El sol del membrilloDocumental
7.4
5,721
Documental
Ésta es la historia de un artista (Antonio López) que trata de pintar, durante la época de maduración de sus frutos, un árbol —un membrillero— que hace tiempo plantó en el jardín de la casa que ahora le sirve de estudio. A lo largo de su vida, casi como una necesidad, el pintor ha trabajado sobre el mismo tema en muchas ocasiones. Cada año, con la llegada del otoño, esa necesidad se renueva. Lo que el artista no ha hecho nunca en su ... [+]
14 de agosto de 2017
14 de agosto de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película se plantea un reto mayúsculo: retratar un instante de tiempo.
Plasmar la repetición cotidiana del día a día. Esa que siempre es igual pero nunca es la misma.
Nada mejor para ejemplificarlo que el combate entre la retícula ortogonal del pintor y ese árbol que se empeña en crecer y despertarse fuera de encuadre cada mañana.
Poesía en mayúsculas.
Un documental magistral.
Plasmar la repetición cotidiana del día a día. Esa que siempre es igual pero nunca es la misma.
Nada mejor para ejemplificarlo que el combate entre la retícula ortogonal del pintor y ese árbol que se empeña en crecer y despertarse fuera de encuadre cada mañana.
Poesía en mayúsculas.
Un documental magistral.
29 de junio de 2023
29 de junio de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
181/33(24/06/23) Decepcionante film, navego contra la corriente general que lo ensalzan, pero el seguidismo no es lo mío. El escaso cine de Víctor Erice me han fascinado de siempre sus pináculos “El espíritu de la colmena” y “El Sur” (1983), Obras Maestras sensacionales. Un realizador que se prodiga poco, solo ha hecho tres largometrajes de ficción desde sui primer film en 1973, el tercero es el que se estrenara este año 2023, “Cerrar los ojos”, entre medias ha hecho documentales y cortometrajes. Me había resistido a ver este doc sobre el proceso creativo de un cuadro del probablemente más famoso pintor vivo (aun lo está con 87 años), Antonio López García, pasa de septiembre a diciembre de 1990 pintando un membrillero en su propio patio madrileño, y mis peores presagios se han cumplido. Me ha resultado una labor pretenciosa en grado sumo, una obra que habría dado para un estimable corto, al alargarlo dos horas y veinte se hace bola, se hace más denso que la leche condensada, tiene sus puntos apreciables, pero con mucha morralla, mucho michelín que lastra el conjunto final. Me llega el perfeccionismo del esteta pintor, reflejado en su minuciosa labor milimetrado todo lo referente al membrillo (púas en las puntas del calzado, plomos en el fruto me recordaba al esto al protagonista de “El Sur” con su labor de zahorí], marcas en el fruto, un mini invernadero para proteger el árbol), todo en pos de la búsqueda del zenit de la belleza de como el sol se refleja sobre el membrillo, algo tan efímero y pasajero como la juventud, es algo cuasi- inalcanzable, todo esto me llega, como lo hace esa genial forma de enmarcar la historia en medio de noticias de guerra (la del Golfo Pérsico), o el colapso de la URSS, o las imágenes de la urbe de la capital española, lo macro frente a un simple hombre en su patio solo preocupado en atrapar la pureza de la belleza, esta búsqueda de la esencia vital, me llega esta obsesión enfermiza.
Al estirarlo y reiterarlo cansinamente consigue que lo que en principio pueda ser conexión emocional se transforme en tedio, un metraje desmedido y fatigoso con secuencias que no sé a qué viene muchas, como las de los trabajadores polacos, o la visita de la pareja china, puro relleno sin sentido, aportan la nada más absoluta. Tenemos algunas conversaciones petulantes culturetas, que son parches una rueda que discurre a trompicones una vez el metraje se ha desbocado. Sobre todo, pasa tiempo con el amigo del pintor, el también artista Enrique Gran, hablando del pasado en la escuela de arte, hablando de cómo quiere López entre la luz, también disertando cual exégetas sobre la pintura de la Capilla Sixtina, emparejándose el pintor con el gran Miguel Ángel, pues cuando pinto la Obra Maestra del vaticano tenía 60 años, parecida edad a la suya, igual nos está diciendo que el cuadro del membrillo es su Capilla Sixtina (puaj!). es una labor la del pintor que se asemeja a la historia interminable, es cual querer quedarte lo más al filo posible de un acantilado, arriesgas más y más y al final te pasas y ya no puedes volver atrás, caes, pues eso pasa aquí, lo malo es que es este camino se hace lánguido, con tropecientas tomas contemplativas, mitraba el reloj y creía el tiempo se había detenido (puaj!).
Llama la atención de como Erice vuelve mostrar su cinefilia en este trabajo, como lo hico en sus dos trabajos anteriores, en el primero revisando el mito del Monstruo de Frankenstein, y en el segundo la obsesión del padre de la protagonista es una actriz. Aquí ya desde el inicio Erice muestra al Icónico trineo de “Ciudadano Kane” (1941) quemándose en el horno, el final del mencionado film de Orson Welles, en una metáfora sobre busca el origen de nuestros demonios, de lo que nos mueve y motiva, para ello más notoriamente esto queda reflejado en el rush final que precisamente entronca paradójicamente con el inicio de la cinta wellesiana, haciendo el pintor del magnate Kane. Pero esto me resulta cogido por los pelos y me aleja de la espontaneidad que intenta vender el director, dramatizando esto y colocando de actor al pintor de Ciudad Real, esto entroncando con la pretenciosidad manifestada del pintor viendo paralelismos entre él y Michelangelo y en la coda Erice viéndose en el espejo de Orson Welles (puaj!). Pero si hasta me falta la belleza poética de sus dos primeras geniales obras, y es que me ha resultado un documental poco imaginativo en este aspecto.
Al estirarlo y reiterarlo cansinamente consigue que lo que en principio pueda ser conexión emocional se transforme en tedio, un metraje desmedido y fatigoso con secuencias que no sé a qué viene muchas, como las de los trabajadores polacos, o la visita de la pareja china, puro relleno sin sentido, aportan la nada más absoluta. Tenemos algunas conversaciones petulantes culturetas, que son parches una rueda que discurre a trompicones una vez el metraje se ha desbocado. Sobre todo, pasa tiempo con el amigo del pintor, el también artista Enrique Gran, hablando del pasado en la escuela de arte, hablando de cómo quiere López entre la luz, también disertando cual exégetas sobre la pintura de la Capilla Sixtina, emparejándose el pintor con el gran Miguel Ángel, pues cuando pinto la Obra Maestra del vaticano tenía 60 años, parecida edad a la suya, igual nos está diciendo que el cuadro del membrillo es su Capilla Sixtina (puaj!). es una labor la del pintor que se asemeja a la historia interminable, es cual querer quedarte lo más al filo posible de un acantilado, arriesgas más y más y al final te pasas y ya no puedes volver atrás, caes, pues eso pasa aquí, lo malo es que es este camino se hace lánguido, con tropecientas tomas contemplativas, mitraba el reloj y creía el tiempo se había detenido (puaj!).
Llama la atención de como Erice vuelve mostrar su cinefilia en este trabajo, como lo hico en sus dos trabajos anteriores, en el primero revisando el mito del Monstruo de Frankenstein, y en el segundo la obsesión del padre de la protagonista es una actriz. Aquí ya desde el inicio Erice muestra al Icónico trineo de “Ciudadano Kane” (1941) quemándose en el horno, el final del mencionado film de Orson Welles, en una metáfora sobre busca el origen de nuestros demonios, de lo que nos mueve y motiva, para ello más notoriamente esto queda reflejado en el rush final que precisamente entronca paradójicamente con el inicio de la cinta wellesiana, haciendo el pintor del magnate Kane. Pero esto me resulta cogido por los pelos y me aleja de la espontaneidad que intenta vender el director, dramatizando esto y colocando de actor al pintor de Ciudad Real, esto entroncando con la pretenciosidad manifestada del pintor viendo paralelismos entre él y Michelangelo y en la coda Erice viéndose en el espejo de Orson Welles (puaj!). Pero si hasta me falta la belleza poética de sus dos primeras geniales obras, y es que me ha resultado un documental poco imaginativo en este aspecto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ya en el tramo final, Antonio López, cual he relatado se ha pasado y ha caído por el tajo, o sea, se le ha escapado el instante de la belleza del sol sobre el membrillo, y ya el tiempo no puede echarse atrás, y se rinde. Esconde el cuadro en la oscuridad de un sótano. Comienza otro cuadro a carboncillo en blanco y negro en el interior de la casa. Mientras erice saltea imágenes de como el fruto del membrillo va cayendo del árbol ya pasados de maduros, metáfora del paso lapidario del tiempo. Y entonces damos un viraje y la esposa de López, María Moreno hace un cuadro a su esposo, con este tumbado en una cama cual féretro cogiendo una bola de cristal, mientras parece soñar. De las manos de Antonio López cae la bola de cristal, rodando por el suelo a modo de la bola de Charles Forster Kane en “Ciudadano Kane”, exhibiendo Erice en esta dramatización una pretenciosidad que la cinta no es capaz de soportar.
La película se filmó en 1990 en Madrid, en el estudio real y la casa de Antonio López, ubicada en la colonia Los Rosales de Chamartín.
Pero que a mí no me guste no quiere decir que no tenga legión de loadores; Ganó el Premio de la Crítica Internacional en el Festival de Cine de Cannes de 1992. El panel internacional de la Cinematheque Ontario la votó como la mejor película de la década de 1990.
Frustrante cinta, de la que esperaba mucho, pero mucho más. Gloria Ucrania!!!
La película se filmó en 1990 en Madrid, en el estudio real y la casa de Antonio López, ubicada en la colonia Los Rosales de Chamartín.
Pero que a mí no me guste no quiere decir que no tenga legión de loadores; Ganó el Premio de la Crítica Internacional en el Festival de Cine de Cannes de 1992. El panel internacional de la Cinematheque Ontario la votó como la mejor película de la década de 1990.
Frustrante cinta, de la que esperaba mucho, pero mucho más. Gloria Ucrania!!!
25 de septiembre de 2010
25 de septiembre de 2010
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Posiblemente ésta sea una de las películas más arriesgadas que jamás ha hecho el cine español, siendo una extraña mezcla entre documental y cine de ficción experimental, a ratos con un ritmo muy lento ya que trata de plasmar el estilo hiperrealista del pintor Antonio López. Para ver ¨El sol del membrillo¨ hay que conocer un poco el hiperrealismo y la obra de López, ya que quien la vea sin tener previa información lo más seguro es que no la soporte.
Puede ser que le sobre un poco de metraje ya que tiene algunos momentos excesivamente lentos y que no aportan demasiado. Eso sí, esto rara vez ocurre porque sí lo que te muestra Víctor Erice te parece desde el principio atractivo y ameno, hará que te mantenga siempre en interés. En especial las conversaciones entre Antonio López y Enrique Gran, o las aportaciones que los amigos de López dan a la obra que está realizando, todos con diferentes puntos de vista y opinión.
Técnicamente tenemos habitualmente planos estáticos, y otros con ligeros y cuidadosos movimientos de cámara. Y la banda sonora original de Pascal Gaigne apenas está presente (poco más que en las escenas y títulos finales) pero es extraordinaria, bonita y absorbente.
Arriesgada y valiente película que hay que saber apreciar para poder valorarla justamente.
Puede ser que le sobre un poco de metraje ya que tiene algunos momentos excesivamente lentos y que no aportan demasiado. Eso sí, esto rara vez ocurre porque sí lo que te muestra Víctor Erice te parece desde el principio atractivo y ameno, hará que te mantenga siempre en interés. En especial las conversaciones entre Antonio López y Enrique Gran, o las aportaciones que los amigos de López dan a la obra que está realizando, todos con diferentes puntos de vista y opinión.
Técnicamente tenemos habitualmente planos estáticos, y otros con ligeros y cuidadosos movimientos de cámara. Y la banda sonora original de Pascal Gaigne apenas está presente (poco más que en las escenas y títulos finales) pero es extraordinaria, bonita y absorbente.
Arriesgada y valiente película que hay que saber apreciar para poder valorarla justamente.
14 de febrero de 2014
14 de febrero de 2014
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El sol del membrillo de Víctor Erice, es un documental biográfico sobre el pintor español Antonio López. Dirigido con un ritmo pausado y tranquilo, que es el mismo que marca el pintor para su obra, es larga y con gran pasión en su interior por parte del artista, siendo por tanto muy intimista y subjetiva, y realizada de modo que cuida los mismos detalles visuales y estéticos que su protagonista, congeniando a la perfección con sus ideales.
La fotografía, juega un papel imprescindible, pero en este caso no solo para el cineasta, sino para el pintor, que busca en todo momento la luz idónea y perfecta para la pintura que quiere realizar. Y los sonidos de la cinta, son en su mayoría los cotidianos del lugar y de un radio que suena en ocasiones en el film, usando por momentos alguna música sutil y armoniosa durante breves y acertados instantes.
Los actores, son reales y personas cercanas al artista, con Enrique Gran o María Moreno, o la aparición de algún turista o curioso que observa la realización y los detalles de la obra del pintor. Empleando diálogos corrientes y habituales, con conversaciones normales en referencia al cuadro, su trabajo y sugerencias, y alguna historia del recuerdo de los protagonistas en sus inicios, haciendo al espectador un mero observador de las anécdotas.
El guion, trata básicamente de como un pintor se obsesiona por plasmar un membrillero del patio de su casa con una luz que lo engrandece, y no solo como lo realiza, sino lo que sucede a su alrededor, siendo por tanto biográfico de una pequeña parte de su vida, pero que a la vez marca de gran manera su forma de ser. Mostrando además día tras día, los avances que el artista realiza de su pintura, metiendo al espectador dentro de su entorno.
Y merece la pena también señalar, tanto los planos de cámara que usa de gran manera el detalle donde el pintor fija la vista, con primeros planos fijos, sobrios y sin movimiento, estéticamente realizados para mostrar al público, los distintos puntos de vista hacia la obra. Y la narrativa al final del protagonista en la que con voz en off, narra un sueño en el que aparece de joven, con voz acogedora y profunda.
En definitiva, lo considero un simple pero maravilloso documental, a veces incluso hipnótico por su quietud y belleza cautivadora basado en lo natural y sencillo. Recomendable por ser íntimo, distinto, profundo, artístico y sincero, y también indicado para los seguidores incondicionales de las hermosas imágenes que capta el cineasta, ya que sin lugar a dudas, es un director muy preocupado por la estética de sus films, y en esta ocasión incluso, por partida doble.
La fotografía, juega un papel imprescindible, pero en este caso no solo para el cineasta, sino para el pintor, que busca en todo momento la luz idónea y perfecta para la pintura que quiere realizar. Y los sonidos de la cinta, son en su mayoría los cotidianos del lugar y de un radio que suena en ocasiones en el film, usando por momentos alguna música sutil y armoniosa durante breves y acertados instantes.
Los actores, son reales y personas cercanas al artista, con Enrique Gran o María Moreno, o la aparición de algún turista o curioso que observa la realización y los detalles de la obra del pintor. Empleando diálogos corrientes y habituales, con conversaciones normales en referencia al cuadro, su trabajo y sugerencias, y alguna historia del recuerdo de los protagonistas en sus inicios, haciendo al espectador un mero observador de las anécdotas.
El guion, trata básicamente de como un pintor se obsesiona por plasmar un membrillero del patio de su casa con una luz que lo engrandece, y no solo como lo realiza, sino lo que sucede a su alrededor, siendo por tanto biográfico de una pequeña parte de su vida, pero que a la vez marca de gran manera su forma de ser. Mostrando además día tras día, los avances que el artista realiza de su pintura, metiendo al espectador dentro de su entorno.
Y merece la pena también señalar, tanto los planos de cámara que usa de gran manera el detalle donde el pintor fija la vista, con primeros planos fijos, sobrios y sin movimiento, estéticamente realizados para mostrar al público, los distintos puntos de vista hacia la obra. Y la narrativa al final del protagonista en la que con voz en off, narra un sueño en el que aparece de joven, con voz acogedora y profunda.
En definitiva, lo considero un simple pero maravilloso documental, a veces incluso hipnótico por su quietud y belleza cautivadora basado en lo natural y sencillo. Recomendable por ser íntimo, distinto, profundo, artístico y sincero, y también indicado para los seguidores incondicionales de las hermosas imágenes que capta el cineasta, ya que sin lugar a dudas, es un director muy preocupado por la estética de sus films, y en esta ocasión incluso, por partida doble.
7 de septiembre de 2017
7 de septiembre de 2017
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Bellísimo documental que muestra el proceso creativo de Antonio López cuando se dispone a pintar la luz que desprende un membrillero que tiene plantado en su jardín. Una lucha contra el tiempo y el clima, ya que el árbol crece y las nubes opacan el sol que ilumina el árbol.
Erice conjuga a la perfección los planos y silencios para adentrarse en la vida laboral de Antonio López; comprometida y rigurosa con la pintura, metódica en el proceso y consecuente con los resultados, el director deja hacer al pintor hasta lograr esconderse en su universo creativo.
Los largos silencios seccionados por conversaciones, en muchos casos austeras, equilibran a la perfección el resultado del fin. En ningún caso, el documental es aburrido o tedioso, más bien todo lo contrario, transmite la ilusión y el método estricto que Antonio López persigue.
Si el cometido del pintor es sacarle jugo a la luz que irradia la fruta amarilla, Erice consigue alumbrar las zonas más opacas de la producción creativa y la empresa es espectacular, porque, aunque la fruta termine en el suelo y se pudra, el resultado merece la pena.
Erice conjuga a la perfección los planos y silencios para adentrarse en la vida laboral de Antonio López; comprometida y rigurosa con la pintura, metódica en el proceso y consecuente con los resultados, el director deja hacer al pintor hasta lograr esconderse en su universo creativo.
Los largos silencios seccionados por conversaciones, en muchos casos austeras, equilibran a la perfección el resultado del fin. En ningún caso, el documental es aburrido o tedioso, más bien todo lo contrario, transmite la ilusión y el método estricto que Antonio López persigue.
Si el cometido del pintor es sacarle jugo a la luz que irradia la fruta amarilla, Erice consigue alumbrar las zonas más opacas de la producción creativa y la empresa es espectacular, porque, aunque la fruta termine en el suelo y se pudra, el resultado merece la pena.
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