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7.1
2,200
9
30 de agosto de 2020
30 de agosto de 2020
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contestación de un veterano sargento a su joven teniente De Buin (Davison), hijo de un pastor protestante recién llegado de West Point a Arizona, cuando le recrimina su hostilidad contra los indios.
Y es que la cinta va de eso, de la extrema violencia de estos que resulta injustificable a ojos de los blancos llegados del Este. Inquiere el teniente sobre la causa final de esta forma de entender la vida y le pregunta, le pregunta a un viejo explorador curtido en cien batallas, McIntosh (Lancaster), sobrio, magnífico en su interpretación, que convive con una india y que ya no se hace muchas ilusiones sobre su futuro. Y pregunta también a otro explorador apache, Kenitay (Luke), del que desconfía y a quien castiga injustamente al transferirle la culpabilidad de los de su raza. Y es que se produce una rotunda transformación en la forma de enfocar el problema de la violencia gratuita a medida que De Buin contempla las torturas y las muertes de los apaches.
No se conforma con las respuestas que recibe: "Ellos son así, siempre han sido así", matan para hacerse con el poder y el valor de sus víctimas, así cuanto más poderosos son mayor es la fuerza que adquieren. Hasta que, saturado de violencia, el religioso teniente que lee la Biblia contempla cómo sus hombres, los blancos, llegado el momento de la venganza se comportan lo mismo que sus feroces enemigos.
Magnífica película en la que destaca todo: guión, ritmo, interpretación, música, paisaje, fotografía (especial mención a los planos con movimientos de tropas). Sobresalen sobre todo las escenas del comienzo y la final cuando el "malvado" Ulzana llora como cualquier padre la muerte de su hijo.
Al margen de las patologías psíquicas producidas por el mundo violento (y las violaciones) que se viven, en lo sanitario nos llama la atención el cuidado que tiene el joven teniente de sus dientes y encías cuando las limpia y frota con un pañuelo húmedo.
Y es que la cinta va de eso, de la extrema violencia de estos que resulta injustificable a ojos de los blancos llegados del Este. Inquiere el teniente sobre la causa final de esta forma de entender la vida y le pregunta, le pregunta a un viejo explorador curtido en cien batallas, McIntosh (Lancaster), sobrio, magnífico en su interpretación, que convive con una india y que ya no se hace muchas ilusiones sobre su futuro. Y pregunta también a otro explorador apache, Kenitay (Luke), del que desconfía y a quien castiga injustamente al transferirle la culpabilidad de los de su raza. Y es que se produce una rotunda transformación en la forma de enfocar el problema de la violencia gratuita a medida que De Buin contempla las torturas y las muertes de los apaches.
No se conforma con las respuestas que recibe: "Ellos son así, siempre han sido así", matan para hacerse con el poder y el valor de sus víctimas, así cuanto más poderosos son mayor es la fuerza que adquieren. Hasta que, saturado de violencia, el religioso teniente que lee la Biblia contempla cómo sus hombres, los blancos, llegado el momento de la venganza se comportan lo mismo que sus feroces enemigos.
Magnífica película en la que destaca todo: guión, ritmo, interpretación, música, paisaje, fotografía (especial mención a los planos con movimientos de tropas). Sobresalen sobre todo las escenas del comienzo y la final cuando el "malvado" Ulzana llora como cualquier padre la muerte de su hijo.
Al margen de las patologías psíquicas producidas por el mundo violento (y las violaciones) que se viven, en lo sanitario nos llama la atención el cuidado que tiene el joven teniente de sus dientes y encías cuando las limpia y frota con un pañuelo húmedo.
22 de noviembre de 2023
22 de noviembre de 2023
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y un Milán dorado en las deslumbrantes imágenes nocturnas que se muestran en la presentación aérea de la ciudad.
Negro y oro.
Para aterrizar al final en un piso donde se celebra la fiesta de jubilación de un policía, Franco Amore (Favino), de ahí tal vez el título original.
Pero algo más está pasando esa misma noche.
Buen guion, dosificando la intriga pero sin complicarla demasiado. Realización con ritmo y centrada en los personajes. El realismo y las dudas de Franco, "¡Quédate en tu puto siglo!" le dice en un momento dado su jefe; la ambición irreflexiva de Viviana (Caridi), la esposa; la sobriedad y la confianza de Dino (Di Leva), el colega y compañero de fatigas.
Al fondo las mafias chinas, los diamantes y los intermediarios.
Total, que lo que parecía un sencillo trabajo de guardaespaldas se convierte en una matanza.
Y Franco en medio, soberbia interpretación, a un lado y a otro de la ley. Y el espectador se pregunta con desasosiego qué estará pensando en cada momento, qué decisión debe tomar cuando las cosas se complican minuto a minuto, cuál es el camino más correcto, qué haríamos nosotros en su lugar ... Angustioso.
La tensión escala en Milán. Poco a poco, peldaño a peldaño.
Buen policiaco. No se lo pierdan.
Negro y oro.
Para aterrizar al final en un piso donde se celebra la fiesta de jubilación de un policía, Franco Amore (Favino), de ahí tal vez el título original.
Pero algo más está pasando esa misma noche.
Buen guion, dosificando la intriga pero sin complicarla demasiado. Realización con ritmo y centrada en los personajes. El realismo y las dudas de Franco, "¡Quédate en tu puto siglo!" le dice en un momento dado su jefe; la ambición irreflexiva de Viviana (Caridi), la esposa; la sobriedad y la confianza de Dino (Di Leva), el colega y compañero de fatigas.
Al fondo las mafias chinas, los diamantes y los intermediarios.
Total, que lo que parecía un sencillo trabajo de guardaespaldas se convierte en una matanza.
Y Franco en medio, soberbia interpretación, a un lado y a otro de la ley. Y el espectador se pregunta con desasosiego qué estará pensando en cada momento, qué decisión debe tomar cuando las cosas se complican minuto a minuto, cuál es el camino más correcto, qué haríamos nosotros en su lugar ... Angustioso.
La tensión escala en Milán. Poco a poco, peldaño a peldaño.
Buen policiaco. No se lo pierdan.

6.5
770
9
7 de agosto de 2020
7 de agosto de 2020
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y es que resulta mucho más preciso el título original de esta magnífica cinta que el usado por los distribuidores hispanos. Porque el asunto se centra en un hombre, en un hombre malo, Jeremy Rodock (Cagney). Un hombre hecho a sí mismo, ya de vuelta de la vida, rico propietario de un rancho dedicado a la cría de caballos, que aplica sin contemplaciones y cierto regusto la "ley de la horca" a quienes los roban sabedor que "el miedo hace a los hombres honrados", un hombre duro pero que, como los auténticos "duros", tiene también en su faceta sentimental su punto débil.
En un entorno paradisíaco, de lámina de calendario, muy lejos de la ciudad, transcurre prácticamente toda la trama, casi como si fuera un escenario teatral. Unas cuantas cabalgadas en busca de ladrones de caballos hasta el rancho vecino donde vive el que los roba. Y sin embargo, pese a la enorme riqueza del dueño, el rancho es mísero, los obreros viven hacinados, promiscuos, en un barracón sin las mínimas condiciones de higiene. Un ambiente angustioso y angustiante.
Únicamente el detalle del piano, que costó talar montones de árboles llevarlo hasta allí, pone un toque culto y elegante al rancho. Es el piano de la bella Jocasta (Papas), la novia de Rodock que la rescató de su pasado de cantante y pianista de saloon; culta, políglota, delicada como una orquídea griega que viven en un mundo de hombres rudos y violentos. El mayor de todos Rodock, su novio protector, obsesionado "como un lobo en luna llena" con ahorcar a los cuatreros (parece a veces que esté deseando que le roben los caballos), celoso del pasado de Jocasta ... y de quien la mira. Pero también amante hasta el límite por los caballos que cría, "El caballo es esclavo del hombre, pero si lo tratas como esclavo es que no eres hombre", o, como en un momento de celos reconoce, "El que mezcla su sudor con el de un caballo lo acaba queriendo más que ...", dejando significativamente la frase sin terminar. Un hombre duro, sí, pero a la vez tierno. Y será esa ternura que poco a poco sale a la superficie de su personalidad, merced al amor de la antigua corista, al ejemplo del joven Steve (Morrow) que llega del Este para hacerse vaquero, pero también de sus propios remordimientos, la que al final consiga su rehabilitación moral que el guionista homenajea.
Magníficos paisajes muy bien fotografiados y coloreados, ya lo hemos dicho, extraordinaria interpretación de los dos grandes protagonistas Cagney y Papas, con una mención especial para la música, sobre todo el tema central de la obra basado en una preciosa canción popular griega, que redobla la tensión en los momentos de angustia (que hay muchos, como el del único ahorcamiento que se contempla) y la suaviza en las escasas escenas románticas.
Además de la inevitable escena de extracción de una bala con el cuchillo pasado por el fuego, que ejecuta atribulado el joven vaquero ("Alguna vez has sacado el corazón de una manzana. Yo soy la manzana"), merece destacarse en lo sanitario el futuro que Jocasta le vaticina en ese oficio: "Un Don Nadie montado a caballo, con los dientes negros, piojos y huesos rotos".
Pese a la escasa atención que ha merecido "La ley de la horca", la consideramos entre los mejores westerns que hemos visto.
En un entorno paradisíaco, de lámina de calendario, muy lejos de la ciudad, transcurre prácticamente toda la trama, casi como si fuera un escenario teatral. Unas cuantas cabalgadas en busca de ladrones de caballos hasta el rancho vecino donde vive el que los roba. Y sin embargo, pese a la enorme riqueza del dueño, el rancho es mísero, los obreros viven hacinados, promiscuos, en un barracón sin las mínimas condiciones de higiene. Un ambiente angustioso y angustiante.
Únicamente el detalle del piano, que costó talar montones de árboles llevarlo hasta allí, pone un toque culto y elegante al rancho. Es el piano de la bella Jocasta (Papas), la novia de Rodock que la rescató de su pasado de cantante y pianista de saloon; culta, políglota, delicada como una orquídea griega que viven en un mundo de hombres rudos y violentos. El mayor de todos Rodock, su novio protector, obsesionado "como un lobo en luna llena" con ahorcar a los cuatreros (parece a veces que esté deseando que le roben los caballos), celoso del pasado de Jocasta ... y de quien la mira. Pero también amante hasta el límite por los caballos que cría, "El caballo es esclavo del hombre, pero si lo tratas como esclavo es que no eres hombre", o, como en un momento de celos reconoce, "El que mezcla su sudor con el de un caballo lo acaba queriendo más que ...", dejando significativamente la frase sin terminar. Un hombre duro, sí, pero a la vez tierno. Y será esa ternura que poco a poco sale a la superficie de su personalidad, merced al amor de la antigua corista, al ejemplo del joven Steve (Morrow) que llega del Este para hacerse vaquero, pero también de sus propios remordimientos, la que al final consiga su rehabilitación moral que el guionista homenajea.
Magníficos paisajes muy bien fotografiados y coloreados, ya lo hemos dicho, extraordinaria interpretación de los dos grandes protagonistas Cagney y Papas, con una mención especial para la música, sobre todo el tema central de la obra basado en una preciosa canción popular griega, que redobla la tensión en los momentos de angustia (que hay muchos, como el del único ahorcamiento que se contempla) y la suaviza en las escasas escenas románticas.
Además de la inevitable escena de extracción de una bala con el cuchillo pasado por el fuego, que ejecuta atribulado el joven vaquero ("Alguna vez has sacado el corazón de una manzana. Yo soy la manzana"), merece destacarse en lo sanitario el futuro que Jocasta le vaticina en ese oficio: "Un Don Nadie montado a caballo, con los dientes negros, piojos y huesos rotos".
Pese a la escasa atención que ha merecido "La ley de la horca", la consideramos entre los mejores westerns que hemos visto.

6.7
4,403
8
2 de mayo de 2023
2 de mayo de 2023
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres hombres a caballo persiguen por un bosque a otro que huye a pie. Lo hieren en la pierna y patean su herida hasta que les dice por donde se ha ido su compinche. Lo ahorcan y siguen su camino. Aunque llevan una estrella en el pecho no hay la menor duda, son forajidos.
Dos hombres y un joven cavan una zanja en un viejo rancho. El dueño es el viudo Henry (Nelson), de aspecto descuidado y sucio es el padre de Wyatt (Lewis) con el que discute a menudo, "Ahora hay tractores que pueden hacer estos trabajos". Al (Adkins) es el cuñado de Henry al que aprecia sinceramente por lo bien que trató a su hermana.
Un viejo viudo con su hijo en un rancho solitario criando cerdos, "con perdón".
De momento aparece un caballo solitario. Henry busca y encuentra al jinete malherido, Curry (Haze), con un bolsa llena de dinero.
Lo lleva a su casa y lo cura. El buen samaritano.
Y lo esconde con el dinero y lo defiende cuando los forajidos vienen a por él. El Oeste es inexorable con "La ley de la hospitalidad" (Keaton, 1923).
Un precioso western de estilo clásico. Historia de persecución implacable entre pistoleros implacables. Un buen guion y una excelente realización que nos presenta personajes rotundos, sobre todo "Old Henry", que lo borda incluso en las características disputas paternofiliales con frases que impactan como disparos.
El ritmo es sosegado y tranquilo, la ambientación perfecta, tal vez demasiado fría por el abuso de los tonos azules y grises. Como los paisajes, la fotografía (hay un par de excelentes contraluces desde el interior del rancho estilo "Centauros") o los mismo tiroteos, todo raya a gran altura.
Ninguna mujer en escena. ¿Ninguna? No estamos tan de acuerdo. Ahí está la discreta presencia de la esposa de Henry muerta diez años atrás de tuberculosis. En la cuidada tumba sobre la colina, en el piano del comedor siempre abierto con su partitura, en el rostro aniñado de Wyatt que contrasta con la fealdad de Henry.
Media docena de personas se bastan y se sobran para levantar una cinta interesante. Sobresaliente en ese giro final que viene cociéndose poco a poco en el baúl que esconde el enigmático pasado de Henry, en los delirios de Curry en los que escucha una vez y otra "Agacha la cabeza y no te preocupes".
Un western que convoca a personajes clásicos del género. Desde el propio nombre del hijo de Henry hasta mitos como el de Billy el Niño y Patt Garret.
Un western que convoca en un desenlace rotundo a una de las grandes leyendas del Far West. Como le contaba el periodista a "El hombre que mató a Liberty Valance": "Este es el Oeste señor. Cuando la leyenda se convierte en realidad, hay que publicar la leyenda".
No se la pierdan. Pero antes de verla no se les ocurra leer spoiler alguno. Agradecerán la sorpresa.
Dos hombres y un joven cavan una zanja en un viejo rancho. El dueño es el viudo Henry (Nelson), de aspecto descuidado y sucio es el padre de Wyatt (Lewis) con el que discute a menudo, "Ahora hay tractores que pueden hacer estos trabajos". Al (Adkins) es el cuñado de Henry al que aprecia sinceramente por lo bien que trató a su hermana.
Un viejo viudo con su hijo en un rancho solitario criando cerdos, "con perdón".
De momento aparece un caballo solitario. Henry busca y encuentra al jinete malherido, Curry (Haze), con un bolsa llena de dinero.
Lo lleva a su casa y lo cura. El buen samaritano.
Y lo esconde con el dinero y lo defiende cuando los forajidos vienen a por él. El Oeste es inexorable con "La ley de la hospitalidad" (Keaton, 1923).
Un precioso western de estilo clásico. Historia de persecución implacable entre pistoleros implacables. Un buen guion y una excelente realización que nos presenta personajes rotundos, sobre todo "Old Henry", que lo borda incluso en las características disputas paternofiliales con frases que impactan como disparos.
El ritmo es sosegado y tranquilo, la ambientación perfecta, tal vez demasiado fría por el abuso de los tonos azules y grises. Como los paisajes, la fotografía (hay un par de excelentes contraluces desde el interior del rancho estilo "Centauros") o los mismo tiroteos, todo raya a gran altura.
Ninguna mujer en escena. ¿Ninguna? No estamos tan de acuerdo. Ahí está la discreta presencia de la esposa de Henry muerta diez años atrás de tuberculosis. En la cuidada tumba sobre la colina, en el piano del comedor siempre abierto con su partitura, en el rostro aniñado de Wyatt que contrasta con la fealdad de Henry.
Media docena de personas se bastan y se sobran para levantar una cinta interesante. Sobresaliente en ese giro final que viene cociéndose poco a poco en el baúl que esconde el enigmático pasado de Henry, en los delirios de Curry en los que escucha una vez y otra "Agacha la cabeza y no te preocupes".
Un western que convoca a personajes clásicos del género. Desde el propio nombre del hijo de Henry hasta mitos como el de Billy el Niño y Patt Garret.
Un western que convoca en un desenlace rotundo a una de las grandes leyendas del Far West. Como le contaba el periodista a "El hombre que mató a Liberty Valance": "Este es el Oeste señor. Cuando la leyenda se convierte en realidad, hay que publicar la leyenda".
No se la pierdan. Pero antes de verla no se les ocurra leer spoiler alguno. Agradecerán la sorpresa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hombre con un pasado tan inquietante, Henry es también experto curar heridas de bala. Lo primero es parar la hemorragia taponándola con un trapo o con un puñado de hierbas, luego presionar el apósito, un rato de reposo pero nunca con las piernas por encima de la herida, para proceder finalmente a la extracción a base de whisky por dentro (anestésico) y por fuera (desinfectante), cuchillo, tenazas y apretar bien los dientes para aguantar el dolor. Ya solo queda esperar y bajar la fiebre con paños de agua fría.

6.8
2,712
8
29 de junio de 2020
29 de junio de 2020
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Completamente de acuerdo con las reseñas (¡qué pocas para el valor de la cinta!) que describen sus méritos cinematográficos. La ambientación de cada época, música, fotografía, colorido, paisaje y, especialmente, la interpretación de los dos principales protagonistas Cimarrón Yancey (Ford) y Sabra (Shell), pero sin descuidar los grandes secundarios.
De acuerdo también sobre los dos planos de la trama argumental, la descripción histórica y la difícil convivencia en el seno de la familia Cravate, donde deben armonizarse caracteres tan opuestos como el idealismo y rectitud moral (y gratuito afán de aventura también) de Cimarrón, con la estabilidad pragmática que desea para su casa su esposa Sabra. El racismo que se halla en la misma entraña de la sociedad americana con escenas espeluznantes como la expulsión de la niña india de la escuela (todavía más que el linchamiento de su padre).
Pero de nuevo miramos con envidia la facilidad de los novelistas y de los guionistas americanos para contarnos la historia de su país. Aunque sea a su manera. La colonización del Oeste con las grandes carreras de los pioneros, el nacimiento de los primeros núcleos urbanos, su consolidación y los problemas de convivencia que planteaba, el desarrollo posterior ...
Ahora bien, en este punto conviene que conozcamos mejor lo sucedido en la famosa (para los americanos) batalla de las Colinas Españolas, aunque solo sea porque sirvió para que Cimarrón fuera recibido en su pueblo como uno de sus héroes. En realidad estamos hablando de la batalla de las Lomas de San Juan en la mal llamada "guerra hispanoamericana", donde el 1 de julio de 1898 un grupo de 300 soldados españoles recibieron la orden de resistir la ofensiva estadounidense que alineó entre 15 y 20.000 hombres, que durante un día entero de asedio fueron mantenidos completamente a raya. Naturalmente la "hazaña" fue magnificada hasta la exageración en la joven nación americana, mientras en España no pasó de una de tantas escaramuzas del desastre general de 1898. Esa es la diferencia con la que se cuenta el pasado en una y otra nación. ¡Cuánto tenemos que aprender de los americanos!
De acuerdo también sobre los dos planos de la trama argumental, la descripción histórica y la difícil convivencia en el seno de la familia Cravate, donde deben armonizarse caracteres tan opuestos como el idealismo y rectitud moral (y gratuito afán de aventura también) de Cimarrón, con la estabilidad pragmática que desea para su casa su esposa Sabra. El racismo que se halla en la misma entraña de la sociedad americana con escenas espeluznantes como la expulsión de la niña india de la escuela (todavía más que el linchamiento de su padre).
Pero de nuevo miramos con envidia la facilidad de los novelistas y de los guionistas americanos para contarnos la historia de su país. Aunque sea a su manera. La colonización del Oeste con las grandes carreras de los pioneros, el nacimiento de los primeros núcleos urbanos, su consolidación y los problemas de convivencia que planteaba, el desarrollo posterior ...
Ahora bien, en este punto conviene que conozcamos mejor lo sucedido en la famosa (para los americanos) batalla de las Colinas Españolas, aunque solo sea porque sirvió para que Cimarrón fuera recibido en su pueblo como uno de sus héroes. En realidad estamos hablando de la batalla de las Lomas de San Juan en la mal llamada "guerra hispanoamericana", donde el 1 de julio de 1898 un grupo de 300 soldados españoles recibieron la orden de resistir la ofensiva estadounidense que alineó entre 15 y 20.000 hombres, que durante un día entero de asedio fueron mantenidos completamente a raya. Naturalmente la "hazaña" fue magnificada hasta la exageración en la joven nación americana, mientras en España no pasó de una de tantas escaramuzas del desastre general de 1898. Esa es la diferencia con la que se cuenta el pasado en una y otra nación. ¡Cuánto tenemos que aprender de los americanos!
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