Spencer
6.3
8,161
Drama
Biopic de Lady Di que cuenta la historia de un fin de semana crucial a principios de los años 90, cuando la princesa Diana -de nombre Diana Frances Spencer- decidió que su matrimonio con el príncipe Carlos no estaba funcionando, y que necesitaba desviarse de un camino que la había puesto en primera fila para algún día ser reina... El drama tiene lugar durante tres días, en una de sus últimas vacaciones de Navidad en la Casa de Windsor ... [+]
28 de junio de 2024
28 de junio de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Colosal. Larraín convierte en un delicado, inquietante y enfermizo delirio visual algo tan, a priori, petardo, poco interesante, y de hecho, repelente... como es la familia real británica y sus entretelas de revista del corazón (no por ello menos desafortunadas y dignas de compasión en lo que respecta a esta pobre mujer y su desgraciado final, hay que decirlo).
Como crítica de la monarquía británica resulta bastante simplona y, como se ha dicho, reiterativa. El alegato del querer frente al deber, de la princesita rebelde que quiere ser libre pero la oprimen los suyos y lo mediático tampoco cuela... y de hecho sería irónico, formando parte ella del mismo mundo privilegiado y clase social. Aún así, la decisión de convertir a Diana de Gales en un personaje casi de ficción al 100% y simplemente fabular en torno a su personalidad, acotando un instante muy concreto de su vida, siempre es interesante al realizar un biopic que vaya más allá de la simple hagiografía, y más coherente aún cuando la cuestión es más el mito que la persona, la imagen pública frente a la privada.
El chileno se muestra ¿demasiado? deudor de gente tan dispar como Malick y Polanski y filma un ejercicio de estilización visual que se queda muy cerca del anuncio de perfumes (la secuencia culminante, próxima a lo onírico, parece tal cual eso), de un manierismo autoralista. Ahora bien, como obra poética y extravagante, como retrato psicológico de una persona atrapada en sí misma, con todo tipo de patologías y al borde de la chifladura mental, por decirlo suavemente, no tiene precio.
Es una película que no será perfecta, cuyas críticas negativas en buena parte serán justificadas, pero también muy próxima a una experiencia visual y sonora que tanto Larraín como Stewart se han esforzado por recrear minuciosamente; ella, con una interpretación basada en gestos muy precisos y me atrevería a decir que también en el trabajo vocal (la he visto doblada y parece que el doblaje también intenta transmitir esa afectación).
Lo interesante, creo yo, es hasta qué punto está justificado el temor y la paranoia de esta mujer, respeto a lo cual incluso nos hacen dudar (ese gesto de colocar el libro en la estantería...), o bien es todo fruto de una personalidad inmadura, obsesiva, que sufre alucinaciones y trastornos alimenticios, infantiloide, que sólo se relaciona en pie de igualdad y sin dependencias chungas con sus dos hijos.
Me gusta que la peli divague, sin apenas argumento, dedicada por encima de todo a mostrar la subjetividad, el ánimo perturbado de un individuo en concreto sin tampoco juzgarlo (aún así hay una mirada sensible, cercana). El retrato de el resto de figuras (la reina, Carlos, etc.) es lejano, distante, conforme al punto de vista; en cambio, es un acierto el hilo conductor a partir del cocinero y de los subalternos, que no son malos malísimos sino gente disciplinada y leal que forma parte de este microcosmos, poco menos que castrense.
Naturaleza, arquitectura, conforman espacios amplios, muy bellos, pero también tristes y opresivos, igual que Diana es un ser inmaculado pero muy desgraciado también, próximos en un momento dado a lo gótico, y en otro momento, a una comedia ochentera, así de loco está Larraín.
Al despliegue de imágenes preciosistas le acompaña un score del Greenwood cuya importancia diría que es equivalente a lo visual; impresionante como evoca emociones, mezcla de lirismo y de inquietud, con combinaciones instrumentales poco habituales que actualizan unos sonidos típicos del barroco.
Como crítica de la monarquía británica resulta bastante simplona y, como se ha dicho, reiterativa. El alegato del querer frente al deber, de la princesita rebelde que quiere ser libre pero la oprimen los suyos y lo mediático tampoco cuela... y de hecho sería irónico, formando parte ella del mismo mundo privilegiado y clase social. Aún así, la decisión de convertir a Diana de Gales en un personaje casi de ficción al 100% y simplemente fabular en torno a su personalidad, acotando un instante muy concreto de su vida, siempre es interesante al realizar un biopic que vaya más allá de la simple hagiografía, y más coherente aún cuando la cuestión es más el mito que la persona, la imagen pública frente a la privada.
El chileno se muestra ¿demasiado? deudor de gente tan dispar como Malick y Polanski y filma un ejercicio de estilización visual que se queda muy cerca del anuncio de perfumes (la secuencia culminante, próxima a lo onírico, parece tal cual eso), de un manierismo autoralista. Ahora bien, como obra poética y extravagante, como retrato psicológico de una persona atrapada en sí misma, con todo tipo de patologías y al borde de la chifladura mental, por decirlo suavemente, no tiene precio.
Es una película que no será perfecta, cuyas críticas negativas en buena parte serán justificadas, pero también muy próxima a una experiencia visual y sonora que tanto Larraín como Stewart se han esforzado por recrear minuciosamente; ella, con una interpretación basada en gestos muy precisos y me atrevería a decir que también en el trabajo vocal (la he visto doblada y parece que el doblaje también intenta transmitir esa afectación).
Lo interesante, creo yo, es hasta qué punto está justificado el temor y la paranoia de esta mujer, respeto a lo cual incluso nos hacen dudar (ese gesto de colocar el libro en la estantería...), o bien es todo fruto de una personalidad inmadura, obsesiva, que sufre alucinaciones y trastornos alimenticios, infantiloide, que sólo se relaciona en pie de igualdad y sin dependencias chungas con sus dos hijos.
Me gusta que la peli divague, sin apenas argumento, dedicada por encima de todo a mostrar la subjetividad, el ánimo perturbado de un individuo en concreto sin tampoco juzgarlo (aún así hay una mirada sensible, cercana). El retrato de el resto de figuras (la reina, Carlos, etc.) es lejano, distante, conforme al punto de vista; en cambio, es un acierto el hilo conductor a partir del cocinero y de los subalternos, que no son malos malísimos sino gente disciplinada y leal que forma parte de este microcosmos, poco menos que castrense.
Naturaleza, arquitectura, conforman espacios amplios, muy bellos, pero también tristes y opresivos, igual que Diana es un ser inmaculado pero muy desgraciado también, próximos en un momento dado a lo gótico, y en otro momento, a una comedia ochentera, así de loco está Larraín.
Al despliegue de imágenes preciosistas le acompaña un score del Greenwood cuya importancia diría que es equivalente a lo visual; impresionante como evoca emociones, mezcla de lirismo y de inquietud, con combinaciones instrumentales poco habituales que actualizan unos sonidos típicos del barroco.
1 de marzo de 2022
1 de marzo de 2022
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El diferente director PABLO LARRAÍN ya nos había mostrado BIOPICS distintos, como NERUDA y JACKY. En esta ocasión, le toca a la atormentada LADY DI, no siendo, al igual que en sus otros trabajos, un BIOPIC al uso, ya que, simplemente narra 3 días, pero importantísimos, de la vida de la protagonista.
El peculiar estilo del director, capta a los espectadores expresando la desesperación de la protagonista, jugando con una banda sonora que a través de los violines distorsionados perturba las escenas más tormentosas, consiguiendo claustrofóbicas escenas, con una utilización de los filtros y colores excepcional. Sumando unos diálogos que lo dicen todo sin decirlo, consigue un resultado cautivador y extraordinario.
Para este tipo de trabajos es indispensable la actuación del protagonista. Es KRISTEN STEWART la que encarna a DIANA, siendo con creces la LADY DI más auténtica y cercana hasta la fecha. Es capaz de expresar su tormento, sus obsesiones y que su amargura se trasmita al espectador. La angustia, la desesperación, la tristeza es expresada de manera majestuosa y al espectador no le queda otra que sufrir con ella y a la vez disfrutar con el extraordinario film.
Simplemente se puede decir que es un trabajo digno de recordar y que, conociendo la trayectoria del director, éste también habrá tenido mucho que ver, cosa que no quita méritos a la fabulosa actriz.
Como secundarios destacar dos trabajos que resultan interesantes, el del malvado mayordomo y brazo derecho de la realeza, en manos de JOHN KEOGH y de una “vestidora” muy emotiva, encarnada por la siempre interesante SALLY HAWKINS, actriz que siempre que visiono me hace recordar su gran trabajo en LA FORMA DEL AGUA.
Siendo un disfrute (a través del sufrimiento) para el espectador, la realeza inglesa no opinará lo mismo, quedando retratada por su falta de escrúpulos y frialdad, cosa que debería hacer recapacitar a sus rancios y vetustos defensores.
El peculiar estilo del director, capta a los espectadores expresando la desesperación de la protagonista, jugando con una banda sonora que a través de los violines distorsionados perturba las escenas más tormentosas, consiguiendo claustrofóbicas escenas, con una utilización de los filtros y colores excepcional. Sumando unos diálogos que lo dicen todo sin decirlo, consigue un resultado cautivador y extraordinario.
Para este tipo de trabajos es indispensable la actuación del protagonista. Es KRISTEN STEWART la que encarna a DIANA, siendo con creces la LADY DI más auténtica y cercana hasta la fecha. Es capaz de expresar su tormento, sus obsesiones y que su amargura se trasmita al espectador. La angustia, la desesperación, la tristeza es expresada de manera majestuosa y al espectador no le queda otra que sufrir con ella y a la vez disfrutar con el extraordinario film.
Simplemente se puede decir que es un trabajo digno de recordar y que, conociendo la trayectoria del director, éste también habrá tenido mucho que ver, cosa que no quita méritos a la fabulosa actriz.
Como secundarios destacar dos trabajos que resultan interesantes, el del malvado mayordomo y brazo derecho de la realeza, en manos de JOHN KEOGH y de una “vestidora” muy emotiva, encarnada por la siempre interesante SALLY HAWKINS, actriz que siempre que visiono me hace recordar su gran trabajo en LA FORMA DEL AGUA.
Siendo un disfrute (a través del sufrimiento) para el espectador, la realeza inglesa no opinará lo mismo, quedando retratada por su falta de escrúpulos y frialdad, cosa que debería hacer recapacitar a sus rancios y vetustos defensores.
29 de enero de 2022
29 de enero de 2022
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cualquier otro director hubiera preferido el convencional drama biográfico, pero Larraín se tomó las libertades de un cineasta consciente de no retratar la realidad, sino usarla como marco referencial, para crear un drama psicológico con Kristen Stewart subida de tono, pero ciertamente irreconocible. La mayor habilidad de Larraín es como utiliza sus elementos de dirección (puesta en cámara principalmente) para crear una angustiante y envolvente experiencia psicológica, en donde la plástica de la película nos sumerge a un mundo de fantasía.
Desde el primer plano, los grandes angulares y la película de 16 mm, con una cinefotografía poco contrastada, casi sin presencias de sombras, nos da a entender que no se trata de un mundo "basado en hechos reales", sino inspirado. La advertencia/comentario del principio también parte de esta idea, en donde leemos "Una fábula basada en una tragedia". Y es que como dice el crítico Ayala Blanco, si esta película fuera un cuento de hadas, sería un anti-cuento de hadas, al menos por su estructura trágica. Todo en esta película está diseñado para crear un mundo subjetivo en donde entendamos los hechos a través de la visión/postura de Diana Spencer (Kristen Stewart). Por ello, Larraín deja por fuera los eventos aparentemente más interesantes de la película: la cena de Nochebuena, el día de Navidad, la caza de faisanes. En su lugar nos comparte cómo debió ser para Diana vivir la aprisionante firmeza de la Corona, en sus últimos días con la Casa Windsor, y por ello las escenas en el baño o en el dormitorio son lo más habitual. Es en estos momentos de soledad donde la película encuentra su mayor fuerza expresiva, algo que no se hubiera conseguido sin la actuación de Stewart, quien en su forma de caminar, mirar y hablar imprime una Diana malhumorada y al borde del llanto, un llanto que en solo una ocasión llega a suceder, pero que le da al personaje una tensión enorme entre el sentir interno y el ser externo determinado por la postura de las convenciones sociales.
El mundo caótico se refuerza con la banda sonora: el jazz, como estilo desordenado es lo que más se oye en la música extradiegética, sobretodo en los momentos de mayor tensión para la protagonista, una elección musical acorde al mundo interno de Diana; tenso y desbordado. Incluso en la cena, los violines que tocan de fondo (de manera diegética) se desvían en una tonada cada vez mas estresante hasta ser completamente subjetivos (extradiegéticos). Esta delicadeza de Pablo Larraín para pasar del mundo externo, generalmente establecido con planos abiertos y travelings laterales de seguimiento, al mundo interno, el cual es intimista y personal, reforzado con primeros planos deformados por la estética angulada, es lo que hace de esta dirección algo sobresaliente, pues el cambio es sútil pero por lo mismo, mucho más poderoso que hacerlo evidente.
El manejo de metáforas visuales es también otra fortaleza del film, pues sin necesidad de caer en simbolismos o significados ocultos, la historia nos cuenta más a través de la composición de sus planos. El mejor ejemplo y posiblemente mi escena favorita de la película, se encuentra cuando Diana enfrenta a Carlos (Jack Farthing) en el salón de billar y Larraín compone sus planos para que la mesa cree una distancia casi ficticia entre Carlos y Diana, una distancia alargada que muestra el estado de su relación. Las bolas de pillar apuntan en triángulo a Diana, reforzando el ataque de Carlos hacia ella, y todo se dice a través de los planos.
Spencer es una apuesta arriesgada, y por lo mismo, criticada y en algunos sectores del público, mal recibida. Si Larraín hubiera querido hacer un biopic poco convencional nada más por el hecho de ser diferente, seguramente no le hubiera salido, pero la película tiene tanto cuidado por usar todo de lo que dispone para contarte y transmitirte el mundo interno de Diana Spencer, que es imposible no entrar en su convención, que si, psicologizada y todo, pero al final propositiva, congruente y funcional.
Desde el primer plano, los grandes angulares y la película de 16 mm, con una cinefotografía poco contrastada, casi sin presencias de sombras, nos da a entender que no se trata de un mundo "basado en hechos reales", sino inspirado. La advertencia/comentario del principio también parte de esta idea, en donde leemos "Una fábula basada en una tragedia". Y es que como dice el crítico Ayala Blanco, si esta película fuera un cuento de hadas, sería un anti-cuento de hadas, al menos por su estructura trágica. Todo en esta película está diseñado para crear un mundo subjetivo en donde entendamos los hechos a través de la visión/postura de Diana Spencer (Kristen Stewart). Por ello, Larraín deja por fuera los eventos aparentemente más interesantes de la película: la cena de Nochebuena, el día de Navidad, la caza de faisanes. En su lugar nos comparte cómo debió ser para Diana vivir la aprisionante firmeza de la Corona, en sus últimos días con la Casa Windsor, y por ello las escenas en el baño o en el dormitorio son lo más habitual. Es en estos momentos de soledad donde la película encuentra su mayor fuerza expresiva, algo que no se hubiera conseguido sin la actuación de Stewart, quien en su forma de caminar, mirar y hablar imprime una Diana malhumorada y al borde del llanto, un llanto que en solo una ocasión llega a suceder, pero que le da al personaje una tensión enorme entre el sentir interno y el ser externo determinado por la postura de las convenciones sociales.
El mundo caótico se refuerza con la banda sonora: el jazz, como estilo desordenado es lo que más se oye en la música extradiegética, sobretodo en los momentos de mayor tensión para la protagonista, una elección musical acorde al mundo interno de Diana; tenso y desbordado. Incluso en la cena, los violines que tocan de fondo (de manera diegética) se desvían en una tonada cada vez mas estresante hasta ser completamente subjetivos (extradiegéticos). Esta delicadeza de Pablo Larraín para pasar del mundo externo, generalmente establecido con planos abiertos y travelings laterales de seguimiento, al mundo interno, el cual es intimista y personal, reforzado con primeros planos deformados por la estética angulada, es lo que hace de esta dirección algo sobresaliente, pues el cambio es sútil pero por lo mismo, mucho más poderoso que hacerlo evidente.
El manejo de metáforas visuales es también otra fortaleza del film, pues sin necesidad de caer en simbolismos o significados ocultos, la historia nos cuenta más a través de la composición de sus planos. El mejor ejemplo y posiblemente mi escena favorita de la película, se encuentra cuando Diana enfrenta a Carlos (Jack Farthing) en el salón de billar y Larraín compone sus planos para que la mesa cree una distancia casi ficticia entre Carlos y Diana, una distancia alargada que muestra el estado de su relación. Las bolas de pillar apuntan en triángulo a Diana, reforzando el ataque de Carlos hacia ella, y todo se dice a través de los planos.
Spencer es una apuesta arriesgada, y por lo mismo, criticada y en algunos sectores del público, mal recibida. Si Larraín hubiera querido hacer un biopic poco convencional nada más por el hecho de ser diferente, seguramente no le hubiera salido, pero la película tiene tanto cuidado por usar todo de lo que dispone para contarte y transmitirte el mundo interno de Diana Spencer, que es imposible no entrar en su convención, que si, psicologizada y todo, pero al final propositiva, congruente y funcional.
22 de noviembre de 2021
22 de noviembre de 2021
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La princesa Diana ha dado lugar a varias adaptaciones de su vida para la pequeña y la gran pantalla. Pablo Larraín también se aproxima a este personaje en su film pero lo hace de una manera muy particular, casi rozando el terror psicológico.
La recreación de la época es impecable, pero hay que decir que Spencer no es una película clásica para deleitarse con la elegancia del universo que rodea a una familia real. Al contrario, son casi dos horas de angustia que se va generando despacio pero sin tregua. A pesar de que es una historia que hemos oído muchas veces, el enfoque consigue que resulte perturbadora.
El director ha elegido tres días de las vacaciones de Navidad de 1991, en la finca de Sandringham, para seguir a la protagonista en lo que pudo suceder entonces y construir, poco a poco, su malestar con los parientes políticos. Para ello, no utiliza un exceso de diálogos, sino que se acerca con la cámara para captar expresiones que evidencien la opresión. Y lo logra de tal modo que el espectador también se siente absorbido y arrastrado hasta acabar sufriendo con ella.
Una de las claves del éxito es la gran interpretación de Kristen Stewart, que lleva hasta un extremo enfermizo la relación de Diana con la realeza, sus trastornos alimentarios o sus tanteos de ideas suicidas. La caracterización física está también muy conseguida y, junto con la banda sonora, aportan realismo y mucha tensión al relato.
Con todos estos ingredientes, Larraín propone una visión diferente y emotiva de una personalidad icónica, que despierta en el público varios sentimientos a la vez. Y, aunque la cinta avanza a ritmo pausado, la audiencia se va asfixiando junto con Lady Di, a medida que transcurren los minutos y acaba deseando que ojalá no haya nadie tan infeliz en el planeta como se expone que lo fue Diana Frances Spencer.
www.contraste.info
La recreación de la época es impecable, pero hay que decir que Spencer no es una película clásica para deleitarse con la elegancia del universo que rodea a una familia real. Al contrario, son casi dos horas de angustia que se va generando despacio pero sin tregua. A pesar de que es una historia que hemos oído muchas veces, el enfoque consigue que resulte perturbadora.
El director ha elegido tres días de las vacaciones de Navidad de 1991, en la finca de Sandringham, para seguir a la protagonista en lo que pudo suceder entonces y construir, poco a poco, su malestar con los parientes políticos. Para ello, no utiliza un exceso de diálogos, sino que se acerca con la cámara para captar expresiones que evidencien la opresión. Y lo logra de tal modo que el espectador también se siente absorbido y arrastrado hasta acabar sufriendo con ella.
Una de las claves del éxito es la gran interpretación de Kristen Stewart, que lleva hasta un extremo enfermizo la relación de Diana con la realeza, sus trastornos alimentarios o sus tanteos de ideas suicidas. La caracterización física está también muy conseguida y, junto con la banda sonora, aportan realismo y mucha tensión al relato.
Con todos estos ingredientes, Larraín propone una visión diferente y emotiva de una personalidad icónica, que despierta en el público varios sentimientos a la vez. Y, aunque la cinta avanza a ritmo pausado, la audiencia se va asfixiando junto con Lady Di, a medida que transcurren los minutos y acaba deseando que ojalá no haya nadie tan infeliz en el planeta como se expone que lo fue Diana Frances Spencer.
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29 de enero de 2022
29 de enero de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lejos, lejísimos de los rutinarios biopic, Spencer centra su desarrollo en solo tres días de la vida de Diana donde como público nos metemos en la cabeza y sentir del personaje, y ahí donde el filme se vuelve enorme, no solo en la interpretación bárbara de Stewart si no también en el modo de contar la historia de Pablo Larrain, al final el cine, teatro y literatura tienen una característica central. No es lo que se cuenta es como. No miento si digo que el filme roza el terror psicológico de gran forma mientras comparte temas tan esenciales como la maternidad, la liberación , la futilidad de la existencia de la monarquía en pleno siglo xx y la incomprensión. Una enorme banda sonora termina de redondear la experiencia, una banda sonora pensada y compuesta en su mayoría para hacernos sentir más a esa Lady Di, como nunca antes la habíamos visto.
8.5/10
Opinión Final: Una mezcla de géneros de la mano del siempre cumplidor Larrain nos da una película llena de fuerza y emociones contenidas. Creo que dejé un par de uñas en la butaca de la frustración.
8.5/10
Opinión Final: Una mezcla de géneros de la mano del siempre cumplidor Larrain nos da una película llena de fuerza y emociones contenidas. Creo que dejé un par de uñas en la butaca de la frustración.
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