Nomadland
6.7
25,826
Drama
Una mujer, después de perderlo todo durante la recesión, se embarca en un viaje hacia el Oeste americano viviendo como una nómada en una caravana. Tras el colapso económico que afectó también a su ciudad en la zona rural de Nevada, Fern toma su camioneta y se pone en camino para explorar una vida fuera de la sociedad convencional, como nómada moderna. (FILMAFFINITY)
3 de enero de 2021
3 de enero de 2021
40 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nomadland (2020) es una emotiva película, escrita y dirigida por Chloé Zao, en la que una mujer que ronda los 60 años acondiciona su camioneta como un hogar para vivir en ella mientras viaja por distintas rutas de Estados Unidos.
Por Nicolás Bianchi
El punto de partida es la crisis económica de 2011 que provoca el cierre de una mina y su pueblo adyacente llamado Empire, en el estado de Nevada. Fern (Frances McDormand, en lo que es prácticamente un unipersonal), que previamente había enviudado, decide hacer algunas refacciones en su camioneta y emprender un viaje sin un destino final claro. Junta sus pertenencias, paga sus deudas y parte. Vivirá, como otros y otras, por los caminos del interior de Estados Unidos, a la sombra de las grandes ciudades.
En parte Nomadland es un relato sobre quienes están al margen del gran consumo, trabajadores golondrina que cubren puestos temporarios y mal pagados para poder comprar alimentos, gasolina y poco más. Entre una ronda como empacadora para Amazon y otra como freidora para una cadena de comida chatarra, Fern migra de lugar en lugar. No tengo casa pero sí tengo hogar, asegura orgullosa de lo que hizo con su vehículo.
La película también es el reflejo una elección. El estilo nómada es lo que Fern considera mejor para sí con las posibilidades que tiene. Ciertas incomodidades, como la falta de un baño o tener que limpiarlos para hacerse de algunos dólares, se pueden compensar con las compañías que surgen en el camino. Cuando Fern lo necesite contará con la solidaridad de Patty (Patricia Grier) y disfrutará y sufrirá por parte iguales el interés de Gay (Gay DeForest) en ella.
Nomadland no es la narración de una aventura ni de unas vacaciones sino de una necesidad. El mundo de Fern dejó de existir y transmutar es parte también de su duelo, aún irresuelto, lo que le marca una de sus fugaces compañías al señalarle que todavía lleva puesto su anillo de bodas. Un aire nostálgico y por momentos triste invade la pantalla. Zao balancea unos y otros momentos, los que pertenecen a un drama más duro y los que podrían integrar un relato más liviano.
También se valorizan los lazos de solidaridad entre los nómadas, que no se consideran a sí mismos vagabundos sino viajantes. En un Estados Unidos gris, con puestos de trabajo precarios en grandes empresas como Amazon, o con pequeñas ciudades en las que en los cines solo dan The Avengers, los pequeños campamentos en los que funciona el trueque y domina el silencio lucen vivaces. Más aún, necesarios para los que allí viven.
El film de Zao es austero como el estilo de vida de sus personajes. Incorpora un piano de fondo para resaltar el aire melancólico de ciertos pasajes y encuentra belleza en los distintos parajes (desiertos, montañas, cañones) por los que Fern viaja. En Nomadland el final es también el principio porque con apenas unos minutos del excelente cine del que es capaz la directora alcanza para comprender el sentir de Fern en su viaje constante, que cuando termina vuelve a comenzar como la redondez del anillo que todavía viste.
Por Nicolás Bianchi
El punto de partida es la crisis económica de 2011 que provoca el cierre de una mina y su pueblo adyacente llamado Empire, en el estado de Nevada. Fern (Frances McDormand, en lo que es prácticamente un unipersonal), que previamente había enviudado, decide hacer algunas refacciones en su camioneta y emprender un viaje sin un destino final claro. Junta sus pertenencias, paga sus deudas y parte. Vivirá, como otros y otras, por los caminos del interior de Estados Unidos, a la sombra de las grandes ciudades.
En parte Nomadland es un relato sobre quienes están al margen del gran consumo, trabajadores golondrina que cubren puestos temporarios y mal pagados para poder comprar alimentos, gasolina y poco más. Entre una ronda como empacadora para Amazon y otra como freidora para una cadena de comida chatarra, Fern migra de lugar en lugar. No tengo casa pero sí tengo hogar, asegura orgullosa de lo que hizo con su vehículo.
La película también es el reflejo una elección. El estilo nómada es lo que Fern considera mejor para sí con las posibilidades que tiene. Ciertas incomodidades, como la falta de un baño o tener que limpiarlos para hacerse de algunos dólares, se pueden compensar con las compañías que surgen en el camino. Cuando Fern lo necesite contará con la solidaridad de Patty (Patricia Grier) y disfrutará y sufrirá por parte iguales el interés de Gay (Gay DeForest) en ella.
Nomadland no es la narración de una aventura ni de unas vacaciones sino de una necesidad. El mundo de Fern dejó de existir y transmutar es parte también de su duelo, aún irresuelto, lo que le marca una de sus fugaces compañías al señalarle que todavía lleva puesto su anillo de bodas. Un aire nostálgico y por momentos triste invade la pantalla. Zao balancea unos y otros momentos, los que pertenecen a un drama más duro y los que podrían integrar un relato más liviano.
También se valorizan los lazos de solidaridad entre los nómadas, que no se consideran a sí mismos vagabundos sino viajantes. En un Estados Unidos gris, con puestos de trabajo precarios en grandes empresas como Amazon, o con pequeñas ciudades en las que en los cines solo dan The Avengers, los pequeños campamentos en los que funciona el trueque y domina el silencio lucen vivaces. Más aún, necesarios para los que allí viven.
El film de Zao es austero como el estilo de vida de sus personajes. Incorpora un piano de fondo para resaltar el aire melancólico de ciertos pasajes y encuentra belleza en los distintos parajes (desiertos, montañas, cañones) por los que Fern viaja. En Nomadland el final es también el principio porque con apenas unos minutos del excelente cine del que es capaz la directora alcanza para comprender el sentir de Fern en su viaje constante, que cuando termina vuelve a comenzar como la redondez del anillo que todavía viste.
28 de marzo de 2021
28 de marzo de 2021
34 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
No quiero repetirme ni enrollarme. Creo que es una peli que genera multitud de opiniones y todas ellas respetables.
Hay gente que no entra, hay gente que ve efectismo y planos forzados con música de fondo bonita. Hay gente que ve un salvapantallas de windows. Y lo puedo llegar a entender.
La película es prácticamente un primer acto constante que muestra la rutina de la chica y su forma de vida. No hay tensión dramática hasta algún punto a la mitad, y es leve. Todo esto no ayuda ni a entrar ni a empatizar con la protagonista.
De hecho, durante la primera media hora yo tenía la sensación de que no iba a entrar nunca. Pero no.
Llega un momento casi a mitad de película que se acumulan tantos momentos humanos, tantas conexiones efímeras, tantos diálogos que suenan reales, tantos instantes de reconexión con la vida y tanta melancolía, que acabo entrando y de forma implacable. Empiezo a ser partícipe de ese desgarro emocional que viven estas personas, ansío alejarme del sistema y reconectar con la esencia, quiero volver a conversar sin ruido de fondo, sin trabajo de por medio, mirando a los ojos. Quiero volver a sentir que estoy vivo.
Una vez estoy dentro, sorprendentemente, la música me entra y me eriza. Me entra el piano y me entran los instrumentos de cuerda. Me entran los planos en la hora mágica y de carreteras infinitas. Porque esos momentos tan mágicos, cuando he estado "un poco fuera" (entendedme) del sistema y de la sociedad, son los que me han hecho sentir todo esto que la directora vuelve a evocarme.
Es una historia que va de todos esos momentos que te han producido nostalgia, melancolía y desasosiego. Y no todo el mundo ha sentido esto a lo largo de su vida. Yo, millones de veces. Hasta, hace un año, explotar.
Si has vivido durante algún tiempo así, o si has hecho un viaje medianamente largo con mochila, seguro que te sientes identificado con esta forma de interaccionar. Estas conexiones efímeras, tan profundas, que duran minutos y se terminan. Tomáis caminos distintos. Pero recuerdas a esa persona el resto de tu vida.
Creo que hay que ser un poco sensible (o "intenso") para entrar en todo este circuito. Me da a mí que esta directora es de piel fina, y quizá por eso a mí me entra y a ti no. Hay gente que siente así la vida, y hay gente que no. No pasa nada. No es una historia intelectual, es una historia que va de sentir. Y esta directora ha sentido todos y cada uno de estos momentos en su pasado. Y esto se nota.
Como bien dicen algunos, un 50% del éxito de la interpretación depende del casting. La querida Frances McDormand hace lo que tiene que hacer y ya estaba claro en la fase de la preproducción que este papel le venía como anillo al dedo. Más que un esfuerzo increíble por hacer el papel de su vida, es que este era su sitio. Y ya está.
Es fácil juzgar estas cosas cuando están hechas. Pero seguro que Zhao tenía a esta actriz entre ceja y ceja desde el principio, y ese "ojo" es indispensable para ser buena en lo que hace.
Y cuando he sabido que los secundarios son casi todos nómadas reales, +30.
La tienes que ver y sumergirte en ella. O al menos intentarlo.
Hay gente que no entra, hay gente que ve efectismo y planos forzados con música de fondo bonita. Hay gente que ve un salvapantallas de windows. Y lo puedo llegar a entender.
La película es prácticamente un primer acto constante que muestra la rutina de la chica y su forma de vida. No hay tensión dramática hasta algún punto a la mitad, y es leve. Todo esto no ayuda ni a entrar ni a empatizar con la protagonista.
De hecho, durante la primera media hora yo tenía la sensación de que no iba a entrar nunca. Pero no.
Llega un momento casi a mitad de película que se acumulan tantos momentos humanos, tantas conexiones efímeras, tantos diálogos que suenan reales, tantos instantes de reconexión con la vida y tanta melancolía, que acabo entrando y de forma implacable. Empiezo a ser partícipe de ese desgarro emocional que viven estas personas, ansío alejarme del sistema y reconectar con la esencia, quiero volver a conversar sin ruido de fondo, sin trabajo de por medio, mirando a los ojos. Quiero volver a sentir que estoy vivo.
Una vez estoy dentro, sorprendentemente, la música me entra y me eriza. Me entra el piano y me entran los instrumentos de cuerda. Me entran los planos en la hora mágica y de carreteras infinitas. Porque esos momentos tan mágicos, cuando he estado "un poco fuera" (entendedme) del sistema y de la sociedad, son los que me han hecho sentir todo esto que la directora vuelve a evocarme.
Es una historia que va de todos esos momentos que te han producido nostalgia, melancolía y desasosiego. Y no todo el mundo ha sentido esto a lo largo de su vida. Yo, millones de veces. Hasta, hace un año, explotar.
Si has vivido durante algún tiempo así, o si has hecho un viaje medianamente largo con mochila, seguro que te sientes identificado con esta forma de interaccionar. Estas conexiones efímeras, tan profundas, que duran minutos y se terminan. Tomáis caminos distintos. Pero recuerdas a esa persona el resto de tu vida.
Creo que hay que ser un poco sensible (o "intenso") para entrar en todo este circuito. Me da a mí que esta directora es de piel fina, y quizá por eso a mí me entra y a ti no. Hay gente que siente así la vida, y hay gente que no. No pasa nada. No es una historia intelectual, es una historia que va de sentir. Y esta directora ha sentido todos y cada uno de estos momentos en su pasado. Y esto se nota.
Como bien dicen algunos, un 50% del éxito de la interpretación depende del casting. La querida Frances McDormand hace lo que tiene que hacer y ya estaba claro en la fase de la preproducción que este papel le venía como anillo al dedo. Más que un esfuerzo increíble por hacer el papel de su vida, es que este era su sitio. Y ya está.
Es fácil juzgar estas cosas cuando están hechas. Pero seguro que Zhao tenía a esta actriz entre ceja y ceja desde el principio, y ese "ojo" es indispensable para ser buena en lo que hace.
Y cuando he sabido que los secundarios son casi todos nómadas reales, +30.
La tienes que ver y sumergirte en ella. O al menos intentarlo.
25 de marzo de 2021
25 de marzo de 2021
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es innegable que este año de pandemia, tan extraño como corto en acontecimientos taquilleros, la Academia de Hollywood aprovechará para saldar cuestiones pendientes: se notan ciertas novedades, como el hecho de ser el primer año que hay nominadas dos directoras o el nominar al primer actor negro ya fallecido y que puede ser el ganador al mejor protagonista, Chadwick Boseman, como en su día lo fue Peter Finch por su electizante labor en “Network, un mundo impacable”, y, así, como ocurrió en los Globos de oro, también premiar una actriz negra como protagonista, cosa que hace tiempo no ocurre. ¿Se acordarán de Glenn Close aunque sea como secundaria o tendrá que seguir esperando? En fin, la susodicha pandemia nos ha privado de grandes superproducciones, pero, al menos, nos ha dado más de una producción modesta de gran calidad, por ejemplo el caso presente.
“Nomadland” está rodada en Arizona, California, Dakota del Sur, Nevada y Nebraska, entre otros estados, a lo largo de meses y sin la presión de un gran estudio (aunque sea la sucursal de la potente “major” Fox, la Searchlight, la que ande detrás de su distribución, junto a Disney). Han realizado un film inusual, más apropiado para el cine independiente que para arrasar en una ceremonia de los “Oscars”, pero tan hermosa como necesaria, y que, muy pocas veces, en la industria comercial, sobre todo en este siglo XXI, el cine ha posado su mirada en gente nómada, casi “outsiders”, que vive en modestas caravanas, como consecuencia en este caso, muchos de ellas víctimas de la crisis económica, con una filosofía de vida alejada de lo establecido y gran humanidad.
Este es el tercer largometraje de la directora china Chloé Zhao, que es también la responsable de su montaje. Tras “Nomadland”, independientemente de que se alce o no como ganadora en los “Oscars”, la trayectoria de su directora ha dado un giro de ciento ochenta grados, ya que, en su cuarto largometraje, anda sumida en la gran producción de Marvel producida por Disney en solitario y por todo lo alto, “Eternals”. No sé los motivos que han provocado semejante cambio, pero bueno, sean cuales sean las razones (experimentar con un gran presupuesto, con los últimos adelantos en efectos especiales o comprarse un chalé) está en su derecho y nadie le va a quitar los méritos logrados.
He de precisar que “Nomadland” no va a gustar a espectadores con poco bagaje en la vida o poco “viajados”, es decir, que igual han ido de hotel en hotel desde India a Brasil, pero no han “vivido” por donde han pasado. Tampoco a los que no conocen la faceta ni de mochilero, que es más incómoda, o “caravanero” si se me permite el término. Ni a los que busquen películas convencionales será su público, y me temo (ahí van muchos), que a los que se encuentren personalmente en una situación parecida a la de la protagonista, porque supongo que no les servirá de evasión. Esto último no lo afirmo con convicción afortunadamente.
Pero lo que para mí ha supuesto “Nomadland” ha sido ver, antes que nada, una película con poesía intrínseca, con espíritu libre, algo habitual a finales de los sesenta y durante los años setenta y que, paulatinamente, esta característica, fue desapareciendo en la mayoría de las películas que posteriormente nos fueron llegando. Ese “algo” tan difícil de lograr, cuando se nos proporcionaba, ese espíritu venía enlatado o más bien prefabricado. Por eso el título de mi comentario, o crítica, como quieran llamarlo, es “Easy rider (Buscando mi destino)”, porque sin tener absolutamente nada que ver con la citada película de Hopper, entronca con un cine comprometido, despegado de las exigencias más comerciales y con una identidad propia. No es un film documental, como muchos han pretendido calificarlo, está más cerca del “cinéma verité”, así de simple. Y quien deduzca que por ello es “gafapasta” es un ignorante.
Frances McDormand (coproductora del film) es Fern, su protagonista. Ella hace un excelente trabajo, sutil y lleno de franqueza. Está acompañada de David Strathairn, muy eficaz y creíble, junto a un grupo de actores aficionados o no profesionales, que además, utilizan para sus personajes sus nombres verdaderos, quizás para darle a todo un aire de autenticidad. Todo está muy bien definido, tanto los personajes, como sus circunstancias.
La atmósfera sonora de Ludovico Einaudi es estupenda. Creo que este será el año de su lanzamiento mundial. Tras una larga trayectoria en muchas clases de proyectos y películas, al haber participado Einaudi en este film y en “El padre”, de Florian Zeller, parece que las puertas de Hollywood se le abren de par en par. Ya veremos. También para el encargado de la fotografía, Joshua James Richards, es su espaldarazo. Ya había trabajado en muchos cortometrajes, en anteriores films con Zhao y en films independientes, como la británica “Tierra de Dios”, de Francis Lee. Él es un experto en incluir el paisaje como un personaje más, y aquí realiza su mejor trabajo, por lo que ha sido nominado de justa manera. No llega al virtuosismo de los films de Malick, porque se alejaba de la propuesta de la directora ni tampoco se trataba de eso, pero si es verdad que se aproxima a la capacidad de visión de “su eminencia” Roger Deakins.
Por último, dentro de la gran galería de personajes que se nos presentan, creo que hubiera nominado como actriz secundaria a la que encarna a Swanki. Hay casos, por ejemplo, como el de Haing S. Ngor, (ganador por “Los gritos del silencio” que desbancó dudosamente entre otros al gran Ralph Richardson o a John Malkovich, nada más y nada menos), que sin ser actor profesional, contó con una carrera, o Harold Russell (ganador por “Los mejores años de nuestra vida”) mostró que era un buen actor. Charlene Swanki, que ese es su nombre, es conocida en las redes y nómada en la vida real desde hace años. Mujer muy currada en estas lides y también comprometida, interpreta un personaje muy especial, no a sí misma, con mucho corazón, como todos los que en ella aparecen.
“Nomadland” está rodada en Arizona, California, Dakota del Sur, Nevada y Nebraska, entre otros estados, a lo largo de meses y sin la presión de un gran estudio (aunque sea la sucursal de la potente “major” Fox, la Searchlight, la que ande detrás de su distribución, junto a Disney). Han realizado un film inusual, más apropiado para el cine independiente que para arrasar en una ceremonia de los “Oscars”, pero tan hermosa como necesaria, y que, muy pocas veces, en la industria comercial, sobre todo en este siglo XXI, el cine ha posado su mirada en gente nómada, casi “outsiders”, que vive en modestas caravanas, como consecuencia en este caso, muchos de ellas víctimas de la crisis económica, con una filosofía de vida alejada de lo establecido y gran humanidad.
Este es el tercer largometraje de la directora china Chloé Zhao, que es también la responsable de su montaje. Tras “Nomadland”, independientemente de que se alce o no como ganadora en los “Oscars”, la trayectoria de su directora ha dado un giro de ciento ochenta grados, ya que, en su cuarto largometraje, anda sumida en la gran producción de Marvel producida por Disney en solitario y por todo lo alto, “Eternals”. No sé los motivos que han provocado semejante cambio, pero bueno, sean cuales sean las razones (experimentar con un gran presupuesto, con los últimos adelantos en efectos especiales o comprarse un chalé) está en su derecho y nadie le va a quitar los méritos logrados.
He de precisar que “Nomadland” no va a gustar a espectadores con poco bagaje en la vida o poco “viajados”, es decir, que igual han ido de hotel en hotel desde India a Brasil, pero no han “vivido” por donde han pasado. Tampoco a los que no conocen la faceta ni de mochilero, que es más incómoda, o “caravanero” si se me permite el término. Ni a los que busquen películas convencionales será su público, y me temo (ahí van muchos), que a los que se encuentren personalmente en una situación parecida a la de la protagonista, porque supongo que no les servirá de evasión. Esto último no lo afirmo con convicción afortunadamente.
Pero lo que para mí ha supuesto “Nomadland” ha sido ver, antes que nada, una película con poesía intrínseca, con espíritu libre, algo habitual a finales de los sesenta y durante los años setenta y que, paulatinamente, esta característica, fue desapareciendo en la mayoría de las películas que posteriormente nos fueron llegando. Ese “algo” tan difícil de lograr, cuando se nos proporcionaba, ese espíritu venía enlatado o más bien prefabricado. Por eso el título de mi comentario, o crítica, como quieran llamarlo, es “Easy rider (Buscando mi destino)”, porque sin tener absolutamente nada que ver con la citada película de Hopper, entronca con un cine comprometido, despegado de las exigencias más comerciales y con una identidad propia. No es un film documental, como muchos han pretendido calificarlo, está más cerca del “cinéma verité”, así de simple. Y quien deduzca que por ello es “gafapasta” es un ignorante.
Frances McDormand (coproductora del film) es Fern, su protagonista. Ella hace un excelente trabajo, sutil y lleno de franqueza. Está acompañada de David Strathairn, muy eficaz y creíble, junto a un grupo de actores aficionados o no profesionales, que además, utilizan para sus personajes sus nombres verdaderos, quizás para darle a todo un aire de autenticidad. Todo está muy bien definido, tanto los personajes, como sus circunstancias.
La atmósfera sonora de Ludovico Einaudi es estupenda. Creo que este será el año de su lanzamiento mundial. Tras una larga trayectoria en muchas clases de proyectos y películas, al haber participado Einaudi en este film y en “El padre”, de Florian Zeller, parece que las puertas de Hollywood se le abren de par en par. Ya veremos. También para el encargado de la fotografía, Joshua James Richards, es su espaldarazo. Ya había trabajado en muchos cortometrajes, en anteriores films con Zhao y en films independientes, como la británica “Tierra de Dios”, de Francis Lee. Él es un experto en incluir el paisaje como un personaje más, y aquí realiza su mejor trabajo, por lo que ha sido nominado de justa manera. No llega al virtuosismo de los films de Malick, porque se alejaba de la propuesta de la directora ni tampoco se trataba de eso, pero si es verdad que se aproxima a la capacidad de visión de “su eminencia” Roger Deakins.
Por último, dentro de la gran galería de personajes que se nos presentan, creo que hubiera nominado como actriz secundaria a la que encarna a Swanki. Hay casos, por ejemplo, como el de Haing S. Ngor, (ganador por “Los gritos del silencio” que desbancó dudosamente entre otros al gran Ralph Richardson o a John Malkovich, nada más y nada menos), que sin ser actor profesional, contó con una carrera, o Harold Russell (ganador por “Los mejores años de nuestra vida”) mostró que era un buen actor. Charlene Swanki, que ese es su nombre, es conocida en las redes y nómada en la vida real desde hace años. Mujer muy currada en estas lides y también comprometida, interpreta un personaje muy especial, no a sí misma, con mucho corazón, como todos los que en ella aparecen.
14 de marzo de 2021
14 de marzo de 2021
61 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siento disentir con la mayoría de las críticas.
Entendí que es la antítesis del sueño americano, que se quiere mostrar el costado del desempleo y pobreza en EE.UU.(aunque tener una casa rodante en Latinoamérica es un lujo para ricos).
Road movie completamente plana. No hay emociones, no sucede nada importante.No hay un giro en la trama. Encima súper lenta.
Frances McDormand me ha encantado en Fargo o en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, pero aquí se me hizo odiosa, siempre con cara de preocupación y no se entiende muy bien por qué.
No entiendo por qué ha ganado tantos premios. No merece ni uno.
Es del estilo de Into the wild, otra película infumable, pero con paisajes más feos.
Entendí que es la antítesis del sueño americano, que se quiere mostrar el costado del desempleo y pobreza en EE.UU.(aunque tener una casa rodante en Latinoamérica es un lujo para ricos).
Road movie completamente plana. No hay emociones, no sucede nada importante.No hay un giro en la trama. Encima súper lenta.
Frances McDormand me ha encantado en Fargo o en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, pero aquí se me hizo odiosa, siempre con cara de preocupación y no se entiende muy bien por qué.
No entiendo por qué ha ganado tantos premios. No merece ni uno.
Es del estilo de Into the wild, otra película infumable, pero con paisajes más feos.
9 de mayo de 2021
9 de mayo de 2021
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nomadland
Tenía verdadero interés por ver “Nomadland” por varias razones. Una de ellas porque desde que inició su andadura no ha hecho más que cosechar todos los premios cinematográficos en los que ha participado. Entre ellos 3 Oscar, 2 Globos de Oro, 4 BATFA y el León de Oro, lo cual provoca la comprensible curiosidad de cualquier cinéfilo.
Otra, porque me deslumbra el talento de Frances Louise McDormand, (“Three Billboards Outside Ebbing, Missouri”, “Fargo” o “Blood Simple” son algunas de sus películas que nadie debiera perderse), -actriz casada con Joel, el mayor de los hermanos Coen a los que también venero- y que pese a sus 63 años no ha hecho sino acentuar su brillo.
Y la tercera porque la dirige y escribe Chloé Zhao, una joven directora residente en EE.UU de origen chino y a la que descubrí en “The Rider”, cautivadora historia sobre los jinetes de rodeo y la azarosa realidad de un oficio oculto bajo las falsas luces de un electrizante espéctaculo.
Pero volvamos al origen. “Nomadland” nos habla de la soledad y la marginación de unos seres desencantados con un sistema que los explota durante años para después, una vez exprimidos, abandonarlos en sus márgenes con pensiones indignas, miserables; almas que buscan trabajos esporádicos con los que cubrir sus necesidades mínimas; algunos de ellos por avatares de la vida y otros por decisión propia, viven errantes en viejas caravanas o furgonetas lejos del bullicio de las grandes ciudades; encuentran consuelo terapéutico en la naturaleza a la que adoran como si de una nueva religión se tratara; se agrupan en improvisados campamentos situados a uno u otro lado de la América profunda en los que conviven temporalmente; al calor de una fogata, en las gélidas noches de Nevada, se desahogan desvelando ante sus compañeros los más recónditos y dolorosos recuerdos; intercambian objetos, se ayudan, apoyan y van reeencontrándose en su itinerante e incesante huída.
Y todo ello, lo expresa Chloé Zhao con delicada sensibilidad y ternura. Arropa a sus personajes con la delicadeza y el amor de una madre protectora, los envuelve con la cálida percepción de su mirada, los humaniza y logra transmitir al espectador todas esas inquietudes y carga emotiva que estos trashumantes desplazados soportan sobre sus espaldas.
Zhao ilumina la oscuridad bajo las estrellas de una bóveda inabarcable, fotografía crepúsculos y amaneceres de un belleza indescriptible y nos regala momentos inolvidables como la breve intervención de un viejo vaquero cantando e interpretando a la luz de la luna un blues en un piano tan ruinoso y destartalado como él mismo.
El poético y evocador final, condensa, como una bella metáfora, el espíritu de la película. Me recuerda la última escena de “The Searchers” con la que Ford cierra una de sus obras maestras. Desde el interior de una casa, la puerta se abre para mostrarnos una extensa llanura de cuyo horizonte emerge el desafiante perfil de las montañas. Y se me ocurre que tal coincidencia no es casual y que bien podría suponer una señal de profundo respeto y reconocimiento a la memoria de uno de los más grandes directores de la historia del cine.
Emilio Castelló Barreneche
Tenía verdadero interés por ver “Nomadland” por varias razones. Una de ellas porque desde que inició su andadura no ha hecho más que cosechar todos los premios cinematográficos en los que ha participado. Entre ellos 3 Oscar, 2 Globos de Oro, 4 BATFA y el León de Oro, lo cual provoca la comprensible curiosidad de cualquier cinéfilo.
Otra, porque me deslumbra el talento de Frances Louise McDormand, (“Three Billboards Outside Ebbing, Missouri”, “Fargo” o “Blood Simple” son algunas de sus películas que nadie debiera perderse), -actriz casada con Joel, el mayor de los hermanos Coen a los que también venero- y que pese a sus 63 años no ha hecho sino acentuar su brillo.
Y la tercera porque la dirige y escribe Chloé Zhao, una joven directora residente en EE.UU de origen chino y a la que descubrí en “The Rider”, cautivadora historia sobre los jinetes de rodeo y la azarosa realidad de un oficio oculto bajo las falsas luces de un electrizante espéctaculo.
Pero volvamos al origen. “Nomadland” nos habla de la soledad y la marginación de unos seres desencantados con un sistema que los explota durante años para después, una vez exprimidos, abandonarlos en sus márgenes con pensiones indignas, miserables; almas que buscan trabajos esporádicos con los que cubrir sus necesidades mínimas; algunos de ellos por avatares de la vida y otros por decisión propia, viven errantes en viejas caravanas o furgonetas lejos del bullicio de las grandes ciudades; encuentran consuelo terapéutico en la naturaleza a la que adoran como si de una nueva religión se tratara; se agrupan en improvisados campamentos situados a uno u otro lado de la América profunda en los que conviven temporalmente; al calor de una fogata, en las gélidas noches de Nevada, se desahogan desvelando ante sus compañeros los más recónditos y dolorosos recuerdos; intercambian objetos, se ayudan, apoyan y van reeencontrándose en su itinerante e incesante huída.
Y todo ello, lo expresa Chloé Zhao con delicada sensibilidad y ternura. Arropa a sus personajes con la delicadeza y el amor de una madre protectora, los envuelve con la cálida percepción de su mirada, los humaniza y logra transmitir al espectador todas esas inquietudes y carga emotiva que estos trashumantes desplazados soportan sobre sus espaldas.
Zhao ilumina la oscuridad bajo las estrellas de una bóveda inabarcable, fotografía crepúsculos y amaneceres de un belleza indescriptible y nos regala momentos inolvidables como la breve intervención de un viejo vaquero cantando e interpretando a la luz de la luna un blues en un piano tan ruinoso y destartalado como él mismo.
El poético y evocador final, condensa, como una bella metáfora, el espíritu de la película. Me recuerda la última escena de “The Searchers” con la que Ford cierra una de sus obras maestras. Desde el interior de una casa, la puerta se abre para mostrarnos una extensa llanura de cuyo horizonte emerge el desafiante perfil de las montañas. Y se me ocurre que tal coincidencia no es casual y que bien podría suponer una señal de profundo respeto y reconocimiento a la memoria de uno de los más grandes directores de la historia del cine.
Emilio Castelló Barreneche
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