La maldición de Frankenstein
1957 

6.7
2,394
Terror. Ciencia ficción
Condenado a muerte por una serie de crímenes que no ha cometido, el Barón Victor Frankenstein trata en vano de explicar a sus carceleros que el autor de esas muertes es un monstruoso ser, creado por él en su laboratorio secreto. Su diabólica ambición de crear vida llevó a Frankenstein a desafiar a Dios, fabricando un ser abominable a partir de cadáveres. (FILMAFFINITY)
12 de febrero de 2015
12 de febrero de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Quatermass Experiment (El Experimento del Doctor Quatermass, 1955) fue el primer éxito serio de la productora británica Hammer. Gracias a la rentabilidad de la película, los directivos de la compañía decidieron jugársela comprando los derechos de la Universal sobre las películas de terror que habían tenido tanto éxito en los años treinta, con sus monstruos clásicos (Drácula, Frankenstein). Así nacieron las películas de la Hammer que realmente iban a pasar a la historia. El filme lo dirige Terence Fisher, sobre quien caerían la mayor parte de estos filmes revival.
La primera de todas las películas de la Hammer que reutilizaba los filmes de la Universal fue The Curse of Frankenstein (La Maldición de Frankenstein, 1957)[1], que como indica su título, recogía el filme clásico que había dirigido James Whale en los años treinta. El filme fue un absoluto éxito, lo que permitió a la franquicia continuar realizando filmes Revival de antiguos mitos. Además en La Maldición de Frankenstein nos encontramos ya con un reparto que sería totalmente aprovechado en películas posteriores y con actores que se convertirían en totales iconos del cine de terror y fantástico, como Peter Cushing y Christopher Lee, una dupla imprescindible en el género fantástico.
El filme utiliza parte de la trama del filme clásico, pero también reinventa bastante texto. La película se centra especialmente en el personaje del Señor Frankenstein, que interpreta Peter Cushing, un científico que se encuentra realizando unos extraños experimentos en compañía de su amigo Paul, interpretado por Robert Urquath. Como todo el mundo sabe, nuestro profesor se encuentra trabajando en un proyecto que tiene la ambición ni más ni menos que la de resucitar a un muerto a partir de fragmentos de varios cadáveres.
En realidad, el filme presenta un señor Frankenstein bastante diferente al de la película Universal. Peter Cushing encarna a un científico totalmente despótico, que sólo piensa en sus objetivos y que hará lo que sea para que estos se cumplan. Nuestro personaje supera sin creces, en cuanto a maldad se refiere al personaje de la película de la Universal. Gran parte de la trama, por no decir el eje principal, se centra principalmente en la progresiva corrupción de nuestro profesor, que se transforma convirtiéndose casi en el mismo monstruo de Frankenstein que acaba construyendo. Esto se comprueba especialmente en la relación que mantiene Frankenstein con sus allegados. Es el caso del propio Paul a quien acabará despreciando por no seguir sus métodos criminales. O la criada a la que acaba engañando después de haber prometido que se casaría con ella, para acabar mandándola a una muerte segura con el monstruo.
La antítesis la encontramos rápido en el personaje de Paul. El es la voz científica que utiliza la razón y se da cuenta rápidamente de que el proyecto que investiga el señor Frankenstein es una atrocidad que debe ser detenida, por lo que inmediatamente abandona el proyecto. Hasta su retorno final, en la que recogerá una importancia capital para la obra.
La Maldición de Frankenstein transcurre prácticamente en único lugar. Esto en realidad se debe a que la película de Terence Fisher cuenta con un presupuesto más bien ajustado (que sigue la política económica de la primera trayectoria de la Hammer, ganar lo máximo invirtiendo lo mínimo). Apenas salimos de la mansión donde reside nuestro científico durante todo el filme, tanto del salón recibidor como del propio laboratorio. Esta lucha entre lo ordinario, lo común y lo espeluznante, queda en realidad reflejado casi de una manera subconsciente en el filme, pues continuamente nos encontramos con que el filme nos muestra o bien el salón o bien el laboratorio. Una dicotomía casi diabólica que se presta a interesantes reflexiones.
El tono del filme evoca gustos por la imaginería gótica. Dejando el expresionismo del primer Frankenstein de Whale, la película de Fisher se acerca al lenguaje más teatral. No sólo porque toda la película transcurra prácticamente en un mismo escenario, sino incluso por la propia escenografía de Terence Fisher. Como decía, algún toque gótico se puede percibir en el filme, especialmente en el caso del monstruo, que interpreta el magnífico Cristopher Lee (aunque por momentos debido a la caracterización del monstruo resulta irreconocible). Desde luego, el monstruo de Frankenstein que encontramos en la película de Fisher, es más siniestro que el de Whale.
[1] DAVIS, Blair, The Battle for the Bs: 1950s Hollywood and the Rebirth of Low-Budget Cinema, Ed. Rutgers University Press, New Brunswick 2006, p. 97
https://neokunst.wordpress.com/2015/02/12/la-maldicion-de-frankenstein-1957/
La primera de todas las películas de la Hammer que reutilizaba los filmes de la Universal fue The Curse of Frankenstein (La Maldición de Frankenstein, 1957)[1], que como indica su título, recogía el filme clásico que había dirigido James Whale en los años treinta. El filme fue un absoluto éxito, lo que permitió a la franquicia continuar realizando filmes Revival de antiguos mitos. Además en La Maldición de Frankenstein nos encontramos ya con un reparto que sería totalmente aprovechado en películas posteriores y con actores que se convertirían en totales iconos del cine de terror y fantástico, como Peter Cushing y Christopher Lee, una dupla imprescindible en el género fantástico.
El filme utiliza parte de la trama del filme clásico, pero también reinventa bastante texto. La película se centra especialmente en el personaje del Señor Frankenstein, que interpreta Peter Cushing, un científico que se encuentra realizando unos extraños experimentos en compañía de su amigo Paul, interpretado por Robert Urquath. Como todo el mundo sabe, nuestro profesor se encuentra trabajando en un proyecto que tiene la ambición ni más ni menos que la de resucitar a un muerto a partir de fragmentos de varios cadáveres.
En realidad, el filme presenta un señor Frankenstein bastante diferente al de la película Universal. Peter Cushing encarna a un científico totalmente despótico, que sólo piensa en sus objetivos y que hará lo que sea para que estos se cumplan. Nuestro personaje supera sin creces, en cuanto a maldad se refiere al personaje de la película de la Universal. Gran parte de la trama, por no decir el eje principal, se centra principalmente en la progresiva corrupción de nuestro profesor, que se transforma convirtiéndose casi en el mismo monstruo de Frankenstein que acaba construyendo. Esto se comprueba especialmente en la relación que mantiene Frankenstein con sus allegados. Es el caso del propio Paul a quien acabará despreciando por no seguir sus métodos criminales. O la criada a la que acaba engañando después de haber prometido que se casaría con ella, para acabar mandándola a una muerte segura con el monstruo.
La antítesis la encontramos rápido en el personaje de Paul. El es la voz científica que utiliza la razón y se da cuenta rápidamente de que el proyecto que investiga el señor Frankenstein es una atrocidad que debe ser detenida, por lo que inmediatamente abandona el proyecto. Hasta su retorno final, en la que recogerá una importancia capital para la obra.
La Maldición de Frankenstein transcurre prácticamente en único lugar. Esto en realidad se debe a que la película de Terence Fisher cuenta con un presupuesto más bien ajustado (que sigue la política económica de la primera trayectoria de la Hammer, ganar lo máximo invirtiendo lo mínimo). Apenas salimos de la mansión donde reside nuestro científico durante todo el filme, tanto del salón recibidor como del propio laboratorio. Esta lucha entre lo ordinario, lo común y lo espeluznante, queda en realidad reflejado casi de una manera subconsciente en el filme, pues continuamente nos encontramos con que el filme nos muestra o bien el salón o bien el laboratorio. Una dicotomía casi diabólica que se presta a interesantes reflexiones.
El tono del filme evoca gustos por la imaginería gótica. Dejando el expresionismo del primer Frankenstein de Whale, la película de Fisher se acerca al lenguaje más teatral. No sólo porque toda la película transcurra prácticamente en un mismo escenario, sino incluso por la propia escenografía de Terence Fisher. Como decía, algún toque gótico se puede percibir en el filme, especialmente en el caso del monstruo, que interpreta el magnífico Cristopher Lee (aunque por momentos debido a la caracterización del monstruo resulta irreconocible). Desde luego, el monstruo de Frankenstein que encontramos en la película de Fisher, es más siniestro que el de Whale.
[1] DAVIS, Blair, The Battle for the Bs: 1950s Hollywood and the Rebirth of Low-Budget Cinema, Ed. Rutgers University Press, New Brunswick 2006, p. 97
https://neokunst.wordpress.com/2015/02/12/la-maldicion-de-frankenstein-1957/
28 de septiembre de 2010
28 de septiembre de 2010
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una interesante adaptación de la leyenda Frankenstein producida por la Hammer y dirigida por el aclamado director Terence Fisher.
Esta versión nos cuenta cómo Victor Frankenstein (Peter Cushing) se encuentra encarcelado y recuerda los episodios que llevaron a que le acusen de varios asesinatos, los cuales fueron derivados de siniestros experimentos llevados a cabo en su laboratorio.
Es una película bien interpretada, tanto por Peter Cushing como Victor como por Robert Urquhart como su tutor y ayudante. Además contamos con la siempre gratísima participación de Christopher Lee dando vida a la criatura nacida de la obsesión de un hombre por dar vida y por ponerse en el papel de dios creador.
Desde lo estético es un filme que se beneficia por una colorida fotografía de Jack Asher, la cual enaltece a los escenarios interiores en que se despliega mayoritariamente la historia: la casona de los Frankenstein en la cual se sitúa un sugerente y escalofriante laboratorio donde se cometen las aberraciones más impensadas.
Además de ser una cinta bien interpretada, con inquietante atmósfera y góticos escenarios, es un filme que posee el valor de ser bastante fiel a la novela de Mary Shelley. En esta versión se muestra bien el espíritu decidido y desafiante de Victor Frankenstein por vencer la barrera de la muerte sin importar los medios para alcanzar dicho fin. Además no hay concesiones ni privilegios para ningún personaje, ya que las alternativas de este filme por allí se tornan crudas sin importar para quien.
Vemos en pantalla experimentaciones macabras, un monstruo infernal, un inquietante castillo en medio de un pueblo, doctores obsesivos, y una sociedad que no dudaba en matar a aquellos que delinquían entre otras cosas más.
Esta obra de bajo presupuesto de la Hammer es una cinta digna al mostrar las oscuras intenciones del personaje principal, es un filme sólo superado mínimamente por la versión de Kenneth Branagh realizada en la década del noventa, la cual contaba con más efectos especiales, mejor ambientación y más “humanidad” en el monstruo.
En fin, una lograda adaptación de la novela y un interesante ejercicio de estilo donde el horror se sugiere sin mostrar sangre a raudales, donde la obsesión enfermiza de un doctor loco por dar vida a partir de seres no vivos es la temática principal que da vida al conflicto narrativo.
Esta versión nos cuenta cómo Victor Frankenstein (Peter Cushing) se encuentra encarcelado y recuerda los episodios que llevaron a que le acusen de varios asesinatos, los cuales fueron derivados de siniestros experimentos llevados a cabo en su laboratorio.
Es una película bien interpretada, tanto por Peter Cushing como Victor como por Robert Urquhart como su tutor y ayudante. Además contamos con la siempre gratísima participación de Christopher Lee dando vida a la criatura nacida de la obsesión de un hombre por dar vida y por ponerse en el papel de dios creador.
Desde lo estético es un filme que se beneficia por una colorida fotografía de Jack Asher, la cual enaltece a los escenarios interiores en que se despliega mayoritariamente la historia: la casona de los Frankenstein en la cual se sitúa un sugerente y escalofriante laboratorio donde se cometen las aberraciones más impensadas.
Además de ser una cinta bien interpretada, con inquietante atmósfera y góticos escenarios, es un filme que posee el valor de ser bastante fiel a la novela de Mary Shelley. En esta versión se muestra bien el espíritu decidido y desafiante de Victor Frankenstein por vencer la barrera de la muerte sin importar los medios para alcanzar dicho fin. Además no hay concesiones ni privilegios para ningún personaje, ya que las alternativas de este filme por allí se tornan crudas sin importar para quien.
Vemos en pantalla experimentaciones macabras, un monstruo infernal, un inquietante castillo en medio de un pueblo, doctores obsesivos, y una sociedad que no dudaba en matar a aquellos que delinquían entre otras cosas más.
Esta obra de bajo presupuesto de la Hammer es una cinta digna al mostrar las oscuras intenciones del personaje principal, es un filme sólo superado mínimamente por la versión de Kenneth Branagh realizada en la década del noventa, la cual contaba con más efectos especiales, mejor ambientación y más “humanidad” en el monstruo.
En fin, una lograda adaptación de la novela y un interesante ejercicio de estilo donde el horror se sugiere sin mostrar sangre a raudales, donde la obsesión enfermiza de un doctor loco por dar vida a partir de seres no vivos es la temática principal que da vida al conflicto narrativo.
12 de junio de 2011
12 de junio de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La maldición de Frankenstein” (1957) representa el renacimiento del cine de Terror Gótico a finales de los 50 e inició una travesía llena de éxitos para la “Hammer Film Production Limited”.
Terence Fisher realizaba con ésta su cuarta película, su excelente trabajo se vio privado de libertad por trabajar casi siempre bajo los postulados de la “Hammer”, pero fue esta película la encumbró su carrera. Aquí nacían los éxitos de la “Hammer” y de Terence Fisher”.
El guión revisa el relato de la novela de Shelley creando una historia con una serie de componentes nuevos. Coloca al Doctor en prisión, intentando convencer a sus carceleros de que él no ha cometido los terribles asesinatos que se le imputan, argumentando que fueron ejecutados por la bestia que él mismo creó clandestinamente en su laboratorio. Es un guión temporalmente lineal excepto porque utiliza el recurso de contarlo a modo de “flashback”. La primera y última escenas son las únicas que transcurren en su tiempo real. Es un guión con dosis de suspense y terror, pero carece de escenas realmente poéticas, como la del reflejo en el lago. La visión de “Hammer” de trabajar de una forma más comercial, comenzaba a dilucidarse.
Pese a verla hoy, como puro entretenimiento, sus personajes mantienen cierta complejidad. La interpretación del Dr. Frankenstein, encarnado por el mítico Peter Cushing, realiza un papel sumamente representativo de esa idea de “Mad Doctor”. Es su actuación, junto a la de los otros tres protagonistas lo que mantiene el interés en esta cinta. La credibilidad de su personaje, engendrada con un sarcasmo de lo más pérfido, y su habilidad para llevar al personaje a registros tan amables como perniciosos, hablan elocuentemente de sus habilidades interpretativas. Pero es la composición de personajes, lo realmente interesante.
Esa dualidad entre el “Mad Doctor” de Cushing y el científico honesto y ético interpretado por un Robert Urquhart, que destila clasicismo y elegancia por los cuatro costados, componen el punto fuerte de la trama. Una lucha entre el bien y el mal, que se enfrentan eternamente como una idea religiosa, que refuerza de nuevo la idea de “Mad Doctor” y su lucha por transgredir toda normal moral, con la idea de ser “Dios”.
El personaje más atrayente desde el punto de vista estético, es sin duda el monstruo interpretado por el mítico Christopher Lee. Creo que su actuación carece de interés comparándola con el Robert de Niro de la película de Branagh o el Boris Karloff de la de Whale.
Considero que esta película aún siendo concebida como de Serie B, merece ser apartada al menos, de las connotaciones despectivas de tal apelativo porque pese a no representar nuevas ideas desde el punto de vista narrativo, plantea una nueva corriente estética y una revisión en su momento necesaria de antiguas ideas que merecían ser colmadas de color para ampliar así nuestra amada historia del cine.
Terence Fisher realizaba con ésta su cuarta película, su excelente trabajo se vio privado de libertad por trabajar casi siempre bajo los postulados de la “Hammer”, pero fue esta película la encumbró su carrera. Aquí nacían los éxitos de la “Hammer” y de Terence Fisher”.
El guión revisa el relato de la novela de Shelley creando una historia con una serie de componentes nuevos. Coloca al Doctor en prisión, intentando convencer a sus carceleros de que él no ha cometido los terribles asesinatos que se le imputan, argumentando que fueron ejecutados por la bestia que él mismo creó clandestinamente en su laboratorio. Es un guión temporalmente lineal excepto porque utiliza el recurso de contarlo a modo de “flashback”. La primera y última escenas son las únicas que transcurren en su tiempo real. Es un guión con dosis de suspense y terror, pero carece de escenas realmente poéticas, como la del reflejo en el lago. La visión de “Hammer” de trabajar de una forma más comercial, comenzaba a dilucidarse.
Pese a verla hoy, como puro entretenimiento, sus personajes mantienen cierta complejidad. La interpretación del Dr. Frankenstein, encarnado por el mítico Peter Cushing, realiza un papel sumamente representativo de esa idea de “Mad Doctor”. Es su actuación, junto a la de los otros tres protagonistas lo que mantiene el interés en esta cinta. La credibilidad de su personaje, engendrada con un sarcasmo de lo más pérfido, y su habilidad para llevar al personaje a registros tan amables como perniciosos, hablan elocuentemente de sus habilidades interpretativas. Pero es la composición de personajes, lo realmente interesante.
Esa dualidad entre el “Mad Doctor” de Cushing y el científico honesto y ético interpretado por un Robert Urquhart, que destila clasicismo y elegancia por los cuatro costados, componen el punto fuerte de la trama. Una lucha entre el bien y el mal, que se enfrentan eternamente como una idea religiosa, que refuerza de nuevo la idea de “Mad Doctor” y su lucha por transgredir toda normal moral, con la idea de ser “Dios”.
El personaje más atrayente desde el punto de vista estético, es sin duda el monstruo interpretado por el mítico Christopher Lee. Creo que su actuación carece de interés comparándola con el Robert de Niro de la película de Branagh o el Boris Karloff de la de Whale.
Considero que esta película aún siendo concebida como de Serie B, merece ser apartada al menos, de las connotaciones despectivas de tal apelativo porque pese a no representar nuevas ideas desde el punto de vista narrativo, plantea una nueva corriente estética y una revisión en su momento necesaria de antiguas ideas que merecían ser colmadas de color para ampliar así nuestra amada historia del cine.
11 de octubre de 2011
11 de octubre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una felicísima película que rescató al mito de Frankenstein de un lastimoso desprestigio e inauguró toda una serie de memorables películas de la Hammer dedicadas a resucitar otros mitos como Drácula, la Momia, etc. con un respeto y talento admirables.
Partiendo del texto de Shelley, Sangster y Fisher realizan una variante del mismo, personalizándolo para así distinguirlo con suficiencia y significativamente de los clásicos de Whale. Ahora el lunático doctor Frankenstein pretende crear una criatura perfecta (manos de artista, cerebro de sabio) y no solo vida a partir de la muerte.
La película es un ejemplo modélico de un cine de terror que ya no se hace (la Crítica sigue sin valorar en su justa medida a éste y otros muchos films de horror tapánsose en los tópicos del estilo "es un género menor") dónde hay magistrales trabajos de Cushing (muy brillante también Lee como la Criatura: ambos ya serían inamovibles piezas para la Hammer) y Fisher, uno de los más admirables cineastas que ha dado el cine de terror.
Es un film capital en muchos sentidos y una obra maestra embriagadora, de excitante atmósfera y puesta en escena, una resurrección inolvidable del entrañable huérfano de Shelley y de todos.
Partiendo del texto de Shelley, Sangster y Fisher realizan una variante del mismo, personalizándolo para así distinguirlo con suficiencia y significativamente de los clásicos de Whale. Ahora el lunático doctor Frankenstein pretende crear una criatura perfecta (manos de artista, cerebro de sabio) y no solo vida a partir de la muerte.
La película es un ejemplo modélico de un cine de terror que ya no se hace (la Crítica sigue sin valorar en su justa medida a éste y otros muchos films de horror tapánsose en los tópicos del estilo "es un género menor") dónde hay magistrales trabajos de Cushing (muy brillante también Lee como la Criatura: ambos ya serían inamovibles piezas para la Hammer) y Fisher, uno de los más admirables cineastas que ha dado el cine de terror.
Es un film capital en muchos sentidos y una obra maestra embriagadora, de excitante atmósfera y puesta en escena, una resurrección inolvidable del entrañable huérfano de Shelley y de todos.
30 de enero de 2014
30 de enero de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía John Carpenter que la razón por la que se convirtió en director de cine fue el temprano visionado de "La maldición de Frankenstein" de Terence Fisher. No se trata de un comentario banal; antes bien, representa el carácter seminal de una película que además de inaugurar la segunda gran época del cine de terror (despues de los clásicos de la Universal y de las producciones de Van Lewton) y de suponer la revelación del mejor realizador del género, ejerció una influencia inconmensurable sobre las futuras generaciones de artífices del fantastico (de Roger Corman a Tobe Hooper, de Freddie Francis a Dario Argento, pasando por Jesus franco, Curtis Harrington y, naturalmente, el propio John Carpenter).
La película en sí es una filigrana que resiste estupendamente el paso del tiempo. El envolvente sello fílmico de Fisher, de un refinamiento estético y cromático que sólo puede parangonarse con el mejor Mario Bava, se apoya en una narrativa firme y concisa, que aglutina todas las sugerencias de una historia rica en connotaciones éticas y filosóficas (amoralidad científica vs. moral tradicional, los peligros de la ciencia desbocada...) sin perder un mínimo de precisión. Obra maestra.
La película en sí es una filigrana que resiste estupendamente el paso del tiempo. El envolvente sello fílmico de Fisher, de un refinamiento estético y cromático que sólo puede parangonarse con el mejor Mario Bava, se apoya en una narrativa firme y concisa, que aglutina todas las sugerencias de una historia rica en connotaciones éticas y filosóficas (amoralidad científica vs. moral tradicional, los peligros de la ciencia desbocada...) sin perder un mínimo de precisión. Obra maestra.
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