El gran dictador
1940 

8.6
86,942
Comedia
Un humilde barbero judío que combatió con el ejército de Tomania en la Primera Guerra Mundial vuelve a su casa años después del fin del conflicto. Amnésico a causa de un accidente de avión, no recuerda prácticamente nada de su vida pasada, y no conoce la situación política actual del país: Adenoid Hynkel, un dictador fascista y racista, ha llegado al poder y ha iniciado la persecución del pueblo judío, a quien considera responsable de ... [+]
2 de septiembre de 2011
2 de septiembre de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una verdadera maravilla, obra de arte de Chaplin.
El actor demostró no temerle a nada realizando un film de este estilo en plena guerra.
El humor de Chaplin como siempre es notable, tan notable que ha trascendido los años a pesar de ya haber transcurrido 70 años de este film no deja de perder su excelente calidad.
La historia es increíble, como fue construida, pensada y como se desarrolla y con un final que es muy bueno.
Chaplin demostró ser el rey del humor en su época y su humor va a quedar siempre grabado tanto que los años no han dejado en el olvido.
No creo que ninguna película de esta época este tan bien pensada como esta maravilla, disfrútenla que vale la pena, es una película que NO se pueden perder.
El actor demostró no temerle a nada realizando un film de este estilo en plena guerra.
El humor de Chaplin como siempre es notable, tan notable que ha trascendido los años a pesar de ya haber transcurrido 70 años de este film no deja de perder su excelente calidad.
La historia es increíble, como fue construida, pensada y como se desarrolla y con un final que es muy bueno.
Chaplin demostró ser el rey del humor en su época y su humor va a quedar siempre grabado tanto que los años no han dejado en el olvido.
No creo que ninguna película de esta época este tan bien pensada como esta maravilla, disfrútenla que vale la pena, es una película que NO se pueden perder.
2 de noviembre de 2011
2 de noviembre de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chaplin no sólo fue un creador de sueños, además fue un director comprometido y valiente. Cuando en Europa la Segunda Guerra Mundial se encontraba en sus primeros compases y la locura de Hitler tenía la rienda suelta y sin freno, a Chaplin se le ocurrió la feliz idea de realizar una de las más brillantes parodias jamás pensadas sobre el enajenado dictador alemán, su partido nacionalsocialista y, en general, sobre cualquier forma de dictadura.
La divertida y corrosiva sátira, plena de denuncia y no exenta de amargura por las atrocidades humanas, lanza su demoledor ataque contra las bases del nazismo totalitario. Y el ataque llegó en plena contienda real.
Chaplin, inteligente y agudo, captó la esencia del nazismo a la perfección y la recreó admirablemente en esta ácida comedia. Gracias al despliegue de medios de que hizo gala y a un trabajo de puesta en escena y ambientación meticulosos, las imágenes son un puro derroche de detalles que representan hasta un extremo fascinante y ridículizante la tecnología destinada a servir a la guerra, la majestuosidad y la opulencia del palacio del dictador, la cansina tendencia de los partidos totalitarios a inundarlo todo con sus símbolos representativos (obsérvese la similitud entre las aspas de la película y la esvástica del partido real), sus gestos de identificación (el brazo alzado), los discursos fanáticos y estentóreos del dictador y las restricciones y penalidades del gueto judío.
Así mismo, el vestuario también es digno de mención. La capacidad creativa y satirizante de Chaplin continuó en la línea de "Tiempos modernos", mostrando aparatos y maquinarias que simbolizan la esclavitud humana a una tecnología utilizada con frecuencia con fines deshonestos y destructivos, añadiendo su toque de inventos y objetos inútiles o que nunca funcionan (un paracaídas de reducido tamaño, un traje antiproyectiles, plumas estilográficas que no escriben...).
Chaplin decidió sacar del “paro” a aquel personaje que le había dado la fama, aquel vagabundo llamado Charlot que durante los años del cine mudo le otorgó grandes trabajos y logros. En este caso lo usa para crear la contraposición entre el dictador y el barbero, (este último, usa el atuendo típico del nombrado personaje) pues aunque físicamente son iguales, en apariencia uno es pobre y viste como tal, el otro es un dictador con uniformes militares que dan a entender su posición social.
Por último, comentar que la película recibió un impacto increíble, incluso documentos confirman que el propio Hitler vio la película varias veces. Fue un golpe contra el sistema dictatorial. En Alemania, Goebbels, usó el cine como arma de propaganda de los ideales del partido Nazi. La película de Chaplin sirvió como arma de contraataque a esta iniciativa de Goebbels, de ahí que el presidente Roosevelt apoyase al director para acabar la película mientras muchos intentaron convencerle de que no prosiguiera con su proyecto.
La divertida y corrosiva sátira, plena de denuncia y no exenta de amargura por las atrocidades humanas, lanza su demoledor ataque contra las bases del nazismo totalitario. Y el ataque llegó en plena contienda real.
Chaplin, inteligente y agudo, captó la esencia del nazismo a la perfección y la recreó admirablemente en esta ácida comedia. Gracias al despliegue de medios de que hizo gala y a un trabajo de puesta en escena y ambientación meticulosos, las imágenes son un puro derroche de detalles que representan hasta un extremo fascinante y ridículizante la tecnología destinada a servir a la guerra, la majestuosidad y la opulencia del palacio del dictador, la cansina tendencia de los partidos totalitarios a inundarlo todo con sus símbolos representativos (obsérvese la similitud entre las aspas de la película y la esvástica del partido real), sus gestos de identificación (el brazo alzado), los discursos fanáticos y estentóreos del dictador y las restricciones y penalidades del gueto judío.
Así mismo, el vestuario también es digno de mención. La capacidad creativa y satirizante de Chaplin continuó en la línea de "Tiempos modernos", mostrando aparatos y maquinarias que simbolizan la esclavitud humana a una tecnología utilizada con frecuencia con fines deshonestos y destructivos, añadiendo su toque de inventos y objetos inútiles o que nunca funcionan (un paracaídas de reducido tamaño, un traje antiproyectiles, plumas estilográficas que no escriben...).
Chaplin decidió sacar del “paro” a aquel personaje que le había dado la fama, aquel vagabundo llamado Charlot que durante los años del cine mudo le otorgó grandes trabajos y logros. En este caso lo usa para crear la contraposición entre el dictador y el barbero, (este último, usa el atuendo típico del nombrado personaje) pues aunque físicamente son iguales, en apariencia uno es pobre y viste como tal, el otro es un dictador con uniformes militares que dan a entender su posición social.
Por último, comentar que la película recibió un impacto increíble, incluso documentos confirman que el propio Hitler vio la película varias veces. Fue un golpe contra el sistema dictatorial. En Alemania, Goebbels, usó el cine como arma de propaganda de los ideales del partido Nazi. La película de Chaplin sirvió como arma de contraataque a esta iniciativa de Goebbels, de ahí que el presidente Roosevelt apoyase al director para acabar la película mientras muchos intentaron convencerle de que no prosiguiera con su proyecto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Respecto a lo comentado en el aspecto sonoro lo más curioso es el idioma de la película pues, a parte del inglés, Hynkel usa otro idioma que no existe en realidad, es un idioma improvisado por el propio Chaplin durante el rodaje de la película y que suena como el alemán (muy exagerado). Esto le permite hacer juegos con la traducción. En el caso del discurso del principio, que es traducido por un interlocutor de radio: Tras dos minutos seguidos de verborrea incesante de Hynkel en ese idioma con gritos y expresiones de odio en su cara, el interlocutor dice únicamente:
- Su excelencia acaba de referirse al pueblo judío.
- Su excelencia acaba de referirse al pueblo judío.
21 de junio de 2012
21 de junio de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encontraba buscando una película apropiada para trabajar el tema de la Segunda Guerra Mundial con mis estudiantes, pero temía presentarles algo que algunos ya hubieran visto. Como es sabido, este conflicto bélico ha tenido un amplio despliegue en el séptimo arte. Por esta razón me pareció interesante revisar desde los orígenes las cintas que tratan este asunto. De esta manera llegué a “El Gran Dictador” de Charles Chaplin. Un rápido análisis visual a la carátula y a la descripción me desalentaban: película en blanco y negro, comedia para trabajar un tema tan delicado y la inmediatez de su producción (la película fue estrenada un poco más de un año después de iniciada la Segunda Guerra Mundial). Todos estos detalles me hacían dudar de su proyección, sin embargo, fue Chaplin su director, y cualquier obra proveniente de su genio merece mi completa atención.
Algunas críticas sobre esta película refieren su comicidad ingenua, su previsibilidad en el final y su carencia de apego a los sucesos reales, pero seré franco: La película es maravillosa. Aunque no es la mejor obra de Chaplin, maneja un nivel bastante alto. Sus constantes referencias simbólicas al absurdo de la guerra, al ridículo sometimiento de la población a la voluntad de un solo hombre y la constante lucha por el poder que siempre ha destacado a grandes líderes mundiales lograron atraparme. Pero realmente lo que me conmovió fue su discurso final, mítico en la historia del cine. Algunas personas lo tachan de idealista y utópicamente absurdo, pero lo que cuesta trabajo entender es que dicha utopía y absurdo que Chaplin fue expuesto hace más de 72 años y trágicamente resulta tan actual para los tiempos que corren. Me pregunto: ¿lo absurdas son las ideas de Chaplin o las situaciones que, como sociedad, increíblemente soportamos mudos y callados mientras otros manejan el poder bajo una mano cruel y despiadada?
Completamente recomendable.
Algunas críticas sobre esta película refieren su comicidad ingenua, su previsibilidad en el final y su carencia de apego a los sucesos reales, pero seré franco: La película es maravillosa. Aunque no es la mejor obra de Chaplin, maneja un nivel bastante alto. Sus constantes referencias simbólicas al absurdo de la guerra, al ridículo sometimiento de la población a la voluntad de un solo hombre y la constante lucha por el poder que siempre ha destacado a grandes líderes mundiales lograron atraparme. Pero realmente lo que me conmovió fue su discurso final, mítico en la historia del cine. Algunas personas lo tachan de idealista y utópicamente absurdo, pero lo que cuesta trabajo entender es que dicha utopía y absurdo que Chaplin fue expuesto hace más de 72 años y trágicamente resulta tan actual para los tiempos que corren. Me pregunto: ¿lo absurdas son las ideas de Chaplin o las situaciones que, como sociedad, increíblemente soportamos mudos y callados mientras otros manejan el poder bajo una mano cruel y despiadada?
Completamente recomendable.
26 de septiembre de 2012
26 de septiembre de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra obra maestra del mejor director y actor de cine mudo de la historia.
En esta película Chaplin se pone en la piel de un humilde barbero y en la del dictador Hinkel. El primero es perseguido y enviado a un campo de concentración, por el contrario el dictador está decidido a invadir Osterlich.
En esta película Chaplin se pone en la piel de un humilde barbero y en la del dictador Hinkel. El primero es perseguido y enviado a un campo de concentración, por el contrario el dictador está decidido a invadir Osterlich.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El humilde barbero es confundido un día con el dictador, debido, a su gran parecido y es enviado a dar un discurso sobre la conquista del mundo.
Cuando oí a Chaplin dar el discurso se me pusieron los pelos completamente de punta, aquí, dejo el discurso:
Lo lamento mucho, pero no quiero ser dictador. No quiero conquistar ni gobernar a nadie. Deseo ayudar a todos, judíos, gentiles, blancos o negros… Nuestra sabiduría nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia nos ha hecho duros y malos. Pensamos demasiado y sentimos poco. Más que maquinaria necesitamos bondad y ternura… ¡Soldados, en nombre de la democracia, unámonos!.
Cuando oí a Chaplin dar el discurso se me pusieron los pelos completamente de punta, aquí, dejo el discurso:
Lo lamento mucho, pero no quiero ser dictador. No quiero conquistar ni gobernar a nadie. Deseo ayudar a todos, judíos, gentiles, blancos o negros… Nuestra sabiduría nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia nos ha hecho duros y malos. Pensamos demasiado y sentimos poco. Más que maquinaria necesitamos bondad y ternura… ¡Soldados, en nombre de la democracia, unámonos!.
19 de junio de 2013
19 de junio de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1938 Chaplin era el artista más popular del mundo, admirado en Hollywood y uno de los hombres más ricos de América, que vivía plácidamente en su gran mansión. Podía haber hecho films autocomplacientes y seguir explotando el éxito que su maestría le había deparado. Pero era un artista comprometido con su tiempo, y era consciente de que la llegada al poder del nazismo en Alemania era una amenaza para la paz mundial (Hitler ocupa Austria). Los ingleses con la política de apaciguamiento de Chamberlain y los americanos con su política de aislamiento (hasta el ataque de Pearl Harbor, claro, hasta ahí podíamos llegar), agigantaron la insolencia y arrogancia del tirano. Chaplin tenía decidido su próximo proyecto, hacer un film contra los dictadores, especialmente contra Hitler, el hombre que nació el mismo año que él, y que usaba el mismo bigote que su famoso Charlot. La persecución contra los judíos le impulsan contra el jefe nazi, más aún que contra Mussolini.
Durante los primeros meses de 1939, Chaplin completa en secreto los preparativos para “El gran dictador”, pero pronto la prensa lo publica y las fuerzas reaccionarias y ultraconservadoras comienzan a presionar al poder político (acusándole de comunista), para que Chaplin abandone el proyecto. Pero se precipitan los acontecimientos y una semana antes de que Chaplin inicie el rodaje, Hitler invade Polonia y el Reino Unido le declara la guerra. Chaplin años más tarde en una autobiografía declaró: “si yo hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no hubiera podido rodar (El gran dictador); no habría tomado a burla la demencia homicida de los nazis”.
Para Chaplin, el fundamento básico de un gran actor es que se guste a sí mismo cuando representa. En el actor superlativo ha de darse un perfecto equilibrio entre inteligencia y sensibilidad: “Ser todo intelecto, sin nada de sensibilidad puede ser la característica del criminal consumado; y ser todo sensibilidad sin nada de intelecto es el ejemplo del idiota inofensivo”. En esta parodia satírica y mordaz, Chaplin asume varios personajes con traza y vestuario diferente: obediente soldado de recluta en línea de fuego, perseguido barbero judío, tierno y astuto, y estúpido dictador con manía de grandeza y poder. Y con todos ellos produce en nosotros sonrisa o risa espontánea, pero siempre con todo su ingenio de cómico experto en cien comedias anteriores.
No voy a describir escenas que son leyenda en la memoria de todos, tampoco es este el lugar adecuado. El guión es de línea clara en su trazo argumental, salpicado de gags geniales, imprevistos giro-sorpresas. La película refleja la humanidad de Chaplin con los débiles y su beligerancia hacia los poderosos, odia la guerra y desprecia la intolerancia. El cineasta se mofa del Fürer, lo describe como un ser monstruoso y grotesco. Y decide trabajar sobre ese aspecto grotesco de a persona real: había que reírse de Hitler a través de su personaje, Hynkel. Para luchar contra el monstruo, cada cual debe usar sus mejores armas. La única que dispone el gran cómico es la risa. Arma única sí, pero realmente poderosa porque hiere donde más duele al ego dictatorial: en su estúpida vanidad, en su vacío orgullo de creerse superhombre.
Continúa en Spoiler:
Durante los primeros meses de 1939, Chaplin completa en secreto los preparativos para “El gran dictador”, pero pronto la prensa lo publica y las fuerzas reaccionarias y ultraconservadoras comienzan a presionar al poder político (acusándole de comunista), para que Chaplin abandone el proyecto. Pero se precipitan los acontecimientos y una semana antes de que Chaplin inicie el rodaje, Hitler invade Polonia y el Reino Unido le declara la guerra. Chaplin años más tarde en una autobiografía declaró: “si yo hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no hubiera podido rodar (El gran dictador); no habría tomado a burla la demencia homicida de los nazis”.
Para Chaplin, el fundamento básico de un gran actor es que se guste a sí mismo cuando representa. En el actor superlativo ha de darse un perfecto equilibrio entre inteligencia y sensibilidad: “Ser todo intelecto, sin nada de sensibilidad puede ser la característica del criminal consumado; y ser todo sensibilidad sin nada de intelecto es el ejemplo del idiota inofensivo”. En esta parodia satírica y mordaz, Chaplin asume varios personajes con traza y vestuario diferente: obediente soldado de recluta en línea de fuego, perseguido barbero judío, tierno y astuto, y estúpido dictador con manía de grandeza y poder. Y con todos ellos produce en nosotros sonrisa o risa espontánea, pero siempre con todo su ingenio de cómico experto en cien comedias anteriores.
No voy a describir escenas que son leyenda en la memoria de todos, tampoco es este el lugar adecuado. El guión es de línea clara en su trazo argumental, salpicado de gags geniales, imprevistos giro-sorpresas. La película refleja la humanidad de Chaplin con los débiles y su beligerancia hacia los poderosos, odia la guerra y desprecia la intolerancia. El cineasta se mofa del Fürer, lo describe como un ser monstruoso y grotesco. Y decide trabajar sobre ese aspecto grotesco de a persona real: había que reírse de Hitler a través de su personaje, Hynkel. Para luchar contra el monstruo, cada cual debe usar sus mejores armas. La única que dispone el gran cómico es la risa. Arma única sí, pero realmente poderosa porque hiere donde más duele al ego dictatorial: en su estúpida vanidad, en su vacío orgullo de creerse superhombre.
Continúa en Spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Y lo más importante, el discurso final, una declaración de principios, al menos para mí, es el mensaje humanista y lleno de esperanza, que el barbero judío disfrazado de dictador lanza al mundo: “Lo siento, pero no quiero ser emperador. No es lo mío. No quiero gobernar o conquistar a nadie. Me gustaría ayudar a todo el mundo – si fuera posible - : a judíos, gentiles, negros, blancos, todos nosotros debemos ayudarnos mutuamente. Los seres humanos son así. Queremos vivir para la felicidad y no la miseria ajena. No queremos odiarnos y despreciarnos mutuamente. En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede proveer a todos. El camino de la vida puede ser libre y bello pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha llevado a la miseria y a la matanza, hemos progresado con velocidad y nos hemos encerrado dentro. Las máquinas nos han dejado en la necesidad. La ciencia nos ha hecho cínicos la inteligencia duros. Pensamos demasiado sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos humanidad. Más que inteligencia necesitamos dulzura y bondad. Sin estas cualidades, la vida será violenta, todo se perderá. El avión y la radio nos han acercado. Estos inventos claman por la bondad humana, claman por la fraternidad universal la unidad. Ahora mismo mi voz llega a millones de seres, millones de hombres, mujeres y niños desesperados, víctimas de un sistema que hace torturar y encarcelar a gentes inocentes. A los que me oigan, les digo: no desesperéis, la desgracia que vivimos es la pasajera codicia, la amargura de hombres que temen el camino del progreso. El odio pasará, los dictadores morirán, y el poder que quitaron al pueblo, volverá al pueblo. Y mientras mueran los hombres, la libertad nunca perecerá. ¡Soldados! No os entreguéis a las bestias, que os desprecian, os esclavizan, rigen vuestras vidas, os dicen qué hacer, pensar y sentir, os mandan, hambrean, tratan como ganado y carne de cañón. No os entreguéis a hombres inhumanos (Chaplin habla y gesticula como Hitler), hombres máquina con mentes y corazones de máquina. ¡No sois máquinas, no sois ganado! ¡Sois hombres! ¡Lleváis amor en vuestros corazones! ….. El poder está en el pueblo. En nombre de la democracia usemos ese poder. No creáis a los dictadores con sus mentiras…. Hannah, ¿me oyes?, donde quiera que estes, salimos de la oscuridad para alcanzar la luz, entramos en un mundo nuevo….."
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