Drácula
6.2
2,212
Terror. Fantástico
A través de la historia, Drácula ha llenado de terror los corazones de los hombres… y de deseo los de las mujeres. En esta formidable adaptación del clásico de Bram Stoker, Frank Langella ofrece una actuación impresionante como el sanguinario Conde Drácula en busca de su amada definitiva. Mientras, el conocido e incansable cazador de vampiros Van Helsing (Laurence Olivier), quiere terminar con el reinado de terror que el Príncipe de las ... [+]
23 de enero de 2013
23 de enero de 2013
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor versión del clásico,sin dudas.
Seguro no valorada en su época, pero supera ampliamente todas las versiones y no he dejado de ver ninguna porque me encanta el libro.
Divino Langella seduce y da miedo. Olivier un genio y Pleasence igual.
Es la mejor por lejos.
Seguro no valorada en su época, pero supera ampliamente todas las versiones y no he dejado de ver ninguna porque me encanta el libro.
Divino Langella seduce y da miedo. Olivier un genio y Pleasence igual.
Es la mejor por lejos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Excelente ambientación, música y actuación.
25 de agosto de 2020
25 de agosto de 2020
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene aspectos interesantes esta versión sobre el mítico personaje de Bram Stoker. Esa ambientación de época, bien lograda, esa tonalidad general, ese derruido castillo en la abadía inglesa, su mejor momento cuando es iluminado completamente con velas por el Conde esperando la visita de Lucy, esos carruajes, ese navío y el naufragio del comienzo, algunos diálogos (pocos). Sin embargo, el año en que se sitúan los hechos (1913) me parece que le quita la fuerza gótica y el embrujo propio de la ambientación clásica, al incluir vehículos motorizados (la modernidad ha llegado, pero no hay mayor reflexión sobre el punto) que obviamente sobrepasan a los carruajes en las persecuciones provocando un curioso desfase epocal, que en todo caso, es un aspecto secundario en la trama general, pero lo consigno aquí.
La rápida aparición de Drácula (ya hablaremos de la interpretación de Frank Langella), en la escena social tampoco resulta convincente y le quita el halo de misterio no exento de terror, que debe tener el personaje. Bastante comunicativo, este Conde se siente a sus anchas en sociedad, pese a su soledad intrínseca. Asimismo, otro giro en la historia es el voluntario deseo que siente Lucy (papel trastocado aquí con Mina) por el vampiro, más allá del poder mental de éste, quien además de trepar por las paredes, puede convertirse en lobo nocturno y huir fácilmente de cualquier sitio cuando se siente perseguido. Hay aquí evidentemente alusiones a la novela de Stoker, pero no deja de ser casi una extravagancia, a la luz de un par de cintas para el recuerdo que nos dejó la Hammer sobre el maligno y magnético conde transilvano (sus dos primeras versiones) y el clásico de la Universal, en menor medida.
¿Langella? Ya está dicho en el título. Muy tenue su representación, insinúa bien al comienzo, porque hay cierto toque de elegancia y seducción para las féminas, resalta esa aureola mezcla de carnalidad y romanticismo, pero se va diluyendo y no tiene nada más que mostrar. Resumiendo, un desvaído Drácula (pese al notorio maquillaje), no intimida, ni colmillos tiene, carece del combustible que el personaje requiere. Una interpretación que no será para el recuerdo (similar a lo ocurrido con Gary Oldman en el sobrevalorado film de Coppola). Muy alejado del incomparable Christopher Lee, que clavó el Drácula definitivo, haciendo una creación del personaje, imperial, siniestro y magnético a la vez, independientemente de que quizás se sobregiró al realizar tantas interpretaciones del papel que lo lanzó a la fama, en producciones de desigual calidad, aunque siempre dando el tono y el sello inconfundible por el que será recordado.
Respecto a los demás personajes, me decepcionaron particularmente dos de ellos, pues están interpretados por actores de renombre. Me refiero primero a Van Helsing, aquí veo desganado al muy reconocido Laurence Olivier, más encima, deteriorado físicamente, rasgos que no le vienen al personaje. Sólo en el momento final de la película levanta su nivel, mostrando el caza-vampiros una reacción inesperada que logra sorprender.
Hay que tener presente que el Van Helsing clásico del cine (no tanto el de la novela) es un personaje decidido, valiente y activo, además de conocedor del tema vampírico (en este punto Olivier sí da el tono). Cómo no comparar con el inolvidable Peter Cushing, el mejor Val Helsing del cine, el más genuino, el más serio, el más convincente. Y la segunda decepción es el personaje de Donald Pleasence, con una interpretación de poca fuerza, sin energía, pusilánime, indefinido su personaje, casi para el olvido.
¿Las féminas? Muy bien Kate Nelligan, hace un papel convincente como Lucy, le da fuerza y carácter a su rol
y Jan Francis como Mina, en un desempeño sin brillar, cumple con lo justo. Se ha destacado la música de John Williams, claro, es un compositor brillante, aquí aporta lo suyo y deja su impronta, con esta melodía melancólica dotada de un halo romántico.
En resumen, esta película de Badham la califico sólo como "interesante", pero no le alcanza para entrar en la galería de las grandes sobre el tema. .
La rápida aparición de Drácula (ya hablaremos de la interpretación de Frank Langella), en la escena social tampoco resulta convincente y le quita el halo de misterio no exento de terror, que debe tener el personaje. Bastante comunicativo, este Conde se siente a sus anchas en sociedad, pese a su soledad intrínseca. Asimismo, otro giro en la historia es el voluntario deseo que siente Lucy (papel trastocado aquí con Mina) por el vampiro, más allá del poder mental de éste, quien además de trepar por las paredes, puede convertirse en lobo nocturno y huir fácilmente de cualquier sitio cuando se siente perseguido. Hay aquí evidentemente alusiones a la novela de Stoker, pero no deja de ser casi una extravagancia, a la luz de un par de cintas para el recuerdo que nos dejó la Hammer sobre el maligno y magnético conde transilvano (sus dos primeras versiones) y el clásico de la Universal, en menor medida.
¿Langella? Ya está dicho en el título. Muy tenue su representación, insinúa bien al comienzo, porque hay cierto toque de elegancia y seducción para las féminas, resalta esa aureola mezcla de carnalidad y romanticismo, pero se va diluyendo y no tiene nada más que mostrar. Resumiendo, un desvaído Drácula (pese al notorio maquillaje), no intimida, ni colmillos tiene, carece del combustible que el personaje requiere. Una interpretación que no será para el recuerdo (similar a lo ocurrido con Gary Oldman en el sobrevalorado film de Coppola). Muy alejado del incomparable Christopher Lee, que clavó el Drácula definitivo, haciendo una creación del personaje, imperial, siniestro y magnético a la vez, independientemente de que quizás se sobregiró al realizar tantas interpretaciones del papel que lo lanzó a la fama, en producciones de desigual calidad, aunque siempre dando el tono y el sello inconfundible por el que será recordado.
Respecto a los demás personajes, me decepcionaron particularmente dos de ellos, pues están interpretados por actores de renombre. Me refiero primero a Van Helsing, aquí veo desganado al muy reconocido Laurence Olivier, más encima, deteriorado físicamente, rasgos que no le vienen al personaje. Sólo en el momento final de la película levanta su nivel, mostrando el caza-vampiros una reacción inesperada que logra sorprender.
Hay que tener presente que el Van Helsing clásico del cine (no tanto el de la novela) es un personaje decidido, valiente y activo, además de conocedor del tema vampírico (en este punto Olivier sí da el tono). Cómo no comparar con el inolvidable Peter Cushing, el mejor Val Helsing del cine, el más genuino, el más serio, el más convincente. Y la segunda decepción es el personaje de Donald Pleasence, con una interpretación de poca fuerza, sin energía, pusilánime, indefinido su personaje, casi para el olvido.
¿Las féminas? Muy bien Kate Nelligan, hace un papel convincente como Lucy, le da fuerza y carácter a su rol
y Jan Francis como Mina, en un desempeño sin brillar, cumple con lo justo. Se ha destacado la música de John Williams, claro, es un compositor brillante, aquí aporta lo suyo y deja su impronta, con esta melodía melancólica dotada de un halo romántico.
En resumen, esta película de Badham la califico sólo como "interesante", pero no le alcanza para entrar en la galería de las grandes sobre el tema. .
9 de enero de 2025
9 de enero de 2025
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frank Langella lo dejó claro. Quería ser un seductor, no un Drácula de esos que resultaban ridículos con los colmillitos colgando y la sangre bajando por la boca, como si hubiera matado a un cerdo.
Quería dejar la vulgaridad representada hasta entonces a un lado, y dar paso...al seductor implacable que somete a las mujeres y las subyuga con su mera presencia, hipnotizante, segura.
Dejar que se entreguen a él por amor.
El guión siendo cambiado de la novela original, convierte a Lucy en el objeto de pasión del conde, quien aparecerá como un conde que llega a Inglaterra para hacer negocios con su padre, quien posee un manicomio.
Langella confunde con su pinta poco atractiva, pero sí malvada, logra que Kate Nelligan tenga frente a ella el mal encarnado, el diablo en persona.
La escena en la que se dirige de noche a la habitación de Lucy lo dice todo.
Langella es uno de los mejores Dráculas y menos recordados en honor a Bella Lugosi y Christopher Lee, pero ninguno de ellos ha dado la imagen de seductor que Langella se prestó a dar y dio.
La innovación de esta película es mostrar el señorío, como el amor que las mujeres sienten por Drácula ha de ser genuino, ya que este no es el Drácula mordedor, sino el amante. Señorío, amor que te esclaviza. Es maravilloso la manera de contarlo y mostrarlo, sin palabras, solo con los actos.
Kate Nelligan es una actriz que podía haber llegado a mucho más, pero que perdió fuelle en una industria ya insaciable de aquella época.
Laurence Olivier hace el mejor papel de todos, incluso mejor que Langella, el Van Helsing por excelencia, y el peor Donald Pleasance el cual da una imagen de sucio caballero y mediocre actor de la que nunca se libró, y un ejemplo de ello es la serie que interpretó "El amo del juego" donde Cherie Lunghi era su hija.
No soy fan del Conde Drácula, ni nunca lo seré pero sí del grandioso Van Helsing, y Lawrence Olivier borda una historia que es contada de principio a fin con los mejores efectos que los 70 podían procurarse.
Quería dejar la vulgaridad representada hasta entonces a un lado, y dar paso...al seductor implacable que somete a las mujeres y las subyuga con su mera presencia, hipnotizante, segura.
Dejar que se entreguen a él por amor.
El guión siendo cambiado de la novela original, convierte a Lucy en el objeto de pasión del conde, quien aparecerá como un conde que llega a Inglaterra para hacer negocios con su padre, quien posee un manicomio.
Langella confunde con su pinta poco atractiva, pero sí malvada, logra que Kate Nelligan tenga frente a ella el mal encarnado, el diablo en persona.
La escena en la que se dirige de noche a la habitación de Lucy lo dice todo.
Langella es uno de los mejores Dráculas y menos recordados en honor a Bella Lugosi y Christopher Lee, pero ninguno de ellos ha dado la imagen de seductor que Langella se prestó a dar y dio.
La innovación de esta película es mostrar el señorío, como el amor que las mujeres sienten por Drácula ha de ser genuino, ya que este no es el Drácula mordedor, sino el amante. Señorío, amor que te esclaviza. Es maravilloso la manera de contarlo y mostrarlo, sin palabras, solo con los actos.
Kate Nelligan es una actriz que podía haber llegado a mucho más, pero que perdió fuelle en una industria ya insaciable de aquella época.
Laurence Olivier hace el mejor papel de todos, incluso mejor que Langella, el Van Helsing por excelencia, y el peor Donald Pleasance el cual da una imagen de sucio caballero y mediocre actor de la que nunca se libró, y un ejemplo de ello es la serie que interpretó "El amo del juego" donde Cherie Lunghi era su hija.
No soy fan del Conde Drácula, ni nunca lo seré pero sí del grandioso Van Helsing, y Lawrence Olivier borda una historia que es contada de principio a fin con los mejores efectos que los 70 podían procurarse.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena de Langella reptando cual serpiente a la habitación de Lucy es de una grimosa perspicacia, paso a paso Drácula se abre paso en una escena que se promete ardiente.
La amante apenas puede esperar la mordida del príncipe de las tinieblas, su señor.
Su negro corazón está retratado en esa sola toma, que ninguna otra versión de Drácula en cuanto a cómo tiene sometida de amor a su elegida muestra.
La amante apenas puede esperar la mordida del príncipe de las tinieblas, su señor.
Su negro corazón está retratado en esa sola toma, que ninguna otra versión de Drácula en cuanto a cómo tiene sometida de amor a su elegida muestra.
12 de febrero de 2010
12 de febrero de 2010
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drácula es mito romántico eterno, presentándonos al mago negro que cruza abismos de tiempo gracias a la concentración de su voluntad en un amor fatal, prohibido, y que desafía las leyes de la naturaleza, burlándose de la ciencia racional y de todas las convenciones humanas.
La cristianización del mito empobrece las posibilidades infinitas de un tema así, y la misma novela de Stoker adolece de incurables limitaciones.
El cine, en sus diversas adaptaciones, ha podido mostrar al menos parte del ilusionismo extraño de ese mito de raigambres bárbaras, orientales, sin llegar nunca al fondo del asunto, por limitaciones estrictamente de percepción y de cosmovisión.
En esta película, que se toma bastantes licencias respecto de la novela, lo que a mi juicio la favorece, Frank Langella (el Balkan de La Novena Puerta) encarna a un Dracula nada convincente, que aparece muy rápido en sociedad y sin ningún contrapeso del resto de los actores, si exceptuamos a la hermosísima Kate Nelligan, que en verdad hace que uno desee convertirse en vampiro.
Lo más interesante, la intensa música de John Williams, los ambientes, las arañas y vampiros, la iluminación, ciertos espejismos y golpes de cámara bastante acertados. Los espejos, el barco encallando en las rocas, algunas escaleras y algunos carruajes.
Otro detalle, el sofisticado lenguaje de 'manos' que parece manejar Drácula desde el comienzo, y que se diluye hacia la mitad del film, pudiendo haberse convertido en un giro de timón que habría llevado a la película a un nivel de calidad un poquitín más alto que el conseguido.
La cristianización del mito empobrece las posibilidades infinitas de un tema así, y la misma novela de Stoker adolece de incurables limitaciones.
El cine, en sus diversas adaptaciones, ha podido mostrar al menos parte del ilusionismo extraño de ese mito de raigambres bárbaras, orientales, sin llegar nunca al fondo del asunto, por limitaciones estrictamente de percepción y de cosmovisión.
En esta película, que se toma bastantes licencias respecto de la novela, lo que a mi juicio la favorece, Frank Langella (el Balkan de La Novena Puerta) encarna a un Dracula nada convincente, que aparece muy rápido en sociedad y sin ningún contrapeso del resto de los actores, si exceptuamos a la hermosísima Kate Nelligan, que en verdad hace que uno desee convertirse en vampiro.
Lo más interesante, la intensa música de John Williams, los ambientes, las arañas y vampiros, la iluminación, ciertos espejismos y golpes de cámara bastante acertados. Los espejos, el barco encallando en las rocas, algunas escaleras y algunos carruajes.
Otro detalle, el sofisticado lenguaje de 'manos' que parece manejar Drácula desde el comienzo, y que se diluye hacia la mitad del film, pudiendo haberse convertido en un giro de timón que habría llevado a la película a un nivel de calidad un poquitín más alto que el conseguido.
3 de noviembre de 2010
3 de noviembre de 2010
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El navío que traslada al Conde Drácula (Frank Langella) a su nuevo hogar, Inglaterra sufre las consecuencias terribles de una tormenta en que toda la tripulación muere en circunstancias ajenas a la tempestad. El Conde es auxiliado por Mina (Jan Francis) y recibido con calurosa hospitalidad por el psiquiatra, el doctor Jack Seward (Donald Pleasence) y su hija Lucy (Kate Nelligan) prometida de Johnathan Harker (Trevor Eve). Drácula seduce a las dos muchachas, consiguiendo morder a Mina. Sumuerte no queda en vano porque el padre de la fallecida, no es nada más ni nada menos que Abraham Van Helsing (Lawrence Olivier).
Versión libre, ya nada novedoso en un enésimo intento en el cel.luloide de succionar el mito del hombre vampiro, de la novela de Bram Stoker y que John Badham aprovechó por intentar reventar de nuevo las taquillas cuando aún gozaba de la popularidad de su film más emblemático “Fiebre del Sábado Noche” (Saturday Night Fever, 1978).
Aunque es una película técnicamente bien lograda su resultado es pretencioso y cualquier término relacionado con los detalles novedosos añadidos al personaje estilizado como un playboy con capa y colmillos (la presencia de Langella, menos tenebrosa que la de sus antecesores Bela Lugosi o Christopher Lee) se disipa enseguida, cuando los verdaderos monstruos de la función son Lawrence Olivier, por méritos actorales y por una decadencia artística relacionada con su ya avanzada edad, y Donald Pleasance, muy acomodado en sus intervenciones en películas de serie B.
No obstante es una injusticia olvidarse de esta versión de, podríamos decirlo así, aventuras del Conde Drácula. Una relectura más de la novela, rodada en muy mal momento (los pshyco-killers slasher empezaban a adueñarse de los cines) y con menos ambición de la que pondría Francis Ford Coppola en la excesiva radiografía épica que realizaría sobre el personaje en 1992.
Versión libre, ya nada novedoso en un enésimo intento en el cel.luloide de succionar el mito del hombre vampiro, de la novela de Bram Stoker y que John Badham aprovechó por intentar reventar de nuevo las taquillas cuando aún gozaba de la popularidad de su film más emblemático “Fiebre del Sábado Noche” (Saturday Night Fever, 1978).
Aunque es una película técnicamente bien lograda su resultado es pretencioso y cualquier término relacionado con los detalles novedosos añadidos al personaje estilizado como un playboy con capa y colmillos (la presencia de Langella, menos tenebrosa que la de sus antecesores Bela Lugosi o Christopher Lee) se disipa enseguida, cuando los verdaderos monstruos de la función son Lawrence Olivier, por méritos actorales y por una decadencia artística relacionada con su ya avanzada edad, y Donald Pleasance, muy acomodado en sus intervenciones en películas de serie B.
No obstante es una injusticia olvidarse de esta versión de, podríamos decirlo así, aventuras del Conde Drácula. Una relectura más de la novela, rodada en muy mal momento (los pshyco-killers slasher empezaban a adueñarse de los cines) y con menos ambición de la que pondría Francis Ford Coppola en la excesiva radiografía épica que realizaría sobre el personaje en 1992.
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