Con las horas contadas
6.8
2,232
Cine negro. Intriga
Frank Bigelow irrumpe en una jefatura de policía para denunciar que ha sido víctima de un asesinato: por motivos que desconoce, alguien le ha dado a beber un veneno que lo matará en breve. (FILMAFFINITY)
26 de julio de 2009
26 de julio de 2009
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa y rarísima película en blanco y negro. Trama de gánster. Un registrador de escrituras o notario es envenenado de muerte en unas vacaciones. Los médicos le aseguran que tiene "las horas contadas", pero aún así el tipo se dedica a desenredar el misterio, al asesino, a la trama gansteril y al asesino concreto que le ha envenenado, lo cual le provocará la muerte en cuestión de días. Así toda la película es un continuo correr del protagonista tras la desvelación el enigma por el cual él ha sido asesinado-condenado a muerte.
No obstante, a lo largo de esta dinámica incesante, Rudolph Maté entremezcla en la filmación bastantes momentos o escenas de enamorados, de besos, de ternura, entre el notario y su secretaria, o sea entre el hombre que tiene "las horas contadas" y la mujer que lo ama y por la que él también siente lo mismo.
No obstante, a lo largo de esta dinámica incesante, Rudolph Maté entremezcla en la filmación bastantes momentos o escenas de enamorados, de besos, de ternura, entre el notario y su secretaria, o sea entre el hombre que tiene "las horas contadas" y la mujer que lo ama y por la que él también siente lo mismo.
6 de enero de 2016
6 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los actores, muy malos; la historia, demasiado fantasiosa para tomarla en serio. La película, no obstante, presenta suficientes alicientes para ser apreciada: un comienzo original, un desarrollo entretenido, un concepto novedoso. Entre carrera y carrera del protagonista, el que a partir de cierta escena en que se le revela una noticia trascendente no para de corretear y sudar, como si el prolongado ejercicio físico fuera a retrasar la fatídica resolución de sus problemas, se aprecian inestimables virtudes inherentes al mejor cine negro, al auténtico cine negro, aquel que se hacía allá por los cuarenta y cincuenta, el bueno.
No le viene mal ser una película de serie B., pues lo cutre casa muy bien con lo negro, y es que en esta nueva exploración del lado oscuro de la naturaleza humana se disfruta como siempre del pesimista viaje hacia el final de la noche. Que entretiene, vaya. La recomiendo.
No le viene mal ser una película de serie B., pues lo cutre casa muy bien con lo negro, y es que en esta nueva exploración del lado oscuro de la naturaleza humana se disfruta como siempre del pesimista viaje hacia el final de la noche. Que entretiene, vaya. La recomiendo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La historia de amor sobra. Podrían haber eliminado al personaje de la secretaria, el film habría salido ganando.
26 de octubre de 2017
26 de octubre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre con paso firme cruza los pasillos de una comisaría mientras van apareciendo los créditos principales en una secuencia digna del mismísimo Hitchcock.
Poco después llega hasta los agentes de policía que extrañamente le estaban esperando y con voz atribulada denuncia un asesinato...el suyo propio.
"Con las Horas Contadas" es un ejemplo perfecto de lo que era el cine negro de la época, y por muchos reconocibles puntos en común que tenga con otras docenas de títulos del mismo género siempre estará entre mis favoritas. Rudolph Maté, futuro responsable de films como "Horizontes Azules", "Hombres Violentos" o "La Ley de los Fuertes", demuestra una gran habilidad plasmando en imágenes un guión lleno de suspense y tensión escrito al alimón por Russell Rouse y Clarence Greene, que nos relata la intrincada trama en la que se mete inesperadamente un hombre normal y corriente y con sus propios problemas.
Y ese hombre es Frank Bigelow, al encontrarse una noche en el lugar menos indicado, en el momento más inoportuno y beber, con total ingenuidad, de un vaso que el pensaba que contenía un inofensivo bourbon con agua y sin hielo, pero no...en realidad se trataba de una tóxica sustancia que va a condenar su vida, lo que supondrá encontrar a los responsables antes de que llegue su inevitable hora final en una carrera contrarreloj desesperada por las calles y locales de San Francisco.
Lo que tenemos aquí es un muy competente ejercicio de cine negro que se basa en repetir algunas de las claves del género y que cualquier fan del mismo sabrá apreciar, y la verdad es que lo tenemos todo: gangsters, mujeres fatales, descapotables, cajas de cerillas, compañeras sentimentales consentidoras, revólveres, tabernas llenas de alcohol y chicas fáciles, en fin, los elementos esenciales que debe haber en cualquier película de este tipo. Y entre todo esto no se puede negar lo interesante del argumento, también un tanto trillado, del buen hombre de a pie metido en una red de engaños y asesinatos donde a cada dos por tres su vida pende de un hilo.
Sí, está claro que no es la primera vez que veíamos un "thriller" con estas características, sin embargo cuenta con una narración precisa, puede que llena de trampas, pero que se desenvuelve rápida y fácilmente, comenzando en forma de interesante "flashback" en esa comisaría al principio. Destaca también su ritmo vibrante, que es un no parar, desde luego, puesto que el protagonista consigue con su fragilidad que nos sintamos identificados con él, acompañándole al trote por toda la ciudad para intentar resolver el caso antes de que sea tarde, lo que le da además un toque oscuro y fatalista al asunto, ya que se presupone que no va a haber final feliz, que efectivamente, Bigelow está destinado a morir por culpa del veneno.
"Con las Horas Contadas", a pesar de ser un clásico de culto, ha quedado enmarcada en la serie "B" por su bajo presupuesto y por su repetición de esquemas e ingredientes de cine negro, pero sin duda merece subir de categoría ya que todos las mencionados aspectos narrativos y técnicos suplen con creces las carencias del dinero invertido. De tan bajo presupuesto era que algunos planos fueron rodados por la ciudad de San Francisco sin permiso, lo que al final le da un aspecto más creíble al film, y es algo que podemos ver en aquella escena en la que Frank corre por las calles tras recibir la mala noticia de su envenenamiento y va chocándose con los muchos transeúntes que por allí caminan, que en realidad no son extras, sino los propios ciudadanos del lugar. Otras escenas igualmente memorables son el espectacular tiroteo que el psicópata de Chester organiza en la cafetería, el que Bigelow debate contra un agresor desconocido en el almacén y por supuesto el gran duelo final entre el primero y Stanley Phillips en los pasillos y escaleras del edificio Bradbury, el cual serviría de escenario 33 años después para "Blade Runner". Sobresale asimismo el buen hacer del director de fotografía Ernest Laszlo, el trabajo de edición de Arthur Nadel y la estimulante banda sonora de Dimitri Tiomkin.
Edmond O'Brien deslumbra en el papel de Bigelow, aportando al mismo tiempo debilidad y esa típica dureza de héroe de cine negro, y consiguiendo que la desesperación de su personaje se haga creíble; le acompañan Luther Adler, la guapísima Laurette Luez en su debut como actriz, Neville Brand, quien interpreta al más interesante personaje del film, y Pamela Britton en la piel de esa susceptible y gritona Paula Gibson, que no es sino el estereotipo femenino de la época que se muere por los huesos de su hombre y aprueba con algunos leves berrinches todas sus decisiones, incluyendo el que a éste le apetezca ir de bares y conocer de paso a algunas jovencitas (en fin, eran otros tiempos...).
Con todo esto, entre clichés y elementos sin embargo muy originales, "Con las Horas Contadas" puede quedar como una de las mejores muestras de "film noir" de su época, ofreciendo en un perfecto equilibrio acción, violencia, drama, romance, un suspense de lo más electrizante y algunas dosis de humor negro.
La misma contó con dos "remakes", ambos bastante mediocres en comparación con el material original, como siempre suele suceder, si bien el de 1.988 es un divertimento medianamente aceptable...
Poco después llega hasta los agentes de policía que extrañamente le estaban esperando y con voz atribulada denuncia un asesinato...el suyo propio.
"Con las Horas Contadas" es un ejemplo perfecto de lo que era el cine negro de la época, y por muchos reconocibles puntos en común que tenga con otras docenas de títulos del mismo género siempre estará entre mis favoritas. Rudolph Maté, futuro responsable de films como "Horizontes Azules", "Hombres Violentos" o "La Ley de los Fuertes", demuestra una gran habilidad plasmando en imágenes un guión lleno de suspense y tensión escrito al alimón por Russell Rouse y Clarence Greene, que nos relata la intrincada trama en la que se mete inesperadamente un hombre normal y corriente y con sus propios problemas.
Y ese hombre es Frank Bigelow, al encontrarse una noche en el lugar menos indicado, en el momento más inoportuno y beber, con total ingenuidad, de un vaso que el pensaba que contenía un inofensivo bourbon con agua y sin hielo, pero no...en realidad se trataba de una tóxica sustancia que va a condenar su vida, lo que supondrá encontrar a los responsables antes de que llegue su inevitable hora final en una carrera contrarreloj desesperada por las calles y locales de San Francisco.
Lo que tenemos aquí es un muy competente ejercicio de cine negro que se basa en repetir algunas de las claves del género y que cualquier fan del mismo sabrá apreciar, y la verdad es que lo tenemos todo: gangsters, mujeres fatales, descapotables, cajas de cerillas, compañeras sentimentales consentidoras, revólveres, tabernas llenas de alcohol y chicas fáciles, en fin, los elementos esenciales que debe haber en cualquier película de este tipo. Y entre todo esto no se puede negar lo interesante del argumento, también un tanto trillado, del buen hombre de a pie metido en una red de engaños y asesinatos donde a cada dos por tres su vida pende de un hilo.
Sí, está claro que no es la primera vez que veíamos un "thriller" con estas características, sin embargo cuenta con una narración precisa, puede que llena de trampas, pero que se desenvuelve rápida y fácilmente, comenzando en forma de interesante "flashback" en esa comisaría al principio. Destaca también su ritmo vibrante, que es un no parar, desde luego, puesto que el protagonista consigue con su fragilidad que nos sintamos identificados con él, acompañándole al trote por toda la ciudad para intentar resolver el caso antes de que sea tarde, lo que le da además un toque oscuro y fatalista al asunto, ya que se presupone que no va a haber final feliz, que efectivamente, Bigelow está destinado a morir por culpa del veneno.
"Con las Horas Contadas", a pesar de ser un clásico de culto, ha quedado enmarcada en la serie "B" por su bajo presupuesto y por su repetición de esquemas e ingredientes de cine negro, pero sin duda merece subir de categoría ya que todos las mencionados aspectos narrativos y técnicos suplen con creces las carencias del dinero invertido. De tan bajo presupuesto era que algunos planos fueron rodados por la ciudad de San Francisco sin permiso, lo que al final le da un aspecto más creíble al film, y es algo que podemos ver en aquella escena en la que Frank corre por las calles tras recibir la mala noticia de su envenenamiento y va chocándose con los muchos transeúntes que por allí caminan, que en realidad no son extras, sino los propios ciudadanos del lugar. Otras escenas igualmente memorables son el espectacular tiroteo que el psicópata de Chester organiza en la cafetería, el que Bigelow debate contra un agresor desconocido en el almacén y por supuesto el gran duelo final entre el primero y Stanley Phillips en los pasillos y escaleras del edificio Bradbury, el cual serviría de escenario 33 años después para "Blade Runner". Sobresale asimismo el buen hacer del director de fotografía Ernest Laszlo, el trabajo de edición de Arthur Nadel y la estimulante banda sonora de Dimitri Tiomkin.
Edmond O'Brien deslumbra en el papel de Bigelow, aportando al mismo tiempo debilidad y esa típica dureza de héroe de cine negro, y consiguiendo que la desesperación de su personaje se haga creíble; le acompañan Luther Adler, la guapísima Laurette Luez en su debut como actriz, Neville Brand, quien interpreta al más interesante personaje del film, y Pamela Britton en la piel de esa susceptible y gritona Paula Gibson, que no es sino el estereotipo femenino de la época que se muere por los huesos de su hombre y aprueba con algunos leves berrinches todas sus decisiones, incluyendo el que a éste le apetezca ir de bares y conocer de paso a algunas jovencitas (en fin, eran otros tiempos...).
Con todo esto, entre clichés y elementos sin embargo muy originales, "Con las Horas Contadas" puede quedar como una de las mejores muestras de "film noir" de su época, ofreciendo en un perfecto equilibrio acción, violencia, drama, romance, un suspense de lo más electrizante y algunas dosis de humor negro.
La misma contó con dos "remakes", ambos bastante mediocres en comparación con el material original, como siempre suele suceder, si bien el de 1.988 es un divertimento medianamente aceptable...
30 de enero de 2023
30 de enero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
23/23(25/01/23) Interesante thriller de cine negro serie B que desgraciadamente tras su cautivador y fascinante inicio va perdiendo fuelle a medida que avanza, con algunos momentos que nos sacan de lo plúmbeo y farragosa, de una investigación por un McGuffin que no aguanta un metraje ya de por sí corto que no llega a la hora y media. Dirige el antiguo cinematógrafo (de por ejemplo “La Pasión de Juana de Arco” o “Gilda”) de origen polaco Rudolph Maté, dando vida al guion de Russell Rouse y Clarence Green (ambos binomio por ejemplo en “Confidencias a medianoche”), que tiene en su atractiva premisa su gran gancho, con un hombre que llega a una comisaría por estrechos y opresivos pasillos (alegoría de lo que siente el protagonista) para denunciar un asesinato, el suyo propio, ha sido envenenado letalmente, y a partir de aquí pasamos a la crónica en flash-back de lo que ha pasado, intrigando al espectador, historia retrospectiva de cómo este, sin saberlo, ingirió un veneno "luminoso" fatal (como su nombre indica, brilla en la oscuridad, algo que aquí carece de sentido en b/n, a no ser que seas Hitchcock y su recurso en “Notorius” con el tóxico), sentimos la carrera contrarreloj para poder descubrir por qué y el quien antes de que muera. Pero desgraciadamente el desarrollo se enreda en situaciones algo reiterativas, en una trama con ínfulas del Pánico Nuclear (el McGuffin del iridio) de los años 50, llegando a complicarse demasiado en sus idas y venidas, aderezado con personajes poco interesantes, meros clichés, para llegar a su rush final habiendo perdido el colmillo de la parte del comienzo.
Tiene además un componente moralista retorcido, pues el protagonista es intoxicado tras abandonar a su puritana novia (e insoportable), para ir a echar una canita a la ciudad, este pecado tiene su castigo en el envenenamiento en un club de jazz llamado ‘Fisherman’ (el pescador, referencia retorcidamente simbólica) donde toca una banda de negros (seres pecaminosos ¿?), y justo cuando el prota intenta ‘pescar’ a una hermosa joven en la barra es cuando toma el vil veneno. Una lección cursi de que el hombre como mejor está es con su virginal novia, cualquier ‘despiste’ en este sentido debe tener su peaje.
Aun con lo no tan bueno, tiene elementos apreciables que no la hacen una propuesta olvidable, aparte de su atrapante prólogo. Tiene un buen manejo de exteriores de San Francisco (maravillosa la toma del protagonista ido corriendo hacia ninguna parte entre el bullicio de las calles tras ser consciente de haber sido envenenado sin remedio; por cierto, esto filmado, por la falta de presupuesto, en plan guerrilla, sin permisos, sin que los transeúntes supieran estaban rodando) y Los Ángeles (aquí filmando en el ahora famoso edificio Bradbury con decorados Art Deco que décadas después sirvieron de escenario para escenas de “Blade Runner”), rodándose creando una apreciable atmósfera de cine negro, esto ensalzado por la estupenda cinematografía del magiar Ernest Laszlo (“Vencedores o vencidos”), privilegiando el uso de sombras en varias secuencias, con jugueteos de iluminación (bueno en este aspecto la huida del prota en la noche por bus), travellings dramáticos (el ya mencionado del prota desrumbado por la calle corriendo por la Market St.), o planos sostenido; Con una inmersión en el género dónde no falta el antihéroe protagonista que purga su ya mencionado pecado, con mujeres fatales a doquier (visión misógina del mundo), hasta la novia (a la que da vida Pamela Britton) es irritante, tenemos matones de pacotilla, tiroteos, clubs nocturnos, asesinatos, y un final ambiguo, y agradeciblemente nada acomodaticio.
Una secuencia de apertura muestra a Frank Bigelow caminando por el largo pasillo de una estación de policía para denunciar su propio asesinato. Desde aquí hasta el final, la historia se cuenta en flashback. Bigelow es un contador y notario público de Banning-California, que decide escaparse para pasar unas divertidas vacaciones en San Francisco. En el hotel, lo invitan a unirse a un grupo de asistentes a una convención para salir por la noche. Termina en un club nocturno, donde, sin ser notado, un extraño cambia su bebida por otra. A la mañana siguiente, se siente extremadamente enfermo. Los médicos determinan que ingirió un veneno, "toxina luminosa", para el que no se conoce antídoto. Con solo unos días de vida, Bigelow se embarca en una búsqueda desesperada para descubrir el motivo de su envenenamiento. Una llamada a su secretaria Paula proporciona una posible pista; un Eugene Philips ha estado tratando urgentemente de contactarlo. Bigelow viaja a la empresa de importación y exportación de Philips y se encuentra con Halliday, el contralor de la empresa, quien dice que Philips se ha suicidado.
Tiene un arranque con mucho vigor narrativo, dónde la actuación de Edmond O’Brien es bastante buena exponiendo su mundo interior volcánico en la comisaria, pasando al bon vivant del inicio del racconto (palabro que he leído y me ha gustado), su exhibición al dejar a su pareja para ‘pensar’ en su futuro, en realidad con intención de poner una pica en Flandes (ustedes me entienden). Dejando entrever el mundo machista de entonces, donde ella debe aceptar como buena chica que el hombre tenga estas debilidades. Tenemos cuando se entera que ah sido envenenado, su terror, su ira, su incomprensión del porqué, reflejado en esa carrera sin rumbo chocando con el gentío. Tras lo que decide aprovechar lo que le quede para dar con el culpable, enganchándonos en su idea. Pero la trama que sigue tiende a pegarse tiros en el pie al ser farragosa, yendo de un lado a otro de forma un tanto arbitraria, con encuentros bastante forzados (y cansinos en sus repeticiones) en los interrogatorios donde la gente habla sin motivo con un desconocido. Entre medias alguna secuencia interesante, con algunos tiroteos, persecuciones, pero con una revelación de secretos que me deja con que la montaña ha parido un ratón.
Tiene además un componente moralista retorcido, pues el protagonista es intoxicado tras abandonar a su puritana novia (e insoportable), para ir a echar una canita a la ciudad, este pecado tiene su castigo en el envenenamiento en un club de jazz llamado ‘Fisherman’ (el pescador, referencia retorcidamente simbólica) donde toca una banda de negros (seres pecaminosos ¿?), y justo cuando el prota intenta ‘pescar’ a una hermosa joven en la barra es cuando toma el vil veneno. Una lección cursi de que el hombre como mejor está es con su virginal novia, cualquier ‘despiste’ en este sentido debe tener su peaje.
Aun con lo no tan bueno, tiene elementos apreciables que no la hacen una propuesta olvidable, aparte de su atrapante prólogo. Tiene un buen manejo de exteriores de San Francisco (maravillosa la toma del protagonista ido corriendo hacia ninguna parte entre el bullicio de las calles tras ser consciente de haber sido envenenado sin remedio; por cierto, esto filmado, por la falta de presupuesto, en plan guerrilla, sin permisos, sin que los transeúntes supieran estaban rodando) y Los Ángeles (aquí filmando en el ahora famoso edificio Bradbury con decorados Art Deco que décadas después sirvieron de escenario para escenas de “Blade Runner”), rodándose creando una apreciable atmósfera de cine negro, esto ensalzado por la estupenda cinematografía del magiar Ernest Laszlo (“Vencedores o vencidos”), privilegiando el uso de sombras en varias secuencias, con jugueteos de iluminación (bueno en este aspecto la huida del prota en la noche por bus), travellings dramáticos (el ya mencionado del prota desrumbado por la calle corriendo por la Market St.), o planos sostenido; Con una inmersión en el género dónde no falta el antihéroe protagonista que purga su ya mencionado pecado, con mujeres fatales a doquier (visión misógina del mundo), hasta la novia (a la que da vida Pamela Britton) es irritante, tenemos matones de pacotilla, tiroteos, clubs nocturnos, asesinatos, y un final ambiguo, y agradeciblemente nada acomodaticio.
Una secuencia de apertura muestra a Frank Bigelow caminando por el largo pasillo de una estación de policía para denunciar su propio asesinato. Desde aquí hasta el final, la historia se cuenta en flashback. Bigelow es un contador y notario público de Banning-California, que decide escaparse para pasar unas divertidas vacaciones en San Francisco. En el hotel, lo invitan a unirse a un grupo de asistentes a una convención para salir por la noche. Termina en un club nocturno, donde, sin ser notado, un extraño cambia su bebida por otra. A la mañana siguiente, se siente extremadamente enfermo. Los médicos determinan que ingirió un veneno, "toxina luminosa", para el que no se conoce antídoto. Con solo unos días de vida, Bigelow se embarca en una búsqueda desesperada para descubrir el motivo de su envenenamiento. Una llamada a su secretaria Paula proporciona una posible pista; un Eugene Philips ha estado tratando urgentemente de contactarlo. Bigelow viaja a la empresa de importación y exportación de Philips y se encuentra con Halliday, el contralor de la empresa, quien dice que Philips se ha suicidado.
Tiene un arranque con mucho vigor narrativo, dónde la actuación de Edmond O’Brien es bastante buena exponiendo su mundo interior volcánico en la comisaria, pasando al bon vivant del inicio del racconto (palabro que he leído y me ha gustado), su exhibición al dejar a su pareja para ‘pensar’ en su futuro, en realidad con intención de poner una pica en Flandes (ustedes me entienden). Dejando entrever el mundo machista de entonces, donde ella debe aceptar como buena chica que el hombre tenga estas debilidades. Tenemos cuando se entera que ah sido envenenado, su terror, su ira, su incomprensión del porqué, reflejado en esa carrera sin rumbo chocando con el gentío. Tras lo que decide aprovechar lo que le quede para dar con el culpable, enganchándonos en su idea. Pero la trama que sigue tiende a pegarse tiros en el pie al ser farragosa, yendo de un lado a otro de forma un tanto arbitraria, con encuentros bastante forzados (y cansinos en sus repeticiones) en los interrogatorios donde la gente habla sin motivo con un desconocido. Entre medias alguna secuencia interesante, con algunos tiroteos, persecuciones, pero con una revelación de secretos que me deja con que la montaña ha parido un ratón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Edmond O’Brien con su rol nunca despierta simpatías en mí, no conecto con un tipo mundano, no siento tenga algo por hacer en la vida que me genere expectativas, no tiene anhelos por los que sienta lo que le vaya a pasar, produce interés saber el final, pero n unca sufro por lo que le vaya a suceder. No es una persona con la que podamos sentir cariño. Es un hombre con vida acomodada que decide tener una aventurilla, y le pasa lo que le pasa, pero no tiene profundidad, ni hondura mínima dramática, no ayuda que la relación de amor con su novia resulta chirriante; Tampoco es que las actuaciones de apoyo sean destacables, todas rutinarias y sin alma, por sobresaltar alguna, lo haría con la de Neville Brand como un divertido `sicópata de rostro desencajado, muy jocosamente caricaturesco en su maldad sádica.
Spoiler:
En la escena final, Bigelow rastrea a Halliday (correctito William Ching) hasta la compañía Philips y lo encuentra usando el mismo abrigo y bufanda distintivos que el hombre que cambió las bebidas (hay que ser muy estúpido para no deshacerse de la ropa que te puede incriminar). Halliday saca un arma y dispara primero, pero Bigelow le dispara fatalmente. Bigelow termina de contar su historia y muere. El detective de policía que toma el informe indica que su archivo se marque como "muerto a la llegada" (D.O.A.).
La toma de Edmond O'Brien corriendo por Market Street (entre las calles 4 y 6) en San Francisco fue una "toma robada", tomada sin permisos de la ciudad, con algunos peatones visiblemente confundidos cuando O'Brien choca con ellos. El productor de DOA, Harry Popkin, era dueño del Million Dollar Theatre en la esquina suroeste de Broadway y Third Street en el centro de Los Ángeles, justo enfrente del edificio Bradbury en 304 South Broadway, donde el personaje de O'Brien se enfrentó a su asesino. El director Rudolph Maté usó generosamente Broadway y el edificio Bradbury durante el rodaje en exteriores e incluyó la marquesina resplandeciente del Million Dollar Theatre en el fondo filmó Blade Runner en el edificio Bradbury.
Después de "The End" y antes de la lista del elenco, un crédito establece que los aspectos médicos de esta película se basan en hechos científicos y que "la toxina luminosa es un término descriptivo para un veneno real".
Película que tiene cuatro remakes: En Australia en 1969 como “Color Me Dead”, dirigida por Eddie Davis. Debido a que los derechos de autor habían caducado, era básicamente una copia exacta de DOA; En 1988 se estrenó una nueva versión como “DOA”, dirigida por Annabel Jankel y Rocky Morton, con Dennis Quaid como protagonista; En 2006, se lanzó una versión modernizada de suspenso y acción como “Crank”; En 2017, se lanzó una nueva versión como “Dead On Arrival”.
Me queda un film con un potente punto de partida, a lo que sigue un relato irregular, con algo de intriga y misterio.
Spoiler:
En la escena final, Bigelow rastrea a Halliday (correctito William Ching) hasta la compañía Philips y lo encuentra usando el mismo abrigo y bufanda distintivos que el hombre que cambió las bebidas (hay que ser muy estúpido para no deshacerse de la ropa que te puede incriminar). Halliday saca un arma y dispara primero, pero Bigelow le dispara fatalmente. Bigelow termina de contar su historia y muere. El detective de policía que toma el informe indica que su archivo se marque como "muerto a la llegada" (D.O.A.).
La toma de Edmond O'Brien corriendo por Market Street (entre las calles 4 y 6) en San Francisco fue una "toma robada", tomada sin permisos de la ciudad, con algunos peatones visiblemente confundidos cuando O'Brien choca con ellos. El productor de DOA, Harry Popkin, era dueño del Million Dollar Theatre en la esquina suroeste de Broadway y Third Street en el centro de Los Ángeles, justo enfrente del edificio Bradbury en 304 South Broadway, donde el personaje de O'Brien se enfrentó a su asesino. El director Rudolph Maté usó generosamente Broadway y el edificio Bradbury durante el rodaje en exteriores e incluyó la marquesina resplandeciente del Million Dollar Theatre en el fondo filmó Blade Runner en el edificio Bradbury.
Después de "The End" y antes de la lista del elenco, un crédito establece que los aspectos médicos de esta película se basan en hechos científicos y que "la toxina luminosa es un término descriptivo para un veneno real".
Película que tiene cuatro remakes: En Australia en 1969 como “Color Me Dead”, dirigida por Eddie Davis. Debido a que los derechos de autor habían caducado, era básicamente una copia exacta de DOA; En 1988 se estrenó una nueva versión como “DOA”, dirigida por Annabel Jankel y Rocky Morton, con Dennis Quaid como protagonista; En 2006, se lanzó una versión modernizada de suspenso y acción como “Crank”; En 2017, se lanzó una nueva versión como “Dead On Arrival”.
Me queda un film con un potente punto de partida, a lo que sigue un relato irregular, con algo de intriga y misterio.
25 de enero de 2021
25 de enero de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine negro está plagado de historias extrañas, a veces originales, en otras ocasiones simplemente descabelladas, en las que policías, criminales, detectives y particulares se entremezclan en un auténtico ovillo y si el guion es consistente se nos presenta el hilo para que el espectador tire de el poco a poco hasta deshacer la trama.
Rudolph Maté comienza bien la película con un argumento original pero poco a poco se va embarrando hasta llegar a confundir por completo al espectador, lo que no favorece en nada la comprensión del film.
Rudolph Maté comienza bien la película con un argumento original pero poco a poco se va embarrando hasta llegar a confundir por completo al espectador, lo que no favorece en nada la comprensión del film.
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