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El último hombre

Acción. Drama. Thriller Año 1931. Hasta Jericó, Texas, un pueblo del Oeste medio fantasma solo llegan los gángsters de Chicago. Hasta que un día llega un misterioso desconocido, que busca un sitio para pasar la noche y se hace llamar Smith (Bruce Willis). Enseguida, se creará una peligrosa reputación y se verá envuelto en una lucha entre dos bandas rivales, quedando a merced de ambas. (FILMAFFINITY)
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7
13 de octubre de 2008
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante la era de la ley seca en Texas, un misterioso personaje identificado por él mismo como John Smith (Bruce Willis), llega a Jericó, un pueblo cercano a la frontera con México. En el, John Smith se encuentra con un enfrentamiento entre una banda irlandesa liderada por Doyle (David Patrick Kelly) y una banda italiana liderada por Strozzi (Ned Eisenberg). Smith se posicionará en uno u otro bando, según le convenga económicamente.

También se encuentran algunos ciudadanos que intentan sobrevivir, Joe Monday (William Sanderson) a cargo del un hotel de tercera y un oficial corrupto, el Sheriff Ed Galt (Bruce Dern). Inmediatamente Smith se gana la atención al matar a uno de los hombres de Doyle, un intrépido acto que atrae la atención de ambos bandos. Mientras el número de tiroteos y de muertes va aumentando, Smith se toma su propia justicia para conseguir ser el último hombre vivo.

La película resulto ser un fracaso de ventas, su presupuesto de producción fue de $67 millones (mm) y solamente genero $47mm ($18mm en USA solamente) en taquillas.

Además recibió duras críticas, en especial a la atmósfera depresiva de la película (algunas escenas resultan groseras en imágenes y diálogos), las secuencias de acción, aunque bien rodadas, se hacen repetitivas y la monótona personalidad del personaje interpretado por Bruce Willis desespera.
7
8 de diciembre de 2016 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Dashiell Hammet escribió su primera novela, denominada "Cosecha Roja" (Red Harvest, 1929), —editada por primera vez en España por Alianza Editorial en 1967—, no se imaginaría para nada que había confeccionado una de las mejores fuentes cinematográficas de la Historia. En primer lugar fue el maestro del cine japonés Akira Kurosawa quién la adaptó a la gran pantalla con "Yojimbo (El mercenario)" (Yôjinbô, 1961), en la cual cambió la ambientación original de la novela (una ciudad minera del Estado de Montana, Estados Unidos) por el Japón feudal de finales del Siglo XIX. Unos años más tarde, fue el genial cineasta italiano Sergio Leone quién volvería a adaptar el citado libro en "Por un puñado de dólares" (Per un pugno di dollari, 1964), la película que ayudó a asentar las bases del "Spaghetti Western" como subgénero cinematográfico; además de lanzar a la fama tanto a su director como a su actor protagonista, un joven Clint Eastwood. En último lugar, más de treinta años después del clásico de Leone, el director estadounidense Walter Hill la adaptó por tercera —y última vez hasta la fecha—, en ésta que nos concierne, titulada "El Último Hombre" (Last Man Standing, 1996).

La premisa nos sitúa en la polvorienta ciudad de Jericho, durante la época en la que imperaba la ley seca en Nevada. Un misterioso personaje (identificado por él mismo como John Smith) llega por azar al pueblo del medio oeste buscando un lugar donde pasar la noche. Al poco tiempo de llegar, se creará una peligrosa reputación y se verá envuelto en una lucha entre dos bandas de gángsters rivales —enfrentadas por dominar el contrabando de alcohol—, siendo una irlandesa liderada por Doyle y otra italiana liderada por Strozzi, quedando a merced de ambas.

Su director Walter Hill, conocido especialmente por haber dirigido la película de culto "The Warriors" (Id., 1979), y formar parte de la 'Generación de los 70' (también conocida como 'New Hollywood Group', que derivaba de la llamada 'Generación de la Televisión') junto con Steven Spielberg, George Lucas, John Milius, Brian De Palma, Martin Scorsese, Paul Schrader, Francis Ford Coppola entre otros... que modernizaron el cine estadounidense, acabando con el 'Sistema de los Grandes Estudios'... siempre ha confesado que su gran pasión ha sido el género western, siendo su principal referente la obra de John Ford, a pesar de que muchos de sus éxitos formen parte del cine policíaco y la comedia; no obstante, cuenta con numerosas películas enmarcadas dentro del género del Oeste. Su primera incursión fue con "Forajidos de Leyenda" (The Long Riders, 1980), un trabajo influenciado por el cine de Sam Peckinpah —con el que trabajó como guionista en 1972 en la genial "La Huida" (The Getaway)—, que contaba con tres familias de hermanos de actores (los Carradine, los Keach y los Quaid) encarnando a otros tantos clanes de criminales (los Younger, los Miller y los James), del que cabe puntualizar que en esencia era un filme bastante clásico. El mismo Hill afirmó en una entrevista:

«La decadencia del western vino cuando los directores quisieron usarlo para explicar teorías psicoanalíticas; sin embargo, funcionan mejor cuando se trabajan con material moral y responden a los esquemas de la tragedia griega».

Aunque no obtuvo la repercusión esperada, sin duda es un largometraje bastante reivindicable; del mismo modo que "Gerónimo, Una leyenda" (Gerónimo, an American Legend, 1993) con Gene Hackman y Robert Duvall, "Wild Bill" (Id., 1995) con Jeff Bridges y Ellen Barkin, y ésta que nos ocupa "El Último Hombre".

Este 'remake de remakes' es un filme que fusiona de forma inteligente y muy interesante el Western con el Cine Neo-Noir, habiendo muchos de los elementos que a mediados de los años treinta y las décadas de los 40 y 50 hicieron reconocible y grande ese género, tales como: las bandas de gángsters, los violentos tiroteos con revólveres y ametralladoras, la 'femme fatale' de turno y ese antihéroe solitario que narra la historia a modo de voz en off (que nos permite adentrarnos en sus pensamientos, repletos de ironía y sarcasmo, ayudando a comprender sus intenciones y dándole sentido a sus actos).

Hill nos presenta una cinta cruda, explícita y repleta de escenas de acción verdaderamente trepidantes; asimismo, cuenta con un impresionante reparto encabezado por el carismático Bruce Willis, y en el que podemos encontrar a Christopher Walken (que se erige como el contrapunto perfecto al personaje de Willis y quizás sea el más destacado de todo el elenco), también se encuentran Bruce Dern, R.D. Call, Ned Eisenberg, una hermosa Karina Lombard o Michael Imperioli (conocido por salir en la ya mítica serie de televisión de David Chase "Los Soprano"), entre otros. De manera análoga, también destaca la estupenda fotografía en tonos rojizos y amarillentos que ayudan a potenciar la fantástica atmósfera depresiva y sofocante; al mismo tiempo, se ve complementada de maravilla con los lisérgicos rasgados de la guitarra eléctrica slide de Ry Cooder, que dan forma a la banda sonora.

En síntesis, a pesar de que fue un fracaso comercial, recibiendo pobres críticas en su momento, las cuales hacían referencia a esta atmósfera antes reseñada y sobretodo a la expresión tipo 'encefalograma plano' a cargo de Bruce Willis; pienso que es una película más que digna, bastante infravalorada y recomendable, ya que está filmada con mucho estilo, primando el buen gusto que atesora su director, y en el que su visceralidad casi poética en los tiroteos, el tórrido calor, el carisma de los protagonistas y ese árido pueblo fronterizo en mitad de la nada desértica en el que impera la ley del más fuerte, hace las delicias de cualquier amante del Western que se precie.
7
23 de junio de 2017 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso de qué manera pueden reciclar los directores y productores de cine una idea a lo largo de los años en la industria en lugar de intentar esforzarse un poco en crear algo original, a veces con resultados buenos, otras de calidad muy dudosa.
¿Dónde queda "El Último Hombre"?, probablemente en tierra de nadie, como el mismo pueblo que aparece en su historia. Walter Hill, realizador incomprendido y vilipendiado, vio cómo le volvían a llover palos con sus tardíos regresos al "western" de carácter épico-biográfico ("Geronimo" y "Wild Bill").

Entonces los de New Line Cinema le proponen una chifladura: hacer un "remake" de "Yojimbo" (¡un "re-remake"!), lo cual no recibió con mucho entusiasmo hasta que terminó aceptando, con la condición de no situar otra vez la trama en el Oeste. Así, el Japón feudal y los ronin de Kurosawa y los caballos y cuatreros de Leone son sustituidos por vehículos, gángsters y unos EE.UU. de la época de la Ley Seca; y cosas de la vida, este universo se acerca mucho más al imaginado por el maestro Dashiell Hammett en "Red Harvest", su primer trabajo y maravilla de la literatura negra que sirvió de inspiración a Kurosawa y Ryuzo Kikushima.
Hill no utiliza el trasfondo sobre la corrupción y el capitalismo estadounidense de la novela ni al agente de la Continental tan propio del autor, sin embargo aquí se nos presenta a otro ronin, del salvaje Oeste, en perpetua huida hacia México. Si Sanjuro lanzaba un palo al aire para ver en qué dirección caía, John Smith usará su botella vacía de J&B durante un inicio más duro que las piedras en el que el cabrón de Hill ya me hace tragar polvo. Y la dirección es la que ya nos esperamos: un pueblo que es lo más parecido al Infierno en la tierra, no llamado Poisonville como en la novela, sino Jericho. Bruce Willis pasea su rostro pétreo, los modales adustos y la moral ambigua de los clásicos anti-héroes del género.

De nuevo dos bandas, unos italianos y unos irlandeses, perfectas víctimas para las artimañas del astuto y rudo protagonista, que con mala ostia nos narra su epopeya reforzando así el carácter novelesco (aunque a veces molestando pues sus planes se quedan al descubierto); también hay un trío de mujeres implicadas y se las dota de un carisma mayor que en las anteriores adaptaciones: la chica del jefe italiano (Lucy), la del jefe irlandés (Felina) y una valiente prostituta (Wanda). Todas presas del ego, la fuerza bruta y la territorialidad de los hombres pero liberadas con la llegada de Smith, quien ve en ellas la oportunidad de redimir su falta de conciencia.
Así, una ambigüedad que le sitúa entre el Bien y el Mal. Conocido por su extrema sensibilidad, Hill es el adecuado para plasmar el imaginario de un autor "hard-boiled" como Hammett, adornándolo de pinceladas "noir" que nos retrotraen a un cine de raíces añejas, pagando tributo a sus mentores. Por ello todo asfixia hasta la extenuación, a nivel físico y natural (el polvo del desierto, los vasos de whiskey, los chorros de sangre derramados y pudriendo la madera, la carrocería de los vehículos abrasándose, los cadáveres cubiertos de moscas...) y emocional (la codicia, la testosterona, la traición, la inmoralidad...).

Un escenario agobiante de colores anaranjados a veces muy Tony Scott para mi gusto, pero bien modelado gracias a la potente música de Ry Cooder, la fotografía de Lloyd Ahern y la dirección artística de Barry Chusid, figurando las llamas del Infierno en la ardiente arena que pisan los personajes y en la que se hunden más a medida que avanza el argumento, con sus mordaces engaños y recolección de muertos, que tienen lugar durante unas secuencias de acción dirigidas con el acostumbrado nervio de Hill, donde mejor expone su habitual homenaje a Peckinpah, también con varias licencias en comparación con la de Kurosawa y más sombría que la de Leone, sin una pizca de su afilada sátira, donde la subtrama de la esposa usada como pago no es tan importante.
No obstante el film es en su conjunto una evocación honesta, retorcida y no menos amarga de todo el género al cual rinde tributo, puede que corrupta en su mente y cuerpo pero más pura en su interior, como el (anti-)héroe que la protagoniza, cuyas acciones son más directas que las de los sibilinos Sanjuro y el Hombre sin Nombre. Al lado de un Bruce Willis que hereda los mejores tics de los duros de antaño (aquellos Ladd, Bogart, Cooper) y que no disfrutó mucho durante el rodaje, tenemos a dos titanes como Bruce Dern y ese Christopher Walken de nuevo perfecto como villano repulsivo, tal vez homólogo del Ramón de Gian Maria Volonté.

Y esas tres bellezas: Alexandra Powers, Leslie Mann y Karina Lombard, cada una con su estilo y fuerza (personalmente me quedo con la primera). Era de esperar que la suerte no acompañase al cineasta y su obra, cuyo metraje había sido reducido en extremo; se estrelló en taquilla como todo lo que estuvo haciendo además de ser pobremente recibida por una crítica indiferente.
No entendieron la humilde intención de Hill, su puro ejercicio de estilo con el que se regocija en su extrema crueldad y misoginia mientras se empeña en que las balas nos crujan los huesos, los pulmones se nos llenen de arena, la sangre nos salpique en toda la cara y los tímpanos nos revienten con cada disparo, porque si algo es la película es muy estridente. Como él, John Smith se dirige hacia el crepúsculo, amoratado y sangrante, y Hammett está ahí, en el horizonte, observando muy orgulloso...
6
12 de febrero de 2021 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De acuerdo con que ""Last man" es una adaptación del "Yojimbo" de Kurosawa,(la cual reconozco no haber visto,) que a su vez adaptó Sergio Leone, en la estupenda "por un puñado de dólares" (película por cierto, muy superior a la que es objeto de esta crítica), pero no cabe duda de que Walter Hill supo imprimir a su versión su visión personal, que lo distancia de las anteriores para bien y para mal.

"Last Man" es una aceptable película de acción que bebe de las fuentes de todos las "especies" del "Género", por decirlo de alguna manera. (Negro, Thiller, gansteril, policiaco..con pinceladas nada sutiles de Western y hasta "road movie", pero que forman un todo, hasta cierto punto, bastante coherente con lo que se cuenta.

Willis compone un personaje, especie de justiciero antiheroe "bogartdiano", pero desprovisto de las suaves elegancias que el inmortal actor de "Casablanca" le hubiera imprimido, y traspasado de explícita violencia que un "Philip Marlowe" o incluso un Roy Earle de "El último refugio" hubiese siempre evitado.
Así, los componentes ultratópicos del personaje de John Smith, y sus soliloquios narrativos llenos de frases lapidarias impregnadas de nihilismo ("Siempre me han caído mejor los pecadores que los santos") parecen por momentos acercarlo incluso a la autoparodia, en la línea del "Kaiser Lupowitch" de "El Gran Jefe", de Woody Allen, narración corta, casi desconocida del director neoyorkino, cuya lectura recomiendo.

Con unos "malos" que visten demasiado bien para formar parte de ese pueblo fronterizo casi de pesadilla, interpretados por actores como Ned Eisenberg, o R.D. Llamar, lamentablemente desprovistos, a su vez, de esa pátina de divertida insania que transmitía, con más eficacia, el Ramón Rojo de Gian María Volonté, el film de Walter Hill es un aceptable divertimiento, en donde, como suele suceder en sus películas, la violencia explícita (Y bien filmada) nunca resulta gratuita, sino justificada en el contexto de lo que se cuenta.

Filmada con deprimente color sepia, que retrata con cierta eficacia, los paisajes desérticos de la América de la Depresión, "Last man" nunca llega a apasionar al espectador, pero de alguna manera consigue "atraparlo en su envolvente atmósfera, haciendo que la película se siga hasta el fín, sin desencantos, y sin entusiasmos.

Aunque siempre es recomendable ver las películas en su versión original, la versión doblada aporta, al menos, la impagable voz de "Ramón Langa" actor de doblaje sin el cual hoy en día es ya imposible concebir a Bruce Willis.

No es la mejor película de Walter Hill, pero se deja ver con agrado.
7
25 de marzo de 2017 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Cuando esto comenzó, sólo quería ganar dinero. Ahora se convirtió en un asunto personal."

Balas disparadas en dirección hacía su objetivo con determinación. Disparos que suenan como truenos entre el asfixiante calor y el polvo provocado por los incesantes tiroteos. Y Bruce Willis encarnando al mítico solitario justiciero en un western moderno infestado de violencia. 'El Último Hombre' (1996) tiene una fotografía de colores anaranjados, como si fuese el infierno de los infiernos, desatándose en él una ola de furia e interminables ascuas. Por otro lado, Christopher Walken destacando en un villano enigmático, exagerado, loco y carismático. El único inconveniente de este sencillo pero efectivo thriller de acción con ecos del salvaje oeste, es que a Walter Hill le gusta demasiado 'Por un puñado de Dólares' (1964) y el "spaguetti western".
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