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Mala mujer

Cine negro. Drama Nueva York, año 1934. Christopher Cross es un simple cajero, infelizmente casado, cuya única pasión es la pintura. Una noche conoce a Kitty March, una atractiva buscavidas de la que se enamora y le hace creer que es un pintor de éxito. La chica y su novio Johnny, un tipo sin escrúpulos, aprovechan la ocasión para intentar explotar al pobre hombre, pues creen que sus cuadros valen mucho dinero.
(FILMAFFINITY)
Críticas 120
Críticas ordenadas por utilidad
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8
4 de noviembre de 2017 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor de esta película es que Lang no permite que ningún espectador se sienta identificado con ningún personaje, lo cual nos convierte en espectadores objetivos de las mentes de los protagonistas, evocando tal vez sensaciones como la pena, la rabia o lo perverso. Pero lo más destacable no es la historia, ni el guión, sino la transformación mental de un hombre bueno, Edward G. Robinson, que va pasando por numerosas fases. Nadie es bueno, nadie es malo, nuestras mentes se parecen más de lo que pensamos.
9
3 de diciembre de 2021 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más de 70 años, te atrapa y no te deja escapar. Lo que es el CINE con mayúsculas.
Para que esto suceda se tienen que dar varias cosas: un excelente guión, de los que ya no se ven; un Director con un particular punto de vista y una hábil dirección de actores; y unos actores insuperables.
La caracterización y la interpretación de los dos Miserables, él, el macarra, y ella, la prostituta, es insuperable.
El guión es de una imaginación exhuberante y retorcida. Hasta el final no paró de sorprendernos. El suspense y la intriga no faltaron.
Resumiendo: una película obligada para los amantes de este Arte.
6
16 de julio de 2023 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni yo ni nadie tiene la verdad absoluta, por lo que cada espectador tiene su propia opinión (como debe ser) de cualquier producción que ve. Honestamente, no he visto en Perversidad esa gran obra que muchos otros sí han visto. Y no soy ningún hater del cine clásico, más bien todo lo opuesto, pero no me quiero desviar del tema. El caso es que la película que nos ocupa propone una interesante reflexión que no conviene olvidar, pero al mismo tiempo da la sensación de que no termina de ser todo lo retorcida y realista que debería. Aparte, creo que se puede apreciar algún que otro agujero de guion, pero muchas grandes cintas también tienen que lidiar con ese defecto. Así que esto último se le perdona. La historia nos cuenta la triste vida de un hombre infeliz que solo halla la felicidad cuando pinta cuadros. Su personalidad ingenua le impide desconfiar de una mujer a la que acaba de conocer, por muchas señales que le indiquen que esta le está utilizando de manera cruel y miserable. El amor en ocasiones es ciego y puede destrozar la vida de alguien muy fácilmente (por desgracia). Si algo genera este film es rabia e impotencia. Ambas debido a la excesiva bondad que le muestra el protagonista a una persona que no se lo merece. Lo perdido que puede estar uno cuando está muy necesitado. El no saber estar solo y juntarse con la gente equivocada resulta tan dramático como trágico. El visionado acierta con el mensaje de autoestima y de evitar, a toda costa, las relaciones tóxicas. Joan Bennett y Dan Duryea están muy bien. Odiosos y despreciables a la vista de cualquiera. Por otro lado, Robinson interpreta a un personaje lleno de matices, pero a veces carece de realismo porque le falta esa malicia que debería tener después de lo que ha sufrido, que no es precisamente poco. Mi conclusión es que Perversidad es una propuesta interesante que daba para más drama del que ofrece.
7
3 de marzo de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aprovechando el filón interpretativo de los protagonistas de su anterior pieza, “La Mujer del Cuadro” (The Woman in the Widow”, 1944) el cineasta alemán reunió otra vez a Edward G. Robinson y Joan Bennett en “Scarlet Street” estrenada aquí con el título de “Perversidad” y aunque retoma un guión parecido, la dosis de cine negro parece quedar relegado a un relato pasional entre almas dos unidas pero distintas entre sí y obsesionadas con sus objetivos: por una parte nos encontramos al personaje de Edward G. Robinson que interpreta a Christopher Cross, un hombre maduro, sencillo, casado casi por obligación con Adele (Rosalind Ivan) una viuda que le ha dado techo mientras él maneja sumas importantes de dinero en su puesto de cajero en un banco que le acaba de recompensar por sus servicios durante veinticinco años. Por otra parte está Kitty (Joan Bennett), una mujer de la vida que flirteando con Johnny Prince (Dan Duryea), su chulo y mentor en la calle, ve en Christopher, la posibilidad de aprovecharse al descubrir la habilidad que tiene el empleado de banca con la pintura artística.

Todos estos ingredientes, pero por encima de todo la buena voluntad añadida al perfil del personaje de Edward G. Robinson, Lang va moldeando un retrato sórdido de unos personajes predestinados a una perdición cada vez más creciente: Cross cada vez está más enamorado de Kitty aunque ella no le corresponda pero le permita estar por él, más por lástima que por intereses que solamente desea Johnny Prince, el tercer personaje en discordia masculino, que desea aprovecharse del talentoso quehacer oculto de un potencial artista que podía haber sido reconocido tiempo atrás y que ha perdido años de su vida empleado de cajero.

No es una de las mejores películas del realizador de “Mientras Nueva York Duerme” (While the City Sleeps, 1956) pero merece su reconocimiento teniendo en cuenta su pareja protagonista que en aquella época en que se estrenaban perlas como “Laura” (1944) de Otto Preminger o “Perdición” (Double Indemnity, 1944) de Billy Wilder ya tenían por cuenta propia meritos propias al haber trabajado con un director de origen europeo y que dejaba en Estados Unidos una impronta ya heredada de su anterior etapa.
7
24 de octubre de 2020 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título de mi crítica proviene de la reflexión: O aquellos son muy malos o éste es muy tonto. Digamos que los unos están hechos para el otro. Los unos no pueden existir sin el otro. Cada uno de ellos está en una de las caras de la moneda.
La cinta se ve bien, con un ritmo muy fluido, con aportes en el guión que mantienen una constante tensión en el relato. Si a ello le añadimos unas buenas actuaciones, el notable ya está muy cerca.
Me ocurre, como a otros, que tengo una predisposición especial hacia películas más antiguas, me gusta pensar que es un cine más inocente (esto es, más artístico, más libre) que el que se hace hoy día.
Pero tengo que dar razón a algunas de las críticas que he leído por aquí. Me he encontrado con un par de situaciones que me han sacado un poco de la película. En partícular hay una que me chirrió en exceso, la aparición del ex marido de la mujer de nuestro protagonista, me pareció metido con calzador.
Si observamos la construcción de personajes, veo que sus caracteres son demasiado planos, demasiado básicos, con lo que se favorece cierta infantilización de la historia. Y sólo desde ahí puede entenderse el torpe pensar de la actriz protagonista, una mujer que manipula sin remordimientos pero ni se entera cuando la manipulan a ella de forma descarada; no me encaja ese retrato de mujer.
A pesar de todo ello la cinta resulta interesante de ver, por el intrigante argumento, sin mucho más que aportar.
Un 7,5. También le resta lo que refiero en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La parte final me ha parecido intencionadamente moralizadora. En el mal sentido. La escena en el tren, de los que van a la cárcel y crean la idea de culpabilidad en E.G.Robinson (y en el espectador), sobra. O sobra lo que viene luego, pues poco aporta. Se te vende en la película que la ley siempre gana, de una forma u otra. Y de que la Justicia Divina, también en el mal sentido, ordena las cosas debidamente. La película no quiere dejar que nuestro protagonista muera tranquilo, debe pagar frente al espectador. No estoy de acuerdo con quien dice que hay una crítica a la pena de muerte, por la falibilidad del proceso judicial. Cuando se llega a esa parte, el público ya está deseando que ejecuten a Johnny, no le importa que la justicia se equivoque. Lo que no se quiere es que nadie piense que puede burlar a "la otra justicia". Por la misma razón no me cuadran los pensamientos que vienen a la mente de Robinson en sus pesadillas nocturnas. Son voces de su amada, del desprecio de ésta hacia él; y lo que no aparece es la culpa que se supone debería tener porque ha sido ejecutada una persona por su silencio.
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