Siete años en el Tíbet
1997 

6.1
27,727
Drama
Heinrich Harrer fue un famoso alpinista austríaco que intentó la ascensión al Nanga Parbat; desgraciadamente, su aventura se vio bruscamente interrumpida por el estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Tanto él como su compañero, Peter Ausehnaiter, fueron recluidos en un campo de concentración, del que lograron escapar a través de las montañas. (FILMAFFINITY)
17 de abril de 2015
17 de abril de 2015
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Siete años en el Tíbet hay un serio problema al que todo aquel que la vea se va a enfrentar; es una película estadounidense, Hollywoodiense, yanqui.
Cuando acaba la película se abre un debate en mi cabeza acerca de la nota que merece que le ponga dada la controversia que en mí suscita. Finalmente, como podéis ver, le he dado un 9. Pero no es un 9 sin más, no es un 9 puro, es un 9 con un asterisco, con una nota a pie de página y un PERO como la copa de un pino. Y es precisamente este PERO lo que todo aquel que vea Siete años en el Tíbet debe saber, debe entender y debe tener en cuenta.
Me explico:
Siete años en el Tíbet es muy buena película y a la vista está que la oferta de este tipo de cine es bastante escasa. No es frecuente encontrarnos con una película (digo película y no documental/reportaje) que aborde un país, una región tan inhóspita y tan recóndita, ni es frecuente que se aborde su cultura, su tradición, su forma de vida o sus costumbres. Siete años en el Tíbet sí lo hace. Y lo hace bastante bien, pues podemos ver multitud de detalles y características típicas de esos lugares que tan curiosas nos parecen. Vemos las largas peregrinaciones donde cada tres pasos se arrollidan y se tumban en el suelo, vemos como esto se realiza repetidas veces cuando se llega al templo, vemos los caballitos de viento (lung ta), vemos las ofrendas dadas y recibidas con ambas manos en señal de respeto, Potala, el nomadismo, los Yak y un largo etcétera que enriquece la película y logra acercarnos virtualmente al techo del mundo.
La película podrá tacharse de tediosa, de aburrida, y ciertamente se desarrolla de una manera lenta, por lo que no gustará al espectador impaciente ni a aquel que no tenga el más mínimo interés en estos lugares. Puedo decir, sin embargo, que la historia me atrapa desde el primer momento y pese a la lentitud ya citada voy enlazando con interés y mucha curiosidad las distintas etapas y aventuras que vive el protagonista, Heinrich Harrer. Desde las primeras tomas escalando, pasando por la cárcel, la huida, el increíble recorrido a pie de 2.500 Km en condiciones extremas, la evolución de la relación con su compañero de viaje Peter Aufschnaiter, hasta la llegada y la vida en Lhasa. Hasta aquí es todo un peliculón y mis felicitaciones a Jean-Jacques Annaud, Brad Pitt, David Thewlis y demás.
¿Qué pasa?, que la propia esencia de Hollywood aparece y mete la zarpa en todo. Me refiero, como no podía ser de otra manera, al trato que se da en la película a China. Conociendo como se conoce y sabiendo como se sabe que en todas y cada una de las películas de Hollywood se manipula hasta la saciedad poniendo buenos y malos a su conveniencia deberíamos sospechar desde un primer momento que nos la quieren colar o, por lo menos, no creernos a pies juntillas la situación que nos plantean. Sin embargo, esto no es así. Si vemos Siete años en el Tíbet creemos y casi nos convencemos de que China, comunista y con Mao Zedong a la cabeza, es un ogro, el diablo, mientras que el pueblo tibetano y los Lamas son ángeles. Además cómo no vamos a pensar eso si el Dalái Lama es un niño adorable, los Lamas son señores adorables, el pueblo baila, sonríe, se divierte, vive tranquilo y a salvo hasta que llegan los Chinos con todo su desprecio, su barbarie y vemos una escena en la que se obliga a un niño tibetano a matar a su padre.
Pues no señores, no. Eso es mentira. Los Lamas tenían un poder inmenso y el pueblo tibetano era un pueblo esclavo con condiciones de vida infraumanas y desde luego no era un pueblo libre. La llegada de China mejoró la vida de ese pueblo pese a lo que nos quieran vender. Y nos lo quieren vender porque el Tíbet ha sido históricamente del interés del gran EE.UU., por cuestiones geopolíticas y comerciales, porque es sabida la animadversión hacia todo aquello relacionado con el comunismo bla bla bla. Es curioso, el Tíbet, a día de hoy goza de la protección y de la simpatía de norteamérica, pero no dudéis que de no ser así y ceteris paribus, tendríamos una visión totalmente distinta del Tíbet, de la historia tibetana y nunca veríamos una película como esta. En lugar de un niño adorable y un pueblo felíz y tranquilo veríamos un Dalái Lama dictador sediento de sangre o qué sé yo. Por tanto, debemos tener en cuenta en todo momento qué estamos viendo y quién nos lo está contando.
Es este el gran pero de la película, el gran defecto. No entraré a hablar de la relajación que se da al pasado nazi del protagonista porque ciertamente no sé los pensamientos que este pudiera tener antes de la guerra ni me interesan, me quedo con todos esos años que vemos en la película. Me quedo con el acercamiento que nos da a uno de los parajes más increíbles del mundo, con la extraordinaria historia y las extraordinarias vivencias del protagonista.
Es por eso que le doy un 9. Aunque un 9 con pero.
Cuando acaba la película se abre un debate en mi cabeza acerca de la nota que merece que le ponga dada la controversia que en mí suscita. Finalmente, como podéis ver, le he dado un 9. Pero no es un 9 sin más, no es un 9 puro, es un 9 con un asterisco, con una nota a pie de página y un PERO como la copa de un pino. Y es precisamente este PERO lo que todo aquel que vea Siete años en el Tíbet debe saber, debe entender y debe tener en cuenta.
Me explico:
Siete años en el Tíbet es muy buena película y a la vista está que la oferta de este tipo de cine es bastante escasa. No es frecuente encontrarnos con una película (digo película y no documental/reportaje) que aborde un país, una región tan inhóspita y tan recóndita, ni es frecuente que se aborde su cultura, su tradición, su forma de vida o sus costumbres. Siete años en el Tíbet sí lo hace. Y lo hace bastante bien, pues podemos ver multitud de detalles y características típicas de esos lugares que tan curiosas nos parecen. Vemos las largas peregrinaciones donde cada tres pasos se arrollidan y se tumban en el suelo, vemos como esto se realiza repetidas veces cuando se llega al templo, vemos los caballitos de viento (lung ta), vemos las ofrendas dadas y recibidas con ambas manos en señal de respeto, Potala, el nomadismo, los Yak y un largo etcétera que enriquece la película y logra acercarnos virtualmente al techo del mundo.
La película podrá tacharse de tediosa, de aburrida, y ciertamente se desarrolla de una manera lenta, por lo que no gustará al espectador impaciente ni a aquel que no tenga el más mínimo interés en estos lugares. Puedo decir, sin embargo, que la historia me atrapa desde el primer momento y pese a la lentitud ya citada voy enlazando con interés y mucha curiosidad las distintas etapas y aventuras que vive el protagonista, Heinrich Harrer. Desde las primeras tomas escalando, pasando por la cárcel, la huida, el increíble recorrido a pie de 2.500 Km en condiciones extremas, la evolución de la relación con su compañero de viaje Peter Aufschnaiter, hasta la llegada y la vida en Lhasa. Hasta aquí es todo un peliculón y mis felicitaciones a Jean-Jacques Annaud, Brad Pitt, David Thewlis y demás.
¿Qué pasa?, que la propia esencia de Hollywood aparece y mete la zarpa en todo. Me refiero, como no podía ser de otra manera, al trato que se da en la película a China. Conociendo como se conoce y sabiendo como se sabe que en todas y cada una de las películas de Hollywood se manipula hasta la saciedad poniendo buenos y malos a su conveniencia deberíamos sospechar desde un primer momento que nos la quieren colar o, por lo menos, no creernos a pies juntillas la situación que nos plantean. Sin embargo, esto no es así. Si vemos Siete años en el Tíbet creemos y casi nos convencemos de que China, comunista y con Mao Zedong a la cabeza, es un ogro, el diablo, mientras que el pueblo tibetano y los Lamas son ángeles. Además cómo no vamos a pensar eso si el Dalái Lama es un niño adorable, los Lamas son señores adorables, el pueblo baila, sonríe, se divierte, vive tranquilo y a salvo hasta que llegan los Chinos con todo su desprecio, su barbarie y vemos una escena en la que se obliga a un niño tibetano a matar a su padre.
Pues no señores, no. Eso es mentira. Los Lamas tenían un poder inmenso y el pueblo tibetano era un pueblo esclavo con condiciones de vida infraumanas y desde luego no era un pueblo libre. La llegada de China mejoró la vida de ese pueblo pese a lo que nos quieran vender. Y nos lo quieren vender porque el Tíbet ha sido históricamente del interés del gran EE.UU., por cuestiones geopolíticas y comerciales, porque es sabida la animadversión hacia todo aquello relacionado con el comunismo bla bla bla. Es curioso, el Tíbet, a día de hoy goza de la protección y de la simpatía de norteamérica, pero no dudéis que de no ser así y ceteris paribus, tendríamos una visión totalmente distinta del Tíbet, de la historia tibetana y nunca veríamos una película como esta. En lugar de un niño adorable y un pueblo felíz y tranquilo veríamos un Dalái Lama dictador sediento de sangre o qué sé yo. Por tanto, debemos tener en cuenta en todo momento qué estamos viendo y quién nos lo está contando.
Es este el gran pero de la película, el gran defecto. No entraré a hablar de la relajación que se da al pasado nazi del protagonista porque ciertamente no sé los pensamientos que este pudiera tener antes de la guerra ni me interesan, me quedo con todos esos años que vemos en la película. Me quedo con el acercamiento que nos da a uno de los parajes más increíbles del mundo, con la extraordinaria historia y las extraordinarias vivencias del protagonista.
Es por eso que le doy un 9. Aunque un 9 con pero.
22 de septiembre de 2014
22 de septiembre de 2014
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he visto la película hasta el final. Cuando termina tienes la sensación de haber estado exactamente 7 años viendo la película.
Pero aguantas porque curiosamente no pasas muchos agobios viendo a Brad Pitt y a su amigo. Vi un documental muy bonito hace mucho tiempo sobre Lhasa, el Tibet y los monjes budistas, y tengo que decir que la película nos muestra esto bastante bien, aunque existen más tradiciones curiosas que se dan entre los monjes y el pueblo y creo que, en 7 años, les había dado tiempo a contar alguna más.
El tema político fastidia el ritmo; es cuando llegan los comunistas de Mao con su catecismo como asignatura obligatoria para el niño Lama tibetano, un chaval muy simpático.
Brad Pitt hace un papel que lo borda, da el aire adecuado del deportista trotamundos que pasa de todo, siendo muy buen tío. Y el Lama está sensacional, y todos los tibetanos en general. Una película para ver si dispones de tiempo. Sabrás que a las tibetanas también les gustan los rubios juerguistas, pero se casan con los tíos serios y con carrera, como en todos los lados.
Pero aguantas porque curiosamente no pasas muchos agobios viendo a Brad Pitt y a su amigo. Vi un documental muy bonito hace mucho tiempo sobre Lhasa, el Tibet y los monjes budistas, y tengo que decir que la película nos muestra esto bastante bien, aunque existen más tradiciones curiosas que se dan entre los monjes y el pueblo y creo que, en 7 años, les había dado tiempo a contar alguna más.
El tema político fastidia el ritmo; es cuando llegan los comunistas de Mao con su catecismo como asignatura obligatoria para el niño Lama tibetano, un chaval muy simpático.
Brad Pitt hace un papel que lo borda, da el aire adecuado del deportista trotamundos que pasa de todo, siendo muy buen tío. Y el Lama está sensacional, y todos los tibetanos en general. Una película para ver si dispones de tiempo. Sabrás que a las tibetanas también les gustan los rubios juerguistas, pero se casan con los tíos serios y con carrera, como en todos los lados.
9 de octubre de 2007
9 de octubre de 2007
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se puede usar tanto celuloide y tener dos horas a un espectador sentado en una butaca para ver tanto y a la vez tan poco.
Tanto porque la colección de localizaciones, paisajes, personajes y escenas es, aparte de innecesaria, demasiado confusa; la película empieza tomando un camino que se va bifurcando a medida que avanza el metraje, hay minutos y más minutos que desde mi punto de vista sobran, de ahí mi impresión de haber visto tan poco, veinticinco minutos hubieran bastado para mostrar por lo menos los primeros 75 minutos.
Mi impresión final es que el director a mezclado demasiadas historias, todas ellas girando alrededor de Pitt, pero ninguna claramente señalable, que marque un veradero punto de referencia para el espectador, que ve imágenes que sólo tienen en común el rostro de nuestro protagonista.
Tanto porque la colección de localizaciones, paisajes, personajes y escenas es, aparte de innecesaria, demasiado confusa; la película empieza tomando un camino que se va bifurcando a medida que avanza el metraje, hay minutos y más minutos que desde mi punto de vista sobran, de ahí mi impresión de haber visto tan poco, veinticinco minutos hubieran bastado para mostrar por lo menos los primeros 75 minutos.
Mi impresión final es que el director a mezclado demasiadas historias, todas ellas girando alrededor de Pitt, pero ninguna claramente señalable, que marque un veradero punto de referencia para el espectador, que ve imágenes que sólo tienen en común el rostro de nuestro protagonista.
16 de enero de 2013
16 de enero de 2013
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante los años 90, en Hollywood se puso de moda, la cultura oriental, especialmente la budista, como panacea de la crisis de valores del mundo capitalista. Todos reivindicaban el carácter pacifista del Dalai Lama, y las reivindicaciones políticas y humanas que sufría el pueblo tibetano, bajo la tiranía despótica del gobierno comunista chino. Actores como Richard Gere, directores como Scorsese y su film “Kundun”, se sumaron a la causa, así mismo ocurre con esta oportunista “Siete años en el Tibet”.
Se podrá culpar a Brad Pitt, de no ser el actor más indicado para encarnar a Heinrich Harrier (a pesar de mostrar interés en el proyecto), yo creo que el problema de esta historia es el guión, pues no está bien construido, el protagonista no genera empatía desde el punto de vista formal. No es creíble, que un nazi egoísta y altivo pueda cambiar su actitud ante la vida, tras unos meses en la montaña y caer como prisionero de guerra, pues no encuentro razones objetivas para creerlo. Tampoco es creíble que durante la fuga a través de Lahsa, se convierta en el consejero cultural del Dalai Lama.
Creo que Jean-Jacques Annaud (“En busca del fuego”, “El oso”), es un director apasionado por la naturaleza, las culturas primitivas y la evolución humana. Con un gran estilo visual, que intenta mostrarnos la redención personal de este montañero, tras la experiencias vividas en el Tibet, pero le faltan recursos dramáticos, para llevar a buen puerto el proyecto.
También le falta algo de ritmo, pues es la segunda vez que la veo, la primera fue cuando se estrenó y la encontré algo aburrida, tras el nuevo visionado, tengo mejor opinión de ella, muy bien la música de John Williams y el secundario David Thewlis. Recomendable para amantes de la naturaleza y la culturas orientales.
Se podrá culpar a Brad Pitt, de no ser el actor más indicado para encarnar a Heinrich Harrier (a pesar de mostrar interés en el proyecto), yo creo que el problema de esta historia es el guión, pues no está bien construido, el protagonista no genera empatía desde el punto de vista formal. No es creíble, que un nazi egoísta y altivo pueda cambiar su actitud ante la vida, tras unos meses en la montaña y caer como prisionero de guerra, pues no encuentro razones objetivas para creerlo. Tampoco es creíble que durante la fuga a través de Lahsa, se convierta en el consejero cultural del Dalai Lama.
Creo que Jean-Jacques Annaud (“En busca del fuego”, “El oso”), es un director apasionado por la naturaleza, las culturas primitivas y la evolución humana. Con un gran estilo visual, que intenta mostrarnos la redención personal de este montañero, tras la experiencias vividas en el Tibet, pero le faltan recursos dramáticos, para llevar a buen puerto el proyecto.
También le falta algo de ritmo, pues es la segunda vez que la veo, la primera fue cuando se estrenó y la encontré algo aburrida, tras el nuevo visionado, tengo mejor opinión de ella, muy bien la música de John Williams y el secundario David Thewlis. Recomendable para amantes de la naturaleza y la culturas orientales.
15 de junio de 2017
15 de junio de 2017
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece una buena película, porque tiene imágenes fantásticas y está muy bien llevada la aventura al cine. Pero si uno rebusca un poco por saber sobre la historia del Tibet, en la película se refleja bien poco, presentando a una sociedad feliz y contenta con su karma y que todo fluye bien. sin mencionar el régimen feudal semiesclavista que estaba instaurado.
En cuanto al tema Chino, si el Tibet puede reclamar algo es la aniquilación cultural que se ha estado perpetrando en Tibet a manos de los chinos. Pero en cuanto al tema de la independencia, Tibet lleva siendo un país subordinado a China desde el siglo XVI, y solo desde 1912 a 1950 es cuando han disfrutado de independencia como una nación. Y remontarse a orígenes aún más antiguos es algo desestimable.
Pero volviendo a la película, esta está muy bien llevada, es interesante, amena y retrata muy bien la cultura Tibetana, tando la doméstica como la religiosa. Lástima que solo nos cuenten siempre las cosas a medias.
En cuanto al tema Chino, si el Tibet puede reclamar algo es la aniquilación cultural que se ha estado perpetrando en Tibet a manos de los chinos. Pero en cuanto al tema de la independencia, Tibet lleva siendo un país subordinado a China desde el siglo XVI, y solo desde 1912 a 1950 es cuando han disfrutado de independencia como una nación. Y remontarse a orígenes aún más antiguos es algo desestimable.
Pero volviendo a la película, esta está muy bien llevada, es interesante, amena y retrata muy bien la cultura Tibetana, tando la doméstica como la religiosa. Lástima que solo nos cuenten siempre las cosas a medias.
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