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Doctor Zhivago

Drama. Romance. Aventuras Rusia, revolución bolchevique (1917). La guerra civil que sigue a la revolución mantiene al país profundamente dividido. En medio del conflicto, asistimos al drama íntimo de un hombre que lucha por sobrevivir. Este hombre es Zhivago, poeta y cirujano, marido y amante, cuya vida trastornada por la guerra afecta a las vidas de otros, incluida Tonya, su esposa, y Lara, la mujer de la que se enamora apasionadamente. (FILMAFFINITY)
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8
29 de junio de 2015 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Noviembre de 1957, el editor italiano Giacomo Feltrinelli, desoyendo las "recomendaciones" de la URSS, decidió publicar una primera traducción de DOCTOR ZHIVAGO, efectuada sobre un manuscrito que había sido sacado clandestinamente del país. En Octubre del año siguiente, su autor, el poeta y novelista Boris Pasternak, recibía el Premio Nobel de Literatura. Diversos productores intentaron comprar los derechos del libro para llevarlo al cine, pero sólo el astuto Carlo Ponti lo consiguió en 1962. Al ser una película de productor, cuya inversión económica no admitía más devaneos artísticos que los indispensables, Ponti optó por contratar a un director prestigioso, pero que no pusiera en peligro la rentabilidad de los trece millones de dólares que finalmente costó DOCTOR ZHIVAGO. La elección del británico David Lean se reveló muy inteligente. Lean sabía contar historias intimistas en producciones de marco colosalista: EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI (1957) y LAWRENCE DE ARABIA (1962). El cineasta impuso diversas condiciones, principalmente la de poder elegir a sus colaboradores. Para el guión recurrió a Robert Bolt, que ya había escrito el de LAWRENCE DE ARABIA,y también repitió con el director de fotografía de este film y ganador del Oscar, Freddie Young. Otro repetidor con Oscar era el compositor Maurice Jarre. Para el papel protagonista, Lean eligió al actor egipcio Omar Sharif, también salido del reparto de LAWRENCE DE ARABIA.El rodaje se planteó con la minuciosidad de una operación militar. Obviamente no podía filmarse en Moscú, y se optó por Madrid. Las autoridades franquistas no opusieron ningún reparo a que el Kremlin se levantara en el barrio madrileño de Canillas. Y como la nieve artificial no bastaba, el rodaje de exteriores se completó en Finlandia, para que Sharif-Zhivago pudiera viajar a través de las heladas estepas rusas. En los Oscars, DOCTOR ZHIVAGO tuvo la mala suerte de coincidir con SONRISAS Y LÁGRIMAS. Con todo, logró cinco estatuillas: guión adaptado, fotografía en color, dirección artística, vestuario y música.
8
5 de noviembre de 2016 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Domesticada.

Domesticada, porque Spielgel en la producción tenía un berrinche con Lean cada 4 meses(hablamos de rodajes de Lawrence y El puente, de 2 o 3 añitos)...Pero dejaba hacer. Se cogía un empute y luego se iba con su yate.

Lean está en este film encorsetado, no sólo por el estudio, más aún por la imposición de aferrarse a la novela.

La película es lastrada...Tiene auténticas maravillas de secuencias, pero el ritmo interno es un desastre. Y sospecho, viendo el resto de la filmografia de Lean, que él era consciente. En algún momento, se daría cuenta que él no era el autor del film.

De lo más flojito de este director, y un aviso a navegantes.
6
25 de febrero de 2021 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Indudablemente me resulta fascinante por la época que refleja y esa creíble y demencial vorágine de idas y venidas. Por eso he podido verla dos veces.
Olvidamos que este mundo en el que vivimos, en que a la mayoría de aburguesados culos occidentales no se les mueve apenas la realidad (pese a lo que se quejen), en aquel entonces, y ahora en muchos lugares del mundo, una turba de tipos con armas podían tomarte y arrancarte de tu vida para llevarte a otra sin pedirte permiso alguno.
De Dr Zhivago aprecio sobre todo el tono imprevisible y amenazante de los tiempos convulsos que muestra, en especial los pasados por Rusia desde finales del XIX hasta mitades del siglo XX (al menos en cuanto a hambrunas y violencia).
En este sentido la historia funciona bien.
Sin embargo, no llego a empatizar con Zhivago, no lo entiendo demasiado, ni su relación con su mujer ni con su amante. No entiendo muchos tránsitos absurdos y forzados, desaparición de personajes de manera repentina y la falta de interés de Zhivago por ellos, o la falta de interés por dar con ellos, siempre con esa cara de oler a cuesco y poniéndose a mirar la belleza de un copo de nieve.
En pocas palabras, Zhivago me parece un cretino.
Lamentablemente la coherencia interna del guion es muy endeble, con muertes, desapariciones y apariciones terriblemente oportunistas para permitir enlazar con la siguiente historia del larguísimo metraje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando Lara se va en el tren del magnate, ¿él nunca más quiso saber de ella? ¿Qué hizo de su vida después? ¿No intentó contactarla?¿Ni a su mujer? ¿Ni saber de sus hijos? ¿Ni de la hija no nata con Lara? ¿Y el personaje este del hermano, dónde ha estado todo este tiempo?
Parece que tras esta escena de la separación hay un corte abrupto (supongo que por problemas de metraje) cuando la historia queda por completo inconclusa. ¿Quién publico el poemario? ¿Zhivago? ¿Y tuvo éxito? ¿Y no buscó ni contacto con ninguno de los personajes? ¡¡¿Qué ha hecho todos estos años!!? El infarto como todo es tan oportuno, sorpresivamente Zhivago es un viejales que sabe que tiene las arterias como el papel... hecho polvo pero capaz de estirar la pata siguiendo un delirio con Lara. ¿Y por qué no la buscó antes? No enseñan porque ni pueden ni saben.

Película sobrevalorada en parte.
10
24 de junio de 2023 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
200 minutos de cine tras incontables horas que pueden haber sido, incluso, varias semanas, de cine mas bien regular. Lo increíble es que de nuevo sea una película con 50 años de existencia.

No hay películas románticas del cine actual que se asemejen y que siquiera estén un par de escalones por debajo de Dr. Zhivago.

Es la guerra rusa, la absurda guerra una vez más, pero las historias de amor tienen lugar en los escenarios y situaciones más inusuales, en este caso sin llegar a ser una situación inverosímil ni irracional, todo lo contrario la narrativa es perfecta al igual que el argumento y la solidez implacable de una historia de amor.

Es de esas películas que no quieres que terminen, sería fácil ver otros 200 minutos e igualmente le otorgaría un 10
7
16 de febrero de 2022 Sé el primero en valorar esta crítica
Pese a ciertos excesos melodramáticos y a que no ha envejecido todo lo bien que sería deseable —mal común a buena parte de las cintas de su quinta—, «Doctor Zhivago» continúa acreditando, y con justicia, su condición de clásico imperecedero.
Embargada del lirismo trágico que caracteriza al cine de David Lean —igual de idiosincrático que los metrajes maratonianos: tres horas, una detrás de la otra; con menos Netflix te hace una miniserie—, la temprana adaptación de la novela del nobel Boris Pasternak, publicada hacía apenas un lustro en Italia tras su rocambolesca salida de la URSS, atesora una sabia combinación de todos y cada uno de los elementos de las grandes historias de antaño: romance, aventura, pulquérrimos protagonistas, torvos antagonistas, paisajes cautivadores —españoles muchos de ellos, por cierto—, heroísmo (casi) suicida y sábanas prístinas… en efecto, ya de pequeño me llamaba la atención lo limpia y bien almidonada que, por comprometidas que resultasen las circunstancias, estaba siempre la ropa de cama en esta película.
La impecable caligrafía fílmica de Lean —artesano aplicado para algunos, cineasta a la altura de Hitchcock para otros; a mi juicio, a medio camino de ambas etiquetas—, la lujosa producción de Carlo Ponti y el carisma de un reparto en estado de gracia no hacen sino redondear un espectáculo tan «larger than life» que hoy se nos antoja de un anacronismo rayano en las cuevas de Altamira. Pero de esto último no cabe culpar a Pasternak, Lean y compañía, sino a estos días nuestros de cicatería moral y paupérrimo consumo —consumismo— audiovisual.
Mención aparte merece la banda sonora compuesta por Maurice Jarre. Sus maravillosas notas y el precario quejido de la balalaika siguen ablandando los corazones más encallecidos.
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