionalistas al borde del despido y brutalmente sometidos a su codicioso e insensible director, pobres chicas de pueblo asfixiadas por el mundo en el que viven, enfermedades terminales, intentos de suicidio, médicos más fieles al whisky o el dinero que al juramento hipocrático, una ciudad y una sociedad que crean, usan y tiran a la basura a sus héroes cuando sus cinco minutos de gloria han pasado ya?
Pero conviene no olvidar que esta película, en su versión original, se titula “Nada es sagrado”. Y es que las cosas, entonces, se hacían así: se cogía al periodista, al director, a la chica de pueblo, al médico, la enfermedad, el suicidio y la ciudad, se introducían en una coctelera, se agitaban con mimo y se servía el resultado, bien frío, con una rajita de limón y una aceituna. Tal vez sea cierto que no es el mejor de los combinados que ideó la década de los 30, aunque se halle, sin duda, entre los más notables, y que la ha perjudicado ese color aplicado a brochazo limpio tan propio de la época, pero es un trago corto, de apenas 75 minutos, repleto de chispeantes burbujitas, que refresca, relaja, pone de buen humor y es de fácil digestión. Y conste que no estamos de acuerdo con que no haya nada sagrado: nada es sagrado, salvo Carole Lombard, esa diosa que vivió 33 años en la Tierra y regresó en avión al Olimpo.
Normelvis Bates
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11 de febrero de 2012
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Correcta y entretenida comedia de uno de los clásicos del cine estadounidense, William A. Wellman, que combina eficazmente el tema del amarillismo periodístico con el de la rentabilidad de una mentira bien ideada y contada.

Fiel al estilo característico de la comedia de los años treinta, "Nothing Sacred" basa su estilo en el tono desenfadado, ligeramente crítico pero nunca verdaderamente corrosivo, y en los diálogos ágiles e irónicos, que condicionan el ritmo del filme; si la película resulta siempre agradable y de fácil digestión ello es debido al buen trabajo del guionista Ben Hecht, otro clásico del cine norteamericano, que recurre a la figura de un periodista a punto de caer en desgracia, y que en busca de una gran exclusiva, topará con una que realmente lo parece, pero que no es más que el resultado de un equívoco. A partir de ahí la narración desarrolla el "gran carnaval" que se monta en Nueva York a costa de la explotación del drama fácil por parte de la prensa y las autoridades, que en su hipocresía, juegan con las sencillas emociones del público. Posteriormente, y a modo de colofón, otro de los temas que el guión apunta es el ya mencionado acerca de la rentabilidad de la mentira, muy en la línea de aquella frase que afirmaba que "la realidad no debe estropear nunca una buena noticia".

Con unas interpretaciones correctas (en ningún caso deslumbrantes), acertados gags -no demasiados-, como el de la pelea en el Madison Square Garden, y algunos momentos de humor más trabajados -la secuencia en que Fredric March interroga inútilmente a los habitantes del pueblo, todos ellos lacónicos y hostiles- la película se disfruta moderadamente, quedando lejos de la excelencia de la que era capaz el mejor Wellman (pensemos en "El Enemigo Público", "Incidente en Ox-Bow", "Beau Geste" o "Cielo Amarillo", por citar algunas); no obstante, debe valorarse que los temas del filme resultan interesantes y sugerentes, hasta el punto de que en manos de un realizador más inspirado -Billy Wilder- darán lugar a dos obras maestras como "The Fortune Cookie" ("En Bandeja de Plata", que aborda también la explotación de los buenos sentimientos ajenos a partir de una falsa enfermedad) y "El Gran Carnaval", que retrata como pocas el circo que es capaz de montar un periodista aprovechándose de una desgracia.
Quatermain80
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4 de enero de 2009
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película parte de dos historias desesperadas: la del periodista en horas bajas después de haber tratado vender una historia falsa como un verdadero notición (por lo cual lo destinan a escribir necrológicas); y la de una muchacha a la que le diagnostican una terrible y terminal enfermedad que acabará con ella en pocos meses. Sin embargo, tal enfermedad no es cierta, sino fruto de un equívoco de su médico; y el periodista no se resigna a su fatal destino, sino que trata de que le den una oportunidad explotando la historia de la muchacha. Ésta quiere decirle al periodista que no está enferma, pero la sola perspectiva de viajar a Nueva York después de no haber salido en toda su vida de su pueblo perdido, le hace aceptar.

Allí, en la gran manzana, será recibida como una reina, como esa valiente mujer que ha plantado cara a la muerte y no se apena por nada. Para evitar intromisiones de extraños se lleva consigo a su médico, el mismo que la metió en todo el lío.

Mientras tanto el periodista que en principio sólo la quería para volver a poseer un estatus de reportero, empieza a sentirse culpable por aprovecharse de esa pobre chica que muy pronto morirá.

Comedia con tintes críticos muy divertida, una sátira sobre cómo todos nos volvemos unos santos ante alguien en peores condiciones que nosotros y sobre cómo los medios de aprovechan de esas historias para hacer dinero. La inversión en esos personajes les reportarán beneficios y prestigio.

Importantes trabajos cómicos por parte de Carole Lombart y Fredric March (actor eminentemente dramático pero que demuestra aquí su vis cómica).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
machanguita
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12 de abril de 2008
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La reina de Nueva York cumple con todos los requisitos de las buenas comedias de la época. Partiendo de un guión ingenioso e impecable el director William A. Wellman nos ofrece un enredo dinámico y muy entretenido.
Fredric March es un periodista en horas bajas. Carole Lombard es una mujer a la que erróneamente le diagnostican una enfermedad mortal. El primero intentará impulsar su carrera con la desgracia de la segunda. Contado así podría tratarse de un dramón de primera. Pero no, ya que estamos ante una comedía de enredo con tintes ácidos que funciona muy bien desde la primera y divertida secuencia.
Pero pese al oficio de guionista y director la película no sería lo que es sin la presencia de la espléndida Carole Lombard. En esta película demuestra ser una actriz superdotada para la comedia y ofrece una interpretación maravillosa. Junto a ella el todoterreno Fredric March que funciona igual de bien en drama como en comedia, y dos veteranos secundarios desconocidos para mi que consiguen mejorar cada escena en la que intervienen.
En resumen, una comedia, que sin ser genial, resulta hábil y eficaz y que además está interpretada con auténtico talento.
ernesto
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16 de marzo de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película ha resultado para mí una muy grata sorpresa. Es como esos bombones que todo el mundo deja de lado porque no tiene un aspecto agredable, y que cuando uno lo prueba resulta ser una explosión para los sentidos. Esto es lo que me ha pasado con "La reina de Nueva York", una película que tenía desde hacía mucho tiempo en DVD y que nunca me había interesado en verla, pero que una tarde la puse y me divirtió como pocas veces he hecho con una comedia.
El guión para mí es una de las cosas más sobresalientes de todo el film. Resulta muy fresco después de haber pasado casi 80 años. Las escenas resultan realmente cómicas dentro de la gravedad que se cuenta. Todo el cinismo de los personajes que aparecen resulta muy gracioso. Pero si realmente uno se plantea muy seriamente de lo que se ríe, no le haría ninguna gracia. Como un país entero es capaz de adorar a una mujer simplemente por el mero hecho de que se va a morir. Lo más gracioso de todo, es que esa situación la sufrimos todo el mundo, ya que nunca se sabe cuando morirá uno.
Los actores realizan unas intrepretaciones magníficas, y hace que la carcajada esté asegurada. Carole Lombard y Fredrich March hacen una pareja que se acopla a la perfección a la situación.
En fin, una gran comedia muy recomendable de ver, donde aparte de reír sin parar uno puede disfrutar de unas maravillosas imágenes del Nueva York de los años 40.
icaro_81
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