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Críticas 992
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
17 de septiembre de 2020
117 de 127 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Devil All The Time (2020), reciente estreno de Netflix dirigido por Antonio Campos, entrecruza varias historias entre los años 50 y 60 en el interior de Estados Unidos. Cuenta con un elenco estelar en el que se destacan Tom Holland, Robert Pattinson, Riley Keough y Jason Clarke.

Por Nicolás Bianchi

Donald Ray Pollock es un escritor estadounidense, oriundo de Ohio, que comenzó su carrera en el mundo de las letras a los 55 años, luego de trabajar durante tres décadas en una fábrica de papel. En su novela, que lleva el mismo título, está basada la película The Devil All The Time, que además cuenta con su narración en off, que introduce y se explaya sobre los sentires de los personajes principales.

Su tono de voz gastado, un tanto desganado, y un acento que remite al interior rural de Estados Unidos concuerdan a la perfección con el oscurísimo mundo que se plantea en la película de Campos. El título de la película debe interpretarse de forma literal. Durante los 138 minutos de duración el film presenta distintas manifestaciones del mal, que en las rutas que conectan los pueblitos en los que transcurre la acción, parece operar a toda hora, todo el tiempo.

En la larga introducción el protagonista es Will (Bill Skarsgard), un soldado que vuelve de la Segunda Guerra Mundial con un trauma que no puede superar y que va a trasladar, como si fuera una inyección, a su hijo Arvin (que más tarde, de grande, es interpretado por Tom Holland). Ningún conflicto en el mundo de The Devil All The Time se puede solucionar sin recurrir a la violencia, ese es el lenguaje común que hablan todos en esos parajes desolados que rondan los Montes Apalaches.

En el caso de Arvin y su hijo Will el origen del mal está en la guerra que luego, de vuelta en Estados Unidos, se expande. En una película con tantos personajes no queda claro cuál es el motivo de la criminalidad de los que protagonizan la otra sub trama madre de la narración, la pareja integrada por Carl y Sandy (Jason Clarke y Riley Keough, brillantes los dos), que se dedica a vagar por las rutas y recoger autoestopistas con fines para nada solidarios.

Otro elemento preponderante de la película es la religión, y claro está, su perfecta combinación y adecuación al lenguaje que desarrolla la violencia. Los pastores interpretados por Harry Melling y Robert Pattinson presentan conductas que se ubican a años luz de distancia de los valores que luego en sus misas dicen sostener. Completan el elenco, en papeles secundarios, Eliza Scanlen, Sebastian Stan, Haley Bennett y Mia Wasikowska.

Los puntos más altos de The Devil All The Time tienen que ver con la ambientación, la construcción de un universo apesadumbrado entre rutas y pueblitos, baladas, música de cuerdas y hillbillies. Filmada en 35 milímetros, en material físico, la película se ve bellísima y su banda de sonido es formidable. Claro que todos estos recursos están puestos en función de una narración que, por momentos, se satura de depravación, violencia y sordidez. En ello no hay errores sino una búsqueda intencional que va de las páginas de Pollock a las imágenes que dispone Campos.
12 de julio de 2020
89 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
Palm Springs (2020), comedia romántica producida por Hulu, es la más inteligente y graciosa utilización del concepto de bucle temporal desde la realización de Groundhog Day (1993). Primer largometraje de Max Barbakow, con guión de Andy Siara.

Por Nicolás Bianchi

El cine tiene géneros y sub géneros que cada tanto alguien recupera, se explotan y luego pueden olvidarse por décadas hasta que el ciclo vuelve a comenzar. Groundhog Day o El Día de la Marmota o Hechizo en el Tiempo, tales su posibles títulos según lo que decidieron los distintos distribuidores, inauguró en 1993 el segmento de películas en las que los protagonistas reviven constantemente un mismo día. Casi 30 años después, Palm Springs puede convertirse en esa película para las generaciones presentes.

La primera gran revelación, de varias que se presentan en el film, está dada justamente por el funcionamiento del mecanismo según el cual un personaje no puede hacer otra cosa que no sea despertar cada mañana a la misma hora y en el mismo lugar, y, fundamentalmente, en el mismo día que la mañana anterior. Como lo explica Nyles (Andy Samberg), al borde de una pileta antes de que comience la boda, hoy es ayer y mañana también es hoy.

Barbakow no sabía que el mundo iba a estar en una cuarentena global cuando presentó su película en enero en Sundance. El confinamiento y el aislamiento social le dan otra perspectiva al relato que muestra a dos personajes que quedan encerrados en el tiempo, ahora que muchos están empantanados en un día que se repite en loop a la espera de una salida que todavía no se concreta.

La pareja que constituyen Nyles y Sarah, en un papel formidable de Cristin Milioti, atraviesan distintos estadíos espirituales y emocionales. En cada secuencia Palm Springs sube un tanto su apuesta. Sin perder nunca la comicidad, la narración se desarrolla por los caminos existenciales y filosóficos de una rutina eterna. El consumo de alcohol, o de lo que sea, la diversión o los tatuajes no son más que algunos intentos de los personajes por lidiar con el vacío que supone el hecho de que mañana todo va a ser igual que hoy. Claro que en ese viaje los que cambian son los protagonistas, el único factor que no es constante en la ecuación. El dúo de Samberg y Milioti está muy bien secundado por J. K. Simmons como Roy, lo más parecido a un villano que tiene la película.

Palm Springs presenta también un formidable trabajo de guión, munido de una serie de detalles que se siembran y luego pagan muy bien, además de una batería de giros en la historia que nunca desvían a la película de su carril. En tiempos de monotonía cinematográfica en la que los largometrajes parecen salidos de un puñado de moldes posibles, la ópera prima de Barbakow representa un salto de calidad. Se trata de un elemento distinto y mejor.

La película, que nunca abandona el tono cómico y cuenta con distintos momentos realmente hilarantes, se permite reflexionar sobre la cárcel tortuosa que puede significar la familia o el matrimonio, el efecto narcótico pero pasajero del consumo y el tedio de una rutina en una sociedad que no tiene más que levedades y banalidades para ofrecer a quienes la habitan. Si todo es lo mismo nada importa, dice Sarah antes de llegar a la conclusión de que para que algo cambie es necesario empeñarse en la búsqueda de conocimiento, de herramientas que le permitan salirse del carrusel temporal en el que se encuentra detenida. Las dudas también están porque la normalidad, nueva o vieja, puede ser tibia, cómoda. Hay hechizos que no se rompen, solo, con amor.
18 de julio de 2021
72 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pig (2021) es la primera película del director Michael Sarnoski, en la que un hombre que vive solo en medio del bosque busca rescatar a su compañía, un cerdo que fue raptado por su capacidad para encontrar trufas. La historia se sale del absurdo para afirmarse en un tono de drama sentimental.

Por Nicolás Bianchi

Pig no es lo que parece ni lo que los prejuicios, o las expectativas, dictaban. Nicholas Cage viene de participar en varios films en los que sus personajes llegan a un extremo de tensión y protagonizan salvajes estallidos de violencia. En principio la premisa de la película luce orientada hacia ese cauce pero en cambio se trata de un drama que aspira a cierta profundidad en el que se abordan temas como el consumo, la soledad, la pérdida y el amor o su falta.

Rob (Cage) es un cultivador de trufas que vive retirado en el bosque a las afueras de Portland, en el Noroeste estadounidense. Su vida transcurre en silencio, salvo cuando escucha la voz grabada de una mujer, que evidentemente ya no está, en un cassette. Su única compañía es una chancha trufera, con la que trabaja pero también convive, como si fuera una mascota. Una vez por semana el joven Amir (Alex Wolff) se acerca a la cabaña para retirar los preciados hongos que son el medio de subsistencia de Rob.

La normalidad de la vida en el bosque se altera cuando dos extraños irrumpen en la campaña, golpean a Rob y se llevan a la cerda. A partir de entonces el único propósito del lacónico protagonista es recuperar a su compañera. Si bien la consigna es más que sencilla, lo que verdaderamente queda por revelar es el origen del personaje, cómo llegó a la situación presente y quién era antes de vivir en el bosque.

El trabajo de Cage está más en línea con su rol en Leaving Las Vegas (1995) que con sus más recientes trabajos. Se trata de un papel rigurosamente dramático, en el que personifica a un alma en pena con cierto aire de mártir. Rob es golpeado una y otra vez mientras intenta recuperar a la cerda, pero hay algo en él que es completamente duro, rocoso, por lo que las piñas y las agresiones le lastiman la cara pero no lo alteran.

En suma, Pig es extraña y difícil de clasificar. Se trata de un drama, que juega mucho con el absurdo de la situación que presenta, pero que es más serio y sutil de lo que luce en principio. Por la presencia de Cage, por la edición del tráiler y por cómo se vendió el film el truco, indudablemente, es intencional. El sello Neon suele producir relatos que se salen de la norma pero siempre dentro del género, por lo general el terror.

En este caso están presentes los componentes de suspenso o de thriller de acción, también hay un objeto que hace avanzar la acción (o MacGuffin, como lo bautizara Hitchcock) aunque lo central puede estar en otro lado. Pig es en buena medida el estudio de un personaje que, interpretado por Cage, se revela a medida que transcurre la historia y quita de la pantalla la pátina absurda con que la película se había presentado para construir un drama sensible, delicado, que por momentos se puede comparar con el sabor de una trufa.

Se estrenó en cines de Estados Unidos y está disponible online. Contacto: [email protected].
4 de julio de 2020
47 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película The Outpost (2020) cuenta la defensa de un fuerte, ubicado en una posición táctica muy desfavorable, por parte de un regimiento del ejército de Estados Unidos contra las fuerzas de los talibanes afganos. Se trata de una historia verídica sobre el episodio conocido como la ‘Batalla de Kamdesh’.

Por Nicolás Bianchi

El Hindukush es una zona montañosa que se extiende entre las fronteras de Afganistán con Paquistán, al este del país ubicado en el Asia Central. Cerca del pueblo de Kamdesh el ejército estadounidense, junto con sus pares afganos, ocuparon una base ubicada en un valle rodeado de montañas. Sería más preciso decir que el fuerte se ubicaba en un gran pozo, un lugar estratégicamente desfavorable si se está bajo ataque. Los enemigos o invasores siempre se encontrarán en una posición elevada con respecto a la defensa.

En The Outpost las características del lugar quedan claras rápidamente cuando una ráfaga de tiros provenientes de la montaña interrumpe una conversación trivial entre los hombres que se encuentran en la base. La primera parte de la película es un tanto fangosa. Mediante subtítulos se indican los nombres de los soldados a medida que son introducidos en la historia, pero son muchos y es de noche por lo que los rostros no son del todo divisibles. También se señalan los espacios importantes dentro del complejo militar. Al final todo se podría haber entendido igual, aunque quizás haya sido un agregado del director Rod Lurie para darle a su film, que respeta el nombre real de los militares que participaron del episodio, un aire documental.

La película está dividida en capítulos que llevan el nombre de la máxima autoridad de la base, puesto que tiene gran rotación por distintos motivos. El primer comandante es Keating (Orlando Bloom), un militar que también debe exhibir dotes diplomáticas al tener que negociar con los habitantes del lugar. Lurie muestra la misión del ejército norteamericano como algo entre incomprensible e imposible de lograr. La comunicación con los locales nunca parece sincera de ninguna de las dos partes. Son largas reuniones en las que nadie obtiene nada.

De esa manera se construye un gran interrogante sobre lo que las tropas fueron hacer en esos parajes remotos rodeados de montañas pedregosas. Uno de los soldados arriesga a decir que la libertad ‘no es gratis’ (freedom isn´t free), pero la conexión entre el modo de vida americano y la tarea de esos jóvenes apostados en Afganistán aparece difusa. ‘¿En casa saldrá en los diarios lo que está sucediendo aquí?’, se pregunta otro. La misión, ante la falta de una denominación mejor, se vuelve una y simple: sobrevivir.

Lo único que queda por exhibir cuando llegue el momento de la batalla es el coraje, o su falta. A diferencia de otras películas bélicas, en la que los personajes viajan o atraviesan distintos sitios donde la guerra se desarrolla, aquí los soldados están siempre en el mismo lugar, mientras lo que se mueve son los acontecimientos. El río es el que está en movimiento, no el barco, si se permite una metáfora. Lo que trae la corriente es un gran enfrentamiento que ocupa, prácticamente en su integridad, la segunda mitad de la película.

Los enemigos son prácticamente invisibles. Están en lo alto, entre las rocas y con la cara tapada. Los talibanes no tienen rostros ni expresiones, son agentes que bajan por las montañas y disparan. La batalla está muy bien filmada, de las acciones se desprende que todos estuvieron en peligro prácticamente en todo momento. Los personajes centrales de la acción son los soldados Romesha (Scott Eastwood, el hijo de Clint) y Carter (Caleb Landry Jones, en la actuación mejor lograda de la película). The Outpost es una oda al valor de un grupo de militares, muy jóvenes en su mayoría, que defendieron, lo mejor que pudieron, una base prácticamente indefendible. Un derroche de coraje, sangre y vida, arrojados al fuego de una misión incomprensible.
28 de mayo de 2021
69 de 103 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cruella (2021), nueva producción de Disney dirigida por Craig Gillespie, reversiona al clásico personaje malvado del relato infantil y cuenta sus orígenes. Brillantes actuaciones de Emma Stone y Emma Thompson. La película cuenta además con una gran selección de éxitos del rock anglosajón.

Por Nicolás Bianchi

Con cierta lógica del cine de superhéroes Cruella es una gran presentación de un personaje, una historia de origen. En otro tono y con otros objetivos la película hace lo mismo que Joker (2019), o sea contar el nacimiento de quien es presumiblemente un villano, con la intriga puesta aquí en el camino que al final va a tomar la muchacha interpretada por Emma Stone.

La película es también una comedia de aventuras con algunas escenas de acción, pero su formato es uno de los posibles dentro de los relatos de superhéroes. El film comienza contado en primera persona por la protagonista, cuyo nombre de nacimiento fue Estella. De niña ya daba indicios de su doble personalidad, rasgo que se acentúa por la característica física de su cabello, mitad negro y mitad blanco.

De hecho, a través de su historia el personaje se va a ver gobernado por sus dos humores posibles, porque, además, lo que Estella o Cruella busca es una identidad definitiva. La trágica muerte de su madre deriva en que la niña se críe sola con dos amigos, con quienes ya de jóvenes, y junto a un grupo de perros cachorros, forman una pequeña banda de carteristas. Los personajes de Jasper (Joel Fry) y Horace (Paul Walter Hauser) son dos ladrones buenos, construidos con el aire naive que caracterizó siempre a Disney.

Por medio de una de sus tretas los jóvenes logran que Estella ingrese como pasante en una galería de moda, para poder desarrollar su gran talento para la alta costura que hasta entonces había volcado en la confección de disfraces para distintos atracos. En este largo capítulo la película es un relato de alguien que persigue un sueño profesional. Pronto la protagonista pasa a estar empleada bajo el mando de la Baronesa (Emma Thompson), un personaje que en principio recuerda al de Meryl Streep en El diablo viste a la moda (2006) por su severidad y determinación.

En la sección siguiente del film se da un enfrentamiento entre la Baronesa y Estella/Cruella, que es en definitiva el nudo del relato porque allí debe resolverse tanto el pasado como el futuro de la protagonista. Cruella es extensa, cuenta con 137 minutos de duración, pero es sumamente dinámica, no solo por el montaje y la acción sino por una banda de sonido integrada por grandes bandas. Están, entre otras, Queen, The Doors, The Clash, Deep Purple, Supertramp y Florence + The Machine.

La película es también súper amigable y correcta en términos de la agenda actual de género y diversidad. Los dos personajes fuertes son mujeres que no tienen ningún interés afectivo explícito ni son tuteladas por hombres. Es más, los personajes masculinos suelen estar bajo las órdenes de la Baronesa o Cruella. Además se introduce con total fluidez a distintos varones homosexuales, una figura común dentro del ambiente de la moda, al punto que uno de ellos sostiene que “hoy ser normal es lo raro”, lo que suena también a una declaración de principios. Incluso el simpático Horace, robusto y de aspecto algo hosco, se trasviste para uno de los asaltos del grupo. No hay ningún chiste, gag, ni mención a ello ni a la gordura del personaje.

La nueva versión de la villana Cruella de Vil, impura y con un costado oscuro pero noble, deja construido un personaje más dentro de la galería de héroes de Disney. La película no solo presenta una mirada renovada sobre ella sino también sobre la Inglaterra de los 70 en la que emerge el punk rock, donde está situada la historia. Ya no se pueden hacer tapados con las pieles de los perros dálmatas pero seguramente sí más productos audiovisuales con algunos o todos estos personajes.
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