La maldición de Frankenstein
1957 

6.7
2,397
Terror. Ciencia ficción
Condenado a muerte por una serie de crímenes que no ha cometido, el Barón Victor Frankenstein trata en vano de explicar a sus carceleros que el autor de esas muertes es un monstruoso ser, creado por él en su laboratorio secreto. Su diabólica ambición de crear vida llevó a Frankenstein a desafiar a Dios, fabricando un ser abominable a partir de cadáveres. (FILMAFFINITY)
21 de octubre de 2014
21 de octubre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como se suele decir, “todo tiene su principio”, y el origen de la época más gloriosa de la Hammer, la de las sagas de terror clásico, la tenemos aquí con esta cinta de Terence Fisher. Con “La maldición de Frankenstein”, la Hammer inicia una andadura que ya se ha hecho mítica dentro de la historia del cine fantástico y de terror, y Fisher sentó las bases de esa nueva concepción del género con sabor británico y estilo victoriano.
Peter Cushing es el barón Victor Frankenstein, quien se encuentra encerrado en prisión por delitos de asesinato. Para demostrar su inocencia, le cuenta a su carcelero la historia de cómo creó un ser abominable juntando partes de cadáveres, dándole vida ante todo pronóstico. De esta forma, Fisher comienza la narración de la historia de Víctor, un científico que trabaja en el oscuro laboratorio de su propia casa con ayuda del que fue su tutor, Paul (Robert Urquhart). Al principio, Paul ayudará al barón en sus experimentos sobre cadáveres de animales, pero cuando las ambiciones de Victor crecen, Paul será consciente de lo peligrosa que resultarán las obsesiones del barón.
Como será habitual en toda la serie, la estructura narrativa de la cinta de Fisher va de menos a más, aumentando la tensión y el ritmo conforme avanza la historia. Sin convencionalismos, y con un elevado sentido de la teatralidad, los personajes desfilan por la escena cual de una obra clásica de teatro se tratase, dentro de unos interiores lóbregos y siniestros (el laboratorio de Frankenstein) o recargados y hogareños (los salones de la mansión). Los actores son, sin lugar a dudas, los verdaderos responsables de mantener el interés de la trama, ganando enteros con los registros de Cushing, Urquhart y, cómo no, Christopher Lee, un gran monstruo de Frankenstein, con perdón de Boris Karloff.
El filme acusa de alguna forma la pobreza de medios, pero Fisher consigue aprovechar todo lo que tiene a su alcance y lo exprime hasta sacar la última gota. De esa forma, su obra gana precisamente por esa capacidad suya de crear un estilo reconocible frente a la escasez, y de conseguir con sólo las expresiones de los actores, con apenas un poco de maquillaje (nuevamente nombrar al gran Christopher Lee), un relato de ambiente tenebroso y, sobre todo, encantadoramente gótico. Después de todo, las viejas historias siempre son las que dan más miedo.
Muy recomendable.
Peter Cushing es el barón Victor Frankenstein, quien se encuentra encerrado en prisión por delitos de asesinato. Para demostrar su inocencia, le cuenta a su carcelero la historia de cómo creó un ser abominable juntando partes de cadáveres, dándole vida ante todo pronóstico. De esta forma, Fisher comienza la narración de la historia de Víctor, un científico que trabaja en el oscuro laboratorio de su propia casa con ayuda del que fue su tutor, Paul (Robert Urquhart). Al principio, Paul ayudará al barón en sus experimentos sobre cadáveres de animales, pero cuando las ambiciones de Victor crecen, Paul será consciente de lo peligrosa que resultarán las obsesiones del barón.
Como será habitual en toda la serie, la estructura narrativa de la cinta de Fisher va de menos a más, aumentando la tensión y el ritmo conforme avanza la historia. Sin convencionalismos, y con un elevado sentido de la teatralidad, los personajes desfilan por la escena cual de una obra clásica de teatro se tratase, dentro de unos interiores lóbregos y siniestros (el laboratorio de Frankenstein) o recargados y hogareños (los salones de la mansión). Los actores son, sin lugar a dudas, los verdaderos responsables de mantener el interés de la trama, ganando enteros con los registros de Cushing, Urquhart y, cómo no, Christopher Lee, un gran monstruo de Frankenstein, con perdón de Boris Karloff.
El filme acusa de alguna forma la pobreza de medios, pero Fisher consigue aprovechar todo lo que tiene a su alcance y lo exprime hasta sacar la última gota. De esa forma, su obra gana precisamente por esa capacidad suya de crear un estilo reconocible frente a la escasez, y de conseguir con sólo las expresiones de los actores, con apenas un poco de maquillaje (nuevamente nombrar al gran Christopher Lee), un relato de ambiente tenebroso y, sobre todo, encantadoramente gótico. Después de todo, las viejas historias siempre son las que dan más miedo.
Muy recomendable.
26 de octubre de 2016
26 de octubre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
191/08(15/10/16) El realizador londinense Terence Fisher se dio a conocer en el panorama internacional con esta exitosa revisión a la historia creada por Mary Shelley en 1818, dando inicio a la época dorada de la compañía británica Hammer, especializada en el renacimiento del terror serie b que pasaba por su particular filtro de escasos medios los icónicos títulos del horror de la Universal de los años 30. Esta que comento me queda en una simpática pero muy avejentada cinta, donde de medios brilla con fulgor, donde el goticismo y expresionismo propio del género han sido amputados, la iluminación candorosa anula el mundo de las sombras, donde la sala espectacular donde el Dr. Frankenstein creaba a su criatura en el film de 1931 aquí ha pasado a ser algo tan frugal que da lástima, donde los hermosos exteriores (ejemplos la torre-laboratorio o el épico final en el molino) han sido cercenados, todo tan escaso que huele a teatral, donde el Monstruo mítico ha pasado a ser algo con un maquillaje de la Señorita Pepis, donde el comportamiento del monstruo queda en algo ridículo. Se alteró la historia para no ser demandados por plagio por la Universal, el más importante es el cambio de personalidad del Dr. Frankenstein, aquí un psicópata amoral, lujurioso, sádico. Fue la primera cinta en que aparecieron juntos en un film Peter Cushing y Christopher Lee, es Cushing el que lleva el peso del relato con un tremendo carisma y credibilidad.
En 1818, el Barón Victor Frankenstein ( Peter Cushing ) está en prisión, en espera de ejecución por asesinato, allí le cuenta la historia de su vida al capellán. Tras la muerte de su madre el joven Baron Victor Frankenstein (Melvyn Hayes) toma el control exclusivo de la finca Frankenstein.Él se compromete a seguir pagando una cantidad mensual a su tía empobrecida Sofía y su joven prima Isabel (a quien su tía sugiere le hará una buena esposa). Paul Krempe (Robert Urquhart) se convierte en su tutor, con los años los dos comparten las inquietudes por los avances científicos. Después de varios años de estudio intenso, Víctor (Peter Cushing) con Paul comienzan a colaborar en experimentos científicos soibre traer a a la vida a seres muertos. También tendrán importancia en la historia Elizabeth (Hazel Court), prima de Victor y el Monstruo (Christopher Lee).
Un film entretenido, con un buen ritmo, donde no paran de suceder cosas, su escaso metraje (no llega a la hora y media) impide llegue el tedio, pero sobre todo lo que hace a la cinta apreciable es un Peter Cushing mayúsculo, un pérfido “Mad Doctor”, más retorcido que el Colin Clive de la versión de James Whale, una encarnación muy victoriana (a pesar de que el personaje es suizo), sibilino, elegante, sutil, libidinoso, flemático y muy manipulador, es su evolución hacia la total corrupción moral ele eje de la cinta, convirtiéndose alegóricamente el Monstruo la recreación espiritual del alma degradada de su creador (cual el retrato de Dorian Grey). Se le agrega a su personalidad lujuria, esto marcado por su relación sexual explícita (me refiero al lenguaje, no a escenas eróticas) fuera del matrimonio con una criada (Justine), algo muy adelantado a su tiempo, como lo es mostrarlo como un psicópata criminal sin escrúpulos, todo con tal de alcanzar sus malsanos objetivos, todo esto diferente a la versión del maestro Whale, que lo mostraba víctima de querer jugar a ser Dios, pero aquí estos depravados rasgos son para acentuar la perversión y maldad degenerativa del “Doctor Loco”, aquí dueño absoluto de sus actos. Y es que en la versión de la Universal compartían protagonismo el Baron y el Monstruo, y en la Hammer-versión este recae casi absolutamente en un absorbente Doctor Frankenstein, quedando relegado a un segundo plano la creación.
Peter Cushing encarna al científico con un fuerte dominio de la escena, con carácter, con carisma (espléndido manejando compulsivamente las máquinas revividoras de su laboratorio), con complejidad y mesura, le aporta matices gestuales contenidos brillantes (ejemplo el modo distraído con que se limpia una gota de sangre de la solapa de la camisa), muestra con veracidad su descenso al Averno de la razón, un trastornado obseso con su idea ser un pequeño Dios, lo dota de arrogancia, fanfarronería, altivez, con sonrisa cínica (desgarradora la que esboza cuando el Monstruo mata a la criada gritando, al otro lado de la puerta), sadismo (como pide como si nada la mermelada durante el desayuna a su prometida, cuando antes ha provocado la muerte de su amante), manejando una doble vida, en el escaparate un sofisticado anfitrión, pero en la trastienda un tipo poseído por la oscuridad. El actor fue escogido por su popularidad en la televisión británica.
La historia pretende exhibir un enfrentamiento entre la obsesión enfermiza amoral de Frankenstein contra la brújula moral que representa Paul Krempe, reflejo de la razón, del sentido común recto, de la ética moral, del temor a lo desconocido, quiere exponer el guión la lucha entre el Mal (Frankenstein) y el Bien (Krempe). En esto también se diferencia de la versión de 1931, me refiero al personaje del asistente del Doctor, en la primigenia era un tullido con joroba que seguía al Baron ciegamente, el mítico Igor, aquí es un hombre cabal el mentor que discute con su discípulo, y que termina por decencia distanciándose del Baron. Pues bien con lo dicho, Robert Urquhart con este rol resulta hastiante, fatigoso, molesto, irritante, cansino, parece un parásito que está con el Barón para poder vivir a cuerpo de rey en una mansión, incluso cuando ya no quiere seguir ayudando a Frankenstein sigue en la residencia, pero es que además sus aseveraciones morales resultan redundantes, cargantes, repetitivas, ser buenista plano, totalmente prescindible, es como si el guionista hubiera querido meter la voz del espectador en el personaje, no me refiero a la actuación, es lo torpemente escrito que está.
En 1818, el Barón Victor Frankenstein ( Peter Cushing ) está en prisión, en espera de ejecución por asesinato, allí le cuenta la historia de su vida al capellán. Tras la muerte de su madre el joven Baron Victor Frankenstein (Melvyn Hayes) toma el control exclusivo de la finca Frankenstein.Él se compromete a seguir pagando una cantidad mensual a su tía empobrecida Sofía y su joven prima Isabel (a quien su tía sugiere le hará una buena esposa). Paul Krempe (Robert Urquhart) se convierte en su tutor, con los años los dos comparten las inquietudes por los avances científicos. Después de varios años de estudio intenso, Víctor (Peter Cushing) con Paul comienzan a colaborar en experimentos científicos soibre traer a a la vida a seres muertos. También tendrán importancia en la historia Elizabeth (Hazel Court), prima de Victor y el Monstruo (Christopher Lee).
Un film entretenido, con un buen ritmo, donde no paran de suceder cosas, su escaso metraje (no llega a la hora y media) impide llegue el tedio, pero sobre todo lo que hace a la cinta apreciable es un Peter Cushing mayúsculo, un pérfido “Mad Doctor”, más retorcido que el Colin Clive de la versión de James Whale, una encarnación muy victoriana (a pesar de que el personaje es suizo), sibilino, elegante, sutil, libidinoso, flemático y muy manipulador, es su evolución hacia la total corrupción moral ele eje de la cinta, convirtiéndose alegóricamente el Monstruo la recreación espiritual del alma degradada de su creador (cual el retrato de Dorian Grey). Se le agrega a su personalidad lujuria, esto marcado por su relación sexual explícita (me refiero al lenguaje, no a escenas eróticas) fuera del matrimonio con una criada (Justine), algo muy adelantado a su tiempo, como lo es mostrarlo como un psicópata criminal sin escrúpulos, todo con tal de alcanzar sus malsanos objetivos, todo esto diferente a la versión del maestro Whale, que lo mostraba víctima de querer jugar a ser Dios, pero aquí estos depravados rasgos son para acentuar la perversión y maldad degenerativa del “Doctor Loco”, aquí dueño absoluto de sus actos. Y es que en la versión de la Universal compartían protagonismo el Baron y el Monstruo, y en la Hammer-versión este recae casi absolutamente en un absorbente Doctor Frankenstein, quedando relegado a un segundo plano la creación.
Peter Cushing encarna al científico con un fuerte dominio de la escena, con carácter, con carisma (espléndido manejando compulsivamente las máquinas revividoras de su laboratorio), con complejidad y mesura, le aporta matices gestuales contenidos brillantes (ejemplo el modo distraído con que se limpia una gota de sangre de la solapa de la camisa), muestra con veracidad su descenso al Averno de la razón, un trastornado obseso con su idea ser un pequeño Dios, lo dota de arrogancia, fanfarronería, altivez, con sonrisa cínica (desgarradora la que esboza cuando el Monstruo mata a la criada gritando, al otro lado de la puerta), sadismo (como pide como si nada la mermelada durante el desayuna a su prometida, cuando antes ha provocado la muerte de su amante), manejando una doble vida, en el escaparate un sofisticado anfitrión, pero en la trastienda un tipo poseído por la oscuridad. El actor fue escogido por su popularidad en la televisión británica.
La historia pretende exhibir un enfrentamiento entre la obsesión enfermiza amoral de Frankenstein contra la brújula moral que representa Paul Krempe, reflejo de la razón, del sentido común recto, de la ética moral, del temor a lo desconocido, quiere exponer el guión la lucha entre el Mal (Frankenstein) y el Bien (Krempe). En esto también se diferencia de la versión de 1931, me refiero al personaje del asistente del Doctor, en la primigenia era un tullido con joroba que seguía al Baron ciegamente, el mítico Igor, aquí es un hombre cabal el mentor que discute con su discípulo, y que termina por decencia distanciándose del Baron. Pues bien con lo dicho, Robert Urquhart con este rol resulta hastiante, fatigoso, molesto, irritante, cansino, parece un parásito que está con el Barón para poder vivir a cuerpo de rey en una mansión, incluso cuando ya no quiere seguir ayudando a Frankenstein sigue en la residencia, pero es que además sus aseveraciones morales resultan redundantes, cargantes, repetitivas, ser buenista plano, totalmente prescindible, es como si el guionista hubiera querido meter la voz del espectador en el personaje, no me refiero a la actuación, es lo torpemente escrito que está.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Luego está el Monstruo, esta como he dicho tiene escaso protagonismo, aparece muy avanzado el metraje, tiene pocos minutos en pantalla, y su comportamiento dista mucho de tener un mínimo de rasgo psicológico, actúa cual zombi, no ayuda a tomarlo en serio su penoso maquillaje, obra de Phil Leaky (“Dracula” o “Lejos del mundanal ruido”), una cosa es que por derechos de imagen no pudieran hacerlo similar al de Boris Karloff, pero otra es que cantara a la legua el embadurnamiento penoso de la criatura. Christopher Lee se esconde tras este maquillaje del todo a cien (igual en su día impactó, hoy causa sonrisa), en una actuación desprovista de carisma, un mero zombi sin alma, alejado de la evolución deliciosa del Monstruo de la Universal, que provocaba empatía y ternura en el espectador, creando dimensión trágica a los acontecimientos, Lee se convierte en una especie de muñeco marioneta movido por hilos invisibles, que provoca la más enorme Nada en el público, Lee fue escogido por su gran altura (6 '5 "), la Hammer había considerado antes, el aún más alto (6' 7") Bernard Bresslaw para el papel.
La escasez de medios es notoria en su escasez de escenarios (nos han hurtado la torre-laboratorio ), rodada prácticamente toda en interiores, creando sensación de teatralidad, con tomas de cámara muy abiertas maximizando esta sensación. Al acontecer casi todo en la mansión Frankenstein, se produce un recurso no sé si adrede o no, pero que queda curioso, como es la dualidad entre el salón victoriano recargado de decoración exquisita, esto frente al diabólico laboratorio de Franknestein, especie de patio donde se esconden las más bajas obsesiones, para redondear esta impresión deberían haberse producido los pecaminosos encuentros sexuales entre Justine y el Doctor allí.
La cinta carece de momentos recordables, ni tan siquiera la “gestación” de la criatura tiene una mínima épica, en comparación con la Colosal de James Whale, subiendo al cuerpo inerte hacia la tormenta de rayos, y culminado con el mítico grito del Doctor “It’s Alive!!!”, aquí todo es tan minimalista como burdo, hay unos muy lindos escenarios victorianos con el interior de la mansión Freankenstein o el laboratorio, creados por el director artístico Bernard Robinson (“La momia” o “Dracula”), pero la lírica visual es algo que ni está, ni se le espera, un producto hecho para impactar a las mentes ingenuas de finales de los 60, hecho para ganar dinero fácil, sin importar el calado emocional (inexistente aquí). Aquí el expresionismo alemán es cero, se porfía todo a la explícita luminosidad dotada por la fotografía de Jack Asher (“Dracula” o “El perro de los Baskerville”), tonos pastel que anulan cualquier emoción de tensión, suspense o terror. La música de James Bernard (“Dracula” o “El beso del vampiro”) deja marca alguna.
Laguna argumental es que no se sabe por qué está condenado a muerte Frankenstein, por matar al monstruo que intentaba matar a su prometida? Es que nadie ha visto a la criatura por la que intenta justificarse Frankenstein? Pues se supone que los cuerpos de la criada y el viejo no se han encontrado.
“La maldición de Frankenstein” queda en una revisión muy envejecida por el tiempo, aunque con un Peter Cushing que hace bueno el ver la película. Fuerza y honor!!!
Podéis leer más sobre el film en: http://tomregan.blogspot.com/2016/10/la-maldicion-defrankenstein.html
La escasez de medios es notoria en su escasez de escenarios (nos han hurtado la torre-laboratorio ), rodada prácticamente toda en interiores, creando sensación de teatralidad, con tomas de cámara muy abiertas maximizando esta sensación. Al acontecer casi todo en la mansión Frankenstein, se produce un recurso no sé si adrede o no, pero que queda curioso, como es la dualidad entre el salón victoriano recargado de decoración exquisita, esto frente al diabólico laboratorio de Franknestein, especie de patio donde se esconden las más bajas obsesiones, para redondear esta impresión deberían haberse producido los pecaminosos encuentros sexuales entre Justine y el Doctor allí.
La cinta carece de momentos recordables, ni tan siquiera la “gestación” de la criatura tiene una mínima épica, en comparación con la Colosal de James Whale, subiendo al cuerpo inerte hacia la tormenta de rayos, y culminado con el mítico grito del Doctor “It’s Alive!!!”, aquí todo es tan minimalista como burdo, hay unos muy lindos escenarios victorianos con el interior de la mansión Freankenstein o el laboratorio, creados por el director artístico Bernard Robinson (“La momia” o “Dracula”), pero la lírica visual es algo que ni está, ni se le espera, un producto hecho para impactar a las mentes ingenuas de finales de los 60, hecho para ganar dinero fácil, sin importar el calado emocional (inexistente aquí). Aquí el expresionismo alemán es cero, se porfía todo a la explícita luminosidad dotada por la fotografía de Jack Asher (“Dracula” o “El perro de los Baskerville”), tonos pastel que anulan cualquier emoción de tensión, suspense o terror. La música de James Bernard (“Dracula” o “El beso del vampiro”) deja marca alguna.
Laguna argumental es que no se sabe por qué está condenado a muerte Frankenstein, por matar al monstruo que intentaba matar a su prometida? Es que nadie ha visto a la criatura por la que intenta justificarse Frankenstein? Pues se supone que los cuerpos de la criada y el viejo no se han encontrado.
“La maldición de Frankenstein” queda en una revisión muy envejecida por el tiempo, aunque con un Peter Cushing que hace bueno el ver la película. Fuerza y honor!!!
Podéis leer más sobre el film en: http://tomregan.blogspot.com/2016/10/la-maldicion-defrankenstein.html
23 de abril de 2015
23 de abril de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terence Fisher es uno de los cineastas a redescubrir. Un rara avis en su especie. Quizás porque se centro en el cine de terror no se le hizo mucho caso. Películas con unas escenas muy cuidadas tanto estéticamente como estilisticamente. Este es un claro ejemplo de film bien cuidado pero quizás le falta metraje. La historia del doctor Frankenstein que está en la cárcel cuenta la historia de su desdicha. Un excelente Peter Cushing lleva esta entretenida película de terror.
6 de septiembre de 2019
6 de septiembre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de los 50 y principios de los 60, la productora británica Hammer llevo a cabo diversas adaptaciones/reinterpretaciones de los monstruos clásicos de la Universal (Dracula, el hombre lobo, la momia, Frankenstein...); hoy me toca hablar de una de las primeras películas de la productora, "The course of Frankenstein", que sirvió como una reinterpretacion más cruda, asquerosa y violenta del clásico de la Universal y de la propia novela de Mary Shelley.
A punto de cumplir su pena de muerte por unos asesinatos que no ha cometido, el barón Victor Frankenstein (Peter Cushing) asegura que esos crímenes de los que se le acusa fueron cometidos por una abominable criatura (Christopher Lee) creada por el propio Victor en su anhelo de desafiar a Dios.
A diferencia de las películas de la Universal, "The course of Frankenstein" se diferencia de estas por sus ambiente más vivos y coloridos, por mostrar al monstruo en plena luz del día, por su violencia (Llegando a mostrar sangre), por el propio diseño de la criatura, por su guión no tan fiel a la novela de Shelley y sobre todo por la genial dupla entre Cushing y Lee. Terence Fisher presenta una visión no tan oscura y gótica del relato de Frankenstein, si no más bien, una adaptación que se servía de la polémica debido a su crudeza y violencia.
En resumén, una adaptación diferente de la obra de Shelley pero que funciona a la perfección.
A punto de cumplir su pena de muerte por unos asesinatos que no ha cometido, el barón Victor Frankenstein (Peter Cushing) asegura que esos crímenes de los que se le acusa fueron cometidos por una abominable criatura (Christopher Lee) creada por el propio Victor en su anhelo de desafiar a Dios.
A diferencia de las películas de la Universal, "The course of Frankenstein" se diferencia de estas por sus ambiente más vivos y coloridos, por mostrar al monstruo en plena luz del día, por su violencia (Llegando a mostrar sangre), por el propio diseño de la criatura, por su guión no tan fiel a la novela de Shelley y sobre todo por la genial dupla entre Cushing y Lee. Terence Fisher presenta una visión no tan oscura y gótica del relato de Frankenstein, si no más bien, una adaptación que se servía de la polémica debido a su crudeza y violencia.
En resumén, una adaptación diferente de la obra de Shelley pero que funciona a la perfección.
29 de enero de 2022
29 de enero de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva versión del monstruo de Frankenstein producida por la Hammer y protagonizada por sus dos actores más ilustres, Peter Cushing y Christopher Lee.
En esta ocasión la historia se centra más en la personalidad obsesiva y maquiavélica del creador que en la criatura en sí. Cushing hace una excelente composición del científico que no se detendrá ante nada para lograr el éxito en sus revolucionarios experimentos. No le mueve una motivación noble, como la de mejorar la salud de la gente, sino su propia ambición personal de reconocimiento ante la comunidad científica.
A través de un largo flasback el protagonista relata a un sacerdote la historia de su vida y cómo ha acabado en la cárcel. La trama mantiene el pulso y si es inferior a la de James Whale, tal vez se deba a que la criatura carece del magnetismo hipnótico de Boris Karloff. El maquillaje de Christopher Lee no está tan conseguido y aunque la interpretación de Lee es muy digna, su caracterización como el monstruo adolece de carisma. No obstante, estamos ante una de las mejores películas sobre el mito de Frankenstein que se hayan hecho.
En esta ocasión la historia se centra más en la personalidad obsesiva y maquiavélica del creador que en la criatura en sí. Cushing hace una excelente composición del científico que no se detendrá ante nada para lograr el éxito en sus revolucionarios experimentos. No le mueve una motivación noble, como la de mejorar la salud de la gente, sino su propia ambición personal de reconocimiento ante la comunidad científica.
A través de un largo flasback el protagonista relata a un sacerdote la historia de su vida y cómo ha acabado en la cárcel. La trama mantiene el pulso y si es inferior a la de James Whale, tal vez se deba a que la criatura carece del magnetismo hipnótico de Boris Karloff. El maquillaje de Christopher Lee no está tan conseguido y aunque la interpretación de Lee es muy digna, su caracterización como el monstruo adolece de carisma. No obstante, estamos ante una de las mejores películas sobre el mito de Frankenstein que se hayan hecho.
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