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Relatos salvajes

Comedia. Drama La película consta de seis episodios que alternan la intriga, la comedia y la violencia. Sus personajes se verán empujados hacia el abismo y hacia el innegable placer de perder el control, cruzando la delgada línea que separa la civilización de la barbarie. (FILMAFFINITY)
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8
28 de octubre de 2014 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se podrían decir mil y una cosas sobre esta película, o composición de relatos, pero creo estar seguro de que en esto estaremos todos de acuerdo, sin excepción alguna; no podían haber escogido un mejor nombre para esta película, han dado en el clavo, y el clavo nos torturará de remordimientos y placer cinematográfico. 'Relatos Salvajes' se convierte en poco más de cinco minutos en una de los juegos en pantalla más divertidos y perversos que podamos disfrutar actualmente. Un vuelo que cae en picado nos parece lo más brutal que podamos ver para iniciar la película pero, lejos de desviar nuestra voz de alarma, prefieren continuar escandalizándonos y provocando una extravagante sorpresa al aunar brutalidad, violencia y crueldad con un humor ácido que calará hasta los huesos y nos hará sentirnos realmente mal por reír a carcajadas de salvajadas tales como las que se cuentan en la película. Salvajadas que funcionan perfectamente como cortometrajes inconexos pero que en una película actúan como ejemplos de originalidad y descomposición de los personajes.

Aunque la verdadera conexión entre los relatos sea cuestionable, está claro que la venganza nutre la semilla que implosiona en cada uno de ellos. Ese deseo que puede crecer en nosotros tras las injusticias o las situaciones que no alcancemos a controlar se convierte en un narrador omnisciente que desata la locura en unos personajes dispuestos a desatar su ira. Lo divertido surge en el momento en que uno es consciente de que, a pesar de convertirse en relatos con personajes desfigurados y trastornados, prácticamente nada en ellos es inimaginable, si no que todo está al alcance de un razonamiento definido por la frustración y la rabia (aunque los desenlaces suelan alejarse de los razonamientos y prefieran dar rienda suelta al desenfreno). Con esto no se justifican los comportamientos, pero sí las limitaciones de la paciencia humana y la fragilidad que demuestra la línea entre la cordura y la demencia en muchas ocasiones.

Entretenimiento nato y precisión en la ejecución son la firma que Damián Szifrón deja al finalizar la película. Su dirección juega con planos muy logrados dentro de escenarios reducidos para aumentar la acción en historias que normalmente se sustentan en conversaciones detonantes de la histeria. A su vez, las actuaciones consiguen que los personajes se forjen y muten en cuestión de minutos, que sean creíbles y nos den sus claves para entenderlos, destacando sobre otras las historias protagonizadas por Leonardo Sbaraglia y Ricardo Darín, en las cuales las carcajadas dominaban la sala en un halo de confusión, más si cabe que en el resto de situaciones.

Todo en ella es fatalidad y genialidad, humor negro para los paladares más exquisitos, diversión obscena para quien busque reacciones retorcidas, calidad narrativa que sirve como ejemplos de serenidad y control a la hora de crear cortometrajes... Todo es una auténtica broma pesada, muchos podrían decir incluso que de mal gusto, pero nos encanta, nos divierte, nos hace buscar el nexo entre cada punto y seguido que va marcando la película, y nos recuerda que el humor tiene muchas variantes, porque la violencia si es divertida sabe mejor, ¿o es que no te gusta ninguna película de Tarantino?

CarlosDL - http://odiseaenelcine.blogspot.com.es/
8
29 de octubre de 2014 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El rotundo éxito cosechado por “Relatos Salvajes“ hunde sus raíces en el innegable talento de su director, pero también en la tarantiniana banalización de la violencia instalada en la sociedad actual.
La cinta consta de seis historias cortas con el tema de la represión de los instintos y la venganza como nexo de unión, pero de calidad narrativa muy dispar. Los relatos se inscriben de lleno en el género de la comedia negra y la influencia de Tarantino en algunos de ellos es muy notable; no obstante, sería notoriamente injusto reducir “Relatos Salvajes” a un sucedáneo del cine de este último dada la profundidad analítica de buena parte de su guión.
Con la habilidad de un titiritero, Szifrón consuma con desenfado y maestría el secuestro emocional del espectador y remueve sus bajos instintos, haciéndolo pasar por estados de ánimo diversos y contradictorios: sorpresa, asombro, incredulidad, diversión, conmiseración, compasión, enojo y desprecio por la estupidez y demás debilidades humanas, “schadenfreude”, justificación y hasta empatía hacia la violencia. Juega con el espectador como lo hace con sus personajes, y nos muestra la enorme dificultad de mantener a raya nuestro instinto animal (jocosamente ilustrado con los créditos de inicio) y de someterlo a los designios de la maquinaria hegeliana del sistema.
El relato introductorio resulta divertido, aunque banal. Le siguen dos relatos ciertamente menores que sobreexplotan el lado comercial de lo violento. El nivel sube notablemente con “Bombita”, relato protagonizado por un Darín en estado puro que personifica como nadie la desesperación del individuo en su estéril batalla contra el sistema; una verdadera lástima que la historia acabe malograda por un final tan inverosímil como innecesario. El clímax narrativo se alcanza en el quinto relato, llamado “La propuesta”. Este relato parte de un planteamiento en apariencia convencional y evoluciona hacia una vitriólica tragicomedia que nos descubre con la mayor naturalidad un amplio retablo de debilidades y vilezas humanas. Como en una comedia de Molière, los personajes de “La propuesta” actúan movidos por sus bajas pasiones, que Szifrón retrata con paternal condescendencia y grandes dosis de humor. El colofón lo pone “Hasta que la muerte nos separe”, una sátira mordaz y despiadada de la volubilidad de las relaciones de pareja que toma como punto de partida la fiesta de unos recién casados. Portentosa la camaleónica actuación de Erica Rivas para dar vida a un personaje poliédrico y volátil que hace trizas la hipocresía de los convencionalismos sociales.

En conclusión, la altura de los relatos es muy desigual, y algunos de ellos han sido claramente sobrevalorados por la crítica, pero la película en su conjunto resulta más que recomendable.
8
29 de octubre de 2014 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realizar un cortometraje brillante es difícil. Realizar seis cortometrajes brillantes es increíble. Esto es lo que le pasa a Relatos Salvajes.
Con un sentido del humor y de la mala uva espectacular, la película no es más que seis cortometrajes donde prima la venganza.
Los actores aportan gracia y salero, y resultan convincentes en sus papeles y situaciones.
La labor técnica no es como la de hollywood, pero está a la altura de las películas argentinas medias.
Unos brillantes diálogos y unas secuencias desternillantes cierran estos brillantes relatos.
Si bien algunos son exquisitos y divertidos (sobretodo el del principio), otros no llegan a la altura o no tienen la misma fuerza,aun así no dejan de ser interesantes como mínimo. Estos son pocos o casi ninguno.
9
11 de noviembre de 2014 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto en la butaca de un cine. La película ofrece un compendio de situaciones cotidianas, cada cual más excitante y retorcida, y otras no tanto. Abarca un gran abanico de sentimientos: desde el odio hasta el miedo, pasando por la locura transitoria o el amor. Actores muy buenos, de los que ves que no sobre actúan ni fuerzan ninguna de las situaciones a las que se enfrentan. Sólo puedo recomendar verla y disfrutar de una obra (casi) maestra.
6
15 de noviembre de 2014 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine argentino reciente, caracterizado por diálogos precisos e historias apegadas a la realidad, como clarifican títulos como “Garage Olimpo” (1999), “El hijo de la novia” (2001), “Kamchatka” (2002), “El camino de San Diego” (2006), “Leonera” (2008) o “Buenos Aires, 1977” (2009), últimamente está sorprendiendo por la apuesta por el cine de género como demuestran “El secreto de sus ojos” (2009), “Fase 7” (2011), “Séptimo” (2013) y esta “Relatos salvajes”.

La diferencia de “Relatos salvajes” con “El secreto de sus ojos”, “Séptimo” o “Fase 7” es que toma la realidad como materia prima para plasmar una comedia impregnada de humor negro. La película está dividida en seis episodios, inspirados tibiamente en la serie de televisión “Cuentos asombrosos” (1985-87), de Steven Spielberg, y el primero de ellos, que funciona como prólogo, nos introduce en un juego cinematográfico que busca la complicidad con el espectador que vive estresado en zonas urbanas. Los tres primeros episodios están protagonizados por tres de los mejores actores argentinos del momento: Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia y Ricardo Darín. “Relatos salvajes” fue uno de los filmes más vitoreados en el último Festival de Cannes y la razón hay que buscarla en el hecho de que cualquiera se puede sentir identificado con la historias que protagonizan los personajes de “Relatos salvajes”. ¿Quién no ha tenido un altercado verbal al volante de un coche?, ¿quién no se ha dado de bruces con la burocracia? o ¿quién no ha tenido que pagar una injusta tasa económica? Lo que explica que el público se ría a carcajadas como forma de liberar tensiones.

Enfados cotidianos que nada tienen que ver con el subgénero de justiciero urbano, que encontró en Charles Bronson a su máximo representante en los años 60 y 70. De todo la maraña de títulos que acarreó este género solo recuerdo un título digno de mención: “El ciudadano se rebela” (1974), protagonizada por Franco Nero. “Relatos salvajes” se desmarca de este tipo de cine al usar el sentido del humor como coartada.

Damián Szifrón teje un sólido ejercicio de justicia poética canalizado por medio de la violencia catártica. Szifrón se aprovecha de la crispación social que se palpa en Buenos Aires para reflejar con inteligencia y sentido del humor los detonadores de la violencia no para llamar a la rebelión ciudadana sino para reírnos de las pequeñas miserias de la vida cotidiana para no llegar a explotar en cualquier momento como le pasa al personaje de “Un día de furia” (1993), de Joel Schumacher. Szifrón no es un recién llegado. Este es su tercer largometraje tras “El fondo del mar” (2003) y la singular “Tiempo de valientes” (2005). Procedente del mundo de la televisión, su mayor éxito hasta la fecha había sido la serie “Los simuladores”, que demuestra que también se sabe desenvolver en tramas más amables.

Uno de los principales aciertos de la cinta producida por los hermanos Almodóvar es su poderío visual que resalta sobremanera en el episodio de la batalla automovilística, que recuerda al “Diablo sobre ruedas” (1971), de Spielberg. Planos cenitales, cámaras a ras de suelo, planos imposibles… forman parte del despliegue visual de una película que pretende ser un ajuste de cuentas con una realidad injusta ejemplificada en la imagen en la que varios ciudadanos sacan dinero de varios cajeros automáticos para pagar multas o en la frase, enunciada por uno de los desquiciados personajes: “Los hijos de puta gobiernan el mundo”.
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