Anatomía de un asesinato
1959 

8.0
20,283
Drama
Frederick Manion (Ben Gazzara), un teniente del ejército, asesina fríamente al presunto violador de su mujer (Lee Remick). Ella contrata como abogado defensor a Paul Biegler (James Stewart), un honrado hombre de leyes. Durante el juicio se reflejarán todo tipo de emociones y pasiones, desde los celos a la rabia. Uno de los dramas judiciales más famosos de la historia del cine. (FILMAFFINITY)
20 de febrero de 2012
20 de febrero de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las grandes películas del gran Otto Preminger, con su habitual blanco y negro de sus películas, y los títulos de crédito originales. James Stewart ofrece una de sus interpretaciones más "cachondas" por parte del actor, su abogado es un sarcástico, atípico y cínico abogado defensor. Consigue una de sus mejores interpretaciones y además una nominación a los OSCAR de 1960. Sobre el resto del reparto geniales Arthur O´Connell como "su consejero" inteligente, bromista pero borrachín, George C. Scott (pervertido en su interrogatorio a la protagonista) como el hábil fiscal de la acusación (ojo a sus referencias en la participación en una contienda bélica, porque luego encarnará al señor George S. PATTON, por la que ganó un oscar) y Lee Remick, que esta genial en su papel, y añade un carácter muy pero que muy erótico a la película, y responsable del juicio por el cual me quedan aún dudas sobre el final, sobre si fue ella quien incitó al asesinado a cometer la violación. Nunca se celebraría un juicio tan sarcástisco y tan insultante como el de esta gran película coral. Es Brutal, desgarradora e impactante para acabar la década de los 50, que para Stewart esta rellena de algunas de sus mejores interpretaciones (VERTIGO, THE MAN FROM LARAMIE, HARVEY O THE GLENN MILLER STORY). Otro aspecto al que habría que prestarle atención es a la música de jazz, y la afición del protagonista al piano. Otto Preminger ya jugó con la música en EL HOMBRE DEL BRAZO DE ORO (con Sinatra), y será muy habitual este elemento en otras películas de este austriaco.
Lo del título de la crítica viene relacionado con la prenda de la protagonista que es clave para determinar la violación, decía el juez no tienen otro nombre con el que se refería a ella, y decía el gran GCSCOTT, el nombre en francés es peor. y yo pregunto porque ese nombre es tan innombrable....
Lo del título de la crítica viene relacionado con la prenda de la protagonista que es clave para determinar la violación, decía el juez no tienen otro nombre con el que se refería a ella, y decía el gran GCSCOTT, el nombre en francés es peor. y yo pregunto porque ese nombre es tan innombrable....
5 de mayo de 2013
5 de mayo de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anatomía de un asesino de Otto Preminger, es posiblemente su obra culmen, un auténtico regalo para los amantes del séptimo arte. Dirigida de forma admirable e inteligente, le imprime un ritmo personal y único, marca de la casa.
Contiene un guión muy interesante, que es llevado a cabo de forma absorbente gracias a un argumento penetrante e inspirador. Además, la acción es acompañada en los momentos oportunos por una música bella y estimulante.
Las actuaciones son todas auténticas y con personalidad, posiblemente de las mejores actuaciones colectivas que he visto hasta el momento, ya que interpretan todos de forma muy convincente, atrayendo al espectador y haciéndole disfrutar en sus más de 2 horas y media de cinta. Mención especial al mejor papel de juez que he visto de la mano de Joseph N. Welch.
Para concluir, mencionar también unos destacables y estéticos trabajos de cámara, y unos diálogos ingeniosos, irónicos, ácidos y ocurrentes que se desatan durante el litigio. Como he dicho antes, un regalo para la vista, totalmente recomendable para los amantes del buen cine clásico, y para los que buscan excelentes cintas con historias de juicios en su interior.
Contiene un guión muy interesante, que es llevado a cabo de forma absorbente gracias a un argumento penetrante e inspirador. Además, la acción es acompañada en los momentos oportunos por una música bella y estimulante.
Las actuaciones son todas auténticas y con personalidad, posiblemente de las mejores actuaciones colectivas que he visto hasta el momento, ya que interpretan todos de forma muy convincente, atrayendo al espectador y haciéndole disfrutar en sus más de 2 horas y media de cinta. Mención especial al mejor papel de juez que he visto de la mano de Joseph N. Welch.
Para concluir, mencionar también unos destacables y estéticos trabajos de cámara, y unos diálogos ingeniosos, irónicos, ácidos y ocurrentes que se desatan durante el litigio. Como he dicho antes, un regalo para la vista, totalmente recomendable para los amantes del buen cine clásico, y para los que buscan excelentes cintas con historias de juicios en su interior.
27 de junio de 2014
27 de junio de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preminger, director y productor de sus films, fue un liberal claramente comprometido, se encontraba en el mejor momento de su carrera cuando abordó esta película, uno de los títulos mayores de su filmografía, y uno de los mejores ejemplos de plasmación en el celuloide del funcionamiento y de los procedimientos ordinarios de la justicia. Encuadrada en el subgénero del cine de juicios que tantas grandes películas ha proporcionado y que permanecen en nuestra memoria, esta apasionante película es una de las más logradas, en mi opinión. Desde los créditos del film, presentados por los dibujos del gran diseñador Saul Bass, mientras escuchamos las notas musicales del maestro del jazz, Duke Ellington, el cual aparece en un momento del film al piano, podemos apreciar la vida cotidiana de un perezoso abogado de provincias venido a menos (James Stewart en uno de sus mejores trabajos), derrotado como fiscal que pasa el tiempo pescando y tocando jazz con su piano.
Porque más allá de ese caso de asesinato que le ofrecen para defender, esta es la historia de una redención, la de un hombre de leyes fracasado y un viejo amigo alcohólico (excelente Arthur O´Connell) que ejercerá de pasante para resarcirse de sus heridas y amarguras, defendiendo un caso difícil y morboso junto a una secretaria para todo (Eve Arden), sin remunerar y enamorada de su dubitativo patrón. Acompañan en el reparto a Stewart un grupo de actores emergentes que luego serían grandes, George C. Scott, Ben Gazzara y una fascinante Lee Remick, que encarna a una atractiva y ultrajada esposa que desprende una atracción sexual irrefrenable. La película rinde homenaje a un célebre magistrado liberal perseguido por el macarthysmo, Joseph N. Welch, haciendo el papel del bondadoso juez, y que entonces dejaba atrás la pesadilla antidemocrática que había padecido la sociedad.
A pesar de su larga duración, la película no aburre, pero se toma su tiempo para describir a los personajes, matizar el ambiente y los detalles de su personalidad, transmitiendo cercanía, verosimilitud y cotidianidad. Cosas difíciles de encontrar en el vertiginoso y estereotipado cine actual. Tras los primeros 50 minutos, asistimos al inicio del largo proceso judicial, que ocupa, con un breve receso de 5 minutos entre las dos sesiones, el resto del film, un juicio lleno de trucos sibilinos, brillantes escaramuzas y golpes bajos por ambas partes. Los testigos van relatando lo ocurrido, pero lo más destacable, en mi opinión, es que Preminger acertadamente no toma partido, cuidándose muy mucho de ofrecernos algún “flash back” de lo ocurrido, porque sabe que sería dar legitimidad a los hechos y lo que el cineasta pretende, es que nosotros, el espectador juzgue igual que debe hacer el jurado, que casi no aparece físicamente, porque lo que busca el director es el juicio del espectador, juicio que yo también me reservo.
Hay una cosa evidente, y es que los personajes hacen precisamente lo contrario de lo que dicen, sus actitudes contradicen sus palabras. Preminger dejará sentadas, además, las claves de su posición ética sobre el asunto. Porque si, por un lado, no duda en explotar, incluso con brillantez, los resortes habituales y peculiares del cine criminal que es el film de procedimiento, jugando siempre con la inteligencia del espectador mientras le muestra la superioridad de los métodos democráticos que incluye las ventajas e inconvenientes del jurado popular. Preminger logra verdaderos prodigios de puesta en escena para subrayar, negar o afirmar, el uso de la profundidad de campo será así un recurso brillante que le permitirá ampliar constantemente el universo visual del espectador, al tiempo que marcará siempre la cambiante superioridad de los argumentos de la acusación o la defensa.
Porque más allá de ese caso de asesinato que le ofrecen para defender, esta es la historia de una redención, la de un hombre de leyes fracasado y un viejo amigo alcohólico (excelente Arthur O´Connell) que ejercerá de pasante para resarcirse de sus heridas y amarguras, defendiendo un caso difícil y morboso junto a una secretaria para todo (Eve Arden), sin remunerar y enamorada de su dubitativo patrón. Acompañan en el reparto a Stewart un grupo de actores emergentes que luego serían grandes, George C. Scott, Ben Gazzara y una fascinante Lee Remick, que encarna a una atractiva y ultrajada esposa que desprende una atracción sexual irrefrenable. La película rinde homenaje a un célebre magistrado liberal perseguido por el macarthysmo, Joseph N. Welch, haciendo el papel del bondadoso juez, y que entonces dejaba atrás la pesadilla antidemocrática que había padecido la sociedad.
A pesar de su larga duración, la película no aburre, pero se toma su tiempo para describir a los personajes, matizar el ambiente y los detalles de su personalidad, transmitiendo cercanía, verosimilitud y cotidianidad. Cosas difíciles de encontrar en el vertiginoso y estereotipado cine actual. Tras los primeros 50 minutos, asistimos al inicio del largo proceso judicial, que ocupa, con un breve receso de 5 minutos entre las dos sesiones, el resto del film, un juicio lleno de trucos sibilinos, brillantes escaramuzas y golpes bajos por ambas partes. Los testigos van relatando lo ocurrido, pero lo más destacable, en mi opinión, es que Preminger acertadamente no toma partido, cuidándose muy mucho de ofrecernos algún “flash back” de lo ocurrido, porque sabe que sería dar legitimidad a los hechos y lo que el cineasta pretende, es que nosotros, el espectador juzgue igual que debe hacer el jurado, que casi no aparece físicamente, porque lo que busca el director es el juicio del espectador, juicio que yo también me reservo.
Hay una cosa evidente, y es que los personajes hacen precisamente lo contrario de lo que dicen, sus actitudes contradicen sus palabras. Preminger dejará sentadas, además, las claves de su posición ética sobre el asunto. Porque si, por un lado, no duda en explotar, incluso con brillantez, los resortes habituales y peculiares del cine criminal que es el film de procedimiento, jugando siempre con la inteligencia del espectador mientras le muestra la superioridad de los métodos democráticos que incluye las ventajas e inconvenientes del jurado popular. Preminger logra verdaderos prodigios de puesta en escena para subrayar, negar o afirmar, el uso de la profundidad de campo será así un recurso brillante que le permitirá ampliar constantemente el universo visual del espectador, al tiempo que marcará siempre la cambiante superioridad de los argumentos de la acusación o la defensa.
26 de noviembre de 2015
26 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otto Preminger fue uno de los grandes realizadores del cine norteamericano. Suya es una de las grandes cumbres del drama criminal, “Laura”, pero es que además de la película protagonizada por la inolvidable Gene Tierney, Preminger firmó otras obras no menos importantes, ‘Al borde del peligro’, ‘El rapto de Bunny Lake’, ‘Angel Face’ o ‘Tempestad sobre Washington’, son algunas joyas de su cine tan personal, siempre aspirando a una determinada perfección, son películas que permanecen incólumes al paso del tiempo dejando el sello, tan fácilmente reconocible y tan difícil de alcanzar, de las rotundas obras maestras. Otra de estas rotundas obras maestras es la película que hoy nos ocupa, ‘Anatomía de un asesinato’ que pertenece a ese subgénero de juicios, tan del gusto del espectador de casi todas las épocas.
El cine judicial es sin duda un género en el que Hollywood ha sido maestro, y clásicos del mismo hay muchos, sin duda “Anatomía de un asesinato” es uno de ellos. Bajo mi punto de vista, lo es fundamentalmente por dos razones, primero, porque las escenas que transcurren en el tribunal son un deslumbrante ejemplo de esa habilidad de Hollywood para convertir la sala de un juicio en un microcosmos con fascinantes leyes propias y en los que un caso cualquiera parece investirse, misteriosamente, de una capacidad de representación de la Justicia en su concepto más absoluto y abstracto; y segundo, porque es algo más que una película de juicios, es un hermoso canto humanista, con sus gotas adecuadas de cinismo y socarronería (sin los cuales, el humanismo, la verdad sea dicha, puede ser bastante coñazo). Es una lección de narración, de ritmo, que hace que las más de dos horas y media de metraje no pesen nunca: al contrario, no es imaginable que la película pueda ser más breve. Contiene interpretaciones imborrables, empezando por la del propio protagonista, el inolvidable James Stewart. Tiene un estupendo sentido del swing, a la medida de ese amor del personaje central por el jazz: nada menos que Duke Ellington compuso la banda sonora e incluso se avino a hacer una pequeña intervención tocando junto al protagonista. Y una profunda reflexión sobre los múltiples matices que tiene la Verdad, concepto ambiguo donde los haya, que aquí alcanza una hondura realmente sabrosa.
160 minutos de CINE con mayúsculas con la que descubrirás todas las virtudes del cine del maestro austríaco. Una película contada con sabiduría, pulso y sentido del humor, retratada en un soberbio B&N y al ritmo de una música que… ¡Menuda música!
El cine judicial es sin duda un género en el que Hollywood ha sido maestro, y clásicos del mismo hay muchos, sin duda “Anatomía de un asesinato” es uno de ellos. Bajo mi punto de vista, lo es fundamentalmente por dos razones, primero, porque las escenas que transcurren en el tribunal son un deslumbrante ejemplo de esa habilidad de Hollywood para convertir la sala de un juicio en un microcosmos con fascinantes leyes propias y en los que un caso cualquiera parece investirse, misteriosamente, de una capacidad de representación de la Justicia en su concepto más absoluto y abstracto; y segundo, porque es algo más que una película de juicios, es un hermoso canto humanista, con sus gotas adecuadas de cinismo y socarronería (sin los cuales, el humanismo, la verdad sea dicha, puede ser bastante coñazo). Es una lección de narración, de ritmo, que hace que las más de dos horas y media de metraje no pesen nunca: al contrario, no es imaginable que la película pueda ser más breve. Contiene interpretaciones imborrables, empezando por la del propio protagonista, el inolvidable James Stewart. Tiene un estupendo sentido del swing, a la medida de ese amor del personaje central por el jazz: nada menos que Duke Ellington compuso la banda sonora e incluso se avino a hacer una pequeña intervención tocando junto al protagonista. Y una profunda reflexión sobre los múltiples matices que tiene la Verdad, concepto ambiguo donde los haya, que aquí alcanza una hondura realmente sabrosa.
160 minutos de CINE con mayúsculas con la que descubrirás todas las virtudes del cine del maestro austríaco. Una película contada con sabiduría, pulso y sentido del humor, retratada en un soberbio B&N y al ritmo de una música que… ¡Menuda música!
25 de noviembre de 2018
25 de noviembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película, entre las grandes películas de todos los tiempos. El mejor drama judicial, con permiso de " 12 hombres sin piedad" de Sidney Lumet, que trata más de la deliberación de un jurado que de un juicio propiamente dicho, "Matar a un ruiseñor" de Robert Mulligan, que es más un film de denuncia social que drama judicial y "Testigo de cargo" de Billy Wilder, que es más una película de misterio, aunque tenga un juicio inolvidable también.
Aquí, en cambio, tenemos un juicio narrado desde la más absoluta rigurosidad y verosimilitud, que resulta apasionante de principio a fin.
Un hombre es acusado de asesinato del presunto violador de su esposa. James Stewart será el encargado de su defensa, pero como él mismo dice a su cliente, "Una cosa es la razón moral y otra muy distinta la razón jurídica".
En un tribunal será necesario alegar una razón legal que justifique ese acto. Y eso no será nada fácil.
Así comienza un juicio absorbente, en la que Otto Preminger con muy buen criterio, coloca al espectador bajo el punto de vista del jurado. Es decir, no nos va a presentar personajes que despierten nuestras simpatías o antipatías. Nuestros acusados y testigos, tanto de la parte fiscal como de la defensa, serán seres ambiguos, desconocidos con luces y sombras, de manera que no sabremos qué partido tomar, excepto lo que nuestro propio criterio, ideas, cultura o creencias nos dicte y, naturalmente, lo que el transcurso del juicio vaya dictaminando, al igual que debe sentir cualquier miembro de cualquier jurado imparcial.
He ahí la grandeza de esta película, que narrada de forma muy amena y perfectamente inteligible, consigue generar unas reflexiones muy interesantes ( cuantas más veces la ves, mejor), que nos enfrenta a nuestros propios prejuicios e ideas preconcebidas y nos hace cuestionarnos lo relativo del comportamiento humano y lo difícil que es, defender o condenar a un hombre en su integridad.
Por otra parte, es una película atemporal. Estos temas, desgraciadamente, siempre serán de actualidad. ¿Cómo lo juzgamos nosotros?. Esa es la pregunta que plantea esta película. ¿Nos atrevemos a contestarla?.
PELÍCULA GRANDE, GRANDE, GRANDE.
(spoiler).
Aquí, en cambio, tenemos un juicio narrado desde la más absoluta rigurosidad y verosimilitud, que resulta apasionante de principio a fin.
Un hombre es acusado de asesinato del presunto violador de su esposa. James Stewart será el encargado de su defensa, pero como él mismo dice a su cliente, "Una cosa es la razón moral y otra muy distinta la razón jurídica".
En un tribunal será necesario alegar una razón legal que justifique ese acto. Y eso no será nada fácil.
Así comienza un juicio absorbente, en la que Otto Preminger con muy buen criterio, coloca al espectador bajo el punto de vista del jurado. Es decir, no nos va a presentar personajes que despierten nuestras simpatías o antipatías. Nuestros acusados y testigos, tanto de la parte fiscal como de la defensa, serán seres ambiguos, desconocidos con luces y sombras, de manera que no sabremos qué partido tomar, excepto lo que nuestro propio criterio, ideas, cultura o creencias nos dicte y, naturalmente, lo que el transcurso del juicio vaya dictaminando, al igual que debe sentir cualquier miembro de cualquier jurado imparcial.
He ahí la grandeza de esta película, que narrada de forma muy amena y perfectamente inteligible, consigue generar unas reflexiones muy interesantes ( cuantas más veces la ves, mejor), que nos enfrenta a nuestros propios prejuicios e ideas preconcebidas y nos hace cuestionarnos lo relativo del comportamiento humano y lo difícil que es, defender o condenar a un hombre en su integridad.
Por otra parte, es una película atemporal. Estos temas, desgraciadamente, siempre serán de actualidad. ¿Cómo lo juzgamos nosotros?. Esa es la pregunta que plantea esta película. ¿Nos atrevemos a contestarla?.
PELÍCULA GRANDE, GRANDE, GRANDE.
(spoiler).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Aquí, solo quiero contestar a Criosurrea, que en su crítica de esta película, la ha tachado de inconsistente porque según él, la chica no se comporta como una mujer violada (ya sabéis, atemorizada, avergonzada y con el espíritu quebrado y todo eso) y yo me pregunto...¿Cómo se tiene que comportar una mujer violada o maltratada para que esta sociedad le perdone su delito y así pueda presentarse ante los jueces para que le hagan justicia?.
Parece que si no te han anulado por completo y todavía tienes ganas de vivir, no mereces la calificación de víctima.
Parece que si no te han anulado por completo y todavía tienes ganas de vivir, no mereces la calificación de víctima.
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