Una agradable sorpresa contemplar esta película rodada entre 1919 y 1921 por el sueco Benjamín Christensen mezclando actores no profesionales (como la mujer que interpreta a María, la tejedora que en realidad era una pordiosera real), actores profesionales y grabados de la época. A eso hay que sumarle la utilización de efectos especiales absolutamente revolucionarios para esos años, que aun hoy resultan sorprendentes y el revolucionario guion que mezcla una extensa investigación del director sobre el tema (Christensen era un fanático de los temas de ocultismo) con audaces secuencias que incluyen desnudos, escenas de torturas y asesinatos con el ojo puesto en ofrecer un espectáculo capaz de llevar gente a las salas sin perder rigor científico, algo que en el cine de hoy se echa en falta. Como curiosidad cabe consignar que Christensen hizo reconstruir todos los elementos de tortura utilizado por los inquisidores teutones ya que los originales están resguardados en museos alemanes.

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"La malvada Edad Media": Las grandes persecuciones de brujas tuvieron lugar en los siglos XVI y XVII
8 000 000 de muertes: fueron unas 60 000, la mitad de ellas en territorio germánico
La Inquisición. El caso que se nos muestra en la película sí que era de la Inquisición, pero calla el hecho de que también se quemaban brujas en territorios en los que no había Inquisición, de hecho eran peores las autoridades civiles.
El realizador cree que las brujas eran mujeres histéricas: en primer lugar, no eran sólo mujeres; en segundo, además de histéricas, había otras causas por las que alguien podía ser acusado de brujería.
- Desde el punto de vista formal, los filtros coloreados cansan muchísimo la vista.
En resumen, película irregular, pesada aunque no deja de tener cierto ineterés

Me da casi vergüenza puntuar de esta forma tan baja a un clásico del cine mudo y uno de los exponentes del inicio del cine de terror según los entendidos. Pero es que me aburrió soberanamente, no me produjo ninguna inquietud y me pareció interminablemente larga.
Está bien acabada y no creo que se le pueda pedir más en cuestión de efectos para una película muda danesa de 1922, pero sólo la recomendaría por su valía histórica o curiosidad documental. Y es que, salvo la escena de las monjas, nada quedó grabado en mi mente para la posteridad.