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El sol del membrilloDocumental

El sol del membrillo
1992 España
Documental, Intervenciones de: Antonio López
7.4
5,721
Documental Ésta es la historia de un artista (Antonio López) que trata de pintar, durante la época de maduración de sus frutos, un árbol —un membrillero— que hace tiempo plantó en el jardín de la casa que ahora le sirve de estudio. A lo largo de su vida, casi como una necesidad, el pintor ha trabajado sobre el mismo tema en muchas ocasiones. Cada año, con la llegada del otoño, esa necesidad se renueva. Lo que el artista no ha hecho nunca en su ... [+]
Críticas 38
Críticas ordenadas por utilidad
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8
10 de julio de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
El sol del membrillo (1992) es una película de Victor Erice, la fotografía de Javier Aguirresarobe y Ángel Luis Fernández, la fotografía en video de José Luis López-Linares, la música de Pascal Gaigne y la producción de María Moreno junto a un grupo de agradecidos creyentes en el arte, Erice, Antonio, María, Enrique, José, Amalia y tantos otros, con resultado inquietamente bello, intimista, próximo al arte, al artista, al proceso creativo, al silencio tan presente en todo el trabajo pictórico y a la aceptación de otras miradas de la realidad, como las que nos proponen Victor Erice desde su cámara y Antonio López desde sus pinceles.

En una calle tranquila, un pintor y su material a cuestas se dispone a preparar en su casa estudio la tela sobre la que pintará un árbol membrillero. Antonio López, a penas veinticuatro horas después contacta con el árbol de la fruta. Erice asiste al bautismo del inicio creativo con respetuoso silencio monacal. El pintor instala los elementos materiales que necesitará para llevar a cabo su personal visión del frágil árbol de las rosáceas. Solo dependerá de él y del tiempo entre pinceles, obreros, visitas y la persistente búsqueda de perspectiva y proporcionalidad entre verticalidad, horizontalidad y una estratégica plomada, la visualización de su proyecto. Para Antonio el proceso creativo no se detiene, como no se detiene la degradación de su fruto, intentando plasmar el esplendor del sol sobre la áspera y ácida fruta.

Son muchos los momentos de silencios no escritos. El realizador sabe esperar, encontrar, matizar cada situación de diálogo desde la discreción. En el intercambio de ideas con su desaparecido amigo y pintor Enrique Gran, discurre una parte importante del metraje: los recuerdos tempraneros de los ingresos en la escuela, y primeros amigos entre dibujos, pinturas, esculturas y poesía (además de algunas canciones) junto al recuerdo de sus profesores y la formación del grupo de artistas que con el tiempo sumarían unos cuantos, entre los cuales Amalia Ávila, Lucio Muñoz, María Moreno y los mencionados Enrique Gran y Antonio López, forman un grupo conocido como Escuela madrileña con destacado protagonismo del realismo y del hiperrealismo como géneros imperantes en este conjunto de artistas que no siempre era así.

Se van sucediendo algunas visitas durante el proceso de creación, interesadas por el proceso de creativo que, para el artista de Tomelloso no es otro que estar lo más cerca de lo que se pinta, sentirse parte de lo que está creando, contemplando el paso del tiempo, marcando su envejecimiento, entre copiosas lluvias en el mes de octubre, el empeoramiento climático y la necesidad de reiniciar de nuevo el cuadro tras los preparativos pertinentes junto a María Moreno.

Antonio, contrariado por los avatares del tiempo, entre el devenir con su familia y las visitas entre otras de Fan Xiao Ming y Yan Sheng Dong interesados en su obra, no alteran definitivamente la lenta e inevitable caída del arbóreo modelo, en relación con la vertical y el horizonte del cuadro, no le impiden finalmente al artista en su segundo intento, un hermoso dibujo sobre el membrillero, manteniendo el grado de tensión y de atención necesarios engañando el proceso de descomposición y flacidez de las hojas y los frutos del árbol imposible de detener en el tiempo si no es por medio de recursos humanos y materiales.

Para el artista de la tierra del Quijote, la simetría y el orden que crea y que contiene en sí misma la forma del membrillero es algo absolutamente irrenunciable a ser plasmado en el lienzo valiéndose incluso de algunos artilugios mientras que finaliza sus precisos dibujos donde la asimetría de las formas o del espació no tienen cabida, presentando al personaje tal y como lo ve: dándole todo el protagonismo ordenadamente estético, centrando su equilibrio en la confluencia exacta del eje vertical con el horizontal, sin aventuras compositivas; para el artista ese es su equilibrio en la composición pictórica.

Los últimos minutos de este precioso metraje, es un prodigio de Victor Erice, al ceder todo el protagonismo a tres elementos esenciales: cámara, membrillero, foco, el sonido ambiente, un sueño y el inicio de un nuevo ciclo estacional ponen el resto. Un ejercicio cinematográfico de hermoso minimalismo poético, en el que el realizador, ha filmado una película sobre el dialogo omnipresente de los sonidos, fusionados con los elementos materiales y atmosféricos donde, la persistente lluvia no deja de ser la influencia directa en el resultado final de El sol del membrillo.
8
17 de diciembre de 2020 Sé el primero en valorar esta crítica
El tercer, y hasta ahora desgraciadamente último, largometraje en solitario de Erice parte de una muy interesante idea del pintor y escultor toledano Antonio López y del propio cineasta. No estamos ante una película tal cual, sino ante un documental sobre la preparación, confección y avatares que sufre un artista a la hora de pintar un cuadro. Se nos presenta, pues, un trabajo pausado, que requiere mucha paciencia por el espectador, al querer exprimir, parar, esculpir algo tan inasible como el tiempo. Desde la didáctica y pedagogía pictórica ofrece una reflexión sobre el Arte tal cual, desnudo, apasionante y delicado, ambivalente y muy personal, así como un curioso vehículo de conexión entre el artista y su medio, un vehículo de identificación con él mismo y su problemática interna/externa (el entorno). Obra a contracorriente de modas y costumbres, es una entrega de extraordinaria sensibilidad y categoría en un cineasta tan coherente que ha decidido no hacer nada en lo que no cree absolutamente. Muy buena.
8
15 de noviembre de 2005
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es esta película un formidable documental sobre un trabajo del extraordinario pintor español Antonio López que, de antemano, puede resultar indigerible y muy pesado para quienes no conozcan al personaje, o sean incapaces de aguantar una sosegada lección de arte que dura más de dos horas. Lo anecdótico es que toda la historia gire en torno a la pintura de un limonero. Lo importante es el empeño titánico del artista por captar en el lienzo la luminosidad especial que le presta el sol otoñal, solamente a determinadas horas del día y siempre que el astro no quede oculto por la lluvia o por la niebla; tarea mucho más difícil cuando el artista es metódico y minucioso, porque el tiempo pasa y el ciclo vital de la naturaleza impone sus leyes implacables. Las hojas del árbol ceden y se decoloran, el fruto se va desplomando, hasta que cae y se pudre. Pero al artista no le preocupan los sucesivos fracasos, porque no busca el resultado efectista, más bien vivir una intensa emoción estética. Documental, en definitiva, que sirve para conocer un poco mejor la compleja personalidad del artista.
27 de febrero de 2009
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es mi película preferida de Víctor Erice. Quizás la metáfora del final es excesivamente elaborada. Pero para ser Erice casi hay que darle las gracias por que sea comprensible. En fin como siempre se hacen excesivos los tiempos "muertos" en los planos. Quizás no he meditado lo suficiente al verla. Pese a lo de siempre en Erice es una película insuperable.
8
23 de febrero de 2021 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El documental "Apuntes 1990-2003", cómo prólogo, nos sitúa en la pintura hiperrealista de Antonio López y "El sol del membrillo" nos adentra en un caso concreto de una pintura imposible: un membrillero mutante. El intento de dibujar un árbol en constante crecimiento y movimiento desespera a Antonio López y le empuja al fracaso final.
La película se complementa, para asirla bien a la realidad, con una red de pequeñas historias, que posiblemente ayudaron a obtener el premio del Jurado del Festival de Cannes 1992 y el Premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) 1992.

Sin embargo para los que estamos fascinados por la pintura y las lecciones de Antonio López ese tejido de sucesos, puesto por Víctor Erice, resultan accesorios y superfluos puesto que distraen al espectador del verdadero propósito: la fascinante dinámica, diría dialéctica, entre acción y reflexión, entre sujeto y objeto en el ejercicio del pintar.
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