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Mala mujer

Cine negro. Drama Nueva York, año 1934. Christopher Cross es un simple cajero, infelizmente casado, cuya única pasión es la pintura. Una noche conoce a Kitty March, una atractiva buscavidas de la que se enamora y le hace creer que es un pintor de éxito. La chica y su novio Johnny, un tipo sin escrúpulos, aprovechan la ocasión para intentar explotar al pobre hombre, pues creen que sus cuadros valen mucho dinero.
(FILMAFFINITY)
Críticas 120
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10
8 de septiembre de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto muchísimas películas de cine negro y esta es, sin dudas, la que más me ha gustado. A la trama y desarrollo impecables se suma la figura del pequeñín (aunque gigantesco) Edward G. Robinson, quien actuando como gángster, detective o intrascendente hombrecillo (como aquí) siempre nos muestra su inconmensurable talento.
Imposible no sentir empatía con ese personaje infeliz y maltratado por una vida gris que cree encontrar un poco de felicidad. Imposible no sentir un sabor amargo con su desventura.
Brillante de principio a fin. Si hay algún punto débil, Dan Duryea no es el actor más convincente, pero es tan buena la película que su mediocre actuación pasa desapercibida. Una joya.
8
10 de octubre de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos en Nueva York, años treinta, y el señor Cross (Robinson) es un sencillo cajero de banco que tiene la pasión de la pintura, y que se encuentra infelizmente casado. Por azar, conoce una noche a la señorita March (Bennett), una mujer hermosa y buscavidas de la cual se enamora, haciéndola creer que es un pintor famoso. Ella y su novio Johny (Duryea), un pájaro de cuidado, intentan explotarlo, pues creen que sus cuadros son muy valiosos. La cosa derivará por derroteros inopinados y dramáticos.

Sensacional película de un Peter Lang maestro y representante del gran cine, con esta cinta llena de ángulos oscuros, pasiones y debilidades del espíritu humano.

Esta obra la dirige Lang a continuación de la “Mujer del cuadro” (1944), otra joya, y en esta de nuevo recurre a actores cumbre, sobre todo a un inconmensurable Edward G. Robinson con un perfecto trabajo y también una de las mujeres fatales más logradas del cine de todos los tiempos, la bellísima Joan Bennett. Dan Duryea también repite como chulo de la muchacha. Acompañando Jess Barker, Margaret Linsay o Rosalind Ivan, un reparto de actores secundarios de lujo.

Es una historia, escrita por Dudley Nichols (adaptación de la novela de Georges de La Fouchardière y André Mouézy-Éon), donde la manipulación, la obsesión sexual (erótica) y la mala fe son presentadas con gran elegancia por Lang.

Una visión tortuosa y sórdida sobre el engañoso poder de la imaginación. No es cine negro, más bien un melodrama oscuro con la clásica “mujer fatal” y mucho humor perverso. Cine expresionista alemán al modo Lang y una enorme fotografía de Milton R. Krasner (B&W), acompañada de una gran música envolvente de Hans J. Salter.

Una de las muestras de la perversidad más cruel y despiadada que se hayan filmado nunca.
3
13 de enero de 2024 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Instinto básico (púnzame). Autorretrato (sin retoques). Honduras o era Guatemala, ah, no, El Salvador mucho mejor.
Delirante demoledora conmovedora comedia sarcástica corrosiva sátira esperpéntica increíblemente divertida (es más, descojonante, desopilante, tronchante, desternillante, rutilante, se la ve venir desde prácticamente el minuto uno cuando observamos a ese pobre hombre pigmeo tan majo o ser humano diezmado con el te pego, leche versión paraguas y al otro tipo que cae al suelo como un fardo y a poco que allí se nos muere y dices para ti esto ni Benny Hill, no tiene pérdida, -la- vamos -a gozar- fuerte, a lo loco, la vamos a pasar grande y gorda, obra maestra incontestable del séptimo arte de a poco, lo dicen los que más de esto, de aquello y de lo otro, saben, los expertos) costumbrista sobre el arte, la pintura (no se sabe bien del todo si es más tonto el pintor, la musa, el marchante, el crítico, hay que darle de comer aparte, cum laude, el galerista, el comerciante, el comprador, de los necios conjura y tiro porque me toca), el amor (no se sabe bien si es más idiota el simple cajero, manso cordero, la arpía, qué bruja, la morsa, horrorosa, el lobo, lerdo, o el sursum corda, carrera de caracoles en la noche más cerrada y oscura del alma y el intelecto y a ver quién llega el último o más tarde o ni siquiera, sin prisa, para qué, y con pausa, toda, una ocurrencia medio algo por siglo, echan humo estos protagónicos cerebelos que cuando piensas que piensan, están a lo suyo, cazando moscas, cogiendo cebollas), los hombres (atroces, de baba), las mujeres (malas, y lelas), los actores y actrices (lo peor de cada casa como meta, dentro de la obra, no fuera), el mundo (es ansí, así -nos- va), la vida (perrería, lobotomía), el destino (era eso), Dios (bromista primero, cachondo, a la joda, ni está ni se le espera, pero se ríe a mandíbula batiente el elemento), el diablo (Gila), etcétera.
Un vodevil zascandil tan chanante como de la codorniz, tan ribonucleico y nabucodonosor como espidifén que ni el mismo Ozores que viste y calza, por muchos años, eterno, un respeto, se le quiere, se atrevería a firmar, tiene un prestigio, pedigrí, por vergüenza torera, qué cojones es eso esto, cómo lo defiendo si me duele la cara de tanta carcajada a deshora, ataque de risa mala.
En fin, y además miserables, no solo bobos todo el rato, como pasión o vocación, carácter y misión, el sino, también malos, pero no por ir contra la moral o nada, pobres, simplemente por anormales, por atontaos y tarados, por inútiles, por lerdos, mentalmente retrasados, sin remedio, sociedad anónima con ánimo (de algo).
Panorama para matar.
Hay tal cantidad de chistes o gags, de confusiones chapuceras grotescas risibles, de malentendidos incognoscibles epistemológico chuscos a mala idea que uno no da abasto ni tomando apuntes, ni con una taquígrafa bien pagada se puede dar cuenta de tanto, imposible, por lo que a partir de un determinado momento, inevitablemente, sacas la bandera blanca o explotas de tanto reírte, yo (sí) me doy por vencido, no das crédito, me saco los ojos con un sacacorchos, me coso las comisuras de la boca con hilo negro.
Ya decíamos, así es el amor, el arte moderno, el cine, los clásicos, los santos, los profetas, la cultura y toda la pesca, una sagrada fiesta.
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spoiler:
Yo me rendí, mi límite, esto no puede ser verdad de ninguna de las maneras, despierta, los ojos abre, basta ya, cuando el renacido, vértigo, el detective y la muerte, aparece como el pirata cojo, los mares del sur seguramente mediante, con el parche en el ojo, la pata de palo, tan campante y rozagante, vivito y coleando, estaba de parranda, fue a por tabaco, el regreso, Ulises y la vuelta al día en ochenta mundos, y cuenta... (yo tengo una historia verdadera, de mi puño y letra, me dices de mili)..., bien..., lo dejamos mejor ahí que con mi alma ya no puedo y el cuerpo es oro, para rematar la supercalifragilística verbenera situación con ese final encontronazo encontradizo postrero, cupido, el azar y la gracia, con la parienta en el lugar del delito, en el tálamo, a la que tanto echaba de menos y por eso volvió nada menos, a ciegas, como el cariño verdadero, como todo lo más bueno o valioso que es invisible a los ojos o todo lo que siempre quiso preguntar saber sobre el sexo y le dio ahogo.
Sí, insistimos (nunca lo suficiente o con el necesario desmedido ahínco, esa contumacia), merece la pena hacerlo, obra maestra, del humor, cabrón.
Utrillo (ello). Delitos y faltas (el que la hace la paga, oye voces en la noche, ulalume). Umbrella, canta, Rihanna, preciosa.
Los tres son magníficos actores, lo bordan.
7
12 de junio de 2010 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela “La Chienne” del francés Georges de La Fouchardière (1874-1946), que ya había sido llevada al cine con el film “La Chienne” ( 1931 ) por el director Jean Renoir, esta nueva versión, “Scarlet Street” (1945) cuenta con Edward G. Robinson , Joan Bennett y Dan Duryea , el mismo reparto que había aparecido en “The Woman in the Window” (1944) también dirigida por Fritz Lang.

Chris Cross (Edward G. Robinson) es un tímido empleado de más de 25 años como cajero de una empresa de préstamos, aficionado a la pintura y lleva una vida matrimonial desdichada.

Una noche, al salir de una fiesta de compañeros de trabajo, conoce en extrañas circunstancias a una joven y simpática mujer, Kitty (Joan Bennett), de la que se enamora perdidamente.

Ella se muestra muy complaciente y con la ayuda de su malviviente novio, Johnny (Dan Duryea), comienza a pedirle dinero, un departamento para vivir y otras cosas. La situación para Chris se complica seriamente en el trabajo, su vida marital y finalmente pierde la cordura y todo termina en asesinato.

El film nos presenta como un hombre maduro queda fascinado, como un adolescente, de una simpatía joven, que en verdad lo utiliza y lo maneja a su gusto. La historia aborda la relación de una pareja en la que la humillación, el engaño y la avaricia son su forma de vida.
7
11 de marzo de 2017 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La perversión de un inocente que es condenado a la silla eléctrica por un crimen que no cometió es en lo que se centra este relato cinematográfico el cual resulta asombrosamente moderno por ejemplo en el tratamiento que se le da a la mujer, entre otras cosas. Los personajes tienen fuerza y la historia se va canalizando hacia un desenlace fatal pero de algún modo permanezco indiferente. El personaje de hombre florero enfrentado a sus fantasmas resulta patético pero la mujer histérica que se deja dominar no lo es menos. La parejita de expertos timadores al final resulta timada y el don nadie que lo lleva a cabo sale ileso desembocando, a su vez, en la locura, lo cual me parece el aspecto más patético de toda la historia. Si el complejo de culpa existe este personaje carga consigo con múltiples culpas y no me extraña que al final pierda la chaveta. En fin, una historia moderna en algunos aspectos y que refleja el lado más patético y triste del ser humano pero que no pasa de ser una fábula truculenta sobre las amistades peligrosas y las falsas apariencias. No es para tirar cohetes pero sí la recomiendo. Le damos un 7 por su consistencia y por su asombrosa modernidad.
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