Haz click aquí para copiar la URL

Umberto D.

Drama Umberto Domenico Ferrari es un jubilado que intenta sobrevivir con su miserable pensión. Sumido en la pobreza, vive en una pensión, cuya dueña lo maltrata porque no consigue reunir el dinero necesario para pagar el alquiler de su habitación. Los únicos amigos que tiene en este mundo son una joven criada y sobre todo su perro Flike. (FILMAFFINITY)
<< 1 10 11 12 13 14 >>
Críticas 68
Críticas ordenadas por utilidad
18 de diciembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Umberto D” es el último eslabón de la tríada de películas neorrealistas de Vittorio De Sica (Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán y Umberto D). Comienza con la presentación de una casuística general: protestas de los jubilados a tenor de sus bajas pensiones y su dificultad para llegar a fin de mes tras tantos años trabajados. Bajo esta premisa, el director italiano ahonda en la situación de uno de ellos: Umberto D. Pensionista, antes ingeniero, tiene que malvivir en una pequeña habitación de condiciones deplorables. La soledad es su comida diaria. Cómo sobrevive ante tal tesitura comprende la trama de toda la película.

En un desarrollo lento pero adecuado, César Zavattini cocina un buen guión, gracias a unos diálogos que acompañan de modo preciso el film. Los personajes están muy bien dibujados, mención especial para la sirvienta de la pensión. La elección en el casting de Maria Pia Casilio me parece formidable. Sus facciones se acoplan perfectamente a las características de su personaje principal, ignorante y noble a partes iguales. Como en abundantes películas neorrealistas, los protagonistas, María Pia Casilio y Carlo Battisti, no son actores profesionales. En el caso del segundo, de hecho, no volvió a actuar más en ninguna película posterior. Ambos realizan muy bien su papel.

La dirección de Vittorio De Sica es extraordinaria. Su elección de los planos es acertadísima con la idea principal que quiere presentar. Un trabajo de altura, que pocos directores han repetido.

La película gira en torno a varias ideas: cómo conservar el honor y la dignidad en las condiciones más denigrantes posibles, el valor transformador de la amistad o la importancia de la cultura para que no te manejen.


Un film abridor de conciencias; un cine de alto compromiso social. La denuncia a la situación de los jubilados era y es necesaria. Una película importante para la época y que tiene una vigencia total aún en la actualidad.

NOTA: 7,5
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
JavierArenales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
29 de abril de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda película que veo del reconocido maestro italiano Vittorio De Sica y segunda gran nota que se lleva, con una reflexión fulminante que se aplica a los tiempos que corremos. Obra imperecedera del neorrealismo italiano en la que De Sica emplea todo su genio sacando al actor Carlo Battisti, dando vida a Umberto Domenico Ferrari, a la calle para exponer la precaria situación de los jubilados cuyas pensiones no son dignas para una vida normal, representando sus crudas realidades a través del antes funcionario Umberto, cuya estancia en una pensión es perturbada por la propietaria al no tener forma humana de realizar los pagos necesarios para mantener su vivienda. A raíz de ello, Umberto es obligado a vivir una aventura acompañado de su queridísimo perro, un ratonero de mirada inteligente, Flike, y una amiga que conocerá gracias a dichas circunstancias, una criada llamada María. Para entender esta película hay que comprender la corriente cinematográfica a la que pertenece, ya que cumple con todos los requisitos de una manera tan elegante como melancólica, reuniendo con absoluta genialidad el estilo propio de la época que rompió con la ola del nuevo cine que irrumpía en Italia sobre la misma época. A raíz de Umberto, se retrata una Italia triste, con más negros que blancos, hambrienta y, generalmente, ambientada en período de posguerra, aspectos que recuerdan salvando las distancias al cine de Luis García Berlanga. La técnica empleada en esta película resulta lo más significativo del movimiento, ya que rueda todo a pie de calle apoyándose en una realidad lo más objetiva posible, cosa empleada también por el cineasta francés Robert Bresson en Pickpocket en 1959, grabada casi a modo de documental sin, obviamente, llegar a serlo. El mensaje principal que contiene Umberto D. y que ha querido transmitir De Sica es, principalmente, una denuncia social contra la precariedad y lo vulnerables que permanecieron sus congéneres al no ser asistidos por los derechos que por ley les pertenecía, entre ellos, una vivienda dignna que no podían conseguir por la baja retibución que adquirían de sus pensiones, absteniéndose de finales felices propios del cine americano y, aludiendo directamente a la conciencia social. La técnica cinematográfica se apoya en el uso de escenarios naturales, sin artificios, como calles o plazas donde la naturalidad se despide por los poros y que es auxiliada por el empleo de tomas más largas para otorgar una continuidad verosímil a la narración, reduciendo en gran cantidad el número de cortes. El peso de toda la película reside principalmente en un brillante guión con diálogos más mundanos que no por ello dejan de albergar los sentimientos vitales para que el mensaje consiga trascender puro al espectador, donde se da una importancia a la figura del hombre (en este caso, Umberto) que se extrapola al resto de las personas situándolo por encima de los bienes materiales, idea proveniente directamente del cristianismo. A nivel interpretativo es una gozada, llevándose Carlo Battisti todo el peso de la película mostrando un gran registro de emociones en su periplo por las calles de Roma y su acercamiento a las desgracias ajenas y personales, y, teniendo un elenco muy reducido, De Sica no necesita más para mostrar la desesperación de un hombre ante las circunstancias que lo inundan. De cierto modo, también se denuncia el trato dado a los perros empleando a Flike como un elemento de bondad y esperanza en el móvil del protagonista,estando los animales muy presentes y aportando interpretaciones de carácter metafórico que ayuda a elevar la profundidad de la trama y sus personajes sobretodo en el primer arco argumental, como es la presencia de hormigas y gatos. La fotografía de G. R. Aldo se compenetra a la perfección con la música de Alessandro Cicognini y que resultan imprescindibles para ahondar en la situación de posguerra y de las calles romanas, acompañando al protagonista durante toda la travesía en alma, moral y sentimiento. El metraje no da la posibilidad de entablar una relación más cercana entre los personajes que encuentra Umberto a lo largo de su odisea personal y el espectador, algo que genera un encanto curioso y, a su vez, un vacío por no saber más acerca de aquellas figuras, por qué están ahí o cuáles son sus intereses y preocupaciones, siendo la interacción con Umberto lo único que nos da indicios de su presente, no así de su futuro o pasado. Los planos generales, muchos empleando semipicados, son muy relevantes por la gran cantidad de elementos que muestra de la escenografía, así como los planos secuencia que siguen al protagonista y abarcando mediante el encuadre otros tantos elementos de suma importancia para el entendimiento de aquello que lo rodea, usando planos subjetivos para enfocar la atención del espectador en un punto concreto que sí o sí se debe apreciar. En resumidas cuentas, es una genialidad de película y una muestra irrefutable del neorrealismo italiano, aunque el último tramo no me ha gustado mucho, odiando el desenlace. 'Cuando trabajaba, estaba desesperado por retirarme. Hoy estoy desesperado por tener un trabajo.' (8.5).
Tiggy
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
25 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vittorio De Sica volvió a mostrar las miserias de la mal llamada a veces sociedad civilizada como ya hizo antes de esta 'Umberto D.' con 'Ladrón de bicicletas' o 'El limpiabotas', esta vez mediante un señor de edad avanzada y su perro.

Una de las cosas buenas que tiene el realizador italiano es que no se deja nada en el tintero, si hay que mostrar lo más crudo lo hace, sin efectismos ni juegos para disimular las situaciones. Esta es una de los mejores ejemplos, pues el protagonista, Umberto Domenico Ferrari, es una víctima más de las bajas pensiones que reciben los trabajadores jubilidados en Italia y se las ve y se las desea para sobrevivir ya no solo mes a mes, sino día a día, y a veces ni eso.

Al pobre señor Ferrari le pasa de todo y se quiere dejar con sus desvivencias lo poco empática de la sociedad y lo poco dispuesta que se está (según que personas, claro) a tratar bien a la gente y no como un felpudo atentando contra su nobleza; durante el metraje se puede ver sobre todo en el personaje de la dueña de la pensión quien es poco menos que una tirana y el pobre solo tiene momentos de cierta paz con la trabajadora de la pensión Maria y su perro.

Como película es sencilla, si bien tiene momentos de buena factura técnica, y eso (además de que a veces puede quedar demasiado dramático, no siendo apto para personas muy sensibles) puede jugar en su contra; pero lo que realmente cuenta más que sus méritos técnicos o artísticos, que en este apartado los tiene destacando a Carlo Battisti como el propio Ferrari, a Maria Pia Casilio como Maria y al perro Flike que aporta el toque de comedia necesario para no empalagar al público de drama, es el mensaje que quiere transmitir, la lucha diaria por la dignidad.
Michael Myers
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
16 de febrero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo el film es una obra magistral, pero hay una escena central, hacia la hora de metraje, que posiblemente sería la que escogería como ejemplo de lo que es una escena imposible de plasmar en ningún otro medio artístico. Y es posiblemente también una de las escenas que más huella han dejado en mi memoria.

Con las columnas clásicas al fondo, el momento en que Umberto se debate entre atravesar un límite o no atravesarlo. Al final de la película será otro límite el que, gracias a Flike, no traspasará. Y hay tanto en tan poco tiempo...

Umberto se frota la frente, angustiado. Ensaya el gesto de extender la mano hacia arriba. Parece que algo le impide pasar esa barrera. Cuando se decide genera la reacción del transeunte que pasa cerca de él, pero en los pocos segundos en que éste se gira y busca su cartera, Umberto se avergüenza y a la vez inventa, con un giro maravilloso, una excusa para convertir su mano necesitada en una mano solamente útil. Una mano hacia abajo para notar si empieza o no a lloviznar. El transeunte entonces duda y se aleja.

Umberto intenta entonces delegar en su perro Flike el gesto de pedir limosna. Y entonces no se trata de manos, pues por más que quisiera, el perro no las tiene. Coloca su sombrero, como quien coloca algo que no es suyo pero sí lo es. Como quien coloca su desesperación aunque no mereciera tener que hacerlo.

Volviendo al gesto, ese cambio de la palma hacia arriba y la palma hacia abajo, se funden con una mirada al cielo que es toda una esencia de la tragicomedia de las personas honradas abandonadas a la pobreza. Como si hubieran de caer más gotas, pero más de sudor de todo lo trabajado en vida.

De Sica consigue sacarle a ese gesto lo esencial del límite que supone: es triste de pedir pero aun más triste es tener que hacerlo. Todo ahí, en un solo gesto y sin más premio que poder revertirlo en el último momento. Sencillamente genial, genialmente sencillo.
Ugrafiator
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguien marcha las calles de la ciudad. La celebérrima obra maestra de De Sica, UMBERTO D., comienza con un generoso grupo de pensionistas (se cuentan por centenas, quizá) que se han echado a las calles para protestar y exigir un aumento de un 20% en sus pensiones. Son, claro está, jubilados que llevan toda una vida trabajando y que esperan pasar sus últimos años en paz, cobrando una pensión digna con la que poder mantenerse. Tras explicarles que necesitan permiso para sublevarse —reitero que es para conseguir algo que les debería ser garantizado por el Estado: una vida digna—, la masa se dispersa y nos quedamos acompañando a Umberto Domenico Ferrari, la particularización de la susodicha.

Umberto es un hombre que ha trabajado treinta años como funcionario del Estado. Vive con su ratero mil leches Flike en una pequeña habitación alquilada cuyo pago ya no puede permitirse. La casera le exige 15000 liras pagadas de una, nada de plazos. La pensión, a Umberto, no le llega. Esta premisa supone el inicio de un periplo en el que el objeto de búsqueda inicial es la vida misma, algo que a esas alturas debería reposar sobre bases firmemente constituidas, pero que por las circunstancias socioeconómicas de una Italia que todavía permanece a las puertas de un milagro económico que no se produciría hasta la década siguiente, la existencia de alguien que ha servido al pueblo italiano durante casi media vida queda pendiente de un hilo.

UMBERTO D. es una película neorrealista. Quizá, incluso, la podamos considerar su cúspide. Es algo que nos deja claro a través de esas primeras representaciones de la turba indomable que conquista las calles con un fin de protesta. Sin embargo, se nos irá planteando de forma más prístina y exhaustiva a medida que entra de lleno en las cuestiones sociopolíticas y económicas que tiene que afrontar el protagonista. Plantea una representación de la pobreza que poco tiempo tiene para embellecimientos y caprichos románticos. Al fin y al cabo, para un pobre vivir con dignidad implica de forma innegable un desposeerse constante. Un desposeerse que, curiosamente, construye un discurso de lo indigno a su alrededor. Pierde el respeto del gobierno y de sus conciudadanos, termina vendiendo aquellos recuerdos familiares que le son más preciados por unas pocas liras que puedan permitirle pagar el alquiler. Para más inri, tiene que moverse entre malas caras, gestos groseros y demás antipatías. Todo con tal de poder vivir un mes más bajo el techo de esa dirigida y visitada por una infame casta de clasistas "aporofobos". Todo con tal de subsistir.

El elenco es de una calidad exquisita. Todos interpretan su papel con mucho encanto, especialmente esa Maria Pia Casilio, en el papel de Maria, la criada embarazada de tres meses que no le queda mucho para que le den la patada. Sin embargo, el que se lleva la palma es ese Carlo Battisti, actuando en la única película en la que actuaría durante su vida. Le aporta muchísima gravedad a su personaje, ayudado por supuesto por la cánida figura de Flike, pero también trae humor a la cinta. Un humor que, como no podría ser de otra manera dadas las coordenadas en las que se mueve la película, se construye sobre una base de patetismo notable. Battisti interpreta magistralmente la dualidad de un hombre que ha vivido toda la vida en un estamento, digamos, respetable, pero que debe verse obligado, injusticia mediante, a patrullar las calles en busca de un alma caritativa que le preste dinero, pedir limosna o, incluso, plantear si su vida ha tocado fondo y ya no merece la pena luchar por ella. Hay momentos de un realismo desolador. En una determinada escena, Maria le pregunta a Umberto de qué está cansado. Umberto, tras pensárselo —o, quizá, hacer acopio de unas fuerzas que cada vez le cuesta más reunir— sentencia: "Un poco de todo". Una forma excelente de representar un desamparo que llega, y no debería, a una vida que poco recorrido le queda. Es uno de esos papeles que no se olvidan.

Técnicamente, la película juega igualmente en las más altas ligas. La cinematografía es soberbia. Más allá del accidente feliz de un blanco y negro que le añade peso a la orgánica depresión de la Italia de la época, los planos que colocan a Umberto en contra de un mundo que conoce como la palma de su mano, pero que cada vez le resulta más extraño, participan activamente en la configuración del núcleo emocional de la película. Lo mismo se podría decir de una banda sonora que no aparece como elemento enfático del dramatismo, sino más bien como acompañamiento. Se apareja con las miradas tristes, las rumiaciones nocturnas, las lágrimas caídas. Maria levantándose terriblemente pronto para preparar café con los ojos llorosos. Es casi como si estuviera llevando a cabo un monólogo físico, no-oral, puramente interpretativo. Y de fondo, la sutileza de unos instrumentos que derrochan melancolía.

Creo que es normal que haya entrado en UMBERTO D. de forma tan eminentemente orgánica. Ya no es solo que trate algunos temas que, naturalmente, te tocan el alma. Durante toda la película, no podía dejar de sorprenderme por la maravillosa actuación que estaba haciendo Flike. Sí, el perro. También es que UMBERTO D. venía con el sello de calidad que acompaña a De Sica, de quien solo había visto BICYCLE THIEVES, pero que resultó lo suficientemente impactante como para saber que en esta obra maestra habría algo, mucho que celebrar. Las expectativas han venido con recompensa: UMBERTO D. clava su puñal más hondo de lo que me imaginaba.
Innisfree
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 10 11 12 13 14 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow