Pesadilla en la calle del infierno
1984 

6.6
56,995
Terror
Varios jóvenes de una pequeña localidad tienen habitualmente pesadillas en las que son perseguidos por un hombre deformado por el fuego y que usa un guante terminado en afiladas cuchillas. Algunos de ellos comienzan a ser asesinados mientras duermen por este ser que resulta ser Freddy Krueger, un hombre con un pasado abominable. (FILMAFFINITY)
27 de diciembre de 2017
27 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mitad de los '80 si existía una rama del terror que lograra hacer de los videoclubs y los programas dobles de las salas de barrio el caldo de cultivo perfecto para su exhibición era el "slasher", lanzado como género de pleno derecho gracias a "La Noche de Halloween", con la que se perfeccionó para el nuevo decenio que estaba por comenzar.
Lo inaugura "Viernes 13", que establecería las bases de lo que tenía que ser un "slasher" de rigor; en el mismo año que veía la luz la 4.ª peripecia de Jason Vorhees, Wes Craven, uno de los cineastas más respetados del terror del momento (dentro de la serie "B") empezó a confeccionar un guión inspirado en los extraños casos del "síndrome de la muerte asiática" sucedidos en los '70 (enfermedad que hacía padecer terribles pesadillas a algunos asiáticos emigrados a EE.UU.), el cual, tras ser rechazado por muchas compañías iría a parar al seno de la independiente New Line Cinema (que pasaron un infierno para financiarla), y cuyo objetivo era crear al villano más espeluznante del cine de terror.
Así se alejaba de los estereotipos de "Leatherface", Myers y Vorhees...pues el método de éste para cometer los crímenes era realmente único. Empieza la función con una secuencia antológica presentando en primera persona al misterioso asesino que hará de la vida de los protagonistas un infierno, y en ese escenario, la sala de calderas por todos conocida, que se convertiría en seña de identidad de la serie. ¿Pero dónde se sitúa este escenario? Sin prólogos que valgan nos precipitamos de cabeza a un extraño mundo de tinieblas donde las voces de ultratumba producen un sudor frío, los músculos no responden a las órdenes del cerebro y las visiones y los miedos se hacen tangibles.
Es el mundo de los sueños, lo invisible, el mismo que cruza aterrada la pobre Tina para escapar de un ser que lo gobierna desde las profundidades y cuyos ilógicos pliegues se hacen lógicos una vez él los domina y moldea en sus manos ("Yo...soy Dios", afirmará durante la que es una de las más inolvidables apariciones de un asesino en la Historia del cine). Pero Tina, quien pensamos será la heroína (y caemos en la trampa), sólo es una de las adolescentes que han sufrido la invasión a su inconsciente durante la noche de ese individuo de rostro abrasado, jersey a rayas rojas y verdes, sombrero Fedora, guante de cuchillas adheridas y risa demencial.
Pues Nancy y Glen, dos compañeros de su instituto y amigos íntimos también han tenido pesadillas similares, jóvenes que moran todos ellos en la zona de Elm Street, que para entendernos viene a ser la metáfora de cualquier calle en cualquier pequeña población suburbial de EE.UU., un sitio normal, limpio y bañado por el Sol donde todo el mundo se conoce, los adolescentes van a clase, se enamoran y desenamoran y entran finalmente en esa fase de sus vidas en la que ya no les importan a nadie, mientras sus ariscos padres, aquellos adolescentes de los '60 derrotados, prosiguen una existencia entre alcohol, normas desfasadas y peleas matrimoniales que quedan en el confortable seno del hogar.
La película esboza toda una envenenada representación del paraíso norteamericano para el ciudadano de clase media-baja que se torna en monotonía y que por lamentable que parezca se ha convertido en seña de identidad universal. Lo que hace Craven es subvertir y pervertir este orden (a cuchillada limpia) introduciendo un elemento que amenaza pero a su vez equilibra este "maravilloso" universo, uno tan tenebroso y degenerado que figura en su plenitud un atentado a la moral y las buenas costumbres y que sirve para desenmascarar la verdad de una irrefrenable venganza. El Mal mismo.
En esencia eso es Krueger, alegoría de la venganza, vampiro de Düsseldorf moderno, espectro que se mueve en las sombras (como Myers), surgido del infierno de los pecadores cuyo objetivo es cumplir los preceptos de la mejor justicia que existe: la del "ojo por ojo". Su crimen está alimentado no por el simple deseo de matar (como sucede con muchos homicidas del "slasher"), sino por un crimen tangencial que viene de más lejos obrado por aquellos que pusieron fin a su primera vida de asesino de niños usando métodos extrajudiciales no del todo correctos, pero justos al fin y al cabo. El círculo vicioso del pecado y la culpa no se cierra, y ahora son los hijos los que deben pagar el crimen de sus padres.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
En el plantel, con los veteranos John Saxon y Ronee Blakley, son los adolescentes, todos debutantes, los que acaparan la atención, como ese Johnny Depp que cautiva con su desparpajo, y en especial la guapísima y enérgica Heather Langenkamp. Pero definitivamente nadie hace sombra al bueno de Robert Englund, quien, inspirado por el Drácula de Klaus Kinski y sirviéndose de su sensibilidad teatral, da un aire aún más siniestro a Freddy, con su risa perversa y sus inquietantes ojos, que parecen estar deseando penetrar en lo profundo de nuestro inconsciente (no hay asesino en la Historia del cine que posea esa mirada).
Criticada en el momento por sus similitudes con "La Gran Huida", "Pesadilla en Elm Street" fue un éxito absoluto de taquilla hasta su llegada al videoclub, donde pasaría, al igual que su asesino, a imparable fenómeno de masas y poco después a icono cultural. Ningún "slasher" consiguió igualar, ni mucho menos superar, la fuerza que desprende este cuento de puro terror tan visceral y maligno como mordaz, trepidante y mágico, obra magna cuya credibilidad se iría al traste por culpa de una serie de secuelas infumables.
Ahora me echaré a dormir.
Pido al Señor que me proteja.
Pero si muero antes de despertar...
yo te maldigo eternamente, Fred Krueger.
Lo inaugura "Viernes 13", que establecería las bases de lo que tenía que ser un "slasher" de rigor; en el mismo año que veía la luz la 4.ª peripecia de Jason Vorhees, Wes Craven, uno de los cineastas más respetados del terror del momento (dentro de la serie "B") empezó a confeccionar un guión inspirado en los extraños casos del "síndrome de la muerte asiática" sucedidos en los '70 (enfermedad que hacía padecer terribles pesadillas a algunos asiáticos emigrados a EE.UU.), el cual, tras ser rechazado por muchas compañías iría a parar al seno de la independiente New Line Cinema (que pasaron un infierno para financiarla), y cuyo objetivo era crear al villano más espeluznante del cine de terror.
Así se alejaba de los estereotipos de "Leatherface", Myers y Vorhees...pues el método de éste para cometer los crímenes era realmente único. Empieza la función con una secuencia antológica presentando en primera persona al misterioso asesino que hará de la vida de los protagonistas un infierno, y en ese escenario, la sala de calderas por todos conocida, que se convertiría en seña de identidad de la serie. ¿Pero dónde se sitúa este escenario? Sin prólogos que valgan nos precipitamos de cabeza a un extraño mundo de tinieblas donde las voces de ultratumba producen un sudor frío, los músculos no responden a las órdenes del cerebro y las visiones y los miedos se hacen tangibles.
Es el mundo de los sueños, lo invisible, el mismo que cruza aterrada la pobre Tina para escapar de un ser que lo gobierna desde las profundidades y cuyos ilógicos pliegues se hacen lógicos una vez él los domina y moldea en sus manos ("Yo...soy Dios", afirmará durante la que es una de las más inolvidables apariciones de un asesino en la Historia del cine). Pero Tina, quien pensamos será la heroína (y caemos en la trampa), sólo es una de las adolescentes que han sufrido la invasión a su inconsciente durante la noche de ese individuo de rostro abrasado, jersey a rayas rojas y verdes, sombrero Fedora, guante de cuchillas adheridas y risa demencial.
Pues Nancy y Glen, dos compañeros de su instituto y amigos íntimos también han tenido pesadillas similares, jóvenes que moran todos ellos en la zona de Elm Street, que para entendernos viene a ser la metáfora de cualquier calle en cualquier pequeña población suburbial de EE.UU., un sitio normal, limpio y bañado por el Sol donde todo el mundo se conoce, los adolescentes van a clase, se enamoran y desenamoran y entran finalmente en esa fase de sus vidas en la que ya no les importan a nadie, mientras sus ariscos padres, aquellos adolescentes de los '60 derrotados, prosiguen una existencia entre alcohol, normas desfasadas y peleas matrimoniales que quedan en el confortable seno del hogar.
La película esboza toda una envenenada representación del paraíso norteamericano para el ciudadano de clase media-baja que se torna en monotonía y que por lamentable que parezca se ha convertido en seña de identidad universal. Lo que hace Craven es subvertir y pervertir este orden (a cuchillada limpia) introduciendo un elemento que amenaza pero a su vez equilibra este "maravilloso" universo, uno tan tenebroso y degenerado que figura en su plenitud un atentado a la moral y las buenas costumbres y que sirve para desenmascarar la verdad de una irrefrenable venganza. El Mal mismo.
En esencia eso es Krueger, alegoría de la venganza, vampiro de Düsseldorf moderno, espectro que se mueve en las sombras (como Myers), surgido del infierno de los pecadores cuyo objetivo es cumplir los preceptos de la mejor justicia que existe: la del "ojo por ojo". Su crimen está alimentado no por el simple deseo de matar (como sucede con muchos homicidas del "slasher"), sino por un crimen tangencial que viene de más lejos obrado por aquellos que pusieron fin a su primera vida de asesino de niños usando métodos extrajudiciales no del todo correctos, pero justos al fin y al cabo. El círculo vicioso del pecado y la culpa no se cierra, y ahora son los hijos los que deben pagar el crimen de sus padres.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
En el plantel, con los veteranos John Saxon y Ronee Blakley, son los adolescentes, todos debutantes, los que acaparan la atención, como ese Johnny Depp que cautiva con su desparpajo, y en especial la guapísima y enérgica Heather Langenkamp. Pero definitivamente nadie hace sombra al bueno de Robert Englund, quien, inspirado por el Drácula de Klaus Kinski y sirviéndose de su sensibilidad teatral, da un aire aún más siniestro a Freddy, con su risa perversa y sus inquietantes ojos, que parecen estar deseando penetrar en lo profundo de nuestro inconsciente (no hay asesino en la Historia del cine que posea esa mirada).
Criticada en el momento por sus similitudes con "La Gran Huida", "Pesadilla en Elm Street" fue un éxito absoluto de taquilla hasta su llegada al videoclub, donde pasaría, al igual que su asesino, a imparable fenómeno de masas y poco después a icono cultural. Ningún "slasher" consiguió igualar, ni mucho menos superar, la fuerza que desprende este cuento de puro terror tan visceral y maligno como mordaz, trepidante y mágico, obra magna cuya credibilidad se iría al traste por culpa de una serie de secuelas infumables.
Ahora me echaré a dormir.
Pido al Señor que me proteja.
Pero si muero antes de despertar...
yo te maldigo eternamente, Fred Krueger.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La búsqueda del culpable por una Nancy que decide combatir con valor el típico miedo adolescente empieza tras caer Tina en las garras de Krueger y asumir el protagonismo (una jugada "hitchcockiana" traducida en una de las secuencias más apabullantes y alucinatorias que se recuerdan en el cine de terror).
Entre medias, una generación de progenitores decadente y pasada de moda que no entiende los temores de sus hijos, que ordenan a gritos, confiados, que ignoran sus problemas o creen estar resolviéndolos cuando lo cierto es que los agravan todavía más; el hogar es un pozo negro de conflictos paternofiliales y sólo los jóvenes pueden poner fin a tan horrible situación.
Nancy, privada de protección masculina, tanto en la familia como en la pareja (pues su padre no hará caso de sus "delirios" y Glen morirá brutalmente), deja de ser la clásica jovencita asustada y convulsiva y a fuerza de traumas y dolor sale a luchar por su vida; puede que nunca un personaje femenino (y a sabiendas de que se trata de una adolescente, que como todos sabemos ya tienen un papel y un destino prefijado desde el principio) haya mutado a lo largo del metraje adquiriendo tal fuerza, decisión y confianza en sí mismo en el cine "slasher", ni siquiera la Laurie de "La Noche de Halloween".
Pero Craven tergiversa los cánones, dotando de una mayor profundidad, inquietud y oscuridad a sus personajes (si bien Tina y Rod acumulan muchos tópicos), sobre todo a Nancy, a cuya cacería el público desea unirse en nombre de toda una generación para acabar con ese asesino despiadado y cobarde que nunca se atreve a mostrarse en la realidad: ese último tramo donde el director se hace un consciente autohomenaje, recordando "La Última Casa a la Izquierda", prepara el escenario para un enfrentamiento memorable. Krueger, presa de los sinsentidos de su propio reino, cruza la línea de la existencia arrastrado por Nancy y "aparece" en el mundo real...¿o no?
Es la duda ante tales sucesos lo que aumenta nuestro agobio. El director no comete el fallo de sacarnos de ella como otros harían: ya que el orden del mundo de los sueños se rige por el misterio dejemos que quede en incógnita si todo lo ocurrido forma parte de la realidad del mundo real o de la del mundo del asesino. ¿En qué momento la realidad se quebró y pasamos a habitar la pesadilla? ¿Se despertó Nancy finalmente? Nunca lo sabremos. Lo único seguro es que los protagonistas quedarán atrapados en ella para siempre...y así nosotros también. Los hijos jamás se salvarán de los pecados de sus padres.
Craven hace honor al título del film demostrando un talento innato para, apoyado en la fantástica música de Charles Bernstein, tan "carpenteriana", la fotografía de Jacques Haitkin y el cuidadoso diseño artístico, modelar una atmósfera tan desasosegante como fascinante a la que se añaden cantidades ingentes de sangre y dosis de un afilado humor negro (con Krueger expresándolo como si de su portavoz se tratase) a la gran potencia onírica de sus secuencias. Así los universos ya imaginados en obras modernas como "El Más Allá", "Inferno", "Poltergeist", "Phantasm" o "Posesión Infernal" (a la que se hace referencia directa) se perfeccionan y dotan de una nueva dimensión sensible.
De intensidades desquiciadas y desquiciantes, y sobre todo tangibles, y esto radica en cómo se las arregla Craven para jugar con la razón de los personajes (y de paso con la de los espectadores), metiéndoles y sacándoles continuamente de su pesadilla de tal modo que nunca sabemos si lo que está sucediendo se desarrolla en una realidad u otra...o en ambas a la vez.
Perfecta demostración de esta retorcida visión será todo el último y mítico tramo de la película. Como parte de su intención de romper el orden de las cosas, tampoco se recurre a escenas gratuitas de desnudos, pues se sabe que no es necesario.
Entre medias, una generación de progenitores decadente y pasada de moda que no entiende los temores de sus hijos, que ordenan a gritos, confiados, que ignoran sus problemas o creen estar resolviéndolos cuando lo cierto es que los agravan todavía más; el hogar es un pozo negro de conflictos paternofiliales y sólo los jóvenes pueden poner fin a tan horrible situación.
Nancy, privada de protección masculina, tanto en la familia como en la pareja (pues su padre no hará caso de sus "delirios" y Glen morirá brutalmente), deja de ser la clásica jovencita asustada y convulsiva y a fuerza de traumas y dolor sale a luchar por su vida; puede que nunca un personaje femenino (y a sabiendas de que se trata de una adolescente, que como todos sabemos ya tienen un papel y un destino prefijado desde el principio) haya mutado a lo largo del metraje adquiriendo tal fuerza, decisión y confianza en sí mismo en el cine "slasher", ni siquiera la Laurie de "La Noche de Halloween".
Pero Craven tergiversa los cánones, dotando de una mayor profundidad, inquietud y oscuridad a sus personajes (si bien Tina y Rod acumulan muchos tópicos), sobre todo a Nancy, a cuya cacería el público desea unirse en nombre de toda una generación para acabar con ese asesino despiadado y cobarde que nunca se atreve a mostrarse en la realidad: ese último tramo donde el director se hace un consciente autohomenaje, recordando "La Última Casa a la Izquierda", prepara el escenario para un enfrentamiento memorable. Krueger, presa de los sinsentidos de su propio reino, cruza la línea de la existencia arrastrado por Nancy y "aparece" en el mundo real...¿o no?
Es la duda ante tales sucesos lo que aumenta nuestro agobio. El director no comete el fallo de sacarnos de ella como otros harían: ya que el orden del mundo de los sueños se rige por el misterio dejemos que quede en incógnita si todo lo ocurrido forma parte de la realidad del mundo real o de la del mundo del asesino. ¿En qué momento la realidad se quebró y pasamos a habitar la pesadilla? ¿Se despertó Nancy finalmente? Nunca lo sabremos. Lo único seguro es que los protagonistas quedarán atrapados en ella para siempre...y así nosotros también. Los hijos jamás se salvarán de los pecados de sus padres.
Craven hace honor al título del film demostrando un talento innato para, apoyado en la fantástica música de Charles Bernstein, tan "carpenteriana", la fotografía de Jacques Haitkin y el cuidadoso diseño artístico, modelar una atmósfera tan desasosegante como fascinante a la que se añaden cantidades ingentes de sangre y dosis de un afilado humor negro (con Krueger expresándolo como si de su portavoz se tratase) a la gran potencia onírica de sus secuencias. Así los universos ya imaginados en obras modernas como "El Más Allá", "Inferno", "Poltergeist", "Phantasm" o "Posesión Infernal" (a la que se hace referencia directa) se perfeccionan y dotan de una nueva dimensión sensible.
De intensidades desquiciadas y desquiciantes, y sobre todo tangibles, y esto radica en cómo se las arregla Craven para jugar con la razón de los personajes (y de paso con la de los espectadores), metiéndoles y sacándoles continuamente de su pesadilla de tal modo que nunca sabemos si lo que está sucediendo se desarrolla en una realidad u otra...o en ambas a la vez.
Perfecta demostración de esta retorcida visión será todo el último y mítico tramo de la película. Como parte de su intención de romper el orden de las cosas, tampoco se recurre a escenas gratuitas de desnudos, pues se sabe que no es necesario.
24 de febrero de 2018
24 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vista hoy, puedo decir, sin ningún género de dudas, que "Pesadilla en elm Street", merece, como así ha ocurrido, cotejarse como uno de las películas de terror más afamadas de la historia. Sin embargo, lo cierto es que aunque la idea resulta bastante original, y es un aspecto a valorar el horror que imprime Wes Craven en cada escena de la película, no me parece que la trama brille por su calidad. A ratos parece un experimento demasiado extraño resultando un ejercicio poco reconfortante dado que lo que se nos trasmite no es para nada real, a veces se trata de un sueño sumergido en las profundidades de la mediocridad. Pese a ello, debo decir que la calidad de la película en la que el ingenio está patente en todo momento es bastante elevada. Gracias a un asesino que marcó un antes y un después, la película se asienta sobre un argumento que será calcado en un sinfín de slashers destinados a entretener, con más o menos éxito, de forma directa y "facilona" al respetable. No en vano, "Viernes trece", "Screem" o la "Matanza de texas" son títulos que no pueden dejar de ser vistos para todo amante de buenas películas. A pesar de que éstos últimos films contengan una trama más simple que la de Wes Craven, al exponerse el típico asesino de turno y la típica peña de adolescentes que se las ves pasar canutas, sin ir más allá, tienen algo que está no tiene y es la capacidad de ganarse al público hambriento de terror de forma sencilla. Pese a todo, "Pesadilla en elm Street", cuenta con un fomidable guión lleno de interpretaciones a gusto del consumidor, que harán disfrutar de manera inteligente a un público ansioso por ver sangre a borbotones, sustos conseguidos y un asesino amante de la sorpresa y de afilar las uñas. Bastante recomendable film de horror. Un clásico digno de ver.
10 de abril de 2018
10 de abril de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda, Pesadilla en Elm Street es un clásico. Vista hoy por adolescentes, puede que no dé mucho miedo o que sus sustos puedan parecer muy vistos, pero es justo al contrario, amiguitos. Todo salió de aquí. Esta es la original. Bueno, esta, Halloween y Viernes 13, pioneras del slasher.
La verdad, vista hoy, y después de haber sido copiada y parodiada hasta el infinito, las apariciones de Freddy en algunos casos dan ya más risa que miedo, y es curioso cóm resulta mucho más aterrador cuando no lo estamos viendo que cuando lo tenemos en pantalla en todo su deforme esplendor. Secuencias como la del primer asesinato, escalofriante, o el espléndido e inesperado final (¡y cómo olvidar la cancioncilla diabólica!) dan por sí solas más miedo que todos los slasher "noventeros" post-Scream juntos. No por casualidad, Scream también era de Wes Craven. Una de las mentes más lúcidas del terror de todos los tiempos.
Lo mejor: Es una pionera en su tipo de horror
Lo peor: Ha perdido algo de fuerza con los años
La verdad, vista hoy, y después de haber sido copiada y parodiada hasta el infinito, las apariciones de Freddy en algunos casos dan ya más risa que miedo, y es curioso cóm resulta mucho más aterrador cuando no lo estamos viendo que cuando lo tenemos en pantalla en todo su deforme esplendor. Secuencias como la del primer asesinato, escalofriante, o el espléndido e inesperado final (¡y cómo olvidar la cancioncilla diabólica!) dan por sí solas más miedo que todos los slasher "noventeros" post-Scream juntos. No por casualidad, Scream también era de Wes Craven. Una de las mentes más lúcidas del terror de todos los tiempos.
Lo mejor: Es una pionera en su tipo de horror
Lo peor: Ha perdido algo de fuerza con los años
2 de septiembre de 2018
2 de septiembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film muy icónico por todo lo que mostró en su momento. Ese miedo a dormirse que hizo que más de uno se pasara toda la noche en vela. Wes Craven nos ofreció una cinta que dio vida a nuestras peores pesadillas a través de un psicópata que no era de este mundo, un personaje aterrador en todos los sentidos, un despiadado asesino con el objetivo de matar a sus víctimas en sus sueños mientras duermen. Esa mano con cuchillas en lugar de dedos, ese jersey de rayas rojas y verdes y ese rostro tan quemado con una inquietante mirada y temible sonrisa... En resumen, el asesino más peligroso que nos podíamos imaginar.
Esta película es de culto y debe ser vista por cualquier amante del cine de terror. Las muertes son acojonantes por el hecho de no poder ver al asesino que está detrás de todo. Ese pánico a caer dormido... ¿Cómo puedes saber si es un sueño o es la realidad?. La presencia de un joven Johnny Depp que todavía no era la estrella que es ahora. Su muerte en forma de géiser de sangre en la cama... la sangre vertida por todo el dormitorio...
Una cinta entretenida, terrorífica y muy bien realizada. Posee un ritmo adecuado, pues no llega en ningún momento a ser aburrido. De los mejores slashers que se han hecho.
Esta película es de culto y debe ser vista por cualquier amante del cine de terror. Las muertes son acojonantes por el hecho de no poder ver al asesino que está detrás de todo. Ese pánico a caer dormido... ¿Cómo puedes saber si es un sueño o es la realidad?. La presencia de un joven Johnny Depp que todavía no era la estrella que es ahora. Su muerte en forma de géiser de sangre en la cama... la sangre vertida por todo el dormitorio...
Una cinta entretenida, terrorífica y muy bien realizada. Posee un ritmo adecuado, pues no llega en ningún momento a ser aburrido. De los mejores slashers que se han hecho.
15 de enero de 2019
15 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por todos es sabido que las mejores historia o guiones se inspiran libremente, a veces con demasiada literalidad, en la sección de sucesos de la página de los periódicos o en la prensa sensacionalista, porque como se dice, la realidad siempre supera la ficción.
Fue así como uno de los maestros del cine de terror moderno, el buen artesano de Wes Craven, cogió la idea de base para una de las películas más populares de los ochenta con su carismático antiheroe que coparía las pesadillas de los tiernos adolecentes antes de convertirse en un chiste macabro. El futuro director quedó impactado por la extraña noticia de la muerte de un hombre en Asia, lo extraño del suceso fue que ésta se produjo mientras dormía plácidamente en su cama hasta que una terrible pesadilla acabó con su vida, culminando en un misterioso síndrome que aún a día de hoy carece de explicación.
El resultado, un film con buenas e interesantes ideas, donde los implicados derrochan ingenio consiguiendo una serie de set pieces que formarán parte del imaginario colectivo durante décadas. Cuando la decadencia del género slasher ya era más que evidente, Craven reinventó el concepto (volvería a hacer lo mismo en los noventa con su aclamada Scream), aportando una idea fresca y original, que permitía dar mucho juego en el terreno de la imagen. El moverse libremente por el mundo de los sueños, con las libertades que ello conlleva, daba carta blanca al director y a su asesino para las más variopintas ocurrencias. Para el recuerdo quedarán las escenas míticas como la muerte de Tina (lo mejor de la cinta), el sueño de Nancy en los pasillos del instituto, el acoso en la bañera o la sangrienta muerte del personaje interpretado por un debutante Johnny Deep, entre otras.
Pero por si algo destaca la película, a parte por ser la iniciadora de toda un longeva saga, es por Freddy Krueger, el asesino de las cuchillas que inmediatamente pasó a formar parte del selecto grupo de los grandes psicópatas de celuloide. Aquí se apuesta por un ser maligno, oscuro y aterrador, aún lejos del humor cochambroso al que nos acostumbraría en un futuro.
El problema, vista sin la perspectiva necesaria, la realización se presenta a veces torpe (como las persecuciones en las que Freddy acosa a la víctima) o ciertos pasajes excesivamente tediosos ( como cada vez que la madre de Nancy, interpretada por la actriz Ronee Blakley, toma protagonismo (la intensidad tan desmesurada que otorga la actriz nos lleva a pensar que en cualquier momento será víctima de un orgasmo)).
Lo mejor; La imaginería visual del film, que vista hoy en día supone un gratificante golpe a la nostalgia.
Lo peor; El tiempo ha jugado en su contra,ya que ha envejecido relativamente mal, si la comparamos con otros de los pilares del cine de terror (aunque no por sus medios, ya que en la actualidad sabemos que esos no son suficientes para salvar una producción, sino que se lo digan a los responsables de su horrible remake).
Fue así como uno de los maestros del cine de terror moderno, el buen artesano de Wes Craven, cogió la idea de base para una de las películas más populares de los ochenta con su carismático antiheroe que coparía las pesadillas de los tiernos adolecentes antes de convertirse en un chiste macabro. El futuro director quedó impactado por la extraña noticia de la muerte de un hombre en Asia, lo extraño del suceso fue que ésta se produjo mientras dormía plácidamente en su cama hasta que una terrible pesadilla acabó con su vida, culminando en un misterioso síndrome que aún a día de hoy carece de explicación.
El resultado, un film con buenas e interesantes ideas, donde los implicados derrochan ingenio consiguiendo una serie de set pieces que formarán parte del imaginario colectivo durante décadas. Cuando la decadencia del género slasher ya era más que evidente, Craven reinventó el concepto (volvería a hacer lo mismo en los noventa con su aclamada Scream), aportando una idea fresca y original, que permitía dar mucho juego en el terreno de la imagen. El moverse libremente por el mundo de los sueños, con las libertades que ello conlleva, daba carta blanca al director y a su asesino para las más variopintas ocurrencias. Para el recuerdo quedarán las escenas míticas como la muerte de Tina (lo mejor de la cinta), el sueño de Nancy en los pasillos del instituto, el acoso en la bañera o la sangrienta muerte del personaje interpretado por un debutante Johnny Deep, entre otras.
Pero por si algo destaca la película, a parte por ser la iniciadora de toda un longeva saga, es por Freddy Krueger, el asesino de las cuchillas que inmediatamente pasó a formar parte del selecto grupo de los grandes psicópatas de celuloide. Aquí se apuesta por un ser maligno, oscuro y aterrador, aún lejos del humor cochambroso al que nos acostumbraría en un futuro.
El problema, vista sin la perspectiva necesaria, la realización se presenta a veces torpe (como las persecuciones en las que Freddy acosa a la víctima) o ciertos pasajes excesivamente tediosos ( como cada vez que la madre de Nancy, interpretada por la actriz Ronee Blakley, toma protagonismo (la intensidad tan desmesurada que otorga la actriz nos lleva a pensar que en cualquier momento será víctima de un orgasmo)).
Lo mejor; La imaginería visual del film, que vista hoy en día supone un gratificante golpe a la nostalgia.
Lo peor; El tiempo ha jugado en su contra,ya que ha envejecido relativamente mal, si la comparamos con otros de los pilares del cine de terror (aunque no por sus medios, ya que en la actualidad sabemos que esos no son suficientes para salvar una producción, sino que se lo digan a los responsables de su horrible remake).
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