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Cuna de héroes

Drama Basada en hechos reales. Narra la historia del sargento Marty Maher, que durante cincuenta años sirvió en la academia militar de West Point. Cuando el ejército de Estados Unidos, dada su avanzada edad, intentó jubilarlo, Marty, entrenador de atletismo en la Academia Militar y amigo y “padre” de varias generaciones de cadetes, presentó una contundente protesta al Presidente de la nación. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
30 de septiembre de 2013
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El maestro Ford sacaba petróleo de la nada pero de Cuna héroes no sacó ni arena de la nada. El maestro Ford se deslizó en el mundo castrense cual elefante en una tienda de relojes suizos. Su mundo masculino hace aguas por todas partes. Cuna de héroes es un repaso a la larga vida de su prota y el prota tiene una larga vida. Si el maestro Ford hubiera resumido Cuna de héroes igual que yo resumo estas letras otro gallo le hubiera cantado. No todo el cine de Ford tiene buen despertar gracias al gallo de turno. Cuna de héroes es un trino desafinado.
The Best Guitarist Ever (USUARIO BLOQUEADO)
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20 de junio de 2010
22 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ocurre con mucha frecuencia: los primeros años de nuestra vida pasan llenos de aventuras, deseos y esperanzas; experimentamos situaciones jocosas, tenemos romances y unos buenos sueños… y, vienen luego los años de la Adultez (el más alto grado de perfección que, se espera, logremos con la experiencia), pero, lo que muchos viven es la Adustez (seriedad, sequedad, severidad), y una vida así pesa e incomoda, convirtiéndose en la fórmula perfecta (sésese) para atraer la tristeza, el tedio y el acabóse. Así viven mucha gente... y así vivió también el personaje recreado en esta película.

<<CUNA DE HÉROES>>, es un biopic que usa como señuelo la vida de un soldado, Marty Maher, un don nadie que pasó 50 años de su vida (en su autobiografía habla de 55), sirviendo al ejército estadounidense en la academia de West Point. Inmigrante irlandés, se sumó a las filas castrenses, en 1898, y alcanzó el rango de Sargento Maestro, ejerciendo largo tiempo como instructor de natación. Eso fue todo. Pero, el objetivo principal, amén de que al director, John Ford, lo atraía todo lo que tuviese aroma a Irlanda, fue hacer un homenaje a una institución considerada símbolo patrio de los Estados Unidos de Norteamérica.

El guion, escrito por Edward Hope, empieza con notable encanto y uno alcanza a sentir que está ante una refrescante comedia. Son los inicios del primíparo que conllevan tropiezos, metidas de pata, platos rotos, caídas al agua… y tenemos, entonces, la ilusa impresión de que vamos a estar ante algo parecido a, “The Quiet Man”, ese otro filme de Ford, en el que la preciosa tigresa, Maureen O’Hara, también está incluida.

Pero, O’Hara es aquí una increíble mansa paloma y la historia pronto se transforma en un drama familiar (telenovela style) y en una emblemática aproximación a la institución militar. Desde aquí, huele a pólvora y a rancio patriotismo, porque, amén de los generales y sus opacas familias, no creo que a alguien más interese semejante derroche de vanagloria a una institución que lo único que puede contar a puñados, son las agresiones que ha cometido en decenas de países.

Tyrone Power, logra mostrarse eficaz como el comediante de la primera parte, pero, se esfuma luego su ímpetu histriónico cuando entra el vacuo drama a hacer de las suyas. Maureen O’Hara, aunque igual de bella, resulta irreconocible sin ese talante temperamental que la hizo grande, y hasta diría que es, aquí, un pobre ejemplo de mujer, de esas que no dejan huella.

Ford, no nos trae nada novedoso y, en resumidas cuentas, es ésta la triste historia de un pobre hombre que embolató cincuenta años de su vida al servicio de la nada. Queda sí para la reflexión, la única frase certera del filme: “La mejor juventud del mundo la traemos aquí, los instruimos, les hablamos del deber, del honor y de la patria… y luego los enviamos al matadero”.
Luis Guillermo Cardona
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23 de octubre de 2016
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
192/09(16/10/16) Decepcionante film del maestro John Ford, un panfleto pro-militar en formato biopic, sobre la figura de Marty Maher, un irlandés que en 1898, dos días después de desembarcar en USA estaba trabajando como camarero en los comedores de West Point, donde los futuros oficiales y mandos del ejército se instruían, cincuenta años en la vida del que se convirtió en el más importante sargento instructor de la Academia, maestro y consejero, de personajes históricos de la categoría de Eisenhower y Patton, entre otros, siendo el que más oficiales militares USA ha instruido en la historia, fue enterrado allí en 1961. Guión de Edward Hope que adapta el biopic-libro “La fiera de La Brass: Mis 55 años en West Point” de Martin Maher, co-firmado con Nardi Reeder Campion (1951). El título en inglés traducido “La línea gris larga” se refiere a las filas de cadetes con el uniforme de color gris azulado, la línea simbólica del título es el de los oficiales que se envían a la guerra. Es un recorrido vital donde se entrecruzan los años del protagonista en la academia, su llegada, romance con la que sería su esposa, los sinsabores de la pareja, esto entrelazado a las relaciones con los militares, esto sirve para contarnos tangencialmente parte de la historia de los Estados Unidos durante primera mitad del siglo XX que tuvo su momento más dramático en Pearl Harbor, oscilando la narrativa entre la comedia y el drama. Ford edifica una obra con un rancio tono patriótico (no es que desprecie las cintas patrióticas, ejemplo es la estimable trilogía de la caballería de John Ford) , de modo plano y metido a empujones, siendo lo peor que cae en lo sensiblero y maniqueo, algo de lo que la filmografía fordiana carecía (afortunadamente) .

En 1898 llega a la academia militar West Point (USA) Marty Maher(Tyrone Power), un emigrante irlandés (desde Tipperary), comienza a trabajar allí como camarero, llegando con los años a ser sargento mayor instructor, allí pasará el resto de su vida. Tendrá importancia en la historia Mary O’Donnell (Maureen O’Hara), una bella pelirroja de la que se enamora Marty, el Capt. Koehler (Ward Bond), el padre de Marty (Donald Crisp), Dinny Maher (Sean McClory), hermano de Marty, James Nilsson 'Red' Sundstrom (William Leslie), cadete con el que traba relación fuerte Marty, y al que empareja con Kitty (Betsy Palmer), James N. Sundstrom Jr. (Robert Francis), cadete hijo de ‘Red’.

Ford es muy grande, de los más grandes realizadores de la historia, de los que reside en el Olimpo del Séptimo Arte, pero ello no es óbice para que en su prolífica filmografía no tenga algunas obras menores, algunos resbalones y esta lo es, tanto que parece hecha con desgana, se notan señas de identidad del director, pero son solo un esbozo, jugando con las raíces irlandesas de los personajes, con su idiosincrasia noble, pero pendenciera, de humor seco, personajes que rebosan encanto, intérpretes fetiches (Maureen O’Hara, Ward Bond o Donald Crisp...), pero desgraciadamente lo que empieza con brío y energía, con humor fresco (apoyado este en la inocencia y candor del protagonista), con un romance muy fordiano, pues lo bueno se va diluyendo en un océano de personajes planos, sin fuste, en un devenir lánguido de situaciones artificiosas, encadenado de elipsis hueras, una telenovela en la que vemos envejecer a los protagonistas sin sentir nada por ellos, un desarrollo de momentos sentimentaloides y almibarados, algunos torpemente expuestos (spoiler).

Veremos a través de Marty una travesía epítome paralelo a USA, una nación creada por inmigrantes, veremos su vivaraz juventud, de cómo se irá enamorando del ejército, igual que se enamora de Mary y esta a su vez también está prendada de West Point, ejerciendo los reclutas como hijos oficiosos para la pareja, erigiéndose la cinta en un canto a la vida castrense, donde todo el mundo es bueno, cariñoso, y simpáticos. Y es que el objetivo de Ford con esta cinta parece ser el contribuir al reclutamiento de jóvenes para el ejército USA, una exaltación vacua patriotera sin mimbres que aguanten dramáticamente la idea, más allá presentarlo todo idealizado, no vemos atisbo de sufrimiento entre los reclutas, recluts unidimensionales, sin matiz alguno, todo resulta bucólico, todos se llevan bien, hay compañerismo, de hecho apenas vemos a Marty ejercer de instructor, con lo que su relación con los reclutas queda impostada y metida con calzador, quedando un homenaje superficial a la mayor institución militar USA, West Point, símbolo de la grandeza militar estadounidense. Y lo peor para el genial Ford es que se adentra en el terreno de la manipulación lacrimógena más zafia, impropia del director de Maine. Estas taras se maximizan por un metraje que se alarga más que la visita de los suegros.

Tampoco suma que las actuaciones pecan de irregulares (siendo benévolo). Tyrone Power está bien en el primer cuarto de cinta, donde brilla el humor distendido, cuando la historia se reboza en el folletín dramático queda desubicado, fuera de lugar. Maureen O’Hara es una fuerza de la naturaleza que aquí queda encorsetada, reprimida, amordazada, muy mansa, sin apenas personalidad que la haga destacar, una ovejita sin alma. El resto de secundarios no suman por lo superficialmente que está escritos. Ward Bond es una sombra de lo que siempre ha sido, un esbozo de lo que nos tiene acostumbrado. Donald Crisp, el glorioso patriarca de “Qué verde era mi valle” queda aquí caricaturesco, grosero, mandón, machista, irritante. Robert Francis aporta presencia pero no hay carisma y frescura en su actuación, era un actor que iba para estrella, pero desgraciadamente fue la última en la que apareció antes de su muerte a los 25 años en un accidente aéreo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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3 de enero de 2023
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Humor forzado al principio, qué insoportable pelmazo, y drama igualmente el resto más unas continuas marchas militares que te dan ganas de tú también de una vez por todas, ya iba siendo hora, a la fuerza ahorcan, hacerte pacifista, toca, madre mía, en un publirreportaje descarado sería decir poco de la dichosa academia que más que un manicomio o una prisión o una mezcla de las dos, como él mismo al principio comenta, parece la casa de la pradera, es una puta guardería la nuestra qué agonía, más buenos y santos todos, siempre tienen que morir los mejores, que la madre que los parió, seguro que la propia Maureen O´Hara.
Historia plana, personajes huecos y sentimientos impostados en un mundo en el que la maldad es un extraño mito, rara leyenda, y la guerra suele pasar muy lejos, apúntate al ejército de los Estados Unidos que allí harás muchos los mejores amigos y te harás una persona de provecho a la par que te labrarás un gran futuro preñado de esperanza e ilusión, no temas, no tardes, venga, date vida prisa, colega.
El mejor país del mundo debe tener los mejores soldados para que todos juntos saquemos pecho, rindamos el debido respeto y hagamos el gran honor a la familia y a Dios, montan tanto, vamos, hermanos, a matar, siempre con las mejores intenciones y hermosos propósitos, heroicamente por supuesto, se ha dicho.
Obra impecable y matemática en la forma, sobriedad rigurosa ascética elegante la recorre, pero de un tedio importante por vacía y propagandística.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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22 de abril de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ford no era un hombre cinematográfico, hacía películas, pero no buscaba articular discursos cinematográficos, no es Wilder, ni Wyler, no es Preminger, ni Lang... ni Hitckock, obviamente, ni es Robert Wise, ni Siomadk, ni Tournier, ni Huston... Es Ford. Y eso que significa exactamente?. Es sencillo, Ford es el cronista de lo cotidiano, no de espectaculares construcciones ornamentales poco creíbles aunque efectistas.
No busquen en Ford cosas excepcionales. Es el director del día a día, de las cosas comunes, de lo cotidiano, de lo ordinario. No necesita, no quiere, montar sus películas sobre suceso o acontecimientos fuera de la realidad. En ninguna película de Ford las cosas que suceden pueden no suceder en la realidad. Por eso no rodó ciencia ficción, o cintas sobre el futuro. Sus héroes, sus personajes, no son ni dioses ni antihéroes, son humanos, con errores y sufrimientos, con pasiones ordinarias, normales. No tienen el peso del mundo sobre sus cabezas, no son líderes morales que pretenden con su ejemplo contribuir a que la sociedad prospere.
Ni siquiera están seguros de que su obrar sea el adecuado, ni siquiera están seguros de que si se volvieran a encontrar con la situación que tienen se comportarían igual, de manera idéntica. Lo que sí tienen sus personajes es autenticidad. Absoluta y radicalmente autenticidad. Son como son las personas excepcionales en situaciones ordinarias.
Desde ese punto de vista hay películas de Eastwood que sí pueden ser fordianas. Medianoche en el Jardín del bien y del mal, Gran torino, o mismamente Sin perdón.
Frente a los grandísimos directores que he nombrado, que sí necesitan articular una película alrededor de sucesos extraordinarios, Ford hace una obra de arte como esta con cuatro cosas, ninguna de ellas especialmente aprovechable por los otros directores, y ninguna de ellas singularmente noticiable.
Otra de las características de Ford, desde un punto de vista técnico es que la cámara siempre es un tercer narrador objetivo, que no se posiciona por ningún personaje y, sobre todo, que es utilizada como un instrumento narrativo. Escribe en tercera persona, narrando acontecimientos, situaciones y pasiones desde fuera, sin tomar partido. No encontraran en todo Ford un contrariado, un trávelling, un juego de sombras y luces... todo lo que hace con la cámara lo podríamos hacer cualquier humano. Poner la cámara en el sitio y abrir el obturador. La diferencia es que él ve por la cámara, mira de forma distinta y ese es su mérito... Con la cámara te cuenta lo que ocurre, sin más.
Desde el punto de vista emocional, su emotividad es siempre natural, siempre sobria, solemne, discreta, serena. No hay desgarros, traumas, pasiones desbocadas. Es naturalidad, tranquilidad, objetividad.
Ford es, en definitiva, un narrador de historias cotidianas, que busca en la normalidad de las emociones su material para las películas. Huye de efectismo, de situaciones complicadas, de tramas complejas y poco creíbles en la realidad. Es naturalidad, tranquilidad, emotividad suave, serena, objetiva...
Y claro, no lo olvidemos, es Tyrone Power, el mejor actor de su época, de largo (quizá junto con Ray Millan, obviamente) y Maureen O´Hara, dos bestias sagradas del cine.
Cuando Ford hace de Ford, me gusta, me gusta hasta los créditos de la película...
Eastwood es, obviamente, un director magnífico. Pero simplemente no es Ford, aunque algunas de sus películas puedan ser Fordianas...
Esta cinta en concreto me ha encantado. No la había visto. No hay dramas más allá de la realidad. No hay desgarros, te los imaginas, pero no te los muestra. El hombre que hace de cada día su obra de arte, que simplemente de lo mejor de sí mismo en todas las circunstancias, sin pretender trascender, sin darle a su quehacer un sentido determinista es un hombre Ford. Eso te prepara, llegado el caso, y como ocurre en sus películas, a desempeñar en algún momento un papel protagonista en una determinada historia (que es, exactamente, el caso de esta cinta), pero cuando te comportas como siempre has hecho, cuando haces lo que sabes, porque lo sabes, porque lo has hecho en muchas ocasiones, no reclamas para ti ningún mérito, ningún oropel, ningún papel estelar. Simplemente lo haces porque lo has hecho. Lo haces porque es lo que tienes que hacer. Lo haces porque es lo un hombre o una mujer de su tiempo hace cuando lo tiene que hacer.
No es, obviamente, El Hombre tranquilo, ni Escrito bajo el sol... no es una de sus mejores cintas, naturalmente... Pero es excepcional, solo un paso por debajo de ser considerada una obra de arte.
ÁAD
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