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La vida privada de Bel Ami

Drama El escritor Georges Duroy (George Sanders) pasa por un momento difícil cuando se encuentra con su antiguo compañero de regimiento, Charles Forestier, quien le invita a trabajar con él en su periódico. Duroy no tarda en hacerse un lugar con la ayuda de Madeleine Forestier (Ann Dvorak), la esposa de Charles, y pronto tendrá tiempo para dedicarse a enamorar a mujeres bien posicionadas, con lo que se abrirá paso en el éxito que tanto ansía. (FILMAFFINITY)  [+]
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
15 de septiembre de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la historia de un hombre con talento que pudo servir a grandes cosas porque era astuto, atractivo, bien hablado, con grandes dotes de seductor, ingenioso e intrigante, y quien, pese a su afán de prestigio y a su falta de escrúpulos para servirse de las damas, también tenía su aire de aprecio cierto con aquellos que le amaron sin condiciones.

Georges Duroy, es un francés que había estado en el 6° de húsares, lo que no significa absolutamente nada… o quizás sí, sobre todo si nos atenemos al origen húngaro de la palabra húsar (huszár: bandido de los caminos). Un día, en París, se encuentra por “azar” con su antiguo compañero de regimiento, Charles Forestier, y éste lo convida a que trabaje en el periódico donde él labora. Con la ayuda de Madeleine, la atractiva y muy bien puesta esposa de su amigo, Duroy aprende a desenvolverse pronto en la redacción… y de paso, sirviéndose por supuesto de su astucia periodística, inicia un incanzable ejercicio de seducción -Madeleine incluida- de cuanta dama distinguida pueda servir a su ambicioso deseo de ascender a la cima del poder.

Guy de Maupassant, ha escrito un libro que me gustaría volver a leer. Títulado “Bel Ami”, apenas recuerdo ahora su magnífica descripción de la sociedad francesa de finales del siglo XIX y el perfecto retrato que hacía del insaciable periodismo que, con excesos, se estaba convirtiendo en un temible cuarto poder. También recuerdo que, el personaje de Duroy, me resultaba digno de consideración y, como vemos en este calificado filme de Albert Lewin, consigue un puntual y oportuno gesto de redención que le devuelve su esencia humana.

Impecables diálogos cargados de cinismo y de fuerte carácter, una cuidada fotografía con efectivos contrastes de iluminación, y un complementario uso de objetos (la marioneta Cachiporra como símbolo de lo que hace Duroy en su camino. O la pintura “Las tentaciones de San Antonio” de Max Ernst que, aunque anacrónica, pues la historia transcurre entre 1880-1883 y Ernst pintó el cuadro en 1945, sirve para dar a madame Walter una luz sobre el verdadero carácter del ahora marido de su hija Suzanne), consolidan un filme en el que, quizás lo que más me gusta, es el efectivo contraste que hace Lewin entre la mujer de carácter (Madeleine) y la mujer sumisa (Clotilde). ¿Adivinen a quién preferirá finalmente Georges y por qué?

Aplaudo también que, por fin, Lewin haya entendido que debía prescindir de la narración que es un recurso literario con muy poco espacio en un arte fundamentado en la imagen. Pero sigue fuera de lugar que califique y condene de antemano a sus protagonistas, negando al espectador el derecho a determinar sus sentimientos frente a ellos y más cuando, una fundamental posición en Maupassant, era la de abstenerse de toda condena.

Título para Latinoamérica: “HOMBRE DE MUNDO”
Luis Guillermo Cardona
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26 de marzo de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film conecta perfectamente con la expresión de un melodrama de su tiempo, en el estilo de cineastas coetáneos como Max Ophuls o Douglas Sirk, centrando su mirada en el París del siglo XIX. Albert Lewin fue un cineasta inclasificable, por elecciones argumentales, métodos de puesta en escena, decisiones estéticas, bagaje literario y relaciones con los Estudios, tan sólo realizó seis largometrajes entre 1942 y 1956. Sus films tan personales atestiguan la impronta de un cineasta original, romántico y nihilista que lanzó sus propuestas artísticas contra el conservadurismo intelectual del Hollywood de la época. Se trata de una producción de Metro Goldwyn Mayer donde se derrocha la elegancia y la ambientación artística, excelente fotografía de clara inspiración pictórica, los diálogos y la gestualidad son brillantes, dignos de un cineasta de gran cultura.

Apoyada en un texto literario de Moupassant, recrea admirablemente la visión de un entorno social en el que la lucha contra la hipocresía imperante se realiza desde una inteligencia bañada en maldad y la huida de estereotipos sociales bienpensantes. El film narra la andadura de Georges Duroy (un excelente George Sanders) apodado por alguno de su compañeros Bel Ami, un personaje lúcido, irónico y amoral que se situá muy por encima que el entorno que le rodea, la alta sociedad parisina. Un descarado libertino cuyos objetivos se verán cumplidos con precisión calculada, ya que Duroy es en el fondo un profundo analista y crítico de la moral más hipócrita en la vida social que frecuenta, haciéndolo unicamente por ascender en su seno.

La sumisión amorosa es uno de los temas fundamentales que aborda el film, también la arrogancia y la ambición. De esta forma se sirve principalmente de las mujeres a las que seduce y manipula a su antojo. Los personajes del film se debaten entre lo que realmente son y la imagen que proyectan sobre los demás, entre la tensión generada por sus sentimientos enfrentados a sus actuaciones sociales. Es fácil, por tanto, encontrar en el film numerosos planos en que los personajes aparecen encuadrados a través de cristales o espejos que constituyen una especie de ventana del alma, por así decirlo. Su puesta en escena es refinada, suntuosa, con elegancia en los detalles, “travellings” suaves con una fascinante armonía en los movimientos de los personajes y la cámara. Una buena película, aunque poco conocida que merece revisión.
Antonio Morales
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4 de noviembre de 2016
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y es que ya va siendo hora de reivindicar a ese excelente cineasta que fue, y siempre será, Albert Lewin, un director tan exquisito como lo pueda ser un Max Ophüls, Rouben Mamoulian, Luchino Visconti, o Joseph L. Mankiewicz.

Con este último encuentro que tiene muchas cosas en común, aparte de un gusto exquisito por la puesta en escena y la dirección de actores, una afinidad literaria en los guiones, muy bien construidos y un gusto muy cuidado por los diálogos.
Y es que hoy en día, prima sobretodo la puesta en escena, la imagen por encima de todo..herencia de los Hitchcock, Kubrick y Spielberg de turno..
Se cuida mucho la imagen sobre el contenido en el cine actual, los cineastas parecen más preocupados por la manera de contar algo que por contar algo de verdad y de que tenga sentido...de ahí el cine que tenemos hoy en día.
También el denominado "cine de autor" ha hecho mucho daño en este sentido, y las políticas "cahieristas" que han primado el valor de los juegos de cámara, y diferentes filosofías de puesta en escena, por encima de los guiones bien construidos y diálogos exquisitos.
Albert Lewin, como decía en mi introducción, merece todos los honores habidos y por haber en cuanto a reivindicación.
Cualquiera que vea este film, o la hermosa Pandora y el holandés errante, o El retrato de Dorian Gray (por cierto, la mejor versión cinematográfica hasta el momento del relato de Oscar Wilde), descubrirá un cine de enorme calidad, tanto cinematográfica como literaria, con una puesta en escena muy poética, una manera de narrar extraña y para nada clásica aunque lo parezca..
Ciñéndonos a este film en concreto, La vida privada de Bel Ami, nos encontramos una joya del cine que urge redescubrir, que nos habla de la vida y la muerte, de nuestros éxitos y fracasos ante la vida, del ansia de poder, de elegir entre el poder y el "presunto éxito " y el amor verdadero, y de cómo tomamos decisiones que nos afectarán para siempre. ..todo esto regado de diálogos precisos y para el recuerdo, con unos actores magníficos encabezados por ese soberbio actorazo que fue George Sanders, junto a James Mason, de los pocos actores en la Historia del Cine capaces de conjugar cinismo y ternura, una ambigüedad muy venenosa, que saben extraer de sus personajes un calculado cinismo que los hacen atractivos, de elegancia infinita..
Es una pena que no se de a conocer más a Albert Lewin, y que sólo haya una crítica aquí en Filmaffinity de este excelente film, con la mía ahora ya seràn dos.
Animo a todos los que me lean que vean algo de su cine, no les defraudará si buscan ver cine "clasico" ( y más moderno que el 99% del cine actual) de calidad.
Jaime Rodríguez
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20 de febrero de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
... rodado en 1947. Esta es una de las seis películas de Albert Lewin. Trabajador de MGM como jefe del departamentos de guiones y asistente personal del gran productor Irving Thalberg del mismo estudio. Lewim, al fallecer Thalberg pasó a ser productor de Paramount de 1937 a 1941, y ya con 50 años se colocó detrás de la cámara para rodar sus propios guiones. En "La vida privada de Bel Ami" la tercera de una trilogía de inspiración literaria, parte de la novela "Bel Ami" de Guy de Maupassant publicada en 1885 y que cuenta con una docena y media de adaptaciones entre cine y tv, desde el cine mudo italiano (1919) a una de 2012 de nota media en filmaffinity 4,3 a pesar de un reparto que incluye a Robert Pattinson, Christina Ricci, Uma Thurman y Kristin Scott Thomas.

Esta de 1947 cuenta con una jovencísima Angela Lansbury, es decir, la gran actriz que dio vida a la Jessica Fletcher de la serie televisiva "Se ha escrito un crimen". También está la rutilante Ann Dvorak (seguir la carrera de las actrices clásicas es un muchas ocasiones seguir un tour de fource por ganarse el respeto profesional, y Dvorak perdió la oportunidad de estar en nómina de un gran estudio, cuando entro en pleitos legales por su salario y descubrió que estaba ganando la misma cantidad de dinero que el niño que interpretó a su hijo en Three on a Match, en donde encabeza el cartel). En el papel del guapo canalla se maneja a la perfección George Sanders, un actor de historia singular, especialista en papeles que precisaran cierto cinismo elegante, y que tuvo un desgraciado final en España, Castelldefels, cuando al cumplir 65 años tomó una sobredosis de barbitúricos dejando una breve nota: "Querido mundo: He vivido demasiado tiempo. Os dejo con vuestros conflictos, vuestra basura, y vuestra mierda fertilizante“.

Un triste fin para un actor de prestancia sólida en pantalla, que con esta película, completaba su trilogía de colaboraciones con Lewin, después de "La luna y seis peniques" de 1943 en el que construye un personaje inspirado en Paul Gauguin y "el Retrato de Dorian Gray" del 45.

En este filme da vida a un soldado excombatiente en Argelia, que viviendo casi en la indigencia, consigue mantener su porte digno y encuentra un resquicio para subirse al ascenso social: Un compañero del ejército le da una oportunidad de trabajar de articulista en un periódico. George Sanders (Georges Duroy o Bel Ami) no desperdicia la oportunidad para introducirse en un círculo de personajes influyentes en donde su encanto personal y sus pocos escrúpulos comienzan a abrirle puertas, hasta acercarse a un importante cargo político.

En este subir escalones sin miramientos, Duroy echará mano sobre todo de la manipulación y el encandilamiento de las mujeres que le rodean, sean viudas, casadas (con amigos, banqueros o organistas ciegos) o solteras.

La película destaca por esta trama del canalla corrupto y trepa egoista sin miramientos, y por el elenco de actrices que le dan réplica a Duroy, entre las que brilla la inteligente Madame Forestier, autora en la sombra de los exitosos artículos del protagonista, y mujer del amigo de Duroy y al que él pide en matrimonio cuando su propio amigo está agonizando enfermo de cuerpo presente.

Todo el guión es una delicia sin fisuras, y no puede ser de otro modo, viniendo de un director que desde abajo mamó la profesión en MGM primero como lector y luego como jefe de deparamento. Hay elipsis deliciosas, naturales y que hacen avanzar la historia sin saltos. También un excepcional y exquisito gusto por los detalles. El París de cartón piedra está magnífico. Propone en una de sus escenas una recreación del Folies Bergere en donde nos mete de cabeza en el famoso cuadro de Manet del bar reflejado en el espejo con la camarera mirando al espectador: vean el cuadro y vean la escena de la película. Si en el cuadro aparece un pequeño reflejo del espectáculo circense del bar, del mismo modo nos pasa en la película. Si la pintura trata de la hipocresía del burgués de la época, lo mismo sucede en esa escena en la que una prostituta increpa a Duroy por no saludarla.

Lewin, que venía de hacer dos películas en las que las pinturas tenían especial protagonismo, no renuncia que en esta a que de nuevo un cuadro aporte su simbolismo y colabore en caracterizar a los personajes. Y ya no hablamos del mencionado bar aux Folies Bergère de Manet, sino de La Tentación de San Antonio de Max Ernst, una pintura que ganó el concurso que propuso la productora de la película para recibir 11 ideas de conocidos pintores. Aunque el premio fue otorgado a Max Ernst, la reconocidísima obra de Dalí de mismo título fue uno de los descartes del jurado.

Este cuadro (el de Max Ernst), que aparece durante unos segundos en color en medio del B/N de todo el largometraje, sirve como símbolo de la resistencia a todo lo vil de este mundo: las tentaciones son la lujuría, el poder, la riqueza, y en ese color que desborda el B/N de la fotografía con la que se nos cuenta la historia, y que en la propia historia, es presentado en sociedad iluminado con luz electrica! golpea durante unos instantes la dura conciencia del protagonista George Duroy, pero sobre todo, obsesiona a una de las mujeres utilizadas por este canalla seductor, que cómo él mismo dice con fría malidicencia, hacerla caer en su telaraña fue como prender fuego en una vieja chiminea llena de hollín.

Esta mujer doblemente engañada (Duroy la hace caer en sus redes y lo hace además para estar cerca de su joven hija, heredera rica) tendrá la oportunidad de ver en el cuadro representadas sus propias tentaciones, y sabiéndose víctima de un diablo, buscará vengarse para saciar su odio.

Avisa Filmaffinity que sólo me quedan 222 caracteres, así que poco más puedo añadir que animar a los que se dejan sorprender por geniales joyas clásicas, a que entren en esta película. Tiene tantos minúsculos y deliciosos momentos que es difícil no enredarse en alguno de ellos y que quede grabado en la memoria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
PituxaSkol
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21 de diciembre de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recortada y desfigurada adaptación de la novela de Maupassant, uno de los escritores más penetrantes del realismo-naturalismo francés, maestro de una agudeza flaubertiana para disecciones del alma humana y que, más allá de la concreción de su época, alcanzan validez atemporal. Ahí está "Bola de cebo".

Lamentablemente la película adolece de tal profundidad quedándose en la peripecia, amena pero escamoteadora de matices esenciales en relación al juego de intereses, intríngulis y dobleces de los personajes, resultando el más perjudicado el protagonista, Duroy, reducido a un intrigante narcisista que produce el (falso) efecto de trocar en víctimas a los de su círculo cuando en realidad resultan tan insidiosos como él.

Se puede argumentar aquello de “basada libremente”, pero seamos coherentes; para eso, se escribe una historia original y luego se guioniza.

No obstante, Lewin desenvuelve bien la historia (insisto, alejada del origen) donde destaca George Sanders que llena la pantalla, aún haciendo de sí mismo.

Un apunte. Tal vez Ophüls…pero Visconti jamás de los jamases hubiese usado las transparencias paisajísticas que nos endiña Lewin.

Álvaro
alvaro
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