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Cinco tumbas al Cairo

Intriga. Bélico Durante la Segunda Guerra Mundial, en Junio de 1942, el ejército británico se retira del Norte de África ante el victorioso avance de Rommel, dejando un único hombre detrás de sus líneas, en el desierto entre Libia y Egipto. John Bramle, el único superviviente se refugia en un remoto hotel perdido en pleno desierto... (FILMAFFINITY)
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
15 de marzo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
60/04(06/03/18) La tercera dirección del gran Billy Wilder supuso su despegue en Hollywood con este notable thriller de espionaje enmarcado en un hotel en medio de la nada del desierto donde se cuece parte del destino de la WWII. Guión del propio Wilder junto a Charles Bracket (“Días sin huella” o “Sunset Boulevard”), basándose libremente en la obra teatral de 1927 “Hotel Imperial” (levada al cine en dos ocasiones, en 1927 y 1939) del húngaro Lajos Biró (“La última orden” o “El ladrón de Bagdad”), en un film considerado como contribución al esfuerzo bélico aliado en la Segunda Guerra Mundial, sobre todo sobre esto resaltar que se quiere hacer colaborar a un inglés (combatiente contra los nazis) y una francesa (Francia colaboracionista), ella desarrollando su personalidad (cual su nación) de ver a los ingleses como traidores (en Dunkirk), a que se le abran los ojos ante los nazis. Billy estaba en puertas de su primera obra maestra (al año siguiente haría “Perdición”), cuando abordó este entretenidísimo relato, donde se dan algunas constantes de la filmografía wilderiana, como los juegos de falsas identidades, secretos, suspense, humor adusto (sobre todo en las figuras del dueño del hotel encarnado por un estupendo Akin Tamiroff y el oficial italiano interpretado por Fortunio Bonanova (mostrado de modo fachos como un aficionado cantante de ópera), y personajes que evolucionan orgánicamente. Ello sabiendo imantarte a la cinta con su inquietante inicio de un tanque inglés vagando sin rumbo por las dunas de un desierto, en su interior todos los militares parecen muertos, hasta que uno de ellos (Franchot Tone) se reanima saltando del vehículo, y termina perdido andando hacia no se sabe donde bajo el sol abrasador, hasta que por azar llega a un hotel perdido en la inmensidad de la nada, hotel vacío, solo regentado por su dueño (Akim Tamiroff) y una asistenta (Anne Baxter). Destaca aún más que su protagonista Franchot, un majestuoso Erich Von Stroheim (repetiría con Wilder en la grandiosa “Sunset Boulevard”) encarnado con un carisma arrollador al mítico Mariscal de Campo Erwin Rommel (el verdadero se pegaría un tiro en la cabeza un año después). Los alemanes son interpretados por actores alemanes y, por lo tanto, hablan con el acento correcto, a excepción de von Stroheim, que había emigrado de Austria a los Estados Unidos a la edad de 24 años y cuyo acento se desliza ocasionalmente. El héroe británico es interpretado por un actor estadounidense que habla con acento estadounidense. Obtuvo la película tres nominaciones a los Oscar (montaje, dirección artística b/n y fotografia b/n).

Estamos en el desierto de la actual Libia durante la WWII, allí el cabo John J. Brombel (FranchotTone), superviviente de la caída de Tobruck en manos de las tropas nazis. Brombel empleado de la sección de reclamaciones de una campoñía de seguros de Londres, es una víctima de la guerra, trata de sobrevivir sin heroismo y suplanta la personalidad de un camarero, Paul Davos. Siente aversión por la figura del mariscal, por lo que emprende una arriesgada aventura de espionaje. Erwin Rommel (Erich von Stroheim) es un personaje aterrador y abominable, diabolicamente inteligente. La camarera Mouche (Anne Baxter, 19 años), francesa, frágil y cautelosa, suplica compasión a Rommel sin resultado y se mueve entre dos amores. El encargado del hotel es el egipcio Farid, voluble, servil y acomodaticio.

Sugestivo film de suspense, donde el belicismo se produce cuasi-fuera de cámara, situando el corazón de la trama en un escenario cerrado de un hotel apartado del mundo, y en su interior un puñado de personajes ambiguos, que se mueven por intereses intrigantes, ello surtido por roles bien delineados en pocos trazos, con diálogos puntiagudos, con mordacidad e ingenio, donde la perfidia es nota predominante, donde las acciones veladas son norma. Wilder deja constancia de su gusto por objetos como parte fundamental motriz de las emociones, en este caso una bota de cojo, una pistola, un mapa o una sombrilla. El director desarrollando su relato con exquisitos tramos de intensidad que te llegan y enganchan, en un increscendo dramático bien llevado, orgánicamente fluido el arco de evolución de caracteres (aunque el discurso final de Anne Baxter me suena a forzado y deuda panfletaria en el contexto de la WWII aun en marcha).

Aunque sobre todo lo que es una delicia, y lo que eleva la cinta a elogiable, es la extraordinaria labor del vienés Erich Von Stroheim encarnando con un carisma arrollador al mítico Mariscal Erwin Johannes Eugen Rommel (aunque el austriaco distaba de parecerse físicamente al verdadero militar), que ya desde su primera aparición (singular, pues lo que primero vemos de él es su característica nuca), deja su desbordante impronta de grande de la escena, acaparando desde entonces todas las miradas, con un vigor y nervio flemático fascinante, mostrándose con pose prusiana, arrogante, brutal, hierático, duro, adusto, narcisista (excelente el modo en que alardea ante unos prisioneros británicos de su inteligencia y de la superioridad moral de los alemanes sobre los aliados), cada vez que habla sentencia dejando huella, con una mirada penetrante, con una oralidad seca, con una gestualidad sutil memorable (prodigioso el toque del mata-moscas que siempre lleva, que parece una prolongación natural de sus manos, terminando por ser un látigo abofeteador) simplemente ANTOLÓGICO. Aunque sin duda estamos ante un film rebosante de ironía, y muy crítico con los nazis, Wilder confiesa que escogió a Stroheim para el papel de Rommel para revestir al general de cierta grandeza que le distancia de los criminales: "En aquella época, cuando se rodaba una película de guerra, se odiaba a los nazis, pero no a los alemanes. Y yo quería subrayar que los oficiales alemanes que estaban en África todavía actuaban como oficiales y no coma nazis. De Stroheim me atraía la gran virilidad que emanaba de él, el poder que podía irradiar."
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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29 de enero de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No le doy el diez porque me ha parecido corta. Quería saborear más esta joya de película. Quería más pausa para degustar el buen cine, oler el suspense, la intriga...masticar la tensión a cada segundo que pasa andando "el cojo" por ese angustioso hotel. Desde que empieza la primera secuencia en el hotel, el espectador no va a pestañear. La película está excelentemente llevada ayudado por unos protagonistas que bordan la perfección. El guión y la atmósfera hacen que te sumergas, que te adentres y estés masticando el suspense.

Imprescindible. Empezando por la buena trama, pasando por saber dar el apropiado suspense en mezcla con una perfecta atmósfera y concluyendo con unas pinceladas de espionaje sobresalientes.
tetulio
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9 de febrero de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Demostración patente de la versatilidad y maestría de Willy Wilder, que en esta ocasión ofrece un relato de espionaje, dominado por el suspense y la tensión vivida por un soldado ingles, que debe refugiarse en un hotel, al que acuden importantes mandatarios alemanes en plena segunda guerra mundial.
Maneja con pulso endiablado una situación de máximo riesgo, en el que la vida del protagonista y los trabajadores del hotel están en peligro.
Ofrece un juego de espionaje, plagado de dobles identidades, secretos, mentiras y peligros, cubiertos por un manto de tranquilidad, que eleva el suspense y el misterio a su máxima expresión.
Presenta con claridad las posturas de los diferentes personajes, desarrollando con inteligencia las interacciones entre los mismos, logrando mostrar el dibujo de todo un entramado de intereses personales encontrados, que pueden influir en el devenir de la segunda guerra mundial.
Cuenta con un notable reparto que interpreta a unos sólidos y bien definidos personajes, donde destaca la aportación de Erich von Stroheim interpretando magistralmente a Rommel, y también la cómica aportación de Akim Tamiroff, luciéndose como el nervioso gerente del hotel, con el que Willy Wilder logra aportar sus habituales toques de humor.
Un ejercicio inteligente de intriga y misterio, que encuentra en los susurros e insinuaciones, sus armas más potentes, con las que logra desarrollar una trama de espionaje, en la que se pueden obtener datos relevantes para la resolución de la guerra.
Una obra dinámica y absorbente en la que Willy Wilder ofrece las dosis de humor y romanticismo necesarios, alrededor de una trama de espionaje que funciona a la perfección.
Por los pasillos y habitaciones del hotel, y ante las narices de Rommel, se desarrolla todo un mapa de personalidades e intereses encontrados, que alcanzará solución en un desenlace magistral.
Considerada por muchos como una obra menor en la filmografía de su director, las cinco tumbas del Cairo esconden bajo su pobre apariencia, un gran tesoro cinematográfico, una pequeña joya a reivindicar.
Jon
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7 de agosto de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha seducido esta suerte de suspense, lleno de líneas de guión espléndidas con gotas de cierto humor negro, con un guión que encaja de maravilla (hay un par de giros maravillosos) y una abrumadora fotografía que le da mucho empaque y un atmósfera casi fantasmal a la cinta. Erich Von Stroheim como Rommel está de miedo.
Lo curioso es que cuando creo que van a sobrar los 5 últimos minutos (al más puro estilo Hollywood), ¡zas!, la historia se cierra con valentía y con lógica aplastante. ¡¡Bravo!!

Me sigue maravillando ese comienzo con ese tanque por las dunas del desierto durante los créditos, para comprobar rato después, que el mismo va a la deriva, tras un primer plano del soldado muerto en la escotilla con los pies colgando en su interior se pasa a un travelling para mostrarnos el resto del interior del tanque donde su piloto yace encima de los mandos. A partir de aquí, la peli te atrapa y no te suelta.
Maestro de Marionetas
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3 de agosto de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que lo diga Tarantino fue mi principal razón para buscarla y verla. En mi modesta opinión, hay otras del propio Wilder mejores, aunque siempre es aconsejable escuchar a grandes directores.

Es la tercera película de Billy Wilder como director y cuadragésimo quinta como guionista, anterior a su obra maestra “Perdición”, casi nada.
Adapta una obra teatral de Lajos Biro, llevada al cine en dos ocasiones anteriores como “Hotel Imperial”. Recibió tres nominaciones al Oscar de 1943: montaje, dirección artística y fotografía en blanco y negro. Ésta última, notable, con una iluminación expresionista muy presente.

En realidad se trata de una historia de guerra en tiempos de guerra sin filmar ninguna secuencia de guerra, salvo la secuencia inicial del tanque sin dirección en el desierto de Egipto (magistral, filmada en el desierto de Arizona), y acaso la llegada de las tropas de Rommel al hotel, en cuyo interior se desarrolla el resto de la película, con una puesta en escena casi teatral.

Se trata de una de las pocas incursiones en el cine bélico de Billy Wilder, y quizá uno de sus films menos conocidos. Más que una guerra física en sí, lo importante está en la guerra psicológica que convierte al hotel Empress of Britain (que vivió mejores tiempos en su etapa de protectorado inglés) en una suerte de ONU, convirtiéndose en un escenario esencial de la guerra en el Norte de África.

Personalmente, no suelen maravillarme las películas que adaptan obras de teatro. Considero al cine como un arte que surgió de las imágenes en movimiento, dinámico, abierto, veloz, distinto al teatro aunque compartan muchísimas cosas, y, por supuesto, sin menospreciar al teatro, que me parece fantástico, pero distinto.
Aunque “Cinco tumbas al Cairo” está excelentemente filmada, no tiene el empaque y acabado de otras obras de Billy Wilder. Las 20 preguntas concedidas por Rommel, por ejemplo, parecen excesivas y, en cierto modo inverosímiles, nada menos que a unos prisioneros, por mucha camaradería que se suponga.

El espacio cerrado (el remoto hotel en medio del desierto) en el que se desarrolla gran parte del metraje lastra la agilidad de la narración, a veces compensado por la portentosa interpretación de Erich Von Stroheim (Rommel), que destaca por encima del resto, y la ambivalente y siempre eficaz Anne Baxter. Franchot Tone, está bastante inexpresivo y poco carismático, bastante soso en su interpretación, en un posible error de casting, aunque hay quien lo ve como necesario para darle a su personaje ese doble juego que lleva en la película.

Akim Tamiroff, notable en su vertiente cómica, (el personaje de Farid, el dueño del hotel), hace gala del humor típicamente wilderiano por medio de sus locuaces frases:
-¿Dónde está el camarero?- le pregunta Rommel.
-Lo mataron, señor.
-¿Quién? Ustedes, señor, cuando sus aviones bombardearon anoche. Tienen unos aviones preciosos.

Ciertamente “Cinco tumbas al Cairo” contiene muchos de los elementos que serán marcas de identidad de Wilder a lo largo de su filmografía. Quizá haya quedado difuminada entre la enorme y grandiosa filmografía de Billy Wilder (“Perdición”, “Con faldas a lo loco”, “Testigo de cargo”, entre otras muchas). De todos modos, estamos ante un maestro, por lo tanto, película de recomendada visión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gabriel Ufa
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