El sol del membrilloDocumental
7.4
5,721
Documental
Ésta es la historia de un artista (Antonio López) que trata de pintar, durante la época de maduración de sus frutos, un árbol —un membrillero— que hace tiempo plantó en el jardín de la casa que ahora le sirve de estudio. A lo largo de su vida, casi como una necesidad, el pintor ha trabajado sobre el mismo tema en muchas ocasiones. Cada año, con la llegada del otoño, esa necesidad se renueva. Lo que el artista no ha hecho nunca en su ... [+]
18 de julio de 2015
18 de julio de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Exquisita obra de un maestro del cine español. Víctor Erice nos presenta una doble capa artística al envolver con soltura y precisión el arte pictórico del gran Antonio López mediante su fina y elegante seda de cine. En absoluto creación documental; la narración metafísica del intento del artista por crear su obra, partiendo de la naturaleza, llega a fabricar un entresijo de relaciones tan interesantes como intelectuales, todo de forma genialmente tan trivial que la naturalidad de las escenas, diálogos y secuencias ha llevado a mucha de la crítica a tildar la película de documental.
Desde la lucha interna del pintor hasta el desafío natural del árbol, pasando por la estudiada partitura original de Pascal Gaigne (que adorna de filosofía el ambiente rural de las secuencias) y cómo afecta un elemento tangible, como el sol, al desarrollo afectivo y filosófico de Antonio López, todo resulta de un atractivo exorbitante que, no obstante, hastiará a la mayor parte del público, presenciando atónitos momentos prolongados de escaso movimiento en pantalla (favorecedor del nivel conseguido por la obra global).
Sin duda, una filmación que ningún amante del cine debiera pasar por alto. Ejemplo de cómo, en cualquier país y cultura, siempre se pueden hacer obras de arte auténticas.
Desde la lucha interna del pintor hasta el desafío natural del árbol, pasando por la estudiada partitura original de Pascal Gaigne (que adorna de filosofía el ambiente rural de las secuencias) y cómo afecta un elemento tangible, como el sol, al desarrollo afectivo y filosófico de Antonio López, todo resulta de un atractivo exorbitante que, no obstante, hastiará a la mayor parte del público, presenciando atónitos momentos prolongados de escaso movimiento en pantalla (favorecedor del nivel conseguido por la obra global).
Sin duda, una filmación que ningún amante del cine debiera pasar por alto. Ejemplo de cómo, en cualquier país y cultura, siempre se pueden hacer obras de arte auténticas.
3 de marzo de 2019
3 de marzo de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Persona cabal que no tendrá acceso a internet, pierdo consecuente y afortunadamente mi fe: no le llegarán unas cuantas palabras de admiración.
Bendigo que sea así.
Usted siga filmando. No hace falta que diga que esa boca es suya.
Pero señor Erice, ¿lo suyo es cosa de la Escuela de Cine o de Truffaut? Su mirada, Teresa Gimpera, Fernán Gómez, la niña Torrent, el ferrocarril, la caseta y la guerra civil, los monstruos de los sin vox, el blanco y negro en color, el sur, otra niña que después fue Icíar Bolláin, el cuerpo humano de Laly Soldevilla, la miel, el membrillo.
No, no se haga de rogar. Ahí van los raudales de entusiasmo y de admiración. Es usted culpable. Déjeme unas líneas más. Présteme un plano secuencia. Antonio López, mientras, seguirá intentando captar al sol entre las ramas. Aún sigue hoy. La banqueta que ustedes dos compartieron meses, el patio, la paciencia. La madre de la ciencia ayudando plasmar ese rey de los astros. Antonio López sin ser un artista gilipollas (visto en televisión: López guía a un grupo de gente en el Prado y le preguntan “qué puede hacerse al observar las Meninas”, y López contestando “admirar”. Simplicidad o simplismo.
Antonio canturreando con Enrique Gran el Ramito de mejorana. El plano secuencia continúa, que no lo he dicho. Dar por imposible una tonalidad no es frustrante. Alienta. En ésas estamos, los vinicos que rondan y se ruedan. Ni siquiera hace falta que usted diga “Rodamos”. Todo es una secuencia, para eso le pagamos al de montaje. Yo ruedo; tú, casa; él pinta. El artista es Antonio. Ver(o no ver)lo un poco más imposible ese amarillo hasta puede llegar a satisfacer. La perfección existe, pero también el camino que lleva hacia él. Y también el sol que juega y luego la encrucijada que llega para agotar las opciones. El tiempo que no conoce a nadie. Tic y tac. El fruto no se vende.
Caballete y acción.
Hiperrealissssssssssssssmo
Bendigo que sea así.
Usted siga filmando. No hace falta que diga que esa boca es suya.
Pero señor Erice, ¿lo suyo es cosa de la Escuela de Cine o de Truffaut? Su mirada, Teresa Gimpera, Fernán Gómez, la niña Torrent, el ferrocarril, la caseta y la guerra civil, los monstruos de los sin vox, el blanco y negro en color, el sur, otra niña que después fue Icíar Bolláin, el cuerpo humano de Laly Soldevilla, la miel, el membrillo.
No, no se haga de rogar. Ahí van los raudales de entusiasmo y de admiración. Es usted culpable. Déjeme unas líneas más. Présteme un plano secuencia. Antonio López, mientras, seguirá intentando captar al sol entre las ramas. Aún sigue hoy. La banqueta que ustedes dos compartieron meses, el patio, la paciencia. La madre de la ciencia ayudando plasmar ese rey de los astros. Antonio López sin ser un artista gilipollas (visto en televisión: López guía a un grupo de gente en el Prado y le preguntan “qué puede hacerse al observar las Meninas”, y López contestando “admirar”. Simplicidad o simplismo.
Antonio canturreando con Enrique Gran el Ramito de mejorana. El plano secuencia continúa, que no lo he dicho. Dar por imposible una tonalidad no es frustrante. Alienta. En ésas estamos, los vinicos que rondan y se ruedan. Ni siquiera hace falta que usted diga “Rodamos”. Todo es una secuencia, para eso le pagamos al de montaje. Yo ruedo; tú, casa; él pinta. El artista es Antonio. Ver(o no ver)lo un poco más imposible ese amarillo hasta puede llegar a satisfacer. La perfección existe, pero también el camino que lleva hacia él. Y también el sol que juega y luego la encrucijada que llega para agotar las opciones. El tiempo que no conoce a nadie. Tic y tac. El fruto no se vende.
Caballete y acción.
Hiperrealissssssssssssssmo
24 de enero de 2023
24 de enero de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un ensayo experimental que sigue al pintor Antonio López mientras este busca pintar el membrillo que plantó en el jardín de su estudio con una luz muy concreta.
Debido no solo a las inclemencias del tiempo, sino al estilo metódico y exhaustivo del pintor, esto no es una tarea difícil, sino imposible de origen, pero eso carece de importancia.
Mientras el tiempo avanza se desecha la idea de un óleo y se pasa a un dibujo, y cada día todo cambia, las marcas hechas al membrillo ya no sirven, hay que corregirlas, el tiempo transcurre y el espacio cambia.
En circunstancias normales capturar un instante efímero que contenga verdad e intención, ya es algo complicado, pero esto se trata de una exploración, no solo de una obra, sino de una búsqueda interior.
Cada día que vivimos cambiamos un poco, el tiempo no se detiene y estamos a su merced, aquí cada momento cuenta, supone un aprendizaje valioso y una forma de autodescubrimiento.
Analiza el tiempo, para un instante y al mismo tiempo muestra lo irreversible que es, todo en el marco de una creación artística en el cual el proceso es eterno en una búsqueda de perfección imposible de alcanzar, en la que lo más destacable es la lucha por seguir buscando y mejorando solo por el placer y el aprendizaje que ello supone.
Una obra de Victor Erice, un autor que ha dejado una gran huella con pocas obras, y al que personalmente considero el cineasta español más especial y de mayor calidad.
Debido no solo a las inclemencias del tiempo, sino al estilo metódico y exhaustivo del pintor, esto no es una tarea difícil, sino imposible de origen, pero eso carece de importancia.
Mientras el tiempo avanza se desecha la idea de un óleo y se pasa a un dibujo, y cada día todo cambia, las marcas hechas al membrillo ya no sirven, hay que corregirlas, el tiempo transcurre y el espacio cambia.
En circunstancias normales capturar un instante efímero que contenga verdad e intención, ya es algo complicado, pero esto se trata de una exploración, no solo de una obra, sino de una búsqueda interior.
Cada día que vivimos cambiamos un poco, el tiempo no se detiene y estamos a su merced, aquí cada momento cuenta, supone un aprendizaje valioso y una forma de autodescubrimiento.
Analiza el tiempo, para un instante y al mismo tiempo muestra lo irreversible que es, todo en el marco de una creación artística en el cual el proceso es eterno en una búsqueda de perfección imposible de alcanzar, en la que lo más destacable es la lucha por seguir buscando y mejorando solo por el placer y el aprendizaje que ello supone.
Una obra de Victor Erice, un autor que ha dejado una gran huella con pocas obras, y al que personalmente considero el cineasta español más especial y de mayor calidad.
10 de febrero de 2008
10 de febrero de 2008
30 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta ocasión la relevancia y magistralidad de Víctor Erice, por la que es tan conocido, han resultado un chasco. A ello ha contribuido el pintor Antonio López, quien en lugar de centrarse en el cuadro a colores que sobre el arbusto membrillo estaba realizando desde el inicio del film, transmitirnos su cuerpo, su viveza, su realismo pictórico y su acabado, le da por tomar como importante lo que sólo son menudencias y abandona la buena obra comenzada por pura cabezonería de querer rizar el rizo. El cuadro iba bien, iba a resultar precioso y también la película; sin embargo a raíz de que el pintor deja de lado su pintura, la esconde en la oscuridad de un sótano y se decide por empezar de nuevo con otra creación sólo a lápiz de carbón, como simple dibujo a blanco y negro, a partir de ahí el artísta López no sólo se carga la luminosidad, la viveza y el maravilloso colorido del membrillo, tal como iba a ser en pintura, sino que además hunde o estropea también el quid del film.
¿Cómo pretende cambiarnos una pintura sobre un arbolito membrillo que si gusta es precisamente por sus colores, transmutarla en un dibujo a lápiz del mismo arbusto en un film que si algún atractivo tenía hasta ese preciso momento era ver como el colorido, la vitalidad, los tonos de los frutos, las ramas y hojas del membrillo real se iban trasladando a la realidad del lienzo? Lamentablemente, el pintor nos jode la película y también el "sol" que se supone tiene todo membrillo aunque sólo sea en el amarillo de su piel.
A parte de esto, considero que Erice mete mucha morralla en el film; por ej. demasiadas tomas de los edificios circundantes nocturnos con ventanas que dejan entrever a televidentes, demasiadas vistas de la torre "Pirulí" de TVE, demasiadas escenas de los albañiles polacos. ¿Acaso Erice no nos ha invitado de entrada a ver "El sol del membrillo"? Pues entonces, ¿por qué puñetas nos priva de dicho sol, de dicho amarillo, de dicha dimensión colorística del membrillo llevado a la pintura, como nos anuncia en el título y se pierde minutos y minutos en intrascendencias, tenebrosidades e imágenes fuera de lugar y del fundamento central de film que es la pintura del membrillo, su nacimiento, su crecimiento y su acabado en el lienzo?
En definitiva, una película interesante, no cabe duda, pero debido al exceso de extravagancia conque tanto el pintor López como el cineasta Erice quieren rodear al membrillo, le quitan precisamente su "sol" y lo desgracian con capas y más capas de secundariedades vanas, logrando ambos una obra para aburrirnos, decepcionarnos y jodernos lo que debía haber sido "el sol" en todos los sentidos de un membrillo. Por contra nos plasman "oscuridades", "depresión" y muchas vainas que envuelven a lo que era verdadermente fundamental y nos interesaba. Me parece que los premios que le han dado a este film sólo son premios a la "FAMA YA CRIADA POR OBRAS ANTERIORES" de Erice, más que por ésta en concreto.
Fej Delvahe
¿Cómo pretende cambiarnos una pintura sobre un arbolito membrillo que si gusta es precisamente por sus colores, transmutarla en un dibujo a lápiz del mismo arbusto en un film que si algún atractivo tenía hasta ese preciso momento era ver como el colorido, la vitalidad, los tonos de los frutos, las ramas y hojas del membrillo real se iban trasladando a la realidad del lienzo? Lamentablemente, el pintor nos jode la película y también el "sol" que se supone tiene todo membrillo aunque sólo sea en el amarillo de su piel.
A parte de esto, considero que Erice mete mucha morralla en el film; por ej. demasiadas tomas de los edificios circundantes nocturnos con ventanas que dejan entrever a televidentes, demasiadas vistas de la torre "Pirulí" de TVE, demasiadas escenas de los albañiles polacos. ¿Acaso Erice no nos ha invitado de entrada a ver "El sol del membrillo"? Pues entonces, ¿por qué puñetas nos priva de dicho sol, de dicho amarillo, de dicha dimensión colorística del membrillo llevado a la pintura, como nos anuncia en el título y se pierde minutos y minutos en intrascendencias, tenebrosidades e imágenes fuera de lugar y del fundamento central de film que es la pintura del membrillo, su nacimiento, su crecimiento y su acabado en el lienzo?
En definitiva, una película interesante, no cabe duda, pero debido al exceso de extravagancia conque tanto el pintor López como el cineasta Erice quieren rodear al membrillo, le quitan precisamente su "sol" y lo desgracian con capas y más capas de secundariedades vanas, logrando ambos una obra para aburrirnos, decepcionarnos y jodernos lo que debía haber sido "el sol" en todos los sentidos de un membrillo. Por contra nos plasman "oscuridades", "depresión" y muchas vainas que envuelven a lo que era verdadermente fundamental y nos interesaba. Me parece que los premios que le han dado a este film sólo son premios a la "FAMA YA CRIADA POR OBRAS ANTERIORES" de Erice, más que por ésta en concreto.
Fej Delvahe
10 de octubre de 2013
10 de octubre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solamente un director con la sensibilidad de Victor Erice podía percibir el genio creativo de Antonio López en su estado más puro. Cine al alcance de unos pocos. Aquellos para los que el "tiempo" no es un estorbo que juega contra nosotros sino un acicate que nos permite saborear la vida.
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