Anatomía de un asesinato
1959 

8.0
20,290
Drama
Frederick Manion (Ben Gazzara), un teniente del ejército, asesina fríamente al presunto violador de su mujer (Lee Remick). Ella contrata como abogado defensor a Paul Biegler (James Stewart), un honrado hombre de leyes. Durante el juicio se reflejarán todo tipo de emociones y pasiones, desde los celos a la rabia. Uno de los dramas judiciales más famosos de la historia del cine. (FILMAFFINITY)
1 de junio de 2020
1 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si a uno le gusta el género del drama judicial, está es la película. Si a uno le gusta el buen cine, esta es la película. Si a uno..., y así podríamos seguir en una larga lista de apartados. La novela del juez nacido en Michigan John D. Voelker firmada con el seudónimo de Robert Traver fue un año antes un best-seller de tal calibre que le permitió dejar la jurisprudencia y dedicarse a los que más le gustaba: pescar y escribir en su localidad natal. El asunto fue un caso real del 52 en el que el propio Voelker ejerció de abogado defensor. Rodada en localizaciones reales (dicen que fue la primera vez que se rodó en el escenario del mismo crimen que se narra) y en el tiempo récord de dos meses más uno de montaje, Otto Preminger dejó el molde y la semillas para todo el cine judicial que vendría después, donde fiscales y abogados compiten en un ejercicio de oratoria teatral para convencer a los 12 hombres y mujeres del jurado, figura clave en el sistema judicial en USA .
Amén de instruirnos en todo el procedimiento judicial, la película cabalga sin descanso durante más de dos horas y media en el filo de la navaja de la ambigüedad moral donde lo importante para defensores y acusadores no es encontrar la verdad sino ganar el juicio. James Stewart tuvo "un par" al aceptar el papel, (su padre que no estaba de acuerdo incluso puso anuncios para que no se viese la película) representando a un abogado aburrido de provincias y fanático de la jurisprudencia para el que el caso viene a ser un divertido juego en el que demostrar sus habilidades, incluso por encima de ser remunerado por ello o no. Y aplica todo su saber legal y socarronería en el asunto incluso dejando paso a la ira cuando los vientos no soplan a su favor. Al final y a diferencia de la novela la cosa no se decide por la "mañas y artimañas" del fiscal y el abogado sino por un "deux ex machina" que conviene no desvelar, atenuando en cierta manera la responsabilidad de los letrados. Claro que todo esto no causó ni un diez por ciento de escandalo en el respetable de lo que lo hizo que se utilizara un lenguaje soez para la época y sobre todo la palabra bragas. Así somos.
Supuso el despegue de Ben Gazzara y sobre todo de Lee Remick una chica del Actor Studio que ya no paró de darnos alegrías como actriz hasta su prematura muerte por cáncer a los 55 años. Steward lo borda, rodeado de excelentes secundarios con un George C. Scott que viene pisando fuerte como uno de los fiscales. El juez pudo ser Spencer Tracy, entre otros, pero al final fue un auténtico juez al que acompañó su mujer como una de las integrantes del jurado.
Preminger da un recital de dirección sobre el excelso guión adaptado de Wendell Mayes, quería acercarse a la realidad lo más posible y apostó por la seriedad del contrastado blanco y negro de la notable fotografía de Sam Leavitt. Mandó a su casa nada menos que a la explosiva Lana Turner cuando esta se empeñó en que le hicieran modelitos de diseño para su personaje protagonista. La presentación y perfil de cada uno de los personajes plagado de aristas es soberbia por no hablar de la música de Duke Ellington y la tensión se mantiene durante todo el metraje, donde la vida del asesinado al que solo vemos en unas fotografías e incluso del propio jurado importan menos que el show de los letrados. El "impulso irrefrenable" de vengar el abuso y violación de su mujer ¿puede eximir o no del asesinato u homicidio a un hombre?. El público ejercerá de jurado número 13 y como dice el dicho: "pleitos tengas y los ganes".
"Anatomía...", tuvo siete nominaciones más que merecidas, pero ese año Judá Ben-Hur ganó todas las carreras.
PD. Como curiosidad en el juicio real ocurrió lo que en la otra famosa película de juicios "Doce hombres sin piedad" que uno solo de los jurados fue convenciendo al resto del veredicto final.
cineziete.wordpress.com
Amén de instruirnos en todo el procedimiento judicial, la película cabalga sin descanso durante más de dos horas y media en el filo de la navaja de la ambigüedad moral donde lo importante para defensores y acusadores no es encontrar la verdad sino ganar el juicio. James Stewart tuvo "un par" al aceptar el papel, (su padre que no estaba de acuerdo incluso puso anuncios para que no se viese la película) representando a un abogado aburrido de provincias y fanático de la jurisprudencia para el que el caso viene a ser un divertido juego en el que demostrar sus habilidades, incluso por encima de ser remunerado por ello o no. Y aplica todo su saber legal y socarronería en el asunto incluso dejando paso a la ira cuando los vientos no soplan a su favor. Al final y a diferencia de la novela la cosa no se decide por la "mañas y artimañas" del fiscal y el abogado sino por un "deux ex machina" que conviene no desvelar, atenuando en cierta manera la responsabilidad de los letrados. Claro que todo esto no causó ni un diez por ciento de escandalo en el respetable de lo que lo hizo que se utilizara un lenguaje soez para la época y sobre todo la palabra bragas. Así somos.
Supuso el despegue de Ben Gazzara y sobre todo de Lee Remick una chica del Actor Studio que ya no paró de darnos alegrías como actriz hasta su prematura muerte por cáncer a los 55 años. Steward lo borda, rodeado de excelentes secundarios con un George C. Scott que viene pisando fuerte como uno de los fiscales. El juez pudo ser Spencer Tracy, entre otros, pero al final fue un auténtico juez al que acompañó su mujer como una de las integrantes del jurado.
Preminger da un recital de dirección sobre el excelso guión adaptado de Wendell Mayes, quería acercarse a la realidad lo más posible y apostó por la seriedad del contrastado blanco y negro de la notable fotografía de Sam Leavitt. Mandó a su casa nada menos que a la explosiva Lana Turner cuando esta se empeñó en que le hicieran modelitos de diseño para su personaje protagonista. La presentación y perfil de cada uno de los personajes plagado de aristas es soberbia por no hablar de la música de Duke Ellington y la tensión se mantiene durante todo el metraje, donde la vida del asesinado al que solo vemos en unas fotografías e incluso del propio jurado importan menos que el show de los letrados. El "impulso irrefrenable" de vengar el abuso y violación de su mujer ¿puede eximir o no del asesinato u homicidio a un hombre?. El público ejercerá de jurado número 13 y como dice el dicho: "pleitos tengas y los ganes".
"Anatomía...", tuvo siete nominaciones más que merecidas, pero ese año Judá Ben-Hur ganó todas las carreras.
PD. Como curiosidad en el juicio real ocurrió lo que en la otra famosa película de juicios "Doce hombres sin piedad" que uno solo de los jurados fue convenciendo al resto del veredicto final.
cineziete.wordpress.com
26 de junio de 2020
26 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Anatomy of a murder (1959) su director Otto Preminger pone a consideración una serie de discusiones prohibidas en tiempos de censura y macartismo. Un militar que asesinó a un hombre que presuntamente había violado a su mujer es juzgado.
Por Nicolás Bianchi
William Hays fue un político y burócrata del Partido Republicano que ocupó distintos cargos administrativos durante su carrera comprendida en las cuatro primeras décadas del siglo pasado. Como presidente de la Asociación Cinematográfica de América (MPAA, por sus siglas en inglés) estableció un código que reglamentó, entre 1934 y 1967, lo que se podía mostrar en las películas. La censura tenía un propósito moralizador: quedaron prohibidas las escenas de sexo, la exhibición de genitales, la violencia, el crimen y cientos de cuestiones más, aunque los cineastas, en muchos casos lograron encontrar los bordes de lo que había quedado vedado. Por ejemplo, el Código Hays* establecía que “el uso de alcohol nunca se debe representar de manera excesiva”. Sin embargo, se pudieron proyectar, con gran éxito, films sobre el alcoholismo, como The lost Weekend (1944) o Days of wine and roses (1962). Para mostrar consumo de alcohol había que vestirlo con el disfraz de la enfermedad, como si la bebida llevara inequívocamente al camino de la adicción.
Para cuando Anatomy of a murder (1959) llegó a las pantallas, el código todavía gobernaba sobre el contenido de las películas. Seguía habiendo muchas cosas que no se podían hacer. En ese contexto la película de Otto Preminger fue disruptiva porque puso bajo la luz, especialmente, al personaje de Laura Manion (Lee Remick), una mujer sumamente sensual que se vestía de manera sugestiva y disfrutaba de la atracción que generaba. Vale aclarar que ser sugerente al vestir consistía en usar el pelo suelto, tacos altos, una blusa con un pequeño escote y pantalones algo ajustados en vez de polleras a la rodilla.
Anatomy of a murder cuenta la historia de Paul Biegler (James Stewart), un ex fiscal retirado que se dedica a la pesca y beber bourbon por la noche con su colega Parnell (Arthur O´Connell) hasta que se le presenta la oportunidad de volver a los tribunales como abogado. Frederick Manion (Ben Gazzara) es un militar veterano de la guerra de Corea que entró a un bar y asesinó a balazos a otro hombre, que supuestamente había violado a su esposa Laura. Como no tiene dinero para contratar un defensor sus opciones se reducen a que lo represente un letrado del Estado o que Biegler acepte el caso con la promesa de un pago a futuro. Luego de algunos rodeos el fiscal retirado acepta defender a Manion.
La elección de un actor clave para la trama de la película marca dónde estaba parado el director. Gran parte de la película consiste en el juicio que se lleva adelante contra Manion por asesinato. El juez fue interpretado no por un actor profesional sino por un abogado, Joseph Welch, que se había enfrentado públicamente al senador Joseph McCarthy en un caso televisado en el que se investigaba cómo bajo la premisa de perseguir comunistas se había logrado promover irregularmente a miembros del ejército. McCarthy se hizo célebre por su “caza” de comunistas, de lo que deriva el calificativo macartista o macartismo. El senador divulgó durante muchos años la idea de que numerosos agentes comunistas se habían infiltrado en distintos aspectos de la vida norteamericana, como por ejemplo la industria del cine, para incitar a que se produzca una revolución socialista en los Estados Unidos. McCarthy, que alentó la censura en todas sus formas, murió a los 48 años por una hepatitis derivada de su adicción a las bebidas alcohólicas.
Con sumo cuidado Preminger logra esquivar la censura en distintos momentos de la película. En principio pone, de manera ambigua, distintos temas bajo la atención de sus espectadores. En el juicio se juzga a un homicida pero gran parte del tiempo está ocupado por el tema de la violación. Allí se expone a quienes serían los abogados del Estado que martirizan a Laura, supuesta víctima de la violación, preguntándole sobre de qué manera se vestía, qué conductas tenía o si solía pasar las noches en bares. También está presente el tema de la violencia en la pareja, ya que la relación entre los Manion está atravesada por la agresividad de Frederick. En ningún momento hay un juicio definitivo de Preminger, sino un señalamiento, como si estuviera marcando las tramas que se esconden en la sociedad norteamericana de entonces.
Anatomy of a murder, más que arribar a conclusiones lo que hace es formular preguntas sobre un país, a la vista del director, disfuncional. Un veterano de guerra considerado un héroe vive en un tráiler aparcado en un camping en el que no parece tener mayor ocupación que pasar sus días bebiendo. Una mujer que denuncia que la violaron es puesta bajo escrutinio como posible incitadora de lo que dice que le pasó. La idea de justicia por mano propia sobrevuela el juicio. También el modo en que funciona el sistema judicial y el juicio por jurados es expuesto. Hasta el final el film mantiene la ambigüedad que lo convierte en una obra atrapante y sugestiva. Como adicional, la banda sonora está compuesta y ejecutada por el músico de jazz Duke Ellington, que tiene un cameo durante la película.
Por Nicolás Bianchi
William Hays fue un político y burócrata del Partido Republicano que ocupó distintos cargos administrativos durante su carrera comprendida en las cuatro primeras décadas del siglo pasado. Como presidente de la Asociación Cinematográfica de América (MPAA, por sus siglas en inglés) estableció un código que reglamentó, entre 1934 y 1967, lo que se podía mostrar en las películas. La censura tenía un propósito moralizador: quedaron prohibidas las escenas de sexo, la exhibición de genitales, la violencia, el crimen y cientos de cuestiones más, aunque los cineastas, en muchos casos lograron encontrar los bordes de lo que había quedado vedado. Por ejemplo, el Código Hays* establecía que “el uso de alcohol nunca se debe representar de manera excesiva”. Sin embargo, se pudieron proyectar, con gran éxito, films sobre el alcoholismo, como The lost Weekend (1944) o Days of wine and roses (1962). Para mostrar consumo de alcohol había que vestirlo con el disfraz de la enfermedad, como si la bebida llevara inequívocamente al camino de la adicción.
Para cuando Anatomy of a murder (1959) llegó a las pantallas, el código todavía gobernaba sobre el contenido de las películas. Seguía habiendo muchas cosas que no se podían hacer. En ese contexto la película de Otto Preminger fue disruptiva porque puso bajo la luz, especialmente, al personaje de Laura Manion (Lee Remick), una mujer sumamente sensual que se vestía de manera sugestiva y disfrutaba de la atracción que generaba. Vale aclarar que ser sugerente al vestir consistía en usar el pelo suelto, tacos altos, una blusa con un pequeño escote y pantalones algo ajustados en vez de polleras a la rodilla.
Anatomy of a murder cuenta la historia de Paul Biegler (James Stewart), un ex fiscal retirado que se dedica a la pesca y beber bourbon por la noche con su colega Parnell (Arthur O´Connell) hasta que se le presenta la oportunidad de volver a los tribunales como abogado. Frederick Manion (Ben Gazzara) es un militar veterano de la guerra de Corea que entró a un bar y asesinó a balazos a otro hombre, que supuestamente había violado a su esposa Laura. Como no tiene dinero para contratar un defensor sus opciones se reducen a que lo represente un letrado del Estado o que Biegler acepte el caso con la promesa de un pago a futuro. Luego de algunos rodeos el fiscal retirado acepta defender a Manion.
La elección de un actor clave para la trama de la película marca dónde estaba parado el director. Gran parte de la película consiste en el juicio que se lleva adelante contra Manion por asesinato. El juez fue interpretado no por un actor profesional sino por un abogado, Joseph Welch, que se había enfrentado públicamente al senador Joseph McCarthy en un caso televisado en el que se investigaba cómo bajo la premisa de perseguir comunistas se había logrado promover irregularmente a miembros del ejército. McCarthy se hizo célebre por su “caza” de comunistas, de lo que deriva el calificativo macartista o macartismo. El senador divulgó durante muchos años la idea de que numerosos agentes comunistas se habían infiltrado en distintos aspectos de la vida norteamericana, como por ejemplo la industria del cine, para incitar a que se produzca una revolución socialista en los Estados Unidos. McCarthy, que alentó la censura en todas sus formas, murió a los 48 años por una hepatitis derivada de su adicción a las bebidas alcohólicas.
Con sumo cuidado Preminger logra esquivar la censura en distintos momentos de la película. En principio pone, de manera ambigua, distintos temas bajo la atención de sus espectadores. En el juicio se juzga a un homicida pero gran parte del tiempo está ocupado por el tema de la violación. Allí se expone a quienes serían los abogados del Estado que martirizan a Laura, supuesta víctima de la violación, preguntándole sobre de qué manera se vestía, qué conductas tenía o si solía pasar las noches en bares. También está presente el tema de la violencia en la pareja, ya que la relación entre los Manion está atravesada por la agresividad de Frederick. En ningún momento hay un juicio definitivo de Preminger, sino un señalamiento, como si estuviera marcando las tramas que se esconden en la sociedad norteamericana de entonces.
Anatomy of a murder, más que arribar a conclusiones lo que hace es formular preguntas sobre un país, a la vista del director, disfuncional. Un veterano de guerra considerado un héroe vive en un tráiler aparcado en un camping en el que no parece tener mayor ocupación que pasar sus días bebiendo. Una mujer que denuncia que la violaron es puesta bajo escrutinio como posible incitadora de lo que dice que le pasó. La idea de justicia por mano propia sobrevuela el juicio. También el modo en que funciona el sistema judicial y el juicio por jurados es expuesto. Hasta el final el film mantiene la ambigüedad que lo convierte en una obra atrapante y sugestiva. Como adicional, la banda sonora está compuesta y ejecutada por el músico de jazz Duke Ellington, que tiene un cameo durante la película.
30 de septiembre de 2020
30 de septiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
James Stewart y Lee Remick bordan sus papeles. Él hace alarde de una contención admirable. Ella, insinuante y traviesa, no para de provocarlo. En medio, un marido celoso y con tendencia a pelearse con aquellos que cortejan o aluden en su presencia a su explosiva mujer. Destaca la profesionalidad del abogado Stewart, que acepta la titánica tarea de defender al violento marido, en un juicio trepidante por el antagonismo y las pullas entre el abogado defensor y los dos de la acusación. Los personajes secundarios también bordan su papel: el viejo borrachín, amigo de Stewart, la secretara de este, el juez... En suma, una gran película dirigida con mano sabia por Otto Preminger.
30 de septiembre de 2020
30 de septiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
He puesto entre comillas el todos porque la duración me pareció excesiva, mas de 2 horas y media. Pero por otra parte mantiene el interés en todo momento y no se puede decir otra cosa que los intérpretes estás todos geniales, cada uno en su papel. La historia en sí misma no tiene un interés excesivo sino es para ir viendo los vericuetos de la justicia y con un final que si bien no es tan sorprendente si te deja satisfecho.
28 de diciembre de 2023
28 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente la película que más veces haya visto.
Te atrapa desde el primer segundo con esos maravillosos créditos y una banda sonora que parece llevar el compás de los fotogramas.
James Stewart esta perfecto, Lee Remick divina, Ben Gazzara tremendo, Arthur O´Connell con momentos para enmarcar, Eve Arden parece echarle un pulso a este último cada vez que salen en el mismo plano, fantástica...
Manual de perfectos ejemplos de muchos de los clichés machistas que duran incluso hasta nuestros días.
Se le pueden sacar mil peros sociológicamente hablando pero como película para mí es perfecta.
Te atrapa desde el primer segundo con esos maravillosos créditos y una banda sonora que parece llevar el compás de los fotogramas.
James Stewart esta perfecto, Lee Remick divina, Ben Gazzara tremendo, Arthur O´Connell con momentos para enmarcar, Eve Arden parece echarle un pulso a este último cada vez que salen en el mismo plano, fantástica...
Manual de perfectos ejemplos de muchos de los clichés machistas que duran incluso hasta nuestros días.
Se le pueden sacar mil peros sociológicamente hablando pero como película para mí es perfecta.
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