El secreto de sus ojos
2009 

8.1
90,889
Thriller. Intriga. Drama
Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires recién retirado. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido veinticinco años antes, en 1974, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2022
4 de marzo de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Diálogos extraordinarios con frases memorables, actuaciones alucinantes, una atmósfera que envuelve, un misterio que conduce a otro, un romance muy bien desarrollado, momentos de risa, momentos de tristeza, momentos de bronca e impotencia, el fiel retrato de una sociedad violenta e injusta y mucho más. Condimentos que se complementan a la perfección para ofrecernos algo que nos sumerje y conmueve de múltiples formas.
Cuando guión, dirección y actuaciones son geniales... El resultado es una genialidad superlativa, como esta.
Cuando guión, dirección y actuaciones son geniales... El resultado es una genialidad superlativa, como esta.
16 de febrero de 2025
16 de febrero de 2025
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chivilcoy y la sonrisa irresistible.
Es una película superficialmente maravillosa y maravillosamente superficial, de cara a la galería, de puertas (otra vez) afuera, de, sobre todo, guion, de intención, de interpretación, de artesanía, carpintería, utilería, y de primeros planos insistentes y de otros más raros o rebuscados, en/desde posiciones extrañas, alejados del que habla, bajos o retirados, retraídos, esquinados, de rimas, sugerencias, bellezas, regalos, que alterna situaciones muy burdas (las referencias constantes sexuales de ella para sacar de sus casillas a la bestia), o previsibles (te ves venir lo que va a pasar minutos antes, te lo anuncian o insinúan a bombo y platillo), pocas, con otras tan bien escritas y actuadas y dirigidas o sorprendentes o ricas, gloria, más bien la mayoría, una obra americana, como las del Norte, de golpes de efecto, punteada por situaciones imposibles, increíbles, estrambotes, llenas de casualidades delirantes y encuentros o sucedidos inauditos o morrocotudos, luces y oscuridades o sombras, que sacrifica la verdad en el altar del espectáculo y la forma, la cáscara, la carcasa, los fuegos artificiales (aunque puedan ser estos íntimos, eso da lo mismo, es el modo con que se mira lo que importa), y se agradece, y se disfruta, mucho, tanto, tantísimo, pese a sus arritmias y sus excesos y su duración y sus obviedades y trampas o supercherías o vulgaridades y subrayados y tiene un final, o dos, estupendo/s, repleto/s de imágenes poderosas y tópicos felices, muy bien, muy buena y muy plena, ella.
Juega, también, con/en la frontera ambigua, línea de sombra, entre la realidad y la ficción (novela, lo escrito es lo real o tampoco, es lo imaginado, lo recordado, lo... ) y no muy bien se aclaran porque unas veces pareciera que van a optar por la indeterminada complejidad, y otras, finalmente, por la inercia o versión que más conviene, todo fue un sueño o un cuento o no, tal cual, exactamente, tal cual imaginaba.
Los actores son fabulosos, de los mejores, y la película igualmente aunque, del todo, no (nos) cierre.
Es una película superficialmente maravillosa y maravillosamente superficial, de cara a la galería, de puertas (otra vez) afuera, de, sobre todo, guion, de intención, de interpretación, de artesanía, carpintería, utilería, y de primeros planos insistentes y de otros más raros o rebuscados, en/desde posiciones extrañas, alejados del que habla, bajos o retirados, retraídos, esquinados, de rimas, sugerencias, bellezas, regalos, que alterna situaciones muy burdas (las referencias constantes sexuales de ella para sacar de sus casillas a la bestia), o previsibles (te ves venir lo que va a pasar minutos antes, te lo anuncian o insinúan a bombo y platillo), pocas, con otras tan bien escritas y actuadas y dirigidas o sorprendentes o ricas, gloria, más bien la mayoría, una obra americana, como las del Norte, de golpes de efecto, punteada por situaciones imposibles, increíbles, estrambotes, llenas de casualidades delirantes y encuentros o sucedidos inauditos o morrocotudos, luces y oscuridades o sombras, que sacrifica la verdad en el altar del espectáculo y la forma, la cáscara, la carcasa, los fuegos artificiales (aunque puedan ser estos íntimos, eso da lo mismo, es el modo con que se mira lo que importa), y se agradece, y se disfruta, mucho, tanto, tantísimo, pese a sus arritmias y sus excesos y su duración y sus obviedades y trampas o supercherías o vulgaridades y subrayados y tiene un final, o dos, estupendo/s, repleto/s de imágenes poderosas y tópicos felices, muy bien, muy buena y muy plena, ella.
Juega, también, con/en la frontera ambigua, línea de sombra, entre la realidad y la ficción (novela, lo escrito es lo real o tampoco, es lo imaginado, lo recordado, lo... ) y no muy bien se aclaran porque unas veces pareciera que van a optar por la indeterminada complejidad, y otras, finalmente, por la inercia o versión que más conviene, todo fue un sueño o un cuento o no, tal cual, exactamente, tal cual imaginaba.
Los actores son fabulosos, de los mejores, y la película igualmente aunque, del todo, no (nos) cierre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando vemos al asesino y a su carcelero aquello simula o parece un cuento de Poe y hasta tiene algo de humor, negrísimo, como si fueran una macabra pareja de hecho, Norman Bates y La madre muerta, Jeffrey Dahmer y casi cualquiera de sus víctimas, lo tuyo es pura obsesión, una extraña pareja de baile, un amor Sade, solo se tienen el uno al otro, amigos o amantes hasta la muerte, para siempre, matrimoniadas, Los novios búlgaros, solos ante el peligro, el silencio de un hombre, o dos, muy tétrico, patético, lírico, hermoso y siniestro, monstruoso, triste y doloroso, metafórico, todo ello.
Él no se declara (es Ethan Hawke en El club de los poetas muertos, necesita un/el impulso o empujón definitivo) y ella le odia, por eso, él se declara y ella, como Ninotchka, por fin sonríe, ella espera, él (¿Qué has hecho todos estos años? Levantarme temprano o... casarme, Brokeback Mountain) igual (La La Land), la idea del amor como algo imprescindible o insustituible, un absoluto al que acogerse o agarrarse o aferrarse desesperadamente en/ante la tormenta de mierda que es o supone la vida mayormente.
El amigo habla de la pasión (el fútbol y Argentina, cómo no, ese matrimonio o casamiento, Las bodas de Cadmo y Harmonía) y salta al plano aéreo del campo, de punta los pelos, cine puro.
El sacrificio del amigo, muy relamido, sobre todo (por) cómo se acuerda de las fotos, demasiado heroico u homérico, de western, muy recreado (aunque encaje, de bolillos, como un guante con la construcción de los personajes y su recorrido).
Y claro, los diálogos, las pullas, los dimes y diretes, las bromas y veras, las expresiones, el manejo de la lengua con tanta inteligencia y gracia, marca (Argentina) de la casa, ese juego o gracejo, esos retruécanos, idas y vueltas, y revueltas.
Está desparejada o descompensada, descabalgada o desproporcionada (en el sentido de que los distintos géneros no acaban de encajar o mezclar bien del todo, el amoroso baboso precioso luminoso con el desgarrador criminal horroroso fascinador con el costumbrista judicial chusco espantoso con el amistoso como de Ford o Hawks maravilloso con el realismo o naturalismo sinuoso con... ).
Es una investigación (Zodiac, décadas enteras de ominosa perfidia, la Historia y la intrahistoria se aman y se odia, se necesitan y desprecian, la impunidad, la desidia, la esperanza, la injusticia, la venganza, la estulticia, la simpatía y la vergüenza se enredan y desenredan como Penélope hacía noche y día), o viaje al fin de las noche donde paradójicamente se encuentra o reside la aurora primera, el paraíso en la tierra, el infierno de tu gloria ha pasao por mí, ahora pienso y siento adentro, alegría de vivir.
Para ver el presente y entender el futuro hay que conocer el pasado, o tal vez para poder vivir el hoy hay que matar el ayer y soñar el mañana o quizás ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto...
Él no se declara (es Ethan Hawke en El club de los poetas muertos, necesita un/el impulso o empujón definitivo) y ella le odia, por eso, él se declara y ella, como Ninotchka, por fin sonríe, ella espera, él (¿Qué has hecho todos estos años? Levantarme temprano o... casarme, Brokeback Mountain) igual (La La Land), la idea del amor como algo imprescindible o insustituible, un absoluto al que acogerse o agarrarse o aferrarse desesperadamente en/ante la tormenta de mierda que es o supone la vida mayormente.
El amigo habla de la pasión (el fútbol y Argentina, cómo no, ese matrimonio o casamiento, Las bodas de Cadmo y Harmonía) y salta al plano aéreo del campo, de punta los pelos, cine puro.
El sacrificio del amigo, muy relamido, sobre todo (por) cómo se acuerda de las fotos, demasiado heroico u homérico, de western, muy recreado (aunque encaje, de bolillos, como un guante con la construcción de los personajes y su recorrido).
Y claro, los diálogos, las pullas, los dimes y diretes, las bromas y veras, las expresiones, el manejo de la lengua con tanta inteligencia y gracia, marca (Argentina) de la casa, ese juego o gracejo, esos retruécanos, idas y vueltas, y revueltas.
Está desparejada o descompensada, descabalgada o desproporcionada (en el sentido de que los distintos géneros no acaban de encajar o mezclar bien del todo, el amoroso baboso precioso luminoso con el desgarrador criminal horroroso fascinador con el costumbrista judicial chusco espantoso con el amistoso como de Ford o Hawks maravilloso con el realismo o naturalismo sinuoso con... ).
Es una investigación (Zodiac, décadas enteras de ominosa perfidia, la Historia y la intrahistoria se aman y se odia, se necesitan y desprecian, la impunidad, la desidia, la esperanza, la injusticia, la venganza, la estulticia, la simpatía y la vergüenza se enredan y desenredan como Penélope hacía noche y día), o viaje al fin de las noche donde paradójicamente se encuentra o reside la aurora primera, el paraíso en la tierra, el infierno de tu gloria ha pasao por mí, ahora pienso y siento adentro, alegría de vivir.
Para ver el presente y entender el futuro hay que conocer el pasado, o tal vez para poder vivir el hoy hay que matar el ayer y soñar el mañana o quizás ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto...
12 de octubre de 2009
12 de octubre de 2009
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin lugar a dudas, este director está ya con méritos propios en mi elenco de grandes directores, de directores de garantías. Sus úlitmas 4 peliculas: "El mismo amor la misma lluvia", "el hijo de la novia", "luna de avellaneda" y esta última, son todas muy notables películas, todas me han gustado y mucho.
Y que decir de "el secreto de sus ojos" pues que te llega a lo más adentro, que tiene momentos de cine puro, entremezcla humor, amor, amistad, crueldad, drama todo ello condensado en un magnífico thriller con momentos memorables, impactantes que te dejarán sin resuello y que quedarán suspendidos en nuestras retinas durante mucho tiempo.
Siendo argentinos del elenco de actores hay poco que decir, su trabajo es de gran altura, destacando por encima de todos un magnifico Pablo Rago como el amigo borrachín. Y Darín como siempre, vaya miradas se gasta el tipo.
Y que decir de "el secreto de sus ojos" pues que te llega a lo más adentro, que tiene momentos de cine puro, entremezcla humor, amor, amistad, crueldad, drama todo ello condensado en un magnífico thriller con momentos memorables, impactantes que te dejarán sin resuello y que quedarán suspendidos en nuestras retinas durante mucho tiempo.
Siendo argentinos del elenco de actores hay poco que decir, su trabajo es de gran altura, destacando por encima de todos un magnifico Pablo Rago como el amigo borrachín. Y Darín como siempre, vaya miradas se gasta el tipo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hay muchas escenas que podríamos destacar de esta magnífica película que me han gustado muchísimo, pero desde el plano meramente técnico la escena en la que la cámara se sumerge en el estadio es simplemente brutal. Impresionante.
18 de octubre de 2009
18 de octubre de 2009
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué se puede decir de “El secreto de sus ojos”? Pues principalmente que Juan José Campanella vuelve a dar en el clavo. Igualmente que en las brillantes “El mismo amor, la misma lluvia” y “El hijo de la novia”, “El secreto de sus ojos” representa toda una lección de habilidad narrativa, de historia llena de romanticismo y sensibilidad (que no sensiblería) y un exquisito cuidado en el dibujo de los personajes, a la vez que vuelve a ofrecer una nostálgica mirada al pasado que a los que empezamos a acumular más recuerdos de los deseados nos toca la fibra de una manera especial. Y quizás lo más importante, todo ello aderezado con un sano sentido del humor imprescindible para engrasar la maquinaria de una historia dura y conmovedora que funciona con la perfección de un reloj suizo.
La última película del director argentino sumerge al espectador en una historia de intriga con los despachos de los juzgados como (casi) único escenario, aunque los cambios políticos y la dictadura se perciben como espectros fantasmales decisivos en el desarrollo de los acontecimientos. Por suerte, Campanella es suficientemente hábil para desmarcarse del panfleto político y logra un feliz equilibrio entre drama, thriller y romance sin que ninguno de estos aspectos interfiera en la trama ni se apropie de ella más de lo debido. Todo ello lo consigue con la inestimable ayuda de un reparto en estado de gracia que asume con sorprendente naturalidad unos papeles que transitan sin complejos por el humor y el drama a lo largo de todo el metraje. Por si fuera poco, Campanella se permite el lujo de mostrar habilidades técnicas que acaban por darle al film categoría de obra selecta , como el excepcional plano secuencia que acaba con la detención en el campo del fútbol. Sin inventar nada nuevo, sin pretender trascender a la historia con una obra súblime, Juan José Campanella nos regala una película que te atrapa de principio a fin, más de dos horas de cine para gozar y disfrutar, sin duda una de la mejores películas del año.
Lo mejor: un guión ejemplar, sin fisuras.
Lo peor: que en algún momento pueda acusar algo de falta de ritmo.
La última película del director argentino sumerge al espectador en una historia de intriga con los despachos de los juzgados como (casi) único escenario, aunque los cambios políticos y la dictadura se perciben como espectros fantasmales decisivos en el desarrollo de los acontecimientos. Por suerte, Campanella es suficientemente hábil para desmarcarse del panfleto político y logra un feliz equilibrio entre drama, thriller y romance sin que ninguno de estos aspectos interfiera en la trama ni se apropie de ella más de lo debido. Todo ello lo consigue con la inestimable ayuda de un reparto en estado de gracia que asume con sorprendente naturalidad unos papeles que transitan sin complejos por el humor y el drama a lo largo de todo el metraje. Por si fuera poco, Campanella se permite el lujo de mostrar habilidades técnicas que acaban por darle al film categoría de obra selecta , como el excepcional plano secuencia que acaba con la detención en el campo del fútbol. Sin inventar nada nuevo, sin pretender trascender a la historia con una obra súblime, Juan José Campanella nos regala una película que te atrapa de principio a fin, más de dos horas de cine para gozar y disfrutar, sin duda una de la mejores películas del año.
Lo mejor: un guión ejemplar, sin fisuras.
Lo peor: que en algún momento pueda acusar algo de falta de ritmo.
18 de octubre de 2009
18 de octubre de 2009
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Juan José Campanella filma probablemente su mejor película con este thriller apasionante. A un guión magistral, se le suma el buen hacer de unos actores que firman actuaciones espléndidas desde el actor principal hasta el último de los secundarios. Una auténtica delicia que nos reconcilia con el mejor cine negro, al que añade unas gotas de humor ciertamente brillantes y una historia de amor que se acopla perfectamente a la trama principal, estructurada de forma hábil mediante secuencias pasadas y presentes.
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