HäxanDocumental
1922 

7.6
3,762
Documental. Terror
Mezclando el documental y la ficción dramática, la película descubre la relación de los hombres de la Edad Media (su actitud y la proliferación de brujos y brujas) con algunas situaciones modernas de los años veinte. Un repaso al mundo del ocultismo, la magia negra y la brujería, a través de varios siglos, para dibujar un panorama que puede resultar tan fascinante como estremecedor. Película parcialmente basada en un manual alemán para ... [+]
7 de agosto de 2010
7 de agosto de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable documental mudo de origen danés llamado Häxan que significa “Bruja”, hace un compilado de la brujería a través de los tiempos, haciendo narraciones en modo de ficción sobre el apogeo y proliferación de la brujería y los medios nuevamente para eliminarla, haciendo comparaciones de las características que para el Medievo reunía una persona para que fuera bruja o brujo con las practicas primitivas que se basan los remedios naturales y caseros, los curanderos y en la actualidad con la ciencia.
Un trabajo bastante acertado que alejado de critica hace su función de mostrar la ideología en el presente y el pasado, pero que no deja de sorprender.
Un trabajo bastante acertado que alejado de critica hace su función de mostrar la ideología en el presente y el pasado, pero que no deja de sorprender.
10 de septiembre de 2015
10 de septiembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Grotesca, salvaje, visceral, palpitante, cruda, explícita, sórdida, sombría, onírica, ominosa, atrevida, descarada.
Así es Häxan (La brujería a través de los tiempos). Mejor dicho, ni mandada a hacer para este amante incondicional de la barbarie estética. Todavía hoy, casi cien años después de su estreno, con el ojo lleno de callo ante la violencia, la depravación y el sexo y gráficos, esta película me inquieta, porque ese gusano ponzoñoso del arte es atemporal y no es simplemente en la muestra abierta de imágenes sensibles en donde reside la gracia del largometraje de Benjamin Christensen, sino en su potencia estética, de la que se sirve para presentar toda una poética de lo grotesco, como buen hijo de la tradición goyesca que se evidencia en su película que es. Tampoco se crea el lector que al ver esta belleza se va a encontrar con escenas explícitas hasta la japoneidad; de eso no se trata. Pero con la atención al detalle cuidadoso que vulnera la tranquilidad de esa decencia que tenemos en el comedor de la abuela y con un brillante estudio de la imagen y del comportamiento humano, el impacto aquí está asegurado. Aunque, claro, no faltan las secuencias de rituales cargados de sexualidad, los sacrificios de bebes, los partos de criaturas diabólicas y otras joyitas que son una auténtica dicha para los ojos; todo envuelto por el esforzado y meticuloso trabajo con la luz, los decorados, el maquillaje, las texturas y la planimetría para mover los sentidos y las emociones e incomodarlos.
Häxan pretende ser un repaso histórico documental a la figura de la brujería, alimentado por la ficción dramática. La atención está puesta especialmente en la Edad Media, pero también se dedica una porción del metraje a la época contemporánea a la producción, en donde se revisa el concepto de la brujería a la luz del racionalismo científico de la psiquiatría, pero, por supuesto, sin dejar de lado la grandilocuencia estética del grotesco, usado con el mejor de los gustos.
Así pues, Christensen termina acometiendo el rarísimo logro de poner en escena algo que parece su proceso de imaginación como investigador. Al ver la película uno casi que logra meterse en la cabeza de ese genial director mientras devoraba como un niño excitado el Malleus Maleficarum. Las imágenes facsimilares y los intertítulos correctos y racionales se mezclan con dramatizaciones oscuras y perversas, y cuando menos se piensa, se descubre uno a sí mismo con una sonrisa retorcida y sabrosona en la cara. Con razón le dio tanto palo la censura de varios países en su momento; la verdad creo que aún hoy los gringos mojigatos la prohibirían en sus salas de cine como lo hicieron en 1922.
A mí la película me causa tal efecto, que con franqueza me dan ganas de devolverme en el tiempo e irme de copas con Christensen, ese tipazo lleno de genio, de estilo y de una ironía deliciosa que se atestigua en secuencias memorables como aquella belleza del monje comiendo y bebiendo como un cerdo, poniéndose perdido de un vino que se le derrama por los gordos cachetes; en actos tan dicientes como aquel de que el mismo director se tomara la molestia de interpretar a la vez al demonio y a Cristo en su película, o en frases dramatizadas tan estupendas como esta en boca de Marie, la costurera (Emmy Schønfeld): “Oh, learned men, I saw the witches kiss the evil one on his behind”. A través de los ojos de este genio, hasta besarle el culo al diablo parece un divertidísimo placer.
Así es Häxan (La brujería a través de los tiempos). Mejor dicho, ni mandada a hacer para este amante incondicional de la barbarie estética. Todavía hoy, casi cien años después de su estreno, con el ojo lleno de callo ante la violencia, la depravación y el sexo y gráficos, esta película me inquieta, porque ese gusano ponzoñoso del arte es atemporal y no es simplemente en la muestra abierta de imágenes sensibles en donde reside la gracia del largometraje de Benjamin Christensen, sino en su potencia estética, de la que se sirve para presentar toda una poética de lo grotesco, como buen hijo de la tradición goyesca que se evidencia en su película que es. Tampoco se crea el lector que al ver esta belleza se va a encontrar con escenas explícitas hasta la japoneidad; de eso no se trata. Pero con la atención al detalle cuidadoso que vulnera la tranquilidad de esa decencia que tenemos en el comedor de la abuela y con un brillante estudio de la imagen y del comportamiento humano, el impacto aquí está asegurado. Aunque, claro, no faltan las secuencias de rituales cargados de sexualidad, los sacrificios de bebes, los partos de criaturas diabólicas y otras joyitas que son una auténtica dicha para los ojos; todo envuelto por el esforzado y meticuloso trabajo con la luz, los decorados, el maquillaje, las texturas y la planimetría para mover los sentidos y las emociones e incomodarlos.
Häxan pretende ser un repaso histórico documental a la figura de la brujería, alimentado por la ficción dramática. La atención está puesta especialmente en la Edad Media, pero también se dedica una porción del metraje a la época contemporánea a la producción, en donde se revisa el concepto de la brujería a la luz del racionalismo científico de la psiquiatría, pero, por supuesto, sin dejar de lado la grandilocuencia estética del grotesco, usado con el mejor de los gustos.
Así pues, Christensen termina acometiendo el rarísimo logro de poner en escena algo que parece su proceso de imaginación como investigador. Al ver la película uno casi que logra meterse en la cabeza de ese genial director mientras devoraba como un niño excitado el Malleus Maleficarum. Las imágenes facsimilares y los intertítulos correctos y racionales se mezclan con dramatizaciones oscuras y perversas, y cuando menos se piensa, se descubre uno a sí mismo con una sonrisa retorcida y sabrosona en la cara. Con razón le dio tanto palo la censura de varios países en su momento; la verdad creo que aún hoy los gringos mojigatos la prohibirían en sus salas de cine como lo hicieron en 1922.
A mí la película me causa tal efecto, que con franqueza me dan ganas de devolverme en el tiempo e irme de copas con Christensen, ese tipazo lleno de genio, de estilo y de una ironía deliciosa que se atestigua en secuencias memorables como aquella belleza del monje comiendo y bebiendo como un cerdo, poniéndose perdido de un vino que se le derrama por los gordos cachetes; en actos tan dicientes como aquel de que el mismo director se tomara la molestia de interpretar a la vez al demonio y a Cristo en su película, o en frases dramatizadas tan estupendas como esta en boca de Marie, la costurera (Emmy Schønfeld): “Oh, learned men, I saw the witches kiss the evil one on his behind”. A través de los ojos de este genio, hasta besarle el culo al diablo parece un divertidísimo placer.
26 de diciembre de 2020
26 de diciembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La brujería a través de los tiempos" es una rareza en su época. Su complejidad narrativa seduce aun hoy día, especialmente cuando concluimos que esta sofisticación no implica dificultad en su visionado. Es una película fácil de disfrutar, incluso recomendable para aquellos que quieran dar el primer paso en el apasionante viaje por el cine mudo. Los que ya tenemos alguna experiencia en ese mundo, reconoceremos en Häxan algunas imágenes que inspirarían a los surrealistas y a obras maestras posteriores como "La pasión de Juana de Arco".
Ya la valoremos como un documental, como película de terror o como cine social, la película es sobresaliente, gracias a una admirable puesta en escena y a unas magníficas interpretaciones, ambos rasgos característicos del cine nórdico de la época, aquí especialmente notables.
Como documental, la película aborda de manera sencilla y clara temas como la visión del mundo que tenían las primeras civilizaciones, el peso del infierno en el oscuro medievo o el tratamiento de las enfermedades mentales en los albores del siglo XX. Reconocemos en el film las actuales exposiciones por Power Point, pero no las infintas tediosas y aburridas, sino las contadísimas concisas y amenas.
Como película de terror, Häxan explora algunas de las fuentes de nuestros miedos más primarios: La convivencia cotidiana con lo que no podemos ver, la hedionda influencia del Maligno en nuestra existencia, y, sobre todo, la infinita capacidad dañina de nuestro prójimo. Nada da más miedo que el mal que aflora de nosotros mismos.
Y como cine social, La Brujería a través de los Tiempos, denuncia la omnipresente intolerancia de nuestra Historia, una Historia dominada por hombres, con las mujeres como víctimas. Un mundo, el nuestro, egoista, intransigente, envidioso y tremendamente machista. Podemos quedarnos con la manida idea de lo chunga que fue la Inquisición, o el salvajismo de las primeras instituciones psiquiátricas. Pero yo animo a que aprovechemos la ocasión para profundizar en otra pregunta: ¿Qué queda de nosotros de aquello que fuimos?
Ya la valoremos como un documental, como película de terror o como cine social, la película es sobresaliente, gracias a una admirable puesta en escena y a unas magníficas interpretaciones, ambos rasgos característicos del cine nórdico de la época, aquí especialmente notables.
Como documental, la película aborda de manera sencilla y clara temas como la visión del mundo que tenían las primeras civilizaciones, el peso del infierno en el oscuro medievo o el tratamiento de las enfermedades mentales en los albores del siglo XX. Reconocemos en el film las actuales exposiciones por Power Point, pero no las infintas tediosas y aburridas, sino las contadísimas concisas y amenas.
Como película de terror, Häxan explora algunas de las fuentes de nuestros miedos más primarios: La convivencia cotidiana con lo que no podemos ver, la hedionda influencia del Maligno en nuestra existencia, y, sobre todo, la infinita capacidad dañina de nuestro prójimo. Nada da más miedo que el mal que aflora de nosotros mismos.
Y como cine social, La Brujería a través de los Tiempos, denuncia la omnipresente intolerancia de nuestra Historia, una Historia dominada por hombres, con las mujeres como víctimas. Un mundo, el nuestro, egoista, intransigente, envidioso y tremendamente machista. Podemos quedarnos con la manida idea de lo chunga que fue la Inquisición, o el salvajismo de las primeras instituciones psiquiátricas. Pero yo animo a que aprovechemos la ocasión para profundizar en otra pregunta: ¿Qué queda de nosotros de aquello que fuimos?
20 de septiembre de 2023
20 de septiembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan perturbador resulta este documental de 1922 que pasó a la posteridad como una película de terror imprescindible del cine mudo.
La obra se inspira, entre otros, en el «Malleus Maleficarum», la guía que usaba la Inquisición para encontrar, juzgar y sentenciar a las supuestas brujas durante ese delirio enfermizo y vergonzoso que supuso la época de la caza de brujas, en las cuales se asesinó a saber cuantas mujeres, hombres y niños, pero sobre todo las primeras.
Pero no solo de esa época trata el asunto, aunque puede que sea en la que más tiempo pasa. Se recorre la evolución de las creencias, temores, leyendas o relatos de la humanidad sobre el cielo y el infierno, sobre los demonios y sus adoradores, desde el origen de los tiempos hasta la actualidad.
Se nos presentan imágenes y documentos reales, descritos en detalle, confesiones de supuestas brujas, historias populares… para luego recrear esos siniestros acontecimientos, sin tapujos, dando lugar a toda una sucesión de escenas surrealistas, terroríficas, eróticas, esperpénticas, absurdas… no puedes más que caer presa del embrujo de las imágenes.
Nos adentramos en el día a día de una humilde bruja, con sus pócimas y conjuros. Observamos las apariciones tentativas del diablo, siempre grotesco. Viejas y feas se juntan con jóvenes y guapas en el aquelarre lujurioso. Nos paseamos por la salvaje Edad Media y la no menos sangrienta Edad Moderna, haciendo un alto en el camino para contemplar los artefactos de tortura utilizados en las confesiones, escalofriantes. Cualquiera confesaría lo que sea al verse en esos artilugios del dolor. Avanzamos a la Edad Contemporánea, proponiendo ahora un análisis racional del asunto, a la par que examinamos como esas supersticiones siguen presentes. A su vez vemos la evolución del pensamiento a lo largo de toda la historia. Un poco parece que hemos mejorado, aunque, ¿de verdad lo hemos hecho? Tal vez solo hemos cubierto el sadismo con una capa de falso civismo. Bueno, al menos ya no quemamos gente en la hoguera.
El propio Benjamin Christensen es el encargado de interpretar al Diablo. Su dirección es soberbia. Las recreaciones parecen cuadros escenificando pesadillas. Caracterizaciones sobrecogedoras.
Los minutos se pasan volando, resulta fascinante, hipnótica. Una poesía macabra que indaga en la historia de la brujería con ojo analítico y neutral. Si inquieta ahora, imagina a principios del siglo XX.
La obra se inspira, entre otros, en el «Malleus Maleficarum», la guía que usaba la Inquisición para encontrar, juzgar y sentenciar a las supuestas brujas durante ese delirio enfermizo y vergonzoso que supuso la época de la caza de brujas, en las cuales se asesinó a saber cuantas mujeres, hombres y niños, pero sobre todo las primeras.
Pero no solo de esa época trata el asunto, aunque puede que sea en la que más tiempo pasa. Se recorre la evolución de las creencias, temores, leyendas o relatos de la humanidad sobre el cielo y el infierno, sobre los demonios y sus adoradores, desde el origen de los tiempos hasta la actualidad.
Se nos presentan imágenes y documentos reales, descritos en detalle, confesiones de supuestas brujas, historias populares… para luego recrear esos siniestros acontecimientos, sin tapujos, dando lugar a toda una sucesión de escenas surrealistas, terroríficas, eróticas, esperpénticas, absurdas… no puedes más que caer presa del embrujo de las imágenes.
Nos adentramos en el día a día de una humilde bruja, con sus pócimas y conjuros. Observamos las apariciones tentativas del diablo, siempre grotesco. Viejas y feas se juntan con jóvenes y guapas en el aquelarre lujurioso. Nos paseamos por la salvaje Edad Media y la no menos sangrienta Edad Moderna, haciendo un alto en el camino para contemplar los artefactos de tortura utilizados en las confesiones, escalofriantes. Cualquiera confesaría lo que sea al verse en esos artilugios del dolor. Avanzamos a la Edad Contemporánea, proponiendo ahora un análisis racional del asunto, a la par que examinamos como esas supersticiones siguen presentes. A su vez vemos la evolución del pensamiento a lo largo de toda la historia. Un poco parece que hemos mejorado, aunque, ¿de verdad lo hemos hecho? Tal vez solo hemos cubierto el sadismo con una capa de falso civismo. Bueno, al menos ya no quemamos gente en la hoguera.
El propio Benjamin Christensen es el encargado de interpretar al Diablo. Su dirección es soberbia. Las recreaciones parecen cuadros escenificando pesadillas. Caracterizaciones sobrecogedoras.
Los minutos se pasan volando, resulta fascinante, hipnótica. Una poesía macabra que indaga en la historia de la brujería con ojo analítico y neutral. Si inquieta ahora, imagina a principios del siglo XX.
7 de agosto de 2012
7 de agosto de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Documental del que por el tema y la fecha de su realización se podría esperar un concepto mucho más oscuro y terrorífico, en ese aspecto decepciona un poco y termina siendo una exposición algo superficial de algunas prácticas brujescas, creencias fanáticas e ilustración de supersticiones a través de dramatizaciones y exposición de grabados medievales, sin explorar en el verdadero ocultismo y el misticismo. Al menos lo que se expone está bien logrado y con buen manejo de recursos, además de mantener el interés por la peculiaridad de las temáticas. Hay además un enfoque algo escéptico en la narrativa que pretende reducir la brujería a simple ignorancia y desorden psicológico, en una forma algo simplista. Por otra parte se recomienda no dejarse engañar por el nombre “La brujería a través de los años” pues el análisis se enfoca casi en forma exclusiva a la edad media en Europa.
Para quienes les interesa el tema, les resultará interesante e ilustrativa pero nada realmente valioso en información.
Para quienes les interesa el tema, les resultará interesante e ilustrativa pero nada realmente valioso en información.
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