Spencer
6.3
8,161
Drama
Biopic de Lady Di que cuenta la historia de un fin de semana crucial a principios de los años 90, cuando la princesa Diana -de nombre Diana Frances Spencer- decidió que su matrimonio con el príncipe Carlos no estaba funcionando, y que necesitaba desviarse de un camino que la había puesto en primera fila para algún día ser reina... El drama tiene lugar durante tres días, en una de sus últimas vacaciones de Navidad en la Casa de Windsor ... [+]
19 de noviembre de 2021
19 de noviembre de 2021
1 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Independientemente de las sensibilidades artísticas de los equipos creativos implicados en sus producciones, hay algunas películas que se venden solas por sus características narrativas y tipológicas. Hasta tal punto que recurrir a festivales para embeberlas de prestigio puede incluso resultar superfluo. Tal es el caso de los biopics, género de probado interés popular por mucho que la crítica no deje de rabiar. La película que nos ocupa ha creado expectación por la figura retratada y el aliciente de la interpretación de su actriz principal, mientras que servidor ardía en deseos de verla por el realizador que la firma. Se trata de Spencer, nueva película del chileno Pablo Larraín con Kristen Stewart encarnando a Diana de Gales que fue presentada en la Sección Oficial del pasado Festival de Venecia. Su recibimiento crítico ha sido tibio, pero la alta estima en la que tengo a Stewart y mi admiración por el cine de Larraín hicieron inevitable que la cubriera con prontitud. Spencer es una película que transmite con fuerza sus ideas y utiliza los recursos cinematográficos con incuestionable destreza. Un ejercicio atmosférico desasosegante que, eso sí, agota sus ideas demasiado pronto.
Una volcánica golondrina encerrada en una jaula de cristal. Un deslumbrante astro resistiéndose a ser domado. Una joven luchando por preservar la esencia en un despiadado entorno regido por la tradición. Un universo regio del protocolo y de lo previamente establecido, que busca de ella crear un icono recto para lucir a la sociedad. La futura reina refugiándose en sus vástagos y en recorrido emocional para volver a ser, simplemente, Diana Spencer. Purgatorio real navideño de tres días con madre en constante punto de fuga. Un filme detallista ante todo en su retrato de las férreas normas, agendas y tradiciones que siguen todos los actores que operan en Windsor, desde los miembros de la familia real hasta el chef o el último del servicio. Un mundo cerrado presa de las apariencias donde nada se puede improvisar. La puesta en escena de esta idea es lo mas jugoso de la película: las marciales procesiones de legiones de mayordomos, criadas, responsables de vestuario o cocineros que al unísono siguen una estudiada coreografía de actos estandarizados hasta el último gesto. Filme engalanado de muchos quilates a nivel audiovisual: Larraín siempre tuvo mano orquestando los movimientos de cámara, y aquí esta se desplaza en estilizados movimientos laterales o circulares de aproximación, acomodándose por ópticas angulares y composiciones cuidadas con simetrías y especial cuidado a los pequeños detalles de dirección artística que dotan de dimensión a los lugares recreados. Recurre al fotoquímico para dar una brumosa textura de fragilidad, y a la opresiva y desquiciante música de Jony Greenwood para apuntalar el tono de demencia. Cómo cabría esperar, Kristen Stewart hace un portentoso trabajo, si bien no el mejor de su carrera: en ocasiones se recrea en la pose histriónica, pero arma un gran ejercicio gestual y corporal para transmitir esa angustia e incomprensión, esa abrasión en la propia piel. Una bella criatura que desearía estar en cualquier otro sitio.
Un filme que propone un paisaje psicológico estimulante, pero cuyos elementos paisajísticos quedan perfilados ya en su primera media hora. Su metraje resulta excesivo para lo que se propone, y su estructura ofrece una dinámica que se torna reiterativa. Dada su insistencia en recurrir a las mismas ideas expresivas y temáticas, provoca que, en última instancia, la película sea simple. Se centra tanto en la impactante recreación psicológica y física de Lady Di que el resto de personajes se resienten, y muchos de los miembros de la familia real abrazan sin reparo la caricatura. La simbología y analogías a las que recurre el guion de Knight son atractivas, pero la manera de ponerlas en escena resulta obvia. De tanto recurrir a ellas, burdas. Aún proponiéndose como objetivo principal incomodar, no es una película tan incisiva, y su acercamiento al mito y a los sucesos históricos escogidos no enriquece demasiado aquello que ya sabíamos previamente al visionado de la película. Y por preciosista que sea su factura, el potencial expresivo de sus elementos lingüísticos no se explotan a su máxima potencia. En suma, una recomendable y valiosa película que se habría visto beneficiado por un metraje mas conciso, y que permite intuir una excelencia fílmica que, quizás por falta de ambición, no se culmina.
Asfixiante, refinada y crítica, Spencer ofrece un retrato psicológico formalmente vistoso y atractivo pero limitado en su profundidad.
Una volcánica golondrina encerrada en una jaula de cristal. Un deslumbrante astro resistiéndose a ser domado. Una joven luchando por preservar la esencia en un despiadado entorno regido por la tradición. Un universo regio del protocolo y de lo previamente establecido, que busca de ella crear un icono recto para lucir a la sociedad. La futura reina refugiándose en sus vástagos y en recorrido emocional para volver a ser, simplemente, Diana Spencer. Purgatorio real navideño de tres días con madre en constante punto de fuga. Un filme detallista ante todo en su retrato de las férreas normas, agendas y tradiciones que siguen todos los actores que operan en Windsor, desde los miembros de la familia real hasta el chef o el último del servicio. Un mundo cerrado presa de las apariencias donde nada se puede improvisar. La puesta en escena de esta idea es lo mas jugoso de la película: las marciales procesiones de legiones de mayordomos, criadas, responsables de vestuario o cocineros que al unísono siguen una estudiada coreografía de actos estandarizados hasta el último gesto. Filme engalanado de muchos quilates a nivel audiovisual: Larraín siempre tuvo mano orquestando los movimientos de cámara, y aquí esta se desplaza en estilizados movimientos laterales o circulares de aproximación, acomodándose por ópticas angulares y composiciones cuidadas con simetrías y especial cuidado a los pequeños detalles de dirección artística que dotan de dimensión a los lugares recreados. Recurre al fotoquímico para dar una brumosa textura de fragilidad, y a la opresiva y desquiciante música de Jony Greenwood para apuntalar el tono de demencia. Cómo cabría esperar, Kristen Stewart hace un portentoso trabajo, si bien no el mejor de su carrera: en ocasiones se recrea en la pose histriónica, pero arma un gran ejercicio gestual y corporal para transmitir esa angustia e incomprensión, esa abrasión en la propia piel. Una bella criatura que desearía estar en cualquier otro sitio.
Un filme que propone un paisaje psicológico estimulante, pero cuyos elementos paisajísticos quedan perfilados ya en su primera media hora. Su metraje resulta excesivo para lo que se propone, y su estructura ofrece una dinámica que se torna reiterativa. Dada su insistencia en recurrir a las mismas ideas expresivas y temáticas, provoca que, en última instancia, la película sea simple. Se centra tanto en la impactante recreación psicológica y física de Lady Di que el resto de personajes se resienten, y muchos de los miembros de la familia real abrazan sin reparo la caricatura. La simbología y analogías a las que recurre el guion de Knight son atractivas, pero la manera de ponerlas en escena resulta obvia. De tanto recurrir a ellas, burdas. Aún proponiéndose como objetivo principal incomodar, no es una película tan incisiva, y su acercamiento al mito y a los sucesos históricos escogidos no enriquece demasiado aquello que ya sabíamos previamente al visionado de la película. Y por preciosista que sea su factura, el potencial expresivo de sus elementos lingüísticos no se explotan a su máxima potencia. En suma, una recomendable y valiosa película que se habría visto beneficiado por un metraje mas conciso, y que permite intuir una excelencia fílmica que, quizás por falta de ambición, no se culmina.
Asfixiante, refinada y crítica, Spencer ofrece un retrato psicológico formalmente vistoso y atractivo pero limitado en su profundidad.
20 de noviembre de 2021
20 de noviembre de 2021
3 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corren malos tiempos para la familia real británica.
Al fallecimiento del Duque de Edimburgo y las escandalosas revelaciones en Oprah del Príncipe Harry y la Duquesa Meghan, se suma la imagen no demasiado buena que se da de ellos en la magistral serie The Crown, especialmente en lo que respecta al trato a la protagonista de Spencer, la cinta que hoy nos ocupa. Por contra, el recuerdo de Diana de Gales, 24 años después de su muerte, sigue más vivo que nunca, y continúa siendo una influencia innegable y una persona adorada por millones de personas y una figura mítica que, especialmente en los últimos tiempos, ha inspirado multitud de proyectos artísticos. Benditos los ingleses, que permiten una ficción libre. En buena hora íbamos a ver en España una película como esta sobre nuestra familia real o una serie como The Crown.
En Spencer nos encontramos una fábula, como se nos avisa al principio, de lo que pudieron ser aquellos días de diciembre de 1991 en los que Diana, princesa de Gales, tomó la decisión de separarse de su marido y comenzar a tomar las riendas de su propia vida. Una vida, como vemos en la película, en la que todo estaba medido al milímetro, donde se le decía qué vestido tenía que ponerse en cada ocasión y donde cada movimiento estaba vigilado porque, básicamente, no se fiaban de ella por la creciente tensión en su matrimonio con el Príncipe Carlos debido a su affaire con su hoy esposa, Camilla Parker-Bowles. Partiendo de esta base, el chileno Pablo Larraín compone un poema, porque eso es lo que es Spencer: un poema de belleza absoluta, arrebatadora, apabullante. Belleza visual, porque Larraín cuida el plano hasta el extremo, recreándose en los ojos y movimientos de su protagonista, y regalando secuencias que son de un lirismo excepcional, como por ejemplo es la de sus recuerdos en la casa familiar. Una poesía y un lirismo que acompaña y acrecienta maravillosamente la excepcional banda sonora de Jonny Greenwood, que a ratos parece rendir homenaje al maestro Philip Glass (sobre todo en su magistral música para Las Horas) y a ratos contribuye a aumentar la tensión hasta cotas casi insoportables emocionalmente para el espectador, como también ocurría en la reciente La Favorita de Yorgos Lanthimos, con la que Spencer guarda más de un paralelismo, aunque es bastante más comercial y amable que aquella.
El retrato que la película hace de Diana de Gales es, además, siempre respetuoso, pero sin renunciar a mostrar las sombras. De hecho, la Diana que vemos en la película es una mujer ya al límite de sus fuerzas, víctima de alucinaciones, estrés y ansiedad aguda, a quien sólo sus hijos salvan de caer en un profundo y negro abismo de desesperación y depresión, pero que sigue adelante con fuerza y determinación por mantener su individualidad y por ser la mejor madre para sus retoños. Además, entre tanta tragedia, Larraín también hace hueco al humor, en escenas tan divertidas como aquella en la que Diana trata de regalar su collar de perlas a una joven criada, la respuesta que da a su nueva vestidora para que la deje sola en la habitación o el maravilloso momento que comparte con sus hijos en plena noche del 24 de diciembre (una escena profundamente emotiva y excepcional).
Algo en lo que patina Larraín, sin embargo, es en el ritmo, que sufre pequeños bajones especialmente en su segundo acto, y en el retrato de la familia real, y especialmente del Príncipe Carlos, a quien sólo faltan unos cuernos de demonio para ser más malvado. Hay una descripción maniquea del heredero del trono, mucho menos inteligente y respetuosa de la que se hace de él en la mencionada The Crown, y es una pena, porque por ejemplo el personaje de Timothy Spall sí está más desarrollado y tiene más profundidad. Tampoco aporta mucho la revelación del personaje de Sally Hawkins, la verdad, y dicho giro argumental suena más a convención por la época que vivimos.
Sin embargo, si por algo va a ser recordada la película es por la excepcional interpretación de Kristen Stewart en la piel de Diana. La protagonista de Personal shopper hace la mejor actuación de una carrera maravillosa, sí, en la que ya había hecho interpretaciones memorables como en la mencionada Personal shopper, Viaje a Sils Maria, JT LeRoy o American ultra, pero aquí calla definitivamente todas las bocas que seguían echando veneno sobre ella por haber osado ser la protagonista de la saga Crepúsculo y de Blancanieves con un auténtico recital. Stewart, bellísima, doliente y con un impecable acento inglés (cuesta recordar que nació en Los Angeles), ríe, llora, sufre, ama y traga bilis con una elegancia y una expresividad memorables, sin imitar en ningún momento ni a la Diana real ni a la que ha hecho maravillosamente Emma Corrin en The Crown. Esta es su Diana, la Diana de una actriz en el mejor momento de su carrera, y es absolutamente memorable. Los premios del año tienen que ser para ella.
La mejor película en lo que va de año, sin duda alguna. Imprescindible.
Lo mejor: La excepcional belleza de la realización de Pablo Larraín, la música maravillosa de Jonny Greenwood, el respeto con que se ha tratado la figura de Diana de Gales y la excepcional interpretación de Kristen Stewart.
Lo peor: El retrato unidimensional del Príncipe Carlos y algunos pequeños baches de ritmo.
Al fallecimiento del Duque de Edimburgo y las escandalosas revelaciones en Oprah del Príncipe Harry y la Duquesa Meghan, se suma la imagen no demasiado buena que se da de ellos en la magistral serie The Crown, especialmente en lo que respecta al trato a la protagonista de Spencer, la cinta que hoy nos ocupa. Por contra, el recuerdo de Diana de Gales, 24 años después de su muerte, sigue más vivo que nunca, y continúa siendo una influencia innegable y una persona adorada por millones de personas y una figura mítica que, especialmente en los últimos tiempos, ha inspirado multitud de proyectos artísticos. Benditos los ingleses, que permiten una ficción libre. En buena hora íbamos a ver en España una película como esta sobre nuestra familia real o una serie como The Crown.
En Spencer nos encontramos una fábula, como se nos avisa al principio, de lo que pudieron ser aquellos días de diciembre de 1991 en los que Diana, princesa de Gales, tomó la decisión de separarse de su marido y comenzar a tomar las riendas de su propia vida. Una vida, como vemos en la película, en la que todo estaba medido al milímetro, donde se le decía qué vestido tenía que ponerse en cada ocasión y donde cada movimiento estaba vigilado porque, básicamente, no se fiaban de ella por la creciente tensión en su matrimonio con el Príncipe Carlos debido a su affaire con su hoy esposa, Camilla Parker-Bowles. Partiendo de esta base, el chileno Pablo Larraín compone un poema, porque eso es lo que es Spencer: un poema de belleza absoluta, arrebatadora, apabullante. Belleza visual, porque Larraín cuida el plano hasta el extremo, recreándose en los ojos y movimientos de su protagonista, y regalando secuencias que son de un lirismo excepcional, como por ejemplo es la de sus recuerdos en la casa familiar. Una poesía y un lirismo que acompaña y acrecienta maravillosamente la excepcional banda sonora de Jonny Greenwood, que a ratos parece rendir homenaje al maestro Philip Glass (sobre todo en su magistral música para Las Horas) y a ratos contribuye a aumentar la tensión hasta cotas casi insoportables emocionalmente para el espectador, como también ocurría en la reciente La Favorita de Yorgos Lanthimos, con la que Spencer guarda más de un paralelismo, aunque es bastante más comercial y amable que aquella.
El retrato que la película hace de Diana de Gales es, además, siempre respetuoso, pero sin renunciar a mostrar las sombras. De hecho, la Diana que vemos en la película es una mujer ya al límite de sus fuerzas, víctima de alucinaciones, estrés y ansiedad aguda, a quien sólo sus hijos salvan de caer en un profundo y negro abismo de desesperación y depresión, pero que sigue adelante con fuerza y determinación por mantener su individualidad y por ser la mejor madre para sus retoños. Además, entre tanta tragedia, Larraín también hace hueco al humor, en escenas tan divertidas como aquella en la que Diana trata de regalar su collar de perlas a una joven criada, la respuesta que da a su nueva vestidora para que la deje sola en la habitación o el maravilloso momento que comparte con sus hijos en plena noche del 24 de diciembre (una escena profundamente emotiva y excepcional).
Algo en lo que patina Larraín, sin embargo, es en el ritmo, que sufre pequeños bajones especialmente en su segundo acto, y en el retrato de la familia real, y especialmente del Príncipe Carlos, a quien sólo faltan unos cuernos de demonio para ser más malvado. Hay una descripción maniquea del heredero del trono, mucho menos inteligente y respetuosa de la que se hace de él en la mencionada The Crown, y es una pena, porque por ejemplo el personaje de Timothy Spall sí está más desarrollado y tiene más profundidad. Tampoco aporta mucho la revelación del personaje de Sally Hawkins, la verdad, y dicho giro argumental suena más a convención por la época que vivimos.
Sin embargo, si por algo va a ser recordada la película es por la excepcional interpretación de Kristen Stewart en la piel de Diana. La protagonista de Personal shopper hace la mejor actuación de una carrera maravillosa, sí, en la que ya había hecho interpretaciones memorables como en la mencionada Personal shopper, Viaje a Sils Maria, JT LeRoy o American ultra, pero aquí calla definitivamente todas las bocas que seguían echando veneno sobre ella por haber osado ser la protagonista de la saga Crepúsculo y de Blancanieves con un auténtico recital. Stewart, bellísima, doliente y con un impecable acento inglés (cuesta recordar que nació en Los Angeles), ríe, llora, sufre, ama y traga bilis con una elegancia y una expresividad memorables, sin imitar en ningún momento ni a la Diana real ni a la que ha hecho maravillosamente Emma Corrin en The Crown. Esta es su Diana, la Diana de una actriz en el mejor momento de su carrera, y es absolutamente memorable. Los premios del año tienen que ser para ella.
La mejor película en lo que va de año, sin duda alguna. Imprescindible.
Lo mejor: La excepcional belleza de la realización de Pablo Larraín, la música maravillosa de Jonny Greenwood, el respeto con que se ha tratado la figura de Diana de Gales y la excepcional interpretación de Kristen Stewart.
Lo peor: El retrato unidimensional del Príncipe Carlos y algunos pequeños baches de ritmo.
25 de noviembre de 2021
25 de noviembre de 2021
1 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A falta de The Crown, esa obra maestra de Netflix cuya quinta temporada se va a hacer de rogar, llega este filme (que ojo, no es un biopic) sobre Lady Di, con Kristen Stewart interpretándola. Se centra en las navidades de 1991 que Diana pasó en el castillo de Windsor, como es tradición en la familia real británica, y en las que decidió que ya no quería llevar más esa vida.
¿Ficción o realidad? Es la primera pregunta que me asalta la mente cuando empieza Spencer. SinSin embargo, me olvido de ella a los cinco minutos, en cuanto Kristen Stewart aparece en pantalla y se adueña de la película. Ella es lo principal, todo lo demás es secundario; pequeños elementos que se limitan a plasmar y representar cómo se siente Diana. Toda la cinta es un reflejo de lo que siente; transmite al espectador sus emociones haciéndole partícipe de ellas. Cuando Diana está agobiada, la cámara se mueve rápido, la música se acelera y se sube el volumen, volviéndose pesada, mientras ella vomita en el baño o sale corriendo. Cuando está triste, planos o muy alejados de ella o muy cercanos para mostrar su fragilidad, y fotografía oscura. Tú como espectador sientes todo eso, y quieres gritar para que todo pare, acercarte a ella y decirle que todo va a salir bien.
Perlas. Carlos se las ha regalado a Diana y a la otra, cuyo nombre jamás se menciona. Metáforas como esas perlas van apareciendo a lo largo de toda la película, cargándola de simbolismo y engrandeciendo su impacto emocional sobre la audiencia. No obstante, hay veces que ese simbolismo se les va de las manos, volviéndose a ratos ridículos e incluso estando a punto de minar el esfuerzo previo porque comprendas a Diana. Por suerte, cuando ocurren son errores rápidamente enmendados; aunque eso no quiere decir que se los perdonemos.
Y por supuesto Kristen. Sencillamente magistral. Si me pongo a recitar adjetivos para describir su actuación acabaré siendo empalagoso, así que prefiero dejarlo así.
Todo esto que acabo de mencionar, desde la fotografía hasta la música, está meticulosamente dirigido; nada chirría, todo encaja como debe (salvo las excepciones ya mencionadas), y resulta en un filme magnífico y poderoso; y al mismo tiempo impactante y estremecedor. Un maravilloso pero sobrecogedor retrato de una mujer rota.
¿Ficción o realidad? Es la primera pregunta que me asalta la mente cuando empieza Spencer. SinSin embargo, me olvido de ella a los cinco minutos, en cuanto Kristen Stewart aparece en pantalla y se adueña de la película. Ella es lo principal, todo lo demás es secundario; pequeños elementos que se limitan a plasmar y representar cómo se siente Diana. Toda la cinta es un reflejo de lo que siente; transmite al espectador sus emociones haciéndole partícipe de ellas. Cuando Diana está agobiada, la cámara se mueve rápido, la música se acelera y se sube el volumen, volviéndose pesada, mientras ella vomita en el baño o sale corriendo. Cuando está triste, planos o muy alejados de ella o muy cercanos para mostrar su fragilidad, y fotografía oscura. Tú como espectador sientes todo eso, y quieres gritar para que todo pare, acercarte a ella y decirle que todo va a salir bien.
Perlas. Carlos se las ha regalado a Diana y a la otra, cuyo nombre jamás se menciona. Metáforas como esas perlas van apareciendo a lo largo de toda la película, cargándola de simbolismo y engrandeciendo su impacto emocional sobre la audiencia. No obstante, hay veces que ese simbolismo se les va de las manos, volviéndose a ratos ridículos e incluso estando a punto de minar el esfuerzo previo porque comprendas a Diana. Por suerte, cuando ocurren son errores rápidamente enmendados; aunque eso no quiere decir que se los perdonemos.
Y por supuesto Kristen. Sencillamente magistral. Si me pongo a recitar adjetivos para describir su actuación acabaré siendo empalagoso, así que prefiero dejarlo así.
Todo esto que acabo de mencionar, desde la fotografía hasta la música, está meticulosamente dirigido; nada chirría, todo encaja como debe (salvo las excepciones ya mencionadas), y resulta en un filme magnífico y poderoso; y al mismo tiempo impactante y estremecedor. Un maravilloso pero sobrecogedor retrato de una mujer rota.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Las dos únicas cosas que no me han gustado han sido todo lo de Ana Bolena y el enamoramiento de su criada. Lo primero me ha parecido exagerado y ridículo; lo segundo no viene a cuento y es inverosímil.
Debo destacar la escena en la que Diana rompe su collar de perlas en las escaleras, y entre medias vemos una serie de imágenes de ella desde su niñez hasta su edad adulta, y la vemos bailando, corriendo...una de esas escenas con papeletas para conventirse en historia del cine. Ojalá sea así.
Debo destacar la escena en la que Diana rompe su collar de perlas en las escaleras, y entre medias vemos una serie de imágenes de ella desde su niñez hasta su edad adulta, y la vemos bailando, corriendo...una de esas escenas con papeletas para conventirse en historia del cine. Ojalá sea así.
19 de enero de 2022
19 de enero de 2022
2 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver Spencer, le tenía unas ganas locas, con lo cual mis expectativas eran altas, pero mi sorpresa ha sido que me he encontrado con algo aún mejor.
Toda ella es redonda, maravillosa con un empaque tanto visual como narrativo excelente.
Larrain ha hecho un trabajo increíble de dirección y a diferencia de su anterior biopic Jackie, he visto un cambio en cuanto a su fotografía y nivel técnico tan exquisito y enriquecedor de sus imágenes llenas de sensibilidad con planos de suave movimiento.
A nivel história es extraordinaria la forma en que nuestra protagonista nos muestra la angustia asfixiante que no le deja respirar, en ambiente opresivo que se vive en palacio, su vida vacía rodeada de normas, costumbres y obligaciones ridículas, su anulación como persona, el ambiente incómodo que se puede cortar con el filo de un cuchillo, sus hijos es el único respiro que tiene.
Que decir de Kristen Stewart, no podía haber revivido mejor a Diana de Gales, toda ella, su mirada tímida, sus andares, gestos, expresiones, ha estado maravillosa.
Sin duda es una historia de cuento terrorífica con tintes poéticos.
Toda ella es redonda, maravillosa con un empaque tanto visual como narrativo excelente.
Larrain ha hecho un trabajo increíble de dirección y a diferencia de su anterior biopic Jackie, he visto un cambio en cuanto a su fotografía y nivel técnico tan exquisito y enriquecedor de sus imágenes llenas de sensibilidad con planos de suave movimiento.
A nivel história es extraordinaria la forma en que nuestra protagonista nos muestra la angustia asfixiante que no le deja respirar, en ambiente opresivo que se vive en palacio, su vida vacía rodeada de normas, costumbres y obligaciones ridículas, su anulación como persona, el ambiente incómodo que se puede cortar con el filo de un cuchillo, sus hijos es el único respiro que tiene.
Que decir de Kristen Stewart, no podía haber revivido mejor a Diana de Gales, toda ella, su mirada tímida, sus andares, gestos, expresiones, ha estado maravillosa.
Sin duda es una historia de cuento terrorífica con tintes poéticos.
21 de noviembre de 2021
21 de noviembre de 2021
3 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pablo Larraín se atreve a escenografiar el estado mental de Diana de Gales, durante tres días de su vida, mientras la Navidad guillotina cualquier tipo de esperanza en tan frío palacio. Kirsten Stewart dota al personaje de una dulzura y languidez mayor, que la de su apetito hacia el amor. Una película excepcional y osada, que escapando del cine convencional aporta una experiencia claustrofóbica, y en donde los cuentos de princesas se revelan como armas que decapitan sueños.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Diana está perdida, así lo dice ella al comienzo del film, "no sé dónde estoy", dice. Y es con esa verdad máxima donde comienza su lucha hacia su huída.
Vive en la frialdad de un palacio, entre la porcelana de los platos y la del W.C se gesta su enfermedad; su acto de rebeldía; el verdugo de su salud y protocolo, daña a todos y hace victoriosa, a su fama de locura. Ese ambiente carente de voces y rico en proteínas, hace que su corazón ansíe, un ápice de empatía. Y la encuentra en dos mujeres, una muerta y otra viva; que la salva, cada mañana, con su luz tras las cortinas, pero tras su partida obligada sólo habitan telas y costuras, en el lugar dónde el sol brillaría.
Y llega el tiempo, en donde la Diana niña, que sueña con ser bailarina, despierta danzando a solas, cercenada la música del ambiente, pero nunca del alma; emprende su huída..y corre y corre ..sin mirar atrás, del cuento de princesas prometidas. Ya no quiere ser reina, solamente quiere ser un faisán que se libra de la escopeta y del plato, y vuela, con su único plumaje, al paisaje que se pinta desde la libertad que otorga, ser la persona que; solamente Ella, soñaría.
Vive en la frialdad de un palacio, entre la porcelana de los platos y la del W.C se gesta su enfermedad; su acto de rebeldía; el verdugo de su salud y protocolo, daña a todos y hace victoriosa, a su fama de locura. Ese ambiente carente de voces y rico en proteínas, hace que su corazón ansíe, un ápice de empatía. Y la encuentra en dos mujeres, una muerta y otra viva; que la salva, cada mañana, con su luz tras las cortinas, pero tras su partida obligada sólo habitan telas y costuras, en el lugar dónde el sol brillaría.
Y llega el tiempo, en donde la Diana niña, que sueña con ser bailarina, despierta danzando a solas, cercenada la música del ambiente, pero nunca del alma; emprende su huída..y corre y corre ..sin mirar atrás, del cuento de princesas prometidas. Ya no quiere ser reina, solamente quiere ser un faisán que se libra de la escopeta y del plato, y vuela, con su único plumaje, al paisaje que se pinta desde la libertad que otorga, ser la persona que; solamente Ella, soñaría.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here