¿Por qué impacta tanto un film con un ambiente tan deprimente, miedos, soledades, presiones y miseria? Porque consigue trasladar al espectador esa sensación opresiva y asfixiante que sufren los protagonistas.
Desde el desarrollo de la primera parte, donde se van conociendo los personajes, el clima de tensión va creciendo hasta hacerse insoportable durante el momento cumbre de la película: el viaje en esos dos precarios camiones que transportan explosivos y a los cuatro pobres diablos que se juegan la vida. Allí se mezclan la camaradería, la rabia, el terror, la desesperación, la tragedia, el valor y la cobardía, y hasta hay tiempo para algún momento de melancolía. Aquí no hay héroes ni villanos; solamente hay despojos humanos tratando de lograr una vía de escape de sus vidas miserables.
Las actuaciones son simplemente magistrales porque transmiten toda esa carga de angustia sin darnos tregua, y la espectacular dirección nos arroja un nuevo cachetazo con cada escena sin miramientos.
Si tuviera que buscarle alguna contra a esta genialidad de los años 50, diría que tal vez merecía otro final un poco más elaborado. No obstante, ante tamaña obra maestra, solamente puedo descubrirme y afirmar, sin temor a equivocarme, que es -desde mi humilde punto de vista- la mejor película de todos los tiempos. Impresionante.

No tenía a Ida Lupino dirigiendo con tanta jerarquía una mezcla de noir y road movie, pero aquí está. Con evidente bajo presupuesto y muy buenos actores -y no de los taquilleros- logró darle forma a una magnífica obra de suspenso.

La película destila tensión prácticamente desde el comienzo. El asesino psicópata que protagoniza magistralmente William Talman es tan creíble que hasta dan ganas de salir de la butaca y meterse en la pantalla para golpearlo. Sus víctimas, los dos amigos que lo recogieron en la carretera, nos transmiten y contagian su miedo, su angustia y eventualmente su rabia de manera notable. ¿Qué haría yo en su lugar? ¿Cómo reaccionaría?

Poco más de una hora, que pasa volando, alcanza para moldear un film que mantiene al espectador en vilo y sin respiro. Con un final distinto sumaría otro punto, pero igualmente es una joyita de suspenso poco conocida y valorada. Muy recomendable.

Nunca sabremos a ciencia cierta qué extrañas ideas pasaban por la cabeza de Ed Wood, pero sin duda debemos alabar el valor de un hombre que se animaba a escribir, filmar y comercializar esta clase de "películas".

El bueno de Ed pretendió incursionar en el cine negro fusionando trama policial, drama familiar y un toque de ciencia ficción, y la idea y el argumento original del film -hay que admitirlo- no están mal. Con un buen director, buenos actores (de los normales, no necesariamente los más talentosos) y un mínimo de sensatez en el guion estaríamos hablando de una película interesante. Pero aquí todo es tan bizarro que termina siendo digno de mofa.

Son tantos los baches y los errores que tomaría más tiempo que la película enumerarlos, y los actores y actrices -sin excepción- no pasarían una prueba para leer un parlamento en una obra escolar. Sin embargo, tal vez sea esta interminable sucesión de barbaridades la que nos permita encontrarle cierto encanto y hasta arrancarnos una sonrisa en medio del asombro ante lo que, a priori, se nos presentaba como un film noir.

En definitiva, quien se disponga a ver Jail Bait debe hacerlo sin tomarla en serio y tratándola como una curiosidad, haciendo de cuenta que es una parodia por más que las intenciones de este inefable autor/director hayan sido muy distintas.

Me recomiendan esta película calificándola como "obra maestra", y me dispongo a verla pensando qué necesita un film para merecer semejante status. Más allá de los aspectos técnicos y desde mi punto de vista, que es el de una persona común y corriente a la que simplemente le gusta el cine, una obra maestra es la que me conmueve, me sorprende, me emociona, me mantiene en vilo, logra que me ponga en la piel de los personajes, me deja pensando y, sobre todo, me obliga a verla una y otra vez para disfrutarla nuevamente.

Bueno, nada de eso me sucedió con Léolo. Es, sí, una cinta poéticamente narrada, oscura, que muestra con bastante crudeza la soledad, los miedos, las frustraciones y otras miserias humanas con una estética no apta para todos los estómagos, pero dentro de un envoltorio lento, aburrido y hasta previsible.

Un puntito más por la música. No me pareció más que una de las tantas películas que pretenden ser disruptivas y originales desde sus escenas chocantes y -supuestamente- realistas en extremo.

Buen cine negro de principios de los 50, con las sombras, el humo, la niebla, los gangsters, los policías y el suspenso propio del género pero con personalidad propia: no hay mujer fatal en esta ocasión, ni romance, y el film se va desarrollando a través de intensos flashbacks de adelante hacia atrás; es decir, desde los hechos consumados hasta el origen de la empresa criminal ideada por el frío y malévolo Albert Mendoza (encarnado por el excelente Everett Sloan, a quien muchos recordarán por su papel del señor Basilio en El Zorro, la serie de Walt Disney) y los esfuerzos denodados del duro y valiente fiscal Ferguson (protagonizado por el siempre eficaz y brillante Bogart) por condenarlo.

La película es ágil y siempre amena. No hay violencia innecesaria ni diálogos o escenas de relleno; todo encaja perfectamente y el interés nunca decae. Se nota el bajo presupuesto, lo cual demuestra una vez más que no es necesaria la parafernalia de los millones de Hollywood cuando hay ingenio y capacidad.

Original, muy entretenida y muy recomendable.