Mad MenSerie
2007 

Matthew Weiner (Creador), Phil Abraham ...
7.9
34,903
Serie de TV. Drama
Serie de TV (2007-2015). 7 temporadas. 92 episodios. Aclamada serie dramática que narra los comienzos de una de las más prestigiosas agencias de publicidad de los años sesenta, y centrada en uno de los más misteriosos ejecutivos de la firma, Donald Draper, un hombre con un gran talento. "Mad Men" es la mirada a los hombres que dieron forma a las esperanzas y sueños diarios de los americanos de la época. En 1960 la publicidad era ... [+]
1 de diciembre de 2017
1 de diciembre de 2017
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Serial longevo y representación televisiva sobre aquellos ya lejanos tiempos que lentamente convalecían de la reciente Segunda Guerra Mundial; una América resacosa del trauma bélico se administraba una cataplasma de fomento e incitación al consumo. El resultante de esta peculiar receta solía ser un placebo, un sucedáneo de felicidad tanto para el americano corriente y moliente como para los trovadores que componían historias sobre las bondades y beneficios de tal o cual producto comercial.
Los mentados trovadores, representados en una agencia publicitaria de Nueva York, se ven inmersos en tormentas de ideas, viajes y cenas de negocios, reuniones tensas, meteduras de pata, ideas brillantes, secretos, mentiras, infidelidades, infelicidades, puteos, amenazas, peleas, fusiones, discusiones, escisiones, ascensos, excentricidades varias, crisis personales, crisis familiares, bodas, divorcios, tragedias, ambiciones, fracasos, triunfos y cualquier cosa susceptible de formar parte del mejunje vital que, para el caso que nos ocupa, se nos presenta muy generosamente regado con tabaco, alcohol y sexo.
Una curiosa flora y fauna, la peña de Sterling & Cooper y allegados: envidiados, odiados y admirados, no escapan tampoco de ese inevitable e Implacable punto débil que es tener condición humana. Don Draper, el hombre que pudo reinar, el ínclito donjuán, es un fantasma con fantasmas: espectros que lleva en el pañol de su alma, una santabárbara amueblada de inseguridades y pesares, a los que no ayuda sino azuza la pelea a garrotazos entre su yo presente y su yo pasado y pesado.
Personajes, los de este cosmos publicitario, de irredenta ambición pero insatisfechos, quizá eternamente. Y es que parece menester complementar la cataplasma más arriba mentada, con la toma de la clásica, y desgraciadamente poco recurrente, aspirina socrática del Nosce te ipsum, el “Conócete a ti mismo” como inopinado fin del camino.
En zona Spoiler: comentarios al respecto y spoilers.
Los mentados trovadores, representados en una agencia publicitaria de Nueva York, se ven inmersos en tormentas de ideas, viajes y cenas de negocios, reuniones tensas, meteduras de pata, ideas brillantes, secretos, mentiras, infidelidades, infelicidades, puteos, amenazas, peleas, fusiones, discusiones, escisiones, ascensos, excentricidades varias, crisis personales, crisis familiares, bodas, divorcios, tragedias, ambiciones, fracasos, triunfos y cualquier cosa susceptible de formar parte del mejunje vital que, para el caso que nos ocupa, se nos presenta muy generosamente regado con tabaco, alcohol y sexo.
Una curiosa flora y fauna, la peña de Sterling & Cooper y allegados: envidiados, odiados y admirados, no escapan tampoco de ese inevitable e Implacable punto débil que es tener condición humana. Don Draper, el hombre que pudo reinar, el ínclito donjuán, es un fantasma con fantasmas: espectros que lleva en el pañol de su alma, una santabárbara amueblada de inseguridades y pesares, a los que no ayuda sino azuza la pelea a garrotazos entre su yo presente y su yo pasado y pesado.
Personajes, los de este cosmos publicitario, de irredenta ambición pero insatisfechos, quizá eternamente. Y es que parece menester complementar la cataplasma más arriba mentada, con la toma de la clásica, y desgraciadamente poco recurrente, aspirina socrática del Nosce te ipsum, el “Conócete a ti mismo” como inopinado fin del camino.
En zona Spoiler: comentarios al respecto y spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Final de la serie. La fortuna, siempre luciferina, reparte distintas suertes entre el grupo:
-Betty Draper-Francis: la exmodelo que fue en su mocedad, ahora infeliz ama de casa con problemas psicológicos, cuando sí halla un sentido, una actividad a la que dedicarse, se le diagnostica enfermedad terminal, lo que afectará sobretodo a su segundo marido y a sus hijos, con su indomable hija mayor, Sally, puesta en desagradable tesitura de perder a temprana edad a su madre. Desgraciado e inesperado fin de unas malas relaciones madre-hija.
-Joan Harris: La dura pero sensible “guardiana” de curvilíneo cuerpo e indisimulable pectoral, que en nada la ayuda a ser valorada por cualidades extrafísicas. Desgraciada en el amor, el emprender la hará feliz o menos infeliz. Añádase una seguridad pecuniaria para ella y su hijo, por cortesía de su examante, padre de su niño, y jefe Sterling.
-Roger Sterling: de cómo unos polvetes pueden albergar una crisálida de algo más profundo con la francesa suegra de maese Draper. Una enésima cana al aire con vistas a una jubilación.
-Peggy y Stan: el roce hace el cariño, aunque tarde éste en salir a escena.
-Pete Campbell: Otro abonado involuntariamente a la insatisfacción, volverá al redil conyugal, con un empleo de alto copete, eso sí.
-Don Draper/Dick Whitman: El elegante, brillante y apolíneo triunfador de la publicidad obligará a sus dos personas, sus Jekyll y Hyde, o Hyde y Jekyll, a un tratado de paz, por el ya mentado método socrático de conocerse a uno mismo. Paradoja: un camino de excesos, incontables mujeres, visitas a oscuros abismos interiores, tendrán su estación Termini en algo zen y filosófico que –triple salto mortal- será óvulo para fecundar una preciosa y emocionante obra maestra del anuncio televisivo, de la afamada Coca-Cola. Lo espiritual y lo material en simbiótico y asombroso coito.
¿Ha asistido, pues, el espectador a un giro copernicano de todos los hechos narrados en las siete temporadas, que serían “simple” preludio para llegar a cómo y quién ideó (en la ficción) el genial comercial “I’d like to buy the world a Coke”…?
¡Un puntazo!
-Betty Draper-Francis: la exmodelo que fue en su mocedad, ahora infeliz ama de casa con problemas psicológicos, cuando sí halla un sentido, una actividad a la que dedicarse, se le diagnostica enfermedad terminal, lo que afectará sobretodo a su segundo marido y a sus hijos, con su indomable hija mayor, Sally, puesta en desagradable tesitura de perder a temprana edad a su madre. Desgraciado e inesperado fin de unas malas relaciones madre-hija.
-Joan Harris: La dura pero sensible “guardiana” de curvilíneo cuerpo e indisimulable pectoral, que en nada la ayuda a ser valorada por cualidades extrafísicas. Desgraciada en el amor, el emprender la hará feliz o menos infeliz. Añádase una seguridad pecuniaria para ella y su hijo, por cortesía de su examante, padre de su niño, y jefe Sterling.
-Roger Sterling: de cómo unos polvetes pueden albergar una crisálida de algo más profundo con la francesa suegra de maese Draper. Una enésima cana al aire con vistas a una jubilación.
-Peggy y Stan: el roce hace el cariño, aunque tarde éste en salir a escena.
-Pete Campbell: Otro abonado involuntariamente a la insatisfacción, volverá al redil conyugal, con un empleo de alto copete, eso sí.
-Don Draper/Dick Whitman: El elegante, brillante y apolíneo triunfador de la publicidad obligará a sus dos personas, sus Jekyll y Hyde, o Hyde y Jekyll, a un tratado de paz, por el ya mentado método socrático de conocerse a uno mismo. Paradoja: un camino de excesos, incontables mujeres, visitas a oscuros abismos interiores, tendrán su estación Termini en algo zen y filosófico que –triple salto mortal- será óvulo para fecundar una preciosa y emocionante obra maestra del anuncio televisivo, de la afamada Coca-Cola. Lo espiritual y lo material en simbiótico y asombroso coito.
¿Ha asistido, pues, el espectador a un giro copernicano de todos los hechos narrados en las siete temporadas, que serían “simple” preludio para llegar a cómo y quién ideó (en la ficción) el genial comercial “I’d like to buy the world a Coke”…?
¡Un puntazo!
30 de junio de 2010
30 de junio de 2010
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de terminar de ver la primera temporada de Mad Men. Qué serie, tú.
La disección de la sociedad neoyorquina de principios de los sesenta. Empresa y familia. Hombre y mujer, el matrimonio. Me recuerda un poco a “Revolutionary Road” (en todo caso menos grave) y al ejercicio de “American Beauty” (salvando las décadas y sin el elemento subversivo).
El hilo narrativo: Don Draper. Personaje complejo, por momentos desconcertante. Amoral e íntegro hedonista. Marido y amante honesto. “Mi vida va en una sola dirección: hacia adelante”.
Creando valores de la cultura de consumo que ahora termina. El escenario de la obra es Sterling & Cooper, Madison Avenide, publicistas. El rol de la mujer en el trabajo. La competitividad como forma de compañerismo. El éxito es la medida de todas las cosas.
La (a) amoral afectiva, ¿qué es el amor?: No me malinterpretéis, no estoy juzgando. Amantes, romances. Casi todo inmediato, líquido, a corto plazo. Cinismo y pasión. El matrimonio es una forma de ampliar el peso social. El amante es un eslabón más, un añadido, una carta marcada.
Se dan a la bebida: Casi todos y desde por la mañana. Múltiples combinados en situaciones variadas: en el trabajo, al llegar a casa, en la comida, en la cena, en cualquier celebración. Alcohol como suavizante de lo real.
El humo y la luz. El tabaco y sus pausas. Fumaban en paz, en la ignorancia de los efectos nocivos revelados en nuestros días. Fumaban con estilo.
Gran recurso: dos finales para elegir según estómagos y sensibilidades. Creo que el más plausible es el segundo. El que todos desearíamos, en un tiempo para el perdón y el amor, se nos muestra primero.
La disección de la sociedad neoyorquina de principios de los sesenta. Empresa y familia. Hombre y mujer, el matrimonio. Me recuerda un poco a “Revolutionary Road” (en todo caso menos grave) y al ejercicio de “American Beauty” (salvando las décadas y sin el elemento subversivo).
El hilo narrativo: Don Draper. Personaje complejo, por momentos desconcertante. Amoral e íntegro hedonista. Marido y amante honesto. “Mi vida va en una sola dirección: hacia adelante”.
Creando valores de la cultura de consumo que ahora termina. El escenario de la obra es Sterling & Cooper, Madison Avenide, publicistas. El rol de la mujer en el trabajo. La competitividad como forma de compañerismo. El éxito es la medida de todas las cosas.
La (a) amoral afectiva, ¿qué es el amor?: No me malinterpretéis, no estoy juzgando. Amantes, romances. Casi todo inmediato, líquido, a corto plazo. Cinismo y pasión. El matrimonio es una forma de ampliar el peso social. El amante es un eslabón más, un añadido, una carta marcada.
Se dan a la bebida: Casi todos y desde por la mañana. Múltiples combinados en situaciones variadas: en el trabajo, al llegar a casa, en la comida, en la cena, en cualquier celebración. Alcohol como suavizante de lo real.
El humo y la luz. El tabaco y sus pausas. Fumaban en paz, en la ignorancia de los efectos nocivos revelados en nuestros días. Fumaban con estilo.
Gran recurso: dos finales para elegir según estómagos y sensibilidades. Creo que el más plausible es el segundo. El que todos desearíamos, en un tiempo para el perdón y el amor, se nos muestra primero.
17 de diciembre de 2011
17 de diciembre de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la temporada le cuesta arrancar, los episodios se siguen sin muchos avances argumentales. El padre de Betty, enfermo, pronto va a morir en casa de los Draper. Betty embarazada dará a luz a Eugene, quien será el responsable de celos y envidias de Sally, la hija mayor.
En la agencia mandan los ingleses que la han comprado para reducir gastos y personal, hacerla rentable con el fin de venderla al mejor postor. Al final, serán Sterling, Cooper, Draper, Pryce, Peggy, Campbell los que se quedarán con la agencia de publicidad.
Don demuestra su saber hacer al mando del departamento creativo. Le sale una oportunidad única de trabajar para Hilton, el magnate de los hoteles -el abuelo de Paris Hilton, vamos-. Don se centra en hacer bien su tarea, aunque el magnate, muy caprichoso, no solo le despierta a cualquier hora del día y la noche, también le envía en viajes al extranjero. Todo esto, para criticarle delante de toda la agencia por no haber seguido sus instrucciones estrafalarias.
Betty, la mujer de Don, lleva meses y meses desencantada. Después de haber descubierto los líos extraconyugales del marido y haberle echado de casa, la reconciliación fue sinónimo de quedarse embarazada, pensando que tal solución sería el remedio a todos los males. El amor ha quedado atrás, la emoción se ha desvanecido. No quiere ser más la mujer florero que acompaña al marido a las cenas de empresa y demás recepciones para hacer ver que bonito matrimonio es el de ellos.
Don Draper es el fruto de su época -36 años en 1962, hoy tendría 85 años- en que el hombre no era exento de sensibilidad, frío en el trato con sus hijos. Su rol es el de cazador moderno, que sale de casa a cazar en el trabajo y vuelve con el dinero para dar de comer a sus retoños. No es mala persona. Es contradictorio, como todo hombre. Bebedor, fumador, leal, el humo y el alcohol le hacen viril, es buen profesional y engaña a su mujer sin remedio. Como casi todos los personajes de la serie.
Las mujeres de la serie tampoco se quedan atrás. Joana se liga a jóvenes y maduros antes de casarse con el doctor Bisturí; Peggy es libre como el viento; Betty se lo hacen con un desconocido en el cuarto de un bar.
En la agencia mandan los ingleses que la han comprado para reducir gastos y personal, hacerla rentable con el fin de venderla al mejor postor. Al final, serán Sterling, Cooper, Draper, Pryce, Peggy, Campbell los que se quedarán con la agencia de publicidad.
Don demuestra su saber hacer al mando del departamento creativo. Le sale una oportunidad única de trabajar para Hilton, el magnate de los hoteles -el abuelo de Paris Hilton, vamos-. Don se centra en hacer bien su tarea, aunque el magnate, muy caprichoso, no solo le despierta a cualquier hora del día y la noche, también le envía en viajes al extranjero. Todo esto, para criticarle delante de toda la agencia por no haber seguido sus instrucciones estrafalarias.
Betty, la mujer de Don, lleva meses y meses desencantada. Después de haber descubierto los líos extraconyugales del marido y haberle echado de casa, la reconciliación fue sinónimo de quedarse embarazada, pensando que tal solución sería el remedio a todos los males. El amor ha quedado atrás, la emoción se ha desvanecido. No quiere ser más la mujer florero que acompaña al marido a las cenas de empresa y demás recepciones para hacer ver que bonito matrimonio es el de ellos.
Don Draper es el fruto de su época -36 años en 1962, hoy tendría 85 años- en que el hombre no era exento de sensibilidad, frío en el trato con sus hijos. Su rol es el de cazador moderno, que sale de casa a cazar en el trabajo y vuelve con el dinero para dar de comer a sus retoños. No es mala persona. Es contradictorio, como todo hombre. Bebedor, fumador, leal, el humo y el alcohol le hacen viril, es buen profesional y engaña a su mujer sin remedio. Como casi todos los personajes de la serie.
Las mujeres de la serie tampoco se quedan atrás. Joana se liga a jóvenes y maduros antes de casarse con el doctor Bisturí; Peggy es libre como el viento; Betty se lo hacen con un desconocido en el cuarto de un bar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La temporada 3 avanza estancada en punto muerto para pasar a la velocidad superior a partir del episodio 10 donde se acelera la trama y mantiene las expectativas hasta el final.
Betty descubre el pasado oscuro del marido -la deserción de la guerra de Corea, el cambio de identidad, el divorcio de la 1a. mujer- que desconocía. De pronto Betty tiene el pretexto para soltarle toda la acritud que siente hacia él y pedir el divorcio. Don aguanta el chaparrón emocional como bien puede. Todo ha acabado entre ellos dos. Eso sí, lo hacen de manera muy civilizada, sin gritos, sin malos rollos. sin malos gestos. La procesión va por dentro.
Ahora les tocará rehacer sus vidas.
Betty tiene el amor a la vista en la persona de Henry, el político; mientras que Don ha tonteado con la maestra de sus hijos.
El último plano de la temporada es emblemático. La cámara enfoca Don sacando la maleta del taxi amarillo neoyorquino, la cámara sigue a Don da espaldas que dirige sus pasos hacia su nueva casa en Manhattan, hacia su nueva singladura, hacia la temporada 4.
Es solo telecine pero me gusta.
La realidad sería mucho más tozuda, más compleja. Yo personalmente pasé por un divorcio desgarrador que me dejó heridas que tardaron años en curar. Me habría encantado pasar por el divorcio como Don, sin problemas en el trabajo, sin la más mínima depresión, apenas divorciado ya tiene pareja.
Betty descubre el pasado oscuro del marido -la deserción de la guerra de Corea, el cambio de identidad, el divorcio de la 1a. mujer- que desconocía. De pronto Betty tiene el pretexto para soltarle toda la acritud que siente hacia él y pedir el divorcio. Don aguanta el chaparrón emocional como bien puede. Todo ha acabado entre ellos dos. Eso sí, lo hacen de manera muy civilizada, sin gritos, sin malos rollos. sin malos gestos. La procesión va por dentro.
Ahora les tocará rehacer sus vidas.
Betty tiene el amor a la vista en la persona de Henry, el político; mientras que Don ha tonteado con la maestra de sus hijos.
El último plano de la temporada es emblemático. La cámara enfoca Don sacando la maleta del taxi amarillo neoyorquino, la cámara sigue a Don da espaldas que dirige sus pasos hacia su nueva casa en Manhattan, hacia su nueva singladura, hacia la temporada 4.
Es solo telecine pero me gusta.
La realidad sería mucho más tozuda, más compleja. Yo personalmente pasé por un divorcio desgarrador que me dejó heridas que tardaron años en curar. Me habría encantado pasar por el divorcio como Don, sin problemas en el trabajo, sin la más mínima depresión, apenas divorciado ya tiene pareja.
13 de marzo de 2013
13 de marzo de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una gran serie. En mi opinión de lo mejor que he visto, por lo menos hasta la tercera temporada que es lo que he visto.
Tenía muy pocas expectativas porque el tema no me llamaba demasiado la atención, pero me decidí a verla, y desde luego, un acierto.
He leído que abusa de machismo y del uso del tabaco. Es verdad hay bastante machismo en la serie, pero...¿no lo había en la época? ¿no se abusaba del tabaco? creo que no se puede criticar un intento de contextualización.
Los personajes parecen bastante definidos, y todos tienen "taras" bastante grandes, nadie se salva, desde el carísmatico Donald Draper, el al principio repelente Campbell o el esfuerzo de Peggy Olson.
No sé si en algún momento la serie se perderá, dejando en el tintero las historias creíbles que hacen de esta, una gran serie. Pero por ahora es, de lo mejor que se puede ser. Se habla bastante de sexo, pero sin caer en lo vulgar, no recurre ni como gancho ni como crítica a escenas de mal gusto, es una serie con clase, y de las buenas.
Una serie que para mi, ya es de las series clásicas, y sobre todo, muy rica en detalles de los que si estas atento, disfrutarás el doble.
Totalmente recomendable, casi diría obligada.
Tenía muy pocas expectativas porque el tema no me llamaba demasiado la atención, pero me decidí a verla, y desde luego, un acierto.
He leído que abusa de machismo y del uso del tabaco. Es verdad hay bastante machismo en la serie, pero...¿no lo había en la época? ¿no se abusaba del tabaco? creo que no se puede criticar un intento de contextualización.
Los personajes parecen bastante definidos, y todos tienen "taras" bastante grandes, nadie se salva, desde el carísmatico Donald Draper, el al principio repelente Campbell o el esfuerzo de Peggy Olson.
No sé si en algún momento la serie se perderá, dejando en el tintero las historias creíbles que hacen de esta, una gran serie. Pero por ahora es, de lo mejor que se puede ser. Se habla bastante de sexo, pero sin caer en lo vulgar, no recurre ni como gancho ni como crítica a escenas de mal gusto, es una serie con clase, y de las buenas.
Una serie que para mi, ya es de las series clásicas, y sobre todo, muy rica en detalles de los que si estas atento, disfrutarás el doble.
Totalmente recomendable, casi diría obligada.
11 de junio de 2015
11 de junio de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando comenzó a emitirse Mad Men en el año 2007, yo estudiaba diseño publicitario, y esto junto a que el creador de la serie es Matthew Weiner, escritor de las últimas temporadas de Los Soprano (una de mis series fetiche), me animaron a verla.
Ese oscuro mundo de la publicidad, en la sociedad americana de los años 60, nos presenta a uno de los personajes más atrayentes de la televisión, un no menos oscuro Don Draper, interpretado por John Hamm, quien probablemente será recordado siempre por este papel. Este elegante, arrogante y algo cínico protagonista que al igual que el mundo en el que se mueve hace de la apariencia el vehículo perfecto para vender (y venderse). Todo ello entre whisky, ginebra y cigarrillos, muchos cigarrillos, en la agencia de publicidad donde da rienda suelta a su creatividad.
El ego bajo la mirada de un hombre triunfador que, como todo buen sueño americano, se ve envuelto en un papel dorado que cubre la realidad, esa que está tan viciada y sucia que tantas veces nos negamos a ver. Una serie llena de matices, detalles con los que se construye una historia que gira en torno a la figura del misterioso Don Draper y, sin embargo, todos serán, o querrán ser ese centro.
Como aquella sociedad machista de los ’60, es un mundo hecho para hombres, también en apariencia, donde la mujer florero y el retrato de la familia con perrito están a la orden del día. Pero tras un “gran” hombre siempre hay una gran mujer, o varias. El ego del (super)hombre les deja ciegos ante la aparente debilidad del sexo opuesto. Así la serie se convierte a su vez en una auténtica batalla de sexos en un mundo codicioso donde lo único que importa es ser el primero, donde el cordero más inofensivo se convierte en lobo, muy a su pesar, como Peggy Olson (Elisabeth Moss, vista en Inocencia interrumpida (1999)), uno de los personajes mejor construidos para televisión.
Una serie donde todos los personajes están cuidados al milímetro, con un reparto de actores desconocidos para la gran pantalla y que parecen haber nacido para aparecer en la serie. Desde la clásica mujer florero, Betty (January Jones, Los tres entierros de Melquíades Estrada (2005)). La astuta belleza que sabe y demuestra que puede entrar en un mundo de hombres, Joan Holloway (Christina Hendricks, Drive (2011)). El hombre que sólo ve dinero, mujeres y ginebra, Roger Sterling (John Slattery). La ambiciosa y algo trepa Megan (Jessica Paré). Y un larguísimo etcétera de personajes, donde hasta el más secundario tiene algo especial.
Una serie compleja, que no engaña ni decae en ninguna de sus siete temporadas. Mad Men no está hecha para engancharnos fácilmente y, sin embargo, tras su genial cabecera con la instrumental A Beautiful Mine de RJD2, es casi imposible no quedarse prendado, encender un cigarrillo y pedir un Old Fashioned.
Ese oscuro mundo de la publicidad, en la sociedad americana de los años 60, nos presenta a uno de los personajes más atrayentes de la televisión, un no menos oscuro Don Draper, interpretado por John Hamm, quien probablemente será recordado siempre por este papel. Este elegante, arrogante y algo cínico protagonista que al igual que el mundo en el que se mueve hace de la apariencia el vehículo perfecto para vender (y venderse). Todo ello entre whisky, ginebra y cigarrillos, muchos cigarrillos, en la agencia de publicidad donde da rienda suelta a su creatividad.
El ego bajo la mirada de un hombre triunfador que, como todo buen sueño americano, se ve envuelto en un papel dorado que cubre la realidad, esa que está tan viciada y sucia que tantas veces nos negamos a ver. Una serie llena de matices, detalles con los que se construye una historia que gira en torno a la figura del misterioso Don Draper y, sin embargo, todos serán, o querrán ser ese centro.
Como aquella sociedad machista de los ’60, es un mundo hecho para hombres, también en apariencia, donde la mujer florero y el retrato de la familia con perrito están a la orden del día. Pero tras un “gran” hombre siempre hay una gran mujer, o varias. El ego del (super)hombre les deja ciegos ante la aparente debilidad del sexo opuesto. Así la serie se convierte a su vez en una auténtica batalla de sexos en un mundo codicioso donde lo único que importa es ser el primero, donde el cordero más inofensivo se convierte en lobo, muy a su pesar, como Peggy Olson (Elisabeth Moss, vista en Inocencia interrumpida (1999)), uno de los personajes mejor construidos para televisión.
Una serie donde todos los personajes están cuidados al milímetro, con un reparto de actores desconocidos para la gran pantalla y que parecen haber nacido para aparecer en la serie. Desde la clásica mujer florero, Betty (January Jones, Los tres entierros de Melquíades Estrada (2005)). La astuta belleza que sabe y demuestra que puede entrar en un mundo de hombres, Joan Holloway (Christina Hendricks, Drive (2011)). El hombre que sólo ve dinero, mujeres y ginebra, Roger Sterling (John Slattery). La ambiciosa y algo trepa Megan (Jessica Paré). Y un larguísimo etcétera de personajes, donde hasta el más secundario tiene algo especial.
Una serie compleja, que no engaña ni decae en ninguna de sus siete temporadas. Mad Men no está hecha para engancharnos fácilmente y, sin embargo, tras su genial cabecera con la instrumental A Beautiful Mine de RJD2, es casi imposible no quedarse prendado, encender un cigarrillo y pedir un Old Fashioned.
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