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Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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12 de octubre de 2014
43 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este trabajo de Fincher emborrona sin remisión una decente trayectoria previa, con un guión abracadabrante que confunde a cualquier espectador medianamente perspicaz con tantas vueltas de tuerca, que éste efectivamente acaba retorciéndose en su butaca (de remordimientos por haber pagado la entrada). El guionista y adaptador de su propia novela encadena un sinsentido tras otro en los que el espectador se pierde literalmente haciendo honor al título traducido al castellano, que en este caso se le antoja a uno más adecuado que el original. La capacidad de fabulación del guionista está en consonancia con la del histriónico personaje femenino principal encarnado por Rosamund Pike, por lo que cabe preguntarse si el guión no tendrá algo de autobiográfico. Fincher hace suya esta propuesta y el resultado es un auténtico engendro que, bajo la pretensión de mordaz crítica a la hipocresía conyugal y a la falta de escrúpulos de los medios de comunicación (una temática ya archimanida a estas alturas del séptimo arte), naufraga en un frenesí de situaciones inverosímiles con ínfulas hitchcockianas que nadie en su sano juicio osaría equiparar al talento minimalista del maestro por excelencia del cine de suspense. La vida puede no resultar creíble; las buenas películas, incluídas las de este difícil género, siempre deben serlo.

Especialmente la parte final navega entre el esperpento, el patetismo, pretendidas situaciones satíricas de escaso nivel y groseras inconsistencias de un guión luengo y farragoso; Se trata de un pastiche en toda regla que supura por doquier "déjà vu", por si fuera poco aderezado con secundarios de ínfima solvencia.

En cuanto a las interpretaciones principales, mejor no hablar de la ya proverbial inexpresividad de Affleck. Rosamund Pike hace gala de unas dotes insuficientes para salvar un personaje diseñado desde los extravíos de la escasamente lúcida mente del guionista; a decir verdad, es realmente este último quien al final de todo este disparate demuestra estar auténticamente perdido.
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Este trabajo de Fincher emborrona sin remisión una decente trayectoria previa, con un guión abracadabrante que confunde a cualquier espectador medianamente perspicaz con tantas vueltas de tuerca, que éste efectivamente acaba retorciéndose en su butaca (de remordimientos por haber pagado la entrada). El guionista y adaptador de su propia novela encadena un sinsentido tras otro en los que el espectador se pierde literalmente haciendo honor al título traducido al castellano, que en este caso se le antoja a uno más adecuado que el original. La capacidad de fabulación del guionista está en consonancia con la del histriónico personaje femenino principal encarnado por Rosamund Pike, por lo que cabe preguntarse si el guión no tendrá algo de autobiográfico. Fincher hace suya esta propuesta y el resultado es un auténtico engendro que, bajo la pretensión de mordaz crítica a la hipocresía conyugal y a la falta de escrúpulos de los medios de comunicación (una temática ya archimanida a estas alturas del séptimo arte), naufraga en un frenesí de situaciones inverosímiles con ínfulas hitchcockianas que nadie en su sano juicio osaría equiparar al talento minimalista del maestro por excelencia del cine de suspense. La vida puede no resultar creíble; las buenas películas, incluídas las de este difícil género, siempre deben serlo.

Especialmente la parte final navega entre el esperpento, el patetismo, pretendidas situaciones satíricas de escaso nivel y groseras inconsistencias de un guión luengo y farragoso; como la escena en la que a Rosamund, a quien se nos presenta como una psicópata de afilada inteligencia, se dedica a jugar al minigolf con una riñonera llena de billetes que acaba por caérsele. Ello da lugar a que posteriormente sufra un robo por parte de delincuentes que, no se sabe por qué, no desmontan su coartada en el epílogo, haciendo la resolución de la historia de todo punto inaudita. Lo que sucede a continuación del citado robo es un pastiche en toda regla que supura por doquier "déjà vu", por si fuera poco aderezado con secundarios de ínfima solvencia. No contento con ello, el director culmina la película con una Rosamund Pike que sale de un hospital incomprensiblemente ensangrentada (han leído bien), dando pie a una absurda escena de ducha en la que alecciona a su marido mientras va eliminando la sangre ya seca de su cuerpo.

En cuanto a las interpretaciones principales, mejor no hablar de la ya proverbial inexpresividad de Affleck. Rosamund Pike hace gala de unas dotes insuficientes para salvar un personaje diseñado desde los extravíos de la escasamente lúcida mente del guionista; a decir verdad, es realmente este último quien al final de todo este disparate demuestra estar auténticamente perdido.
29 de octubre de 2014 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El rotundo éxito cosechado por “Relatos Salvajes“ hunde sus raíces en el innegable talento de su director, pero también en la tarantiniana banalización de la violencia instalada en la sociedad actual.
La cinta consta de seis historias cortas con el tema de la represión de los instintos y la venganza como nexo de unión, pero de calidad narrativa muy dispar. Los relatos se inscriben de lleno en el género de la comedia negra y la influencia de Tarantino en algunos de ellos es muy notable; no obstante, sería notoriamente injusto reducir “Relatos Salvajes” a un sucedáneo del cine de este último dada la profundidad analítica de buena parte de su guión.
Con la habilidad de un titiritero, Szifrón consuma con desenfado y maestría el secuestro emocional del espectador y remueve sus bajos instintos, haciéndolo pasar por estados de ánimo diversos y contradictorios: sorpresa, asombro, incredulidad, diversión, conmiseración, compasión, enojo y desprecio por la estupidez y demás debilidades humanas, “schadenfreude”, justificación y hasta empatía hacia la violencia. Juega con el espectador como lo hace con sus personajes, y nos muestra la enorme dificultad de mantener a raya nuestro instinto animal (jocosamente ilustrado con los créditos de inicio) y de someterlo a los designios de la maquinaria hegeliana del sistema.
El relato introductorio resulta divertido, aunque banal. Le siguen dos relatos ciertamente menores que sobreexplotan el lado comercial de lo violento. El nivel sube notablemente con “Bombita”, relato protagonizado por un Darín en estado puro que personifica como nadie la desesperación del individuo en su estéril batalla contra el sistema; una verdadera lástima que la historia acabe malograda por un final tan inverosímil como innecesario. El clímax narrativo se alcanza en el quinto relato, llamado “La propuesta”. Este relato parte de un planteamiento en apariencia convencional y evoluciona hacia una vitriólica tragicomedia que nos descubre con la mayor naturalidad un amplio retablo de debilidades y vilezas humanas. Como en una comedia de Molière, los personajes de “La propuesta” actúan movidos por sus bajas pasiones, que Szifrón retrata con paternal condescendencia y grandes dosis de humor. El colofón lo pone “Hasta que la muerte nos separe”, una sátira mordaz y despiadada de la volubilidad de las relaciones de pareja que toma como punto de partida la fiesta de unos recién casados. Portentosa la camaleónica actuación de Erica Rivas para dar vida a un personaje poliédrico y volátil que hace trizas la hipocresía de los convencionalismos sociales.

En conclusión, la altura de los relatos es muy desigual, y algunos de ellos han sido claramente sobrevalorados por la crítica, pero la película en su conjunto resulta más que recomendable.
25 de octubre de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guste o no, el cine actual juega cada vez más al rupturismo a través de la mezcla de géneros; esta cinta, que no acaba de decidirse entre la tragicomedia nostálgica y el drama con tintes satíricos, es ejemplo palpable de ello. Un Downey ya especializado en personajes curiosos y con su habitual punto de sobreactuación encarna eficazmente a un picapleitos brillante, sarcástico y de dudosa honestidad presa de un reencuentro forzado con sus latentes traumas familiares. En esta tesitura, librará un interesante duelo interpretativo con un Duval excelso que da vida a un progenitor cascarrabias e intransigente. Paradójicamente, éste último acaba por empatizar con el espectador como vivo retrato de la senectud.

El personaje de Downey y el del juzgador juzgado sirven como pretexto para caricaturizar las frivolidades y miserias del sistema judicial americano, la dualidad del ser humano, y los contrastes entre el medio rural y el urbano. En su vertiente dramática, la cinta lleva a cabo una profunda disección del sueño americano roto personificado en una familia de perdedores desquiciados. Dichos temas pueden tildarse de convencionales y remiten a abundante filmografía previa donde han sido tratados por separado. Sin embargo, la manera de combinarlos resulta original a pesar de su poca verosimilitud y es, junto con las interpretaciones, uno de los principales activos de la película.

Como viene siendo habitual en estos tiempos, el manido reencuentro del personaje principal con su ex adultera y prolonga innecesariamente la historia, contribuyendo a su degradación. En el haber cabe reseñar la hondura psicológica de los diálogos entre Downey y Duval y algunos de sus ácidos gags, que no obstante acaban por resultar reiterativos debido a un exceso de metraje que hace mella en el espectador.
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