Una mujer para dos
1933 

7.3
2,760
Romance. Comedia
George Curtis, pintor, y Tom Chambers, autor teatral, que comparten un piso en París, conocen en el tren que se dirige a esta ciudad a Gilda Farrell, americana como ellos y dibujante publicitaria. Ambos se enamoran inmediatamente de ella y, como Gilda es incapaz de decidirse por uno, deciden vivir un 'menage à trois'. (FILMAFFINITY)
12 de agosto de 2007
12 de agosto de 2007
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia de amor cruzado, amistad, pasión, celos...
Un guión que se adelantó a su tiempo, políticamente correcto, las insinuaciones como la insignia de la trama, eso es sin duda el toque Lubischt, el habilidad de insinuar, eso es arte, no es necesario mostrar, es un arma mas potente ( lo de imaginar ).
Un guión que se adelantó a su tiempo, políticamente correcto, las insinuaciones como la insignia de la trama, eso es sin duda el toque Lubischt, el habilidad de insinuar, eso es arte, no es necesario mostrar, es un arma mas potente ( lo de imaginar ).
12 de julio de 2014
12 de julio de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde sus comienzos en la dramaturgia, al escritor y actor inglés Noël Coward,(1899-1973), le gustaba entablar polémicas. Con su sátira de un solo acto, “La mejor mitad” (título ya bastante diciente), historia de amor de un hombre con dos mujeres, el escándalo llevaría a que la obra desapareciera “de repente”… hasta que.en el año 2007 (¡56 años después!), sería “redescubierta” en la famosa Oficina de Lord Chamberlain, encargada de cortes y censuras al arte en la "libre" Inglaterra. Otra obra suya, “The Vortex” (1924), en la que hizo espacio a las drogas y la homosexualidad, también armó una larga controversia… Y por este sendero que, en resumidas cuentas, le dio una gran fama, Coward llegaría hasta “Design for living” (1932), historia de amor entre una diseñadora gráfica y dos grandes amigos… y he aquí otro tremendo escándalo que sacudiría a las instituciones preservadoras de la moral, pero otro sonado éxito al ser presentada en escena con Lynn Fontanne y Aldred Lundt como protagonistas.
Como suele ocurrir, el cine se interesó enseguida por este filón. La obra le fue dada a Ben Hecht para que la adaptara al cine y la dirección le fue encargada nada menos que al alemán Ernst Lubitsch, quien introduciría la historia con un viaje en tren donde el trío se conoce, y cambiaría tanto los diálogos que éstos son puro Lubitsch, aunque la historia termina con sabor a puro Coward.
Dos irreverentes, dos seres brillantes adelantados a su época y un par de decididos inconformes con la hipócrita sociedad que les tocó vivir, unen sus talentos para darnos otro “escándalo” que haría persignarse a mucha gente. Estamos en 1933, cuando a la moral norteamericana todavía le quedaba un añito para seguirse dando unas cuantas licencias, y esto haría factible que “UNA MUJER PARA DOS” saliera a la luz, aunque algunos países se negaron a exhibirla, y donde pudo verse, la crítica y el público (por esta vez se unieron) la demolieron a palos.
Moral “aparte” –aunque nunca hay que dejarla de lado si se desea acertar-, creo que Lubitsch ha logrado aquí una suerte de parodia bastante ligera como para tomarla en serio, pues luce más como un entretenimiento acerca de lo muy confusas que pueden vivir cierta personas, que como un alegato que pueda llegar a sacudir las estructuras morales de sociedad alguna. De entrada, los personajes son muy poco creíbles: Pintor y escritor a toda hora vestidos con impecables trajes como si fueran de junta o de entrevista televisiva, lucen tan ridículos y fuera de tono como los técnicos de fútbol a treinta grados, en un estadio, y luciendo saco y corbata. ¿Es tan baja su autoestima que solo así se sienten gente?
De otra parte, no es difícil presentir que, tras 11 años de íntimo acompañamiento, pueda latir en ellos algo más que esa pura amistad -Lubitsch cuela detalles que permiten suponerlo- y la Gilda Farrell parece más una intrusa que pone a vacilar lo que sienten Tom y George, el uno por el otro. Por eso, cuando ella se marcha lo aceptan sin mucho complique… Se van juntos a China… Y ella a su lado es más como una manera de complacer –sin abandonarse nunca- lo que aún les pide su punzante conciencia, además de que, es cierto, que cada uno está necesitando de veras a una mamá.
Miriam Hopkins vuelve a reencontrarse con su inolvidable co-estrella de “El hombre y el monstruo”, Fredrich March; por tercera y última vez es dirigida por Lubitsch de manera siempre muy afortunada; y sin duda, ella es lo mejor de esta comedia que, curiosamente, tiene a Gary Cooper -el prototipo del hombre recto estadounidense-, haciendo las veces del segundo y/o tercero en este ménage à trois, que luego se replicaría en “Jules et Jim”, Willie and Phil” y otros tantos títulos.
Título para Latinoamérica: "RUMBOS DE VIDA"
Como suele ocurrir, el cine se interesó enseguida por este filón. La obra le fue dada a Ben Hecht para que la adaptara al cine y la dirección le fue encargada nada menos que al alemán Ernst Lubitsch, quien introduciría la historia con un viaje en tren donde el trío se conoce, y cambiaría tanto los diálogos que éstos son puro Lubitsch, aunque la historia termina con sabor a puro Coward.
Dos irreverentes, dos seres brillantes adelantados a su época y un par de decididos inconformes con la hipócrita sociedad que les tocó vivir, unen sus talentos para darnos otro “escándalo” que haría persignarse a mucha gente. Estamos en 1933, cuando a la moral norteamericana todavía le quedaba un añito para seguirse dando unas cuantas licencias, y esto haría factible que “UNA MUJER PARA DOS” saliera a la luz, aunque algunos países se negaron a exhibirla, y donde pudo verse, la crítica y el público (por esta vez se unieron) la demolieron a palos.
Moral “aparte” –aunque nunca hay que dejarla de lado si se desea acertar-, creo que Lubitsch ha logrado aquí una suerte de parodia bastante ligera como para tomarla en serio, pues luce más como un entretenimiento acerca de lo muy confusas que pueden vivir cierta personas, que como un alegato que pueda llegar a sacudir las estructuras morales de sociedad alguna. De entrada, los personajes son muy poco creíbles: Pintor y escritor a toda hora vestidos con impecables trajes como si fueran de junta o de entrevista televisiva, lucen tan ridículos y fuera de tono como los técnicos de fútbol a treinta grados, en un estadio, y luciendo saco y corbata. ¿Es tan baja su autoestima que solo así se sienten gente?
De otra parte, no es difícil presentir que, tras 11 años de íntimo acompañamiento, pueda latir en ellos algo más que esa pura amistad -Lubitsch cuela detalles que permiten suponerlo- y la Gilda Farrell parece más una intrusa que pone a vacilar lo que sienten Tom y George, el uno por el otro. Por eso, cuando ella se marcha lo aceptan sin mucho complique… Se van juntos a China… Y ella a su lado es más como una manera de complacer –sin abandonarse nunca- lo que aún les pide su punzante conciencia, además de que, es cierto, que cada uno está necesitando de veras a una mamá.
Miriam Hopkins vuelve a reencontrarse con su inolvidable co-estrella de “El hombre y el monstruo”, Fredrich March; por tercera y última vez es dirigida por Lubitsch de manera siempre muy afortunada; y sin duda, ella es lo mejor de esta comedia que, curiosamente, tiene a Gary Cooper -el prototipo del hombre recto estadounidense-, haciendo las veces del segundo y/o tercero en este ménage à trois, que luego se replicaría en “Jules et Jim”, Willie and Phil” y otros tantos títulos.
Título para Latinoamérica: "RUMBOS DE VIDA"
19 de diciembre de 2023
19 de diciembre de 2023
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336/09/10/12/23) Transgresora comedia romántica, que solo se entiende se estrenara en Hollywood porque estábamos en la era Pre Código (1929-1934) de censura, pues es una oda al amor libre sin ataduras, un canto al ménage-à-trois, e incluso si se escarba un poquito, a la bisexualidad soterrada entre los tres amantes, hay queda que en el apartamento de los dos bohemios amigos hay tres estancias, pero una cama sólo (¿?). Dirige el maestro de la comedia sofisticada y elegante, el berlinés Ernst Lubitsch, adaptando un guión del gran Ben Hecht (“Scarface” o “El bazar de las sorpresas”), basándose libremente en la obra de teatro homónima de 1932 del dramaturgo inglés Noël Coward (esta fue una de las más de una docena de obras de Coward llevadas al cine). A finales de la década de 1920 y principios de la de 1930, Coward escribió una sucesión de obras de éxito populares. En Broadway, “Design for Living” fue un éxito popular y de crítica protagonizado por Lynn Fontanne, Alfred Lunt y Coward, y su atrevido tema ménage-à-trois lo hizo controvertido. Lubitsch para el guion recurrió a Hecht, y optaron por una adaptación libre de la trama, reescribiendo completamente la obra, prácticamente no dejó intacto ninguno de los diálogos de Coward.
En el original, los tres personajes principales eran sofisticados, urbanos y cínicos, Hecht cambió los nombres de los hombres y el trío se volvió ingenuo y exuberante, viviendo la vida bohemia sin preocupaciones en medio de la Gran Depresión. Habiendo en lo que queda una atomizada sexualidad en sus afilados diálogos con segundas intenciones, con claros simbolismos, con metáforas sexuales valientes, con sibilinas insinuaciones, todo un compendio de exaltaciones de índole erótica que provocaron problemas en su estreno en cines y con la implantación de la Censura la condena de la Legion of Decency y la negación de certificado de la PCA para su relanzamiento en 1934.
Todavía más incisivo transgresoramente es que sean dos hombres los que rivalizan por la mujer, siendo ella una chica fuerte de carácter, que no se deja mangonear y que manipula a sus potenciales amantes, siendo en este sentido el rol de Golda toda una adelantada a su tiempo en empoderamiento femenino, en cómo es capaz de dominar a los tipos con carisma y gracia, como es inspiradora para ellos. Siendo además una obra que ensalza la amistad, frente a los posesivos celos, frente a los convencionalismos del rígido y constreñido matrimonio, riéndose con mordacidad del adulterio, de la traición, y por supuesto de las costumbres de la clase alta.
Y estamos ante un film de Lubitsch, con todo lo bueno que ello supone, marcado por el legendario ‘Toque Lubitsch’, aportando en ello sofisticación, diálogos puntiagudos en sus dobles sentidos, con brillantes elipsis, geniales fuera de campo cuando la cámara se queda al otro lado de una puerta y escuchamos lo que sucede al otro lado, regando con humor mordaz el metraje, todo evolucionado con genuina sutilidad. Todo esto enarbolado por un trio protagonista en estado de gracia, con Fredric March, Gary Cooper y Miriam Hopkins (fue la tercera y última de sus colaboraciones con el director tras “El teniente sonriente” de 1931 y “Problemas en el paraíso” de 1932), donde ella encarna a una mujer que no puede decidir entre dos hombres que la aman, y el trío acepta intentar vivir juntos en una relación amistosa platónica (será posible). Secundados está un formidable cómico como Edward Everett Horton como un flemático empresario enamorado de la Hopkins.
El escritor Tom Chambers (March) y el pintor George Curtis (Cooper) conocen en un vagón de tren a la diseñadora publicitaria Gilda (Hopkins), y ambos tipos se enamoran de ella, y ella hace lo mismo con los dos. Termina la situación en un pacto, ella promete ayudarlos a ambos en sus carreras, bajo la condición de que no haya sexo.
Comienza de forma genial, en modo film mudo, con varios minutos sin decirse palabra en el escenario de un vagón de tren en Francia, allí llega una joven Gilda y se encuentra durmiendo a Tom y George. Ella saca un bloc y los dibuja, corrigiendo con goma cada vez que ambos cambian el gesto, no vemos el dibujo, ella terminan sucumbiendo a Morfeo. George mueve la mano y toca el pie estirado de ella y despierta viendo en frente a la preciosidad de mujer, despierta a Tom y ambos se acicalan, ven el bloc y lo cogen para curiosearlo, encontrando una divertida caricatura de Napoleón con su clásico traje, pasan una hoja y el Emperador corso está en paños menores, pasan otra página esperando verlo desnudo, y lo que ven son las caricaturas de sus rostros durmiendo. Miran en frente y ella está despierta mirándolos sonriendo. George le comienza a hablar en francés corrigiendo sobre la cara de Tom que la caricatura no está bien, hasta que se dan cuenta que todos son estadounidenses.
Tras este arranque tenemos la relación entre los tres, que primero se da furtivamente entre ellos, donde los amigos Tom y George ven a escondidas amorosamente a Gilda, esta lo mantiene en secreto. Hasta que todo se destapa y llega el ya mencionado acuerdo de amistad. Pero esta tensa relación platónica está abocada al fracaso, cuando de sexo se trata todo está permitido, como bien dice picaronamente Gilda recostada sensualmente en una cama: "Es cierto que tenemos un acuerdo de caballeros, pero desafortunadamente no soy un caballero".
La puesta en escena rezuma clasicismo, rodándose íntegramente en interiores, claramente influida por su procedencia teatral, aunque para salirse de estos corsés Lubitsch incluye varias escenas de escaleras con encuentros entre personajes.
En el original, los tres personajes principales eran sofisticados, urbanos y cínicos, Hecht cambió los nombres de los hombres y el trío se volvió ingenuo y exuberante, viviendo la vida bohemia sin preocupaciones en medio de la Gran Depresión. Habiendo en lo que queda una atomizada sexualidad en sus afilados diálogos con segundas intenciones, con claros simbolismos, con metáforas sexuales valientes, con sibilinas insinuaciones, todo un compendio de exaltaciones de índole erótica que provocaron problemas en su estreno en cines y con la implantación de la Censura la condena de la Legion of Decency y la negación de certificado de la PCA para su relanzamiento en 1934.
Todavía más incisivo transgresoramente es que sean dos hombres los que rivalizan por la mujer, siendo ella una chica fuerte de carácter, que no se deja mangonear y que manipula a sus potenciales amantes, siendo en este sentido el rol de Golda toda una adelantada a su tiempo en empoderamiento femenino, en cómo es capaz de dominar a los tipos con carisma y gracia, como es inspiradora para ellos. Siendo además una obra que ensalza la amistad, frente a los posesivos celos, frente a los convencionalismos del rígido y constreñido matrimonio, riéndose con mordacidad del adulterio, de la traición, y por supuesto de las costumbres de la clase alta.
Y estamos ante un film de Lubitsch, con todo lo bueno que ello supone, marcado por el legendario ‘Toque Lubitsch’, aportando en ello sofisticación, diálogos puntiagudos en sus dobles sentidos, con brillantes elipsis, geniales fuera de campo cuando la cámara se queda al otro lado de una puerta y escuchamos lo que sucede al otro lado, regando con humor mordaz el metraje, todo evolucionado con genuina sutilidad. Todo esto enarbolado por un trio protagonista en estado de gracia, con Fredric March, Gary Cooper y Miriam Hopkins (fue la tercera y última de sus colaboraciones con el director tras “El teniente sonriente” de 1931 y “Problemas en el paraíso” de 1932), donde ella encarna a una mujer que no puede decidir entre dos hombres que la aman, y el trío acepta intentar vivir juntos en una relación amistosa platónica (será posible). Secundados está un formidable cómico como Edward Everett Horton como un flemático empresario enamorado de la Hopkins.
El escritor Tom Chambers (March) y el pintor George Curtis (Cooper) conocen en un vagón de tren a la diseñadora publicitaria Gilda (Hopkins), y ambos tipos se enamoran de ella, y ella hace lo mismo con los dos. Termina la situación en un pacto, ella promete ayudarlos a ambos en sus carreras, bajo la condición de que no haya sexo.
Comienza de forma genial, en modo film mudo, con varios minutos sin decirse palabra en el escenario de un vagón de tren en Francia, allí llega una joven Gilda y se encuentra durmiendo a Tom y George. Ella saca un bloc y los dibuja, corrigiendo con goma cada vez que ambos cambian el gesto, no vemos el dibujo, ella terminan sucumbiendo a Morfeo. George mueve la mano y toca el pie estirado de ella y despierta viendo en frente a la preciosidad de mujer, despierta a Tom y ambos se acicalan, ven el bloc y lo cogen para curiosearlo, encontrando una divertida caricatura de Napoleón con su clásico traje, pasan una hoja y el Emperador corso está en paños menores, pasan otra página esperando verlo desnudo, y lo que ven son las caricaturas de sus rostros durmiendo. Miran en frente y ella está despierta mirándolos sonriendo. George le comienza a hablar en francés corrigiendo sobre la cara de Tom que la caricatura no está bien, hasta que se dan cuenta que todos son estadounidenses.
Tras este arranque tenemos la relación entre los tres, que primero se da furtivamente entre ellos, donde los amigos Tom y George ven a escondidas amorosamente a Gilda, esta lo mantiene en secreto. Hasta que todo se destapa y llega el ya mencionado acuerdo de amistad. Pero esta tensa relación platónica está abocada al fracaso, cuando de sexo se trata todo está permitido, como bien dice picaronamente Gilda recostada sensualmente en una cama: "Es cierto que tenemos un acuerdo de caballeros, pero desafortunadamente no soy un caballero".
La puesta en escena rezuma clasicismo, rodándose íntegramente en interiores, claramente influida por su procedencia teatral, aunque para salirse de estos corsés Lubitsch incluye varias escenas de escaleras con encuentros entre personajes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hay toques de genialidad como es la forma en que ambos se dan cuenta de que tiene n affaire con Gilda, ello a través de frases que les ha dicho Plunkett; Está el del sofá lleno de polvo en el apartamento parisino de los amigos, crea un aura táctil maravillosa cada vez que Gilda se recuesta sobre él en un mar de dudas y levanta una nube de polvo dramático; Está esa oda a la libertad sexual de la mujer que es el discurso que da Gilda a Tom y George sobre que no puede elegir entre ambos, las mujeres también tienen derecho a desear y amar a dos hombres a la vez y deben ser los hombres quienes, acepten la decisión de Gilda, los tres, mano sobre mano, denominan como " pacto de caballeros" y nada de sexo; Está la muestra de maestría de Lubitsch en el manejo de las elipsis, para hacernos ver han pasado diez meses, vemos un bus de Londres anunciando que se cumplen los 10 meses de la representación de la obra escrita por Tom, así de simple; Está la forma en que Tom se entera de la ‘traición’, está dictando una carta para Gilda y George a su secretaria alegre por el éxito de su obra, entre medias aparece un botones con una misiva, la abre y su gesto de felicidad cambia (todos sabemos lo que pone), coge la carta que dictaba, la rompe y dicta: Que seáis felices; Cuando asistimos a la obra de teatro de Tom, ello a través del rostro de Plunkett, el público disfruta entre sonrisas, lo hace también Max, pero de pronto su sonrisa se le corta, y es que lo que ha oído es una coletilla suya que ha ‘robado’ Tom; Cuando Tom visita Gilda, George ha salido de viaje y la cosa termina tras la puerta (eufemismo Lubitsch de sexo), y como tras la elipsis nocturna, pasamos a la mañana. Aparece George, primero contento por encontrar allí a Tom, pero luego se da cuenta de pequeños detalles, como que su amigo va vestido con esmoquin que solo se utiliza de noche y que en la mesita hay dos desayunos y se cosca; Es antológica la escena sin palabras en que vemos a Gilda con Max ir a comprar una cama, lo vemos todo desde la calle a través de un escaparate, jocoso cuando Max saca una cinta métrica y hace caculos sobre el espacio que sobrará entre ambos (¿?); Max siempre flemático y cuasi-asexual en su rigidez solo se permite un acto de salirse de sus casillas destruyendo una macetita cuando se ha enfadado con Gilda; Todo el arrollador tramo final en la residencia de Max, desde todo lo relativo a ese tipo que nunca se ve, Egelbaur, la aparición de los dos amigos, como examina a Max (Vegetal!), como se sugiere la aceptación de sexo de los tres juntos cuando el trio se sienta en la cama de ella alegremente haciendo bromas, clara sugerencia sexual de disfrute ménage-à-trois; Esa puerta que cierran George y Tom para irrumpir en el sarao montado por Max, tras una elipsis entra Max y se encuentra todo patas arriba en el salón y sin gente, los amigos le cuentan que ha habido pelea y que Egelbaur les ha sorprendido en su agilidad; Y tenemos ese prodigioso final con los tres subidos a un taxi con Gilda en medio, van a volver al piso parisino para que ella les regañe como sabe. Tras lo que le da un beso en los labios a Tom, tras lo que George hace lo mismo (esto nunca más se vería durante la censura, en una película que una mujer besara en los labios a dos hombres). Y termina diciendo ella que quede clara una cosa, es un pacto entre caballeros y se dan la mano, pero ya sabemos que el pacto es que si habrá sexo (cama redonda?).
George: -No tengo una camisa limpia.
Tom: "Porqué una camisa limpia? Que sucede? Un romance?
George: -No estoy hablando de un pijama. Solo de una camisa limpia.
-Un asiento de bicicleta sería duro para los bienes históricos de Lady Godiva.
Cuando Plunkett le pregunta a George cuánto gana al año en números redondos: - En números redondos? Cero.
Un film punzantemente divertido. Gloria Ucrania!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://tomregan.blogspot.com/2023/12/una-mujer-opara-dos.html
George: -No tengo una camisa limpia.
Tom: "Porqué una camisa limpia? Que sucede? Un romance?
George: -No estoy hablando de un pijama. Solo de una camisa limpia.
-Un asiento de bicicleta sería duro para los bienes históricos de Lady Godiva.
Cuando Plunkett le pregunta a George cuánto gana al año en números redondos: - En números redondos? Cero.
Un film punzantemente divertido. Gloria Ucrania!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://tomregan.blogspot.com/2023/12/una-mujer-opara-dos.html
30 de julio de 2024
30 de julio de 2024
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En algún momento lo comentan estos tres mosqueteros, George (Cooper), Tom (March) y "D'Artagnan" Gilda (Hopkins), deformando el lema de los espadachines, "[To]Dos para una y una para [to]dos".
Y es que la bella americana está enamorada locamente de los dos amigos, pintor el uno y dramaturgo el otro, que viven en París a comienzos de los 30. Lo mismo que ellos lo están de ella, aunque cada uno la desee en exclusiva.
Comedia ligera con un avanzado y desinhibido triángulo amoroso subrayado ya desde el cartel.
Experto en este tipo de lances de amores equívocos y un tanto alocados, Lubitsch construye una cinta desenfadada y distraída, pero sin gran hondura. Teatral y atrevida, los personajes parecen demasiado huecos. Fraseado brillante marca de la casa.
Buena película con un planteamiento poco convencional ni creíble.
Y es que la bella americana está enamorada locamente de los dos amigos, pintor el uno y dramaturgo el otro, que viven en París a comienzos de los 30. Lo mismo que ellos lo están de ella, aunque cada uno la desee en exclusiva.
Comedia ligera con un avanzado y desinhibido triángulo amoroso subrayado ya desde el cartel.
Experto en este tipo de lances de amores equívocos y un tanto alocados, Lubitsch construye una cinta desenfadada y distraída, pero sin gran hondura. Teatral y atrevida, los personajes parecen demasiado huecos. Fraseado brillante marca de la casa.
Buena película con un planteamiento poco convencional ni creíble.
25 de noviembre de 2024
25 de noviembre de 2024
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Gilda es una mujer irresistible; su sutileza, astucia, frivolidad y misticismo son las pinceladas que dibujan este ser luciferino. Alrededor de ella se gestan los designios de sus amantes; designios que ella misma, a su antojo, revuelve con su veleidosa omnipotencia. Pero ella no es una "femme fatale", no disfruta llevando a la perdición a sus amantes.
Y es que los tipos serios, aburridos y resabiados caen en la perdición cuando una mujer juega con ellos -se toman tan en serio y están tan necesitados, que todo es cuestión de honor, de ganar o perder-. En cambio George y Tom son igualmente libérrimos, frívolos, divertidos, antojadizos y guapos. George algo mas salvaje y fogoso, Tom más altivo, suficiente, cerebral, pero ambos vivos e ingeniosos, llenos de contradicciones y libres de resentimiento.
Entre tanto, Gilda llega a sus vidas y las agita como una bola de cristal. Materializa el éxito profesional de estos dos bohemios desencaminados como una madre que espabila a su par de hijitos. Así se disfrutan y viven dulcemente hasta que se destapa la "poligamia". Entonces ambos hombres, dolidos en su orgullo, caen en esa estúpida lucha del macho alfa y se diluyen, quedando uno con el triunfo y el otro en el ostracismo.
Pero esta situación no dura demasiado y el reencuentro de Tom con Gilda despierta en ambos la lujuria. Esto es descubierto por George, y tras prodigar cumplidos a ambos galanes, Gilda delibera dejarlos a ambos de lado. Ellos en oposición, determinan que Gilda es un ser infame al que deben olvidar.
Llegamos entonces a la boda de Gilda, que va a contraer matrimonio con un hombre sobrio, adinerado y ridículo. Este casamiento nos promete la metamorfosis de Gilda hacia una mujer formal, sensata, honesta.
Gilda empieza a reconocer antes de la ceremonia aquello que le espera tras su matrimonio; asistencias obligadas a aburridas reuniones, la dócil complacencia de su marido que actúa condescendiente...
Entre estas premoniciones aparecen los viejos granujas, George y Tom, para revitalizar su ánimo con sus bromas y su aire jovial. Entonces Gilda no duda y se va en escapada con sus dos amantes formando un trío fértil, dinámico, dulce, entusiasta y sin recelos. Libres, jóvenes, guapos sin el plomizo peso de las convenciones , las vergüenzas, el honor y las moralina: la alegría de vivir.
Una mujer para dos, al igual que otras obras de Lubitsch, invita al espectador a disfrutar más allá de las consignas sociales y las ideologías restrictivas. Sus personajes son ingeniosos, vivarachos y libres; encarnan esa frivolidad necesaria para enfrentar la absurda realidad de la vida. La película nos recuerda que la felicidad puede encontrarse en la libertad emocional y el rechazo a las normas opresivas.
Y es que los tipos serios, aburridos y resabiados caen en la perdición cuando una mujer juega con ellos -se toman tan en serio y están tan necesitados, que todo es cuestión de honor, de ganar o perder-. En cambio George y Tom son igualmente libérrimos, frívolos, divertidos, antojadizos y guapos. George algo mas salvaje y fogoso, Tom más altivo, suficiente, cerebral, pero ambos vivos e ingeniosos, llenos de contradicciones y libres de resentimiento.
Entre tanto, Gilda llega a sus vidas y las agita como una bola de cristal. Materializa el éxito profesional de estos dos bohemios desencaminados como una madre que espabila a su par de hijitos. Así se disfrutan y viven dulcemente hasta que se destapa la "poligamia". Entonces ambos hombres, dolidos en su orgullo, caen en esa estúpida lucha del macho alfa y se diluyen, quedando uno con el triunfo y el otro en el ostracismo.
Pero esta situación no dura demasiado y el reencuentro de Tom con Gilda despierta en ambos la lujuria. Esto es descubierto por George, y tras prodigar cumplidos a ambos galanes, Gilda delibera dejarlos a ambos de lado. Ellos en oposición, determinan que Gilda es un ser infame al que deben olvidar.
Llegamos entonces a la boda de Gilda, que va a contraer matrimonio con un hombre sobrio, adinerado y ridículo. Este casamiento nos promete la metamorfosis de Gilda hacia una mujer formal, sensata, honesta.
Gilda empieza a reconocer antes de la ceremonia aquello que le espera tras su matrimonio; asistencias obligadas a aburridas reuniones, la dócil complacencia de su marido que actúa condescendiente...
Entre estas premoniciones aparecen los viejos granujas, George y Tom, para revitalizar su ánimo con sus bromas y su aire jovial. Entonces Gilda no duda y se va en escapada con sus dos amantes formando un trío fértil, dinámico, dulce, entusiasta y sin recelos. Libres, jóvenes, guapos sin el plomizo peso de las convenciones , las vergüenzas, el honor y las moralina: la alegría de vivir.
Una mujer para dos, al igual que otras obras de Lubitsch, invita al espectador a disfrutar más allá de las consignas sociales y las ideologías restrictivas. Sus personajes son ingeniosos, vivarachos y libres; encarnan esa frivolidad necesaria para enfrentar la absurda realidad de la vida. La película nos recuerda que la felicidad puede encontrarse en la libertad emocional y el rechazo a las normas opresivas.
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