La noche americana
1973 

7.7
11,225
31 de mayo de 2014
31 de mayo de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Truffaut, uno de los grandes cineastas galos y europeos del siglo pasado, era sobradamente talentoso como para no salir herido de muerte de aquel con frecuencia dudoso experimento llamado "Nouvelle Vague", al que tengo enconada manía (con pocas excepciones, y precisamente alguna de estas excepciones era de Truffaut, como "Los cuatrocientos golpes").
Entre las categorías en las que se incluye esta película, pone "Nouvelle Vague", lo cual podría haberme echado para atrás, pero tratándose de Truffaut opto por darle la oportunidad, porque el hecho de que su "Jules y Jim" me pareciese una estupidez no empaña otras grandes obras suyas. Si se tratase de Jean-Luc Godard otro gallo cantaría y me lo pensaría bastante más, por lo menos en lo referente a su cine de aquellas décadas, que no sé cómo habrá evolucionado después.
Y me alegro de haberla elegido, porque uno de los más extraordinarios homenajes al séptimo arte está aquí. Hay otros excelentes, pero creo que este ocupa el segundo puesto, después de la bellísima "Cinema Paradiso", en cuanto a su forma llana, cercana y sencilla de mostrar cómo el cine se ha instalado en la vida de casi todo el planeta, en la columna vertebral de los sueños. Otras películas se centran en experiencias muy personales ("Fellini ocho y medio"), en pioneros (Georges Méliès en "La invención de Hugo"), en el lado amargo del estrellato ("El crepúsculo de los dioses"), en rescatar una época concreta ("The artist")... Pero para mí, las dos que muestran mejor las entrañas de este arte y su vinculación a la vida cotidiana son las mencionadas del italiano Tornatore y la del francés Truffaut.
Son los dos mejores ejemplos de "metacine", el cine hablando de sí mismo y de lo que supone en el día a día de quienes lo viven de cerca y lo respiran.
El mismo Truffaut interpreta a un director que se encuentra rodando un melodrama romántico en Niza, donde van paralelos la filmación y los hechos que suceden fuera de los estudios de grabación. Los dramas de los personajes no difieren de los de los actores, de hecho guardan muchas similitudes. Además, seguimos las dificultades con las que tropieza un proceso del que los espectadores no solemos ver más que el montaje final, por lo que normalmente no sabríamos que a Séverine le costaba memorizar sus líneas por su adicción al alcohol; que Alphonse era un inmaduro emocional que daba no pocos dolores de cabeza al equipo; que las circunstancias de Julie se asemejaban sospechosamente a las de Pamela, su alter ego; que Alexandre tuvo muy mala suerte; que el director lidiaba con estos y mil problemas más con un saber estar y una presencia de ánimo encomiables, trabajando a destajo catorce horas como mínimo y que hasta cuando dormía soñaba con lo que le absorbía el ser, lo que amaba por encima de sí mismo desde que era un niño enamorado de "Ciudadano Kane".
Que la asistenta de dirección era rabiosamente creativa y aconsejaba con mucho acierto.
Que los productores no tenían más remedio que marcar los plazos y definir las fechas en las que todo debía hacerse. La inspiración acotada y apremiada por los inevitables intereses económicos.
Que todo el equipo de rodaje se dejaba la piel para que no notáramos que los escenarios eran artificiales, que todas las escenas se repetían una y otra vez hasta conseguir la mejor toma, que algunas secuencias requerían una planificación muy minuciosa y precisa, que grababan con técnicas como la de "la noche americana", simulando la noche en pleno día, que se las ingeniaban con trucos y ardides cuando otras cosas fallaban...
Que todos eran una gran familia, que se formaban amistades, amoríos y enredos, que es tremendamente difícil llevar una película adelante con tanta gente involucrada.
Y que uno sentirá ese ramalazo de nostalgia porque a todo lo hermoso le llega inexorablemente su final, y algo se muere por dentro en la despedida.
Entre las categorías en las que se incluye esta película, pone "Nouvelle Vague", lo cual podría haberme echado para atrás, pero tratándose de Truffaut opto por darle la oportunidad, porque el hecho de que su "Jules y Jim" me pareciese una estupidez no empaña otras grandes obras suyas. Si se tratase de Jean-Luc Godard otro gallo cantaría y me lo pensaría bastante más, por lo menos en lo referente a su cine de aquellas décadas, que no sé cómo habrá evolucionado después.
Y me alegro de haberla elegido, porque uno de los más extraordinarios homenajes al séptimo arte está aquí. Hay otros excelentes, pero creo que este ocupa el segundo puesto, después de la bellísima "Cinema Paradiso", en cuanto a su forma llana, cercana y sencilla de mostrar cómo el cine se ha instalado en la vida de casi todo el planeta, en la columna vertebral de los sueños. Otras películas se centran en experiencias muy personales ("Fellini ocho y medio"), en pioneros (Georges Méliès en "La invención de Hugo"), en el lado amargo del estrellato ("El crepúsculo de los dioses"), en rescatar una época concreta ("The artist")... Pero para mí, las dos que muestran mejor las entrañas de este arte y su vinculación a la vida cotidiana son las mencionadas del italiano Tornatore y la del francés Truffaut.
Son los dos mejores ejemplos de "metacine", el cine hablando de sí mismo y de lo que supone en el día a día de quienes lo viven de cerca y lo respiran.
El mismo Truffaut interpreta a un director que se encuentra rodando un melodrama romántico en Niza, donde van paralelos la filmación y los hechos que suceden fuera de los estudios de grabación. Los dramas de los personajes no difieren de los de los actores, de hecho guardan muchas similitudes. Además, seguimos las dificultades con las que tropieza un proceso del que los espectadores no solemos ver más que el montaje final, por lo que normalmente no sabríamos que a Séverine le costaba memorizar sus líneas por su adicción al alcohol; que Alphonse era un inmaduro emocional que daba no pocos dolores de cabeza al equipo; que las circunstancias de Julie se asemejaban sospechosamente a las de Pamela, su alter ego; que Alexandre tuvo muy mala suerte; que el director lidiaba con estos y mil problemas más con un saber estar y una presencia de ánimo encomiables, trabajando a destajo catorce horas como mínimo y que hasta cuando dormía soñaba con lo que le absorbía el ser, lo que amaba por encima de sí mismo desde que era un niño enamorado de "Ciudadano Kane".
Que la asistenta de dirección era rabiosamente creativa y aconsejaba con mucho acierto.
Que los productores no tenían más remedio que marcar los plazos y definir las fechas en las que todo debía hacerse. La inspiración acotada y apremiada por los inevitables intereses económicos.
Que todo el equipo de rodaje se dejaba la piel para que no notáramos que los escenarios eran artificiales, que todas las escenas se repetían una y otra vez hasta conseguir la mejor toma, que algunas secuencias requerían una planificación muy minuciosa y precisa, que grababan con técnicas como la de "la noche americana", simulando la noche en pleno día, que se las ingeniaban con trucos y ardides cuando otras cosas fallaban...
Que todos eran una gran familia, que se formaban amistades, amoríos y enredos, que es tremendamente difícil llevar una película adelante con tanta gente involucrada.
Y que uno sentirá ese ramalazo de nostalgia porque a todo lo hermoso le llega inexorablemente su final, y algo se muere por dentro en la despedida.
4 de agosto de 2021
4 de agosto de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un merecido óscar a la película de habla no inglesa de ese año, el maestro Truffaut interpretándose a si mismo con gran maestría, se descubre como un consumado director de actores. Saca lo mejor de cada uno, desde un espléndido en su madurez, Jean Pierre Aumont, como una vieja gloria del cine, como a una bellísima Jacqueline Bisset como la estrella del momento, o el neurótico y algo infantil protagonista del film Jean Pierre Léaud. Truffautt disecciona con ironía pero sin excesiva mala leche la trastienda del cine, desde los problemas logísticos, a los egos de los diferentes actores, a sus líos amorosos, a la presión de los productores y a algún imprevisto que otro. En resumen, una de las mejores películas del cine dentro del cine. Desde luego, para ser director de cine, hay que tener mucha mano izquierda, si no que se lo digan a Truffaut.
15 de mayo de 2014
15 de mayo de 2014
16 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy severo con las calificaciones, actualmente tengo un 4,5 de nota media, pero eso no quita que cuando lo pienso me de un poco de pena dar un suspenso porque realizar una película tiene muchísimo trabajo lo mismo que requiere el esfuerzo o la dedicación de gran número de personas que lo hacen lo mejor que pueden. No obstante una clasificación según sean buenas, malas o regulares es necesaria teniendo como consuelo, lo he dicho otras veces, que casi todos mis cuatros y treses se pueden ver e incluso buena parte de los doses aunque sean mediocres. Todo esto viene porque "La noche americana" es precisamente la historia de un rodaje de otro filme, cine dentro del cine, con regusto europeo.
Con este formato cinéfilo donde los haya, François Truffaut dirige y actúa en una obra que logró el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, además de otras nominaciones. El largometraje tiene un tono a veces cercano al documental, pues junto a las historias personales, asistimos a los entresijos del séptimo arte: productores, fotógrafos, guionistas, tomas, decorados y un largo etcétera desfilan ante nuestros ojos con clara vocación homenajeadora. Lo malo es que el conjunto es siempre banal y muchas veces, un peñazo. No hay una historia propiamente dicha sino fragmentos desperdigados de los que tan sólo dos me han gustado, el de la vieja actriz y el del gato, por dramático y por cómico.
Con este formato cinéfilo donde los haya, François Truffaut dirige y actúa en una obra que logró el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, además de otras nominaciones. El largometraje tiene un tono a veces cercano al documental, pues junto a las historias personales, asistimos a los entresijos del séptimo arte: productores, fotógrafos, guionistas, tomas, decorados y un largo etcétera desfilan ante nuestros ojos con clara vocación homenajeadora. Lo malo es que el conjunto es siempre banal y muchas veces, un peñazo. No hay una historia propiamente dicha sino fragmentos desperdigados de los que tan sólo dos me han gustado, el de la vieja actriz y el del gato, por dramático y por cómico.
26 de enero de 2010
26 de enero de 2010
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si amigos, y es que una cosa esta clara: El cine es el más grande de los puticlubs.
Esta conclusión es a la que he llegado después de largas conversaciones con un amigo camionero gran conocedor de las carreteras de la M-30 y el visionado de este film.
Por eso los actores se casan una vez por cada peli, y a saber de lo que no nos enteramos.
Por eso oímos cada poco el mítico "¿Sabes que no se quien iba a ser el actor de no se que peli?".
Por eso sabemos que detrás de las cámaras la mayoría de los actores son alcoholicos, yonkis, prostitutos o cleptómanos.
Y es que en esta autobiografía, que no es otra cosa, vemos dos cosas: Eso, y que Truffaut es un genio. Y lo digo sabiendo que es la primera película que me trago de este tío, tras meses diciendo... "tengo ahí La Noche Americana, y no me apetece nada verla". Pero hoy, viendo que el repertorio a escoger eran todo pelis antiguas, he hecho de tripas corazón, y tras la frase de un amigo que decía tal que "El cine francés es para pijos y modernos", he dado al play y me he santigüado.
Da gustirrinín saber que no siempre es como decía mi amigo. Y al principio dije... "verás como es la típica que está hecha para gusto del director y sus anécdotas..." y razón no me faltaba, pero sus chorradas terminan siendo también tuyas. Y te das cuenta que, en el cine, la nieve no es nieve, sino espuma de las fiestas de Pacha Ibiza, que ese peinado pin-up que te ponía tanto es un peluquín, y que no sólo en Humor Amarillo utilizaban el porexpán como principal ingrediente. Y que cuando decías... "yo creo que en esa secuencia, DeNiro estaba colocado", puede que tengas más razón que un santo. Y que lo de..."¡pero si esa no tiene esas tetas!" efectivamente había dos cabezas de enano en su vestido, y también que cuando jurabas "pues por muy famoso que sea, ese tío no ha actuado bien en su perra vida de cienciólogo", tal vez el director que le movía los hilos pensara exactamente lo mismo, pero no decía nada, por respeto y taquillazo.
Y es que toda la vida nos han hecho pensar que los directores son exigentes repitiendo tomas, que sueltan verborreas ofensivas contra los pobres actores, que a veces se sacan la tita y se tocan visualizando grandes actuaciones a grito de "oh, arte!! arte!!!", y que son tan profesionales que siempre se aprende mucho con ellos. Y puede que sea así, pero cada vez que leo algo o me documento veo que los pobres muchas veces son de ver, oir, callar y llorar.
Esta conclusión es a la que he llegado después de largas conversaciones con un amigo camionero gran conocedor de las carreteras de la M-30 y el visionado de este film.
Por eso los actores se casan una vez por cada peli, y a saber de lo que no nos enteramos.
Por eso oímos cada poco el mítico "¿Sabes que no se quien iba a ser el actor de no se que peli?".
Por eso sabemos que detrás de las cámaras la mayoría de los actores son alcoholicos, yonkis, prostitutos o cleptómanos.
Y es que en esta autobiografía, que no es otra cosa, vemos dos cosas: Eso, y que Truffaut es un genio. Y lo digo sabiendo que es la primera película que me trago de este tío, tras meses diciendo... "tengo ahí La Noche Americana, y no me apetece nada verla". Pero hoy, viendo que el repertorio a escoger eran todo pelis antiguas, he hecho de tripas corazón, y tras la frase de un amigo que decía tal que "El cine francés es para pijos y modernos", he dado al play y me he santigüado.
Da gustirrinín saber que no siempre es como decía mi amigo. Y al principio dije... "verás como es la típica que está hecha para gusto del director y sus anécdotas..." y razón no me faltaba, pero sus chorradas terminan siendo también tuyas. Y te das cuenta que, en el cine, la nieve no es nieve, sino espuma de las fiestas de Pacha Ibiza, que ese peinado pin-up que te ponía tanto es un peluquín, y que no sólo en Humor Amarillo utilizaban el porexpán como principal ingrediente. Y que cuando decías... "yo creo que en esa secuencia, DeNiro estaba colocado", puede que tengas más razón que un santo. Y que lo de..."¡pero si esa no tiene esas tetas!" efectivamente había dos cabezas de enano en su vestido, y también que cuando jurabas "pues por muy famoso que sea, ese tío no ha actuado bien en su perra vida de cienciólogo", tal vez el director que le movía los hilos pensara exactamente lo mismo, pero no decía nada, por respeto y taquillazo.
Y es que toda la vida nos han hecho pensar que los directores son exigentes repitiendo tomas, que sueltan verborreas ofensivas contra los pobres actores, que a veces se sacan la tita y se tocan visualizando grandes actuaciones a grito de "oh, arte!! arte!!!", y que son tan profesionales que siempre se aprende mucho con ellos. Y puede que sea así, pero cada vez que leo algo o me documento veo que los pobres muchas veces son de ver, oir, callar y llorar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y es que sabemos todos que el director de "Scream", por ejemplo, no puede estar contento con semejante montón de mierda, y te fascina aún más que repita por segunda y tercera vez, haciendo que la mierda sea idénticamente inaguantable. Pero te ayuda a descubrir que mientras sus marionetas estan sobreactuando bañadas en Katsup Orlando, él está pensando en su billete directo a la mansión playboy cuando estrene su bodrio, y que encima cuatro idiotas le pararán de camino y le felicitarán por semejante obra de museo de arte contemporáneo guión cagallón. O tal vez, que sólo se descojona filmando eso cual rumanón destrozando la jeta de Jose Luis Moreno en sus dependencias a ritmo de "dame el puto número de la caja (acento ruso)".
Porque la película que se rueda dentro de ésta, es un cagallón del tamaño de "Scream".
Poniéndonos serios, las interpretaciones son acojonantes.
Me encantó especialmente el papel de Joelle, qué profesionalidad tanto dentro como fuera del guión. (Que recuperen esos sujetadores franchutes transparentes!)
Y qué decir de la escena del gato y las 5 repeticiones seguidas que le di. Qué panzada a reir cuando en la última toma se ve como sale despedido de las manos del montador y casi se deja la cara en el bordillo. Y no tenía hambre el hijo de puta. Tal vez sean cosas mías, pero en la toma me pareció entender que Joelle le había dado de comer. Si, tal vez sean cosas mias.
Porque la película que se rueda dentro de ésta, es un cagallón del tamaño de "Scream".
Poniéndonos serios, las interpretaciones son acojonantes.
Me encantó especialmente el papel de Joelle, qué profesionalidad tanto dentro como fuera del guión. (Que recuperen esos sujetadores franchutes transparentes!)
Y qué decir de la escena del gato y las 5 repeticiones seguidas que le di. Qué panzada a reir cuando en la última toma se ve como sale despedido de las manos del montador y casi se deja la cara en el bordillo. Y no tenía hambre el hijo de puta. Tal vez sean cosas mías, pero en la toma me pareció entender que Joelle le había dado de comer. Si, tal vez sean cosas mias.
26 de noviembre de 2010
26 de noviembre de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alabo la forma de hacer cine, la forma francesa, el esfuerzo, la técnica, las ganas de trascender. Pero en mi humilde opinión, y a propósito porque nací en los inicios de la década de los setentas, y no me importa lo que hubo antes de este tiempo en el cine. Les diré sin empacho que lo que rescato de este filme es la magnifica, la erótica, la sugestiva figura de una mujer inigualable, felina, remanso de tranquilidad y pasión como lo fue Jaqueline Bisset. Digna musa de los escritos de Ian Flem
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