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Voto de TOM REGAN:
6
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6
Cine negro. Intriga Frank Bigelow irrumpe en una jefatura de policía para denunciar que ha sido víctima de un asesinato: por motivos que desconoce, alguien le ha dado a beber un veneno que lo matará en breve. (FILMAFFINITY)
30 de enero de 2023 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
23/23(25/01/23) Interesante thriller de cine negro serie B que desgraciadamente tras su cautivador y fascinante inicio va perdiendo fuelle a medida que avanza, con algunos momentos que nos sacan de lo plúmbeo y farragosa, de una investigación por un McGuffin que no aguanta un metraje ya de por sí corto que no llega a la hora y media. Dirige el antiguo cinematógrafo (de por ejemplo “La Pasión de Juana de Arco” o “Gilda”) de origen polaco Rudolph Maté, dando vida al guion de Russell Rouse y Clarence Green (ambos binomio por ejemplo en “Confidencias a medianoche”), que tiene en su atractiva premisa su gran gancho, con un hombre que llega a una comisaría por estrechos y opresivos pasillos (alegoría de lo que siente el protagonista) para denunciar un asesinato, el suyo propio, ha sido envenenado letalmente, y a partir de aquí pasamos a la crónica en flash-back de lo que ha pasado, intrigando al espectador, historia retrospectiva de cómo este, sin saberlo, ingirió un veneno "luminoso" fatal (como su nombre indica, brilla en la oscuridad, algo que aquí carece de sentido en b/n, a no ser que seas Hitchcock y su recurso en “Notorius” con el tóxico), sentimos la carrera contrarreloj para poder descubrir por qué y el quien antes de que muera. Pero desgraciadamente el desarrollo se enreda en situaciones algo reiterativas, en una trama con ínfulas del Pánico Nuclear (el McGuffin del iridio) de los años 50, llegando a complicarse demasiado en sus idas y venidas, aderezado con personajes poco interesantes, meros clichés, para llegar a su rush final habiendo perdido el colmillo de la parte del comienzo.

Tiene además un componente moralista retorcido, pues el protagonista es intoxicado tras abandonar a su puritana novia (e insoportable), para ir a echar una canita a la ciudad, este pecado tiene su castigo en el envenenamiento en un club de jazz llamado ‘Fisherman’ (el pescador, referencia retorcidamente simbólica) donde toca una banda de negros (seres pecaminosos ¿?), y justo cuando el prota intenta ‘pescar’ a una hermosa joven en la barra es cuando toma el vil veneno. Una lección cursi de que el hombre como mejor está es con su virginal novia, cualquier ‘despiste’ en este sentido debe tener su peaje.

Aun con lo no tan bueno, tiene elementos apreciables que no la hacen una propuesta olvidable, aparte de su atrapante prólogo. Tiene un buen manejo de exteriores de San Francisco (maravillosa la toma del protagonista ido corriendo hacia ninguna parte entre el bullicio de las calles tras ser consciente de haber sido envenenado sin remedio; por cierto, esto filmado, por la falta de presupuesto, en plan guerrilla, sin permisos, sin que los transeúntes supieran estaban rodando) y Los Ángeles (aquí filmando en el ahora famoso edificio Bradbury con decorados Art Deco que décadas después sirvieron de escenario para escenas de “Blade Runner”), rodándose creando una apreciable atmósfera de cine negro, esto ensalzado por la estupenda cinematografía del magiar Ernest Laszlo (“Vencedores o vencidos”), privilegiando el uso de sombras en varias secuencias, con jugueteos de iluminación (bueno en este aspecto la huida del prota en la noche por bus), travellings dramáticos (el ya mencionado del prota desrumbado por la calle corriendo por la Market St.), o planos sostenido; Con una inmersión en el género dónde no falta el antihéroe protagonista que purga su ya mencionado pecado, con mujeres fatales a doquier (visión misógina del mundo), hasta la novia (a la que da vida Pamela Britton) es irritante, tenemos matones de pacotilla, tiroteos, clubs nocturnos, asesinatos, y un final ambiguo, y agradeciblemente nada acomodaticio.

Una secuencia de apertura muestra a Frank Bigelow caminando por el largo pasillo de una estación de policía para denunciar su propio asesinato. Desde aquí hasta el final, la historia se cuenta en flashback. Bigelow es un contador y notario público de Banning-California, que decide escaparse para pasar unas divertidas vacaciones en San Francisco. En el hotel, lo invitan a unirse a un grupo de asistentes a una convención para salir por la noche. Termina en un club nocturno, donde, sin ser notado, un extraño cambia su bebida por otra. A la mañana siguiente, se siente extremadamente enfermo. Los médicos determinan que ingirió un veneno, "toxina luminosa", para el que no se conoce antídoto. Con solo unos días de vida, Bigelow se embarca en una búsqueda desesperada para descubrir el motivo de su envenenamiento. Una llamada a su secretaria Paula proporciona una posible pista; un Eugene Philips ha estado tratando urgentemente de contactarlo. Bigelow viaja a la empresa de importación y exportación de Philips y se encuentra con Halliday, el contralor de la empresa, quien dice que Philips se ha suicidado.

Tiene un arranque con mucho vigor narrativo, dónde la actuación de Edmond O’Brien es bastante buena exponiendo su mundo interior volcánico en la comisaria, pasando al bon vivant del inicio del racconto (palabro que he leído y me ha gustado), su exhibición al dejar a su pareja para ‘pensar’ en su futuro, en realidad con intención de poner una pica en Flandes (ustedes me entienden). Dejando entrever el mundo machista de entonces, donde ella debe aceptar como buena chica que el hombre tenga estas debilidades. Tenemos cuando se entera que ah sido envenenado, su terror, su ira, su incomprensión del porqué, reflejado en esa carrera sin rumbo chocando con el gentío. Tras lo que decide aprovechar lo que le quede para dar con el culpable, enganchándonos en su idea. Pero la trama que sigue tiende a pegarse tiros en el pie al ser farragosa, yendo de un lado a otro de forma un tanto arbitraria, con encuentros bastante forzados (y cansinos en sus repeticiones) en los interrogatorios donde la gente habla sin motivo con un desconocido. Entre medias alguna secuencia interesante, con algunos tiroteos, persecuciones, pero con una revelación de secretos que me deja con que la montaña ha parido un ratón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Edmond O’Brien con su rol nunca despierta simpatías en mí, no conecto con un tipo mundano, no siento tenga algo por hacer en la vida que me genere expectativas, no tiene anhelos por los que sienta lo que le vaya a pasar, produce interés saber el final, pero n unca sufro por lo que le vaya a suceder. No es una persona con la que podamos sentir cariño. Es un hombre con vida acomodada que decide tener una aventurilla, y le pasa lo que le pasa, pero no tiene profundidad, ni hondura mínima dramática, no ayuda que la relación de amor con su novia resulta chirriante; Tampoco es que las actuaciones de apoyo sean destacables, todas rutinarias y sin alma, por sobresaltar alguna, lo haría con la de Neville Brand como un divertido `sicópata de rostro desencajado, muy jocosamente caricaturesco en su maldad sádica.

Spoiler:

En la escena final, Bigelow rastrea a Halliday (correctito William Ching) hasta la compañía Philips y lo encuentra usando el mismo abrigo y bufanda distintivos que el hombre que cambió las bebidas (hay que ser muy estúpido para no deshacerse de la ropa que te puede incriminar). Halliday saca un arma y dispara primero, pero Bigelow le dispara fatalmente. Bigelow termina de contar su historia y muere. El detective de policía que toma el informe indica que su archivo se marque como "muerto a la llegada" (D.O.A.).

La toma de Edmond O'Brien corriendo por Market Street (entre las calles 4 y 6) en San Francisco fue una "toma robada", tomada sin permisos de la ciudad, con algunos peatones visiblemente confundidos cuando O'Brien choca con ellos. El productor de DOA, Harry Popkin, era dueño del Million Dollar Theatre en la esquina suroeste de Broadway y Third Street en el centro de Los Ángeles, justo enfrente del edificio Bradbury en 304 South Broadway, donde el personaje de O'Brien se enfrentó a su asesino. El director Rudolph Maté usó generosamente Broadway y el edificio Bradbury durante el rodaje en exteriores e incluyó la marquesina resplandeciente del Million Dollar Theatre en el fondo filmó Blade Runner en el edificio Bradbury.

Después de "The End" y antes de la lista del elenco, un crédito establece que los aspectos médicos de esta película se basan en hechos científicos y que "la toxina luminosa es un término descriptivo para un veneno real".

Película que tiene cuatro remakes: En Australia en 1969 como “Color Me Dead”, dirigida por Eddie Davis. Debido a que los derechos de autor habían caducado, era básicamente una copia exacta de DOA; En 1988 se estrenó una nueva versión como “DOA”, dirigida por Annabel Jankel y Rocky Morton, con Dennis Quaid como protagonista; En 2006, se lanzó una versión modernizada de suspenso y acción como “Crank”; En 2017, se lanzó una nueva versión como “Dead On Arrival”.

Me queda un film con un potente punto de partida, a lo que sigue un relato irregular, con algo de intriga y misterio.
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