Amarcord
7.9
20,332
15 de agosto de 2024
15 de agosto de 2024
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Termino de verla con la firme convicción de acabar de presenciar una obra maestra. Una fotografía de ensueño, una banda sonora maravillosa, la ambientación, el vestuario...pero queriendo ser crítico y pensando objetivamente sobre lo que acabo de ver, lo cierto es que el ritmo de la narración es desigual. Hay momentos brillantes, junto con otros que no son nada del otro mundo. Como si hubiese partes de la película que fueron añadidas pero no consiguen aportar nada realmente. Además, esa estructura narrativa "rara", como a trozos, creo que contribuye a potenciar ese efecto que comentaba. En todo caso, no se me maltinterprete, es una película genial.
27 de septiembre de 2024
27 de septiembre de 2024
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Federico Fellini, utilizando al personaje de Titta como su alter ego, teje una trama basada en recuerdos fragmentados de su juventud en la ciudad costera de Rímini. A través de episodios aislados y aparentemente inconexos, el director nos sumerge en un desfile de personajes extravagantes y situaciones surrealistas, donde la realidad se distorsiona bajo el prisma de la memoria.
El mayor acierto de "Amarcord" es su habilidad para representar cómo la mente humana recuerda: distorsionando los hechos, amplificando lo ridículo y deformando lo cotidiano. Sin embargo, a pesar de esta interesante aproximación a la memoria, la película se siente como una pantomima, un enredo en el que las situaciones se suceden sin una verdadera cohesión. Esta falta de continuidad entre las escenas debilita el impacto emocional, y aunque algunos momentos humorísticos logran hacer reír, el conjunto termina resultando disperso y superficial.
Entre los puntos más destacados de la película, está sin duda la inolvidable banda sonora del maestro Nino Rota, conocido por su trabajo en "El Padrino". La música en "Amarcord" es cautivadora, añadiendo una capa de melancolía a esos recuerdos. Fellini también brilla en la puesta en escena, que si bien resulta caótica, está ejecutada con una maestría indiscutible. Los personajes, presentados en su mayoría de forma grotesca, desfilan ante nosotros: desde la familia de Titta, con su madre Miranda, su padre Aurelio y su desequilibrado tío Teo (inolvidable la escena en la que se sube a un árbol gritando "¡Voglio una donna!" - "¡Quiero una mujer!"), a sus amigos como Naso (el "Jaimito italiano") o el orondo Ciccio, obsesionado por el amor no correspondido de su compañera Aldina, pasando por la soñadora Gradisca, cincuentona que busca incansablemente a su príncipe azul entre los turistas. O Volpina, la ninfómana, siempre sudorosa y provocativa. También está la voluptuosa estanquera, quien inspira los actos onanistas de la pandilla de Titta, todos figuras excéntricas y exageradas, como parte de un circo visual, más para ser observados que comprendidos.
Sin embargo, "Amarcord", aunque pueda tener su público, me recordó demasiado a "Amanece que no es poco" (1988) de José Luis Cuerda, una comedia de culto española que tampoco consiguió cautivarme. A pesar de algunos momentos divertidos, la película deja la sensación de ser un entremés inconexo, más un ejercicio de surrealismo visual que una obra de cine que realmente deje una huella emocional.
El mayor acierto de "Amarcord" es su habilidad para representar cómo la mente humana recuerda: distorsionando los hechos, amplificando lo ridículo y deformando lo cotidiano. Sin embargo, a pesar de esta interesante aproximación a la memoria, la película se siente como una pantomima, un enredo en el que las situaciones se suceden sin una verdadera cohesión. Esta falta de continuidad entre las escenas debilita el impacto emocional, y aunque algunos momentos humorísticos logran hacer reír, el conjunto termina resultando disperso y superficial.
Entre los puntos más destacados de la película, está sin duda la inolvidable banda sonora del maestro Nino Rota, conocido por su trabajo en "El Padrino". La música en "Amarcord" es cautivadora, añadiendo una capa de melancolía a esos recuerdos. Fellini también brilla en la puesta en escena, que si bien resulta caótica, está ejecutada con una maestría indiscutible. Los personajes, presentados en su mayoría de forma grotesca, desfilan ante nosotros: desde la familia de Titta, con su madre Miranda, su padre Aurelio y su desequilibrado tío Teo (inolvidable la escena en la que se sube a un árbol gritando "¡Voglio una donna!" - "¡Quiero una mujer!"), a sus amigos como Naso (el "Jaimito italiano") o el orondo Ciccio, obsesionado por el amor no correspondido de su compañera Aldina, pasando por la soñadora Gradisca, cincuentona que busca incansablemente a su príncipe azul entre los turistas. O Volpina, la ninfómana, siempre sudorosa y provocativa. También está la voluptuosa estanquera, quien inspira los actos onanistas de la pandilla de Titta, todos figuras excéntricas y exageradas, como parte de un circo visual, más para ser observados que comprendidos.
Sin embargo, "Amarcord", aunque pueda tener su público, me recordó demasiado a "Amanece que no es poco" (1988) de José Luis Cuerda, una comedia de culto española que tampoco consiguió cautivarme. A pesar de algunos momentos divertidos, la película deja la sensación de ser un entremés inconexo, más un ejercicio de surrealismo visual que una obra de cine que realmente deje una huella emocional.
1 de marzo de 2008
1 de marzo de 2008
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿A dónde irán nuestros sueños?
Ojalá llegue el día en que, cuando deba mirar atrás en mi vida, pueda bucear en mis mejores recuerdos con una mirada tan lúcida, divertida, surrealista y entrañable como lo hizo Fellini en esta maravillosa película. Un homenaje a la felicidad de la juventud y a la alegría de los viejos tiempos, aderezada con una banda sonora inolvidable, un humor envidiable y una capacidad de llegar al fondo de las emociones humanas realmente impresionante. Quizá no sea la mejor obra de Fellini pero indudablemente sí es su película más personal.
La magia de los recuerdos plasmada en una obra tan bella como imperecedera.
Ojalá llegue el día en que, cuando deba mirar atrás en mi vida, pueda bucear en mis mejores recuerdos con una mirada tan lúcida, divertida, surrealista y entrañable como lo hizo Fellini en esta maravillosa película. Un homenaje a la felicidad de la juventud y a la alegría de los viejos tiempos, aderezada con una banda sonora inolvidable, un humor envidiable y una capacidad de llegar al fondo de las emociones humanas realmente impresionante. Quizá no sea la mejor obra de Fellini pero indudablemente sí es su película más personal.
La magia de los recuerdos plasmada en una obra tan bella como imperecedera.
23 de julio de 2009
23 de julio de 2009
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo a las mujeres de Amarcord
con esa nitidez extraordinaria
que tienen las febriles fantasías de los adolescentes;
alegres, coloristas,
envueltas en un aura de onírico onanismo.
Mágico vodevil de la memoria
lleno de personajes estrambóticos
que viven y que mueren desenfadadamente,
cuando el fascismo apenas llega a ser
un burdo decorado de opereta.
Allí, voluptuosa, la Gradisca
imita a Greta Garbo fumando en la penumbra
y la estanquera exhibe sus pechos imposibles
y la Volpina busca hombres que devorar
con el rostro desencajado de lujuria.
Pero todo es festivo como un pueblo italiano,
como una infancia eterna en cuyo vientre
todos fuimos Fellini alguna vez.
con esa nitidez extraordinaria
que tienen las febriles fantasías de los adolescentes;
alegres, coloristas,
envueltas en un aura de onírico onanismo.
Mágico vodevil de la memoria
lleno de personajes estrambóticos
que viven y que mueren desenfadadamente,
cuando el fascismo apenas llega a ser
un burdo decorado de opereta.
Allí, voluptuosa, la Gradisca
imita a Greta Garbo fumando en la penumbra
y la estanquera exhibe sus pechos imposibles
y la Volpina busca hombres que devorar
con el rostro desencajado de lujuria.
Pero todo es festivo como un pueblo italiano,
como una infancia eterna en cuyo vientre
todos fuimos Fellini alguna vez.
4 de julio de 2013
4 de julio de 2013
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llego a mi crítica número 100. Creo que un número como este hay que celebrarlo. Así que permitirme que os invite, igual que ocurriría si nos encontrásemos por la calle, al mejor lugar para celebrar el amor por el cine. Y qué mejor cita para una celebración que otra: “Amarcord.” Y por qué digo que esta película es una festín, pues porque en sus fotogramas son una muestra magistral de todo lo que hasta ese momento había sido el cine de este personalísimo y genial autor: Federico Fellini. En esta obra, que relata con la colaboración de uno de los mejores guionistas del cine europeo: Tonino Guerra, que a partir de esta colaboración se convertiría en su guionista habitual, los que podrían ser los recuerdos del propio director durante su adolescencia en Rimini a través de una serie de evocaciones que describen la vida cotidiana de este pueblo durante el auge del fascismo. Como digo, en sus fotogramas encontramos al Fellini de “Los inútiles,” de “El jeque blanco”, de “Las noches de Cabiria,” pero también a un Fellini más barroco y presente en películas como “Bocaccio'70,” “Roma,” o “Fellini Satiricon;” y también encontrarás, como no, anunciadas obras posteriores como “El Casanova de Fellini,” “Y la nave va.” Todo su genio, toda esa mirada tan particular que tenía este gran artista italiano, toda su sensibilidad está aquí esperándote en cientos de secuencias.
El guión es maravilloso. En sí no es un guión lineal que nos cuente una única historia con su inicio, nudo y desenlace. “Amarcord” está preñada de ellas. Son historias y es Historia (maravillosa la secuencia de la celebración del “Día de Roma” con ese desfile de los camisas negras a ritmo de sprint); historias contadas en letra minúscula, de gente anónima, pero entrañable, y que hacen y sostienen esa Historia en mayúscula, que luego les tocará aprender. En sí son estampas, todas evocadoras; pero a la vez, todas emocionales: los recuerdos sobre sus profesores; el despertar al erotismo (espléndida la secuencia de la estanquera interpretada por Maria Antonietta Beluzzi); la leyenda de la “Gradisca;” la “Volpina;” o el día campestre, con tío subido al árbol incluido, son algunos de los muchos hitos de esta película.
Lo magistral es que Fellini logra integrar distintos discursos cinematográficos hasta componer uno de los ejercicios más libres del cine europeo. “Amarcord” dista mucho de ser un ejercicio clásico, aunque en apariencia así lo parezca, pero Fellini es un autor, un artista que maneja a su gusto todas las leyes del 7º Arte. Así hay personajes que se dirigen directamente a la cámara sin por ello “romper” el hechizo que tiene el cine, como el historiador local; momentos legendarios que son interpretados desde un delirio fantasioso como la visita del jeque (con harén incluido), o la excursión a ver el paso del trasatlántico, convirtiendo así a “Amarcord” no en una película realista, sino en una evocación maravillosa plagada de realismo pero también de magia.
El reparto, como en todas las películas del maestro italiano, es magistral. Desde los que podemos calificar de protagonistas: Pupella Maggio, la madre de “Titta,” de algún modo del alterego de Fellini y que interpreta de un modo muy naturalista el debutante, Bruno Zannin; Armando Brancia, el padre; pero este reconocimiento sería para cada uno de los que aparece en esta historia. La mano de Fellini se muestra acertada al contar con esa serie de rostros, que él transforma en máscaras, convirtiéndose así en arquetipos, en iconos del personaje que interpretan. La variedad de personajes es enorme (riqueza que se ha perdido definitivamente en el cine italiano actual; al igual que en el español, pues fuera de autores como Álex de la Iglesia, o el propio Almodóvar, poca diversidad de gentes se muestra en las pantallas), y muchos de ellos son definidos por la apariencia física exclusivamente; pero aún así, pese al paso breve y fugaz, cada uno de los personajes que aparece en este fresco está perfectamente retratado. Y no podía ser de otro modo. Las composiciones de plano de Fellini son magistrales, hermosas, pictóricas, pero plenas de esa energía que llamamos vida. Claro que para eso contaba con su colaborador habitual detrás de las cámaras: el gran Giuseppe Rotunno.
Punto aparte merece la banda sonora. Cualquiera de sus evocadoras quedaron con nosotros desde la primera vez que tuvimos el placer de escucharlas. Esa música que ofrece un traje maravilloso a todas las imágenes con las que Fellini cautiva nuestra atención. La melancolía que se desprende de sus notas (para ejemplo esa música de acordeón con la que despide la película) consigue hacerse cercana sin llegar a la amargura. Igual que con Berlanga, la comedia en Fellini es una visión inédita sobre lo rodado, sobre mostrar esa verdad última que hace tambalearse toda esa ampulosidad que tenemos los seres humanos a la hora de escribir la historia, y hacerlo desde la caricatura, pero también desde el cariño.
En resumen, disfruta de esta invitación a ver uno de los mejores autores que ha dado el cine europeo, con un universo tan reconocible como entrañable. Ahora que está próximo el décimo aniversario de su fallecimiento, solo me queda decir: ¡¡Cómo te echamos en falta, Fellini!! Y gracias, maestro, por existir.
El guión es maravilloso. En sí no es un guión lineal que nos cuente una única historia con su inicio, nudo y desenlace. “Amarcord” está preñada de ellas. Son historias y es Historia (maravillosa la secuencia de la celebración del “Día de Roma” con ese desfile de los camisas negras a ritmo de sprint); historias contadas en letra minúscula, de gente anónima, pero entrañable, y que hacen y sostienen esa Historia en mayúscula, que luego les tocará aprender. En sí son estampas, todas evocadoras; pero a la vez, todas emocionales: los recuerdos sobre sus profesores; el despertar al erotismo (espléndida la secuencia de la estanquera interpretada por Maria Antonietta Beluzzi); la leyenda de la “Gradisca;” la “Volpina;” o el día campestre, con tío subido al árbol incluido, son algunos de los muchos hitos de esta película.
Lo magistral es que Fellini logra integrar distintos discursos cinematográficos hasta componer uno de los ejercicios más libres del cine europeo. “Amarcord” dista mucho de ser un ejercicio clásico, aunque en apariencia así lo parezca, pero Fellini es un autor, un artista que maneja a su gusto todas las leyes del 7º Arte. Así hay personajes que se dirigen directamente a la cámara sin por ello “romper” el hechizo que tiene el cine, como el historiador local; momentos legendarios que son interpretados desde un delirio fantasioso como la visita del jeque (con harén incluido), o la excursión a ver el paso del trasatlántico, convirtiendo así a “Amarcord” no en una película realista, sino en una evocación maravillosa plagada de realismo pero también de magia.
El reparto, como en todas las películas del maestro italiano, es magistral. Desde los que podemos calificar de protagonistas: Pupella Maggio, la madre de “Titta,” de algún modo del alterego de Fellini y que interpreta de un modo muy naturalista el debutante, Bruno Zannin; Armando Brancia, el padre; pero este reconocimiento sería para cada uno de los que aparece en esta historia. La mano de Fellini se muestra acertada al contar con esa serie de rostros, que él transforma en máscaras, convirtiéndose así en arquetipos, en iconos del personaje que interpretan. La variedad de personajes es enorme (riqueza que se ha perdido definitivamente en el cine italiano actual; al igual que en el español, pues fuera de autores como Álex de la Iglesia, o el propio Almodóvar, poca diversidad de gentes se muestra en las pantallas), y muchos de ellos son definidos por la apariencia física exclusivamente; pero aún así, pese al paso breve y fugaz, cada uno de los personajes que aparece en este fresco está perfectamente retratado. Y no podía ser de otro modo. Las composiciones de plano de Fellini son magistrales, hermosas, pictóricas, pero plenas de esa energía que llamamos vida. Claro que para eso contaba con su colaborador habitual detrás de las cámaras: el gran Giuseppe Rotunno.
Punto aparte merece la banda sonora. Cualquiera de sus evocadoras quedaron con nosotros desde la primera vez que tuvimos el placer de escucharlas. Esa música que ofrece un traje maravilloso a todas las imágenes con las que Fellini cautiva nuestra atención. La melancolía que se desprende de sus notas (para ejemplo esa música de acordeón con la que despide la película) consigue hacerse cercana sin llegar a la amargura. Igual que con Berlanga, la comedia en Fellini es una visión inédita sobre lo rodado, sobre mostrar esa verdad última que hace tambalearse toda esa ampulosidad que tenemos los seres humanos a la hora de escribir la historia, y hacerlo desde la caricatura, pero también desde el cariño.
En resumen, disfruta de esta invitación a ver uno de los mejores autores que ha dado el cine europeo, con un universo tan reconocible como entrañable. Ahora que está próximo el décimo aniversario de su fallecimiento, solo me queda decir: ¡¡Cómo te echamos en falta, Fellini!! Y gracias, maestro, por existir.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here