Umberto D.
Drama
Umberto Domenico Ferrari es un jubilado que intenta sobrevivir con su miserable pensión. Sumido en la pobreza, vive en una pensión, cuya dueña lo maltrata porque no consigue reunir el dinero necesario para pagar el alquiler de su habitación. Los únicos amigos que tiene en este mundo son una joven criada y sobre todo su perro Flike. (FILMAFFINITY)
4 de julio de 2010
4 de julio de 2010
97 de 108 usuarios han encontrado esta crítica útil
Umberto D. es un retrato inolvidable de la dignidad. Captura el flujo de las horas. Nos muestra que existir consiste en una serie de sucesos no dramáticos. Encuentra poesía en cada escena. Elude las elipsis. Emociona fragmentando lo sencillo: rutinas, quehaceres cotidianos. No es perfecta (alguna línea de diálogo parece recitada en exclusiva para el espectador, algún encuentro se percibe muy medido). Como la vida vista desde el fin, cada pieza encaja/desafina en su lugar, formando un cuadro de amargura.
Umberto D. se apoya en cierto patetismo: la sociedad humilla al pobre a base de pequeñas y frecuentes dentelladas. Miríadas de insectos diminutos se afanan tristemente en construir el nido de la soledad. El hombre aquí no es ni siquiera un lobo para el hombre.
La cámara, en un contrapicado suave, sigue a Umberto. Una bombilla cuelga en medio de la habitación. El cable es fino y tenue como un hilo. Oímos el trajín y vemos los reflejos.
Umberto mira afuera. Se pasa de la luz de una existencia en ruinas a la oscuridad que reina al otro lado.
Cruza el tranvía iluminado por una farola.
Umberto abre la ventana.
La cámara, con un temblor ligero y expresivo, encuadra el rostro del anciano.
Un zoom severo, aterrador, dibuja un pensamiento.
Umberto D. se apoya en cierto patetismo: la sociedad humilla al pobre a base de pequeñas y frecuentes dentelladas. Miríadas de insectos diminutos se afanan tristemente en construir el nido de la soledad. El hombre aquí no es ni siquiera un lobo para el hombre.
La cámara, en un contrapicado suave, sigue a Umberto. Una bombilla cuelga en medio de la habitación. El cable es fino y tenue como un hilo. Oímos el trajín y vemos los reflejos.
Umberto mira afuera. Se pasa de la luz de una existencia en ruinas a la oscuridad que reina al otro lado.
Cruza el tranvía iluminado por una farola.
Umberto abre la ventana.
La cámara, con un temblor ligero y expresivo, encuadra el rostro del anciano.
Un zoom severo, aterrador, dibuja un pensamiento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El brillo de los ojos. Un giro de cabeza. De arriba abajo, el plano encuentra al perro. Sin despertar siquiera, el animal lo aparta del suicidio.
A la mañana siguiente, Umberto observará desde el tranvía a la criada. La misma farola, el mismo miedo. Y la mirada limpia de su Flike.
[A Quim y Maxi]
A la mañana siguiente, Umberto observará desde el tranvía a la criada. La misma farola, el mismo miedo. Y la mirada limpia de su Flike.
[A Quim y Maxi]
25 de diciembre de 2011
25 de diciembre de 2011
58 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercer título de la trilogía neorrealista (junto con “Ladrón de bicicletas” y “Milagro en Milán”) del actor, productor y realizador italiano Vittorio De Sica (1902-1974) y del guionista Cesare Zavattini. El guión, original de Zavattini y De Sica, se inspira en la figura del padre de éste, al que se dedica el film. Se rueda en las calles del centro de Roma (el Panteón y alrededores) y en los platós de Cinecittà Studios (Roma) a finales de 1951. Obtiene una nominación a los Oscar (guión original). Producido por Giuseppe Amato para Rizzoli Film, Produzione Films Vittorio De Sica y Amato Film, se estrena el 21-I-1952 (Italia).
La acción dramática tiene lugar en Roma a lo largo del otoño de 1951, cuando el país todavía no se ha recuperado plenamente de las secuelas de la IIGM. Humberto Domenico Ferrari (Battisti) es un funcionario del Estado jubilado, de 70 años, sin familia y sin amigos, al que la pensión no le alcanza para cubrir las necesidades básicas propias y las de su mascota, el perro Flag o Flakie, la única compañía que tiene. Umberto es un anciano saludable, lúcido, autónomo, comprensivo, tolerante y detallista, que se enfrenta a las estrecheces de su condición de pensionista con resignación y sin protestas. Dispone de una habitación (con hormigas, humedades, rotos y manchas) que desde hace más de 20 años tiene alquilada en la vivienda particular de la presuntuosa y egoísta Antonia Belloni (Gennari). Sus antiguos amigos y compañeros le rehuyen y la casera le trata con dureza y desconsideración. La sirvienta María (Casilio), soltera y embarazada, espera que la despidan cuando la Sra. Belloni, aficionada al “bel canto” y a alquilar por horas habitaciones a parejas furtivas, se entere del embarazo.
El film compone un entrañable y conmovedor retrato de los problemas con los que se enfrenta un jubilado a causa de la insuficiencia de la pensión, las desatenciones que recibe de sus antiguos compañeros y amigos y la desconsideración con la que es tratado por parte de las personas de las que depende (la casera). La historia es sencilla, simple, pequeña y profundamente triste. Pone de manifiesto la trágica realidad de las condiciones de vida a las que se ve abocado un servidor público tras 50 años de trabajo.
La jubilación supone para el pensionista una importantísima reducción de los ingresos, la pérdida del prestigio social, el enfriamiento de las relaciones de amistad y camaradería, la soledad, la reducción de la capacidad de gestión de los asuntos propios dependientes de terceras personas (venta del reloj, venta de libros…) y el olvido, como expresivamente indica el título del film. Nadie le echa una mano, nadie le facilita la ayuda que necesita, nadie le dedica tiempo, afecto y consideración. Muchos no le recuerdan y solo cuenta con la cortesía fría, hueca, hiriente y convencional de algunos. El personaje se ve inmerso en una situación angustiosa de soledad y desamparo que hiela el alma.
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La acción dramática tiene lugar en Roma a lo largo del otoño de 1951, cuando el país todavía no se ha recuperado plenamente de las secuelas de la IIGM. Humberto Domenico Ferrari (Battisti) es un funcionario del Estado jubilado, de 70 años, sin familia y sin amigos, al que la pensión no le alcanza para cubrir las necesidades básicas propias y las de su mascota, el perro Flag o Flakie, la única compañía que tiene. Umberto es un anciano saludable, lúcido, autónomo, comprensivo, tolerante y detallista, que se enfrenta a las estrecheces de su condición de pensionista con resignación y sin protestas. Dispone de una habitación (con hormigas, humedades, rotos y manchas) que desde hace más de 20 años tiene alquilada en la vivienda particular de la presuntuosa y egoísta Antonia Belloni (Gennari). Sus antiguos amigos y compañeros le rehuyen y la casera le trata con dureza y desconsideración. La sirvienta María (Casilio), soltera y embarazada, espera que la despidan cuando la Sra. Belloni, aficionada al “bel canto” y a alquilar por horas habitaciones a parejas furtivas, se entere del embarazo.
El film compone un entrañable y conmovedor retrato de los problemas con los que se enfrenta un jubilado a causa de la insuficiencia de la pensión, las desatenciones que recibe de sus antiguos compañeros y amigos y la desconsideración con la que es tratado por parte de las personas de las que depende (la casera). La historia es sencilla, simple, pequeña y profundamente triste. Pone de manifiesto la trágica realidad de las condiciones de vida a las que se ve abocado un servidor público tras 50 años de trabajo.
La jubilación supone para el pensionista una importantísima reducción de los ingresos, la pérdida del prestigio social, el enfriamiento de las relaciones de amistad y camaradería, la soledad, la reducción de la capacidad de gestión de los asuntos propios dependientes de terceras personas (venta del reloj, venta de libros…) y el olvido, como expresivamente indica el título del film. Nadie le echa una mano, nadie le facilita la ayuda que necesita, nadie le dedica tiempo, afecto y consideración. Muchos no le recuerdan y solo cuenta con la cortesía fría, hueca, hiriente y convencional de algunos. El personaje se ve inmerso en una situación angustiosa de soledad y desamparo que hiela el alma.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
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La sinceridad del guión y la naturalidad de las situaciones que muestra hacen que la película emocione y conmueva. No recurre a sentimentalismos ni a artificios dramáticos. Con la ayuda de un elenco de actores y actrices mayoritariamente no profesionales (entre ellos Carlo Battisti y Maria Pia Casilio) y con tomas directas en las calles de la ciudad, consigue construir un relato cautivador que respira realismo, verismo y autenticidad. La improbable manifestación de protesta por las calles de Roma de un grupo numeroso de pensionistas sirve para elevar la anécdota singular de Umberto a la categoría de un lacerante e injusto problema social. Por lo demás, el tema que se trata es atemporal en la medida que se plantea en los primeros años de la posguerra y se repite en la actualidad en términos muy similares tras 60 años de bienestar y prosperidad.
La cinta pretende informar y mostrar con objetividad y profundidad una realidad que tiende a pasar desapercibida porque afecta a un colectivo con escasa visibilidad y con mermada capacidad reivindicativa y negociadora. Destaca la lucha del protagonista por mantener frente a las dificultades, la autoestima, el sentido de la dignidad y, sobre todo, la coherencia con el afecto que siente por su mascota y la lealtad al afecto de ésta.
La banda sonora, de Alessandro Cicognini (“Pan, amor y fantasía”, Comencini, 1953), ofrece cortes que suenan como lamentos prolongados o sollozos contenidos. La fotografía, de Aldo Graziati (“Milagro en Milán”, 1951), en B/N, es sobria, austera y realista. Focaliza la atención en el análisis de un tema humano que ocupa el centro de atención. La película, sencilla, realista y conmovedora, expone una realidad dura, cruel, perturbadora y atemporal, con la fuerza de la sinceridad. Es uno de los films culminantes de De Sica.
La sinceridad del guión y la naturalidad de las situaciones que muestra hacen que la película emocione y conmueva. No recurre a sentimentalismos ni a artificios dramáticos. Con la ayuda de un elenco de actores y actrices mayoritariamente no profesionales (entre ellos Carlo Battisti y Maria Pia Casilio) y con tomas directas en las calles de la ciudad, consigue construir un relato cautivador que respira realismo, verismo y autenticidad. La improbable manifestación de protesta por las calles de Roma de un grupo numeroso de pensionistas sirve para elevar la anécdota singular de Umberto a la categoría de un lacerante e injusto problema social. Por lo demás, el tema que se trata es atemporal en la medida que se plantea en los primeros años de la posguerra y se repite en la actualidad en términos muy similares tras 60 años de bienestar y prosperidad.
La cinta pretende informar y mostrar con objetividad y profundidad una realidad que tiende a pasar desapercibida porque afecta a un colectivo con escasa visibilidad y con mermada capacidad reivindicativa y negociadora. Destaca la lucha del protagonista por mantener frente a las dificultades, la autoestima, el sentido de la dignidad y, sobre todo, la coherencia con el afecto que siente por su mascota y la lealtad al afecto de ésta.
La banda sonora, de Alessandro Cicognini (“Pan, amor y fantasía”, Comencini, 1953), ofrece cortes que suenan como lamentos prolongados o sollozos contenidos. La fotografía, de Aldo Graziati (“Milagro en Milán”, 1951), en B/N, es sobria, austera y realista. Focaliza la atención en el análisis de un tema humano que ocupa el centro de atención. La película, sencilla, realista y conmovedora, expone una realidad dura, cruel, perturbadora y atemporal, con la fuerza de la sinceridad. Es uno de los films culminantes de De Sica.
20 de enero de 2008
20 de enero de 2008
52 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película neorrealista tardía, dirigida por Vittorio de Sica, y con guión de Cesare Zavattini, primer espada y máximo teórico del "movimiento". De Sica fue, entre los neorrealistas originales, el más popular, tanto porque era un actor conocido, como por el éxito masivo de sus películas y por ser el director con planteamientos más accesibles, su neorrealismo siempre fue más suave, más agradable y más melodramático que el de Rossellini o Visconti, directores con mucha más personalidad y que respondían con más claridad al concepto de "autor".
"Umberto D." parece haber envejecido un poco, no tanto porque se la vea envejecida cinematográficamente, sino porque la situación social responde a un lugar y un momento concretos, lo que a priori le resta dentro de nuestra sociedad de clase media acomodada...pero en otras partes del mundo esto se da con frecuencia y nos gustaría pensar que en un país rico, como en definitiva es el nuestro, esto no puede ocurrir, pero hace poco leí un artículo sobre los ancianos que malviven prácticamente olvidados y sin medios en Barcelona, olvidados por todos y sin apenas recibir ayudas públicas (que tienen una capacidad de acción limitadas)... no lo queremos ver, no queremos pensar... pero Umberto quizás esté más cerca de lo que creemos.
"Umberto D." parece haber envejecido un poco, no tanto porque se la vea envejecida cinematográficamente, sino porque la situación social responde a un lugar y un momento concretos, lo que a priori le resta dentro de nuestra sociedad de clase media acomodada...pero en otras partes del mundo esto se da con frecuencia y nos gustaría pensar que en un país rico, como en definitiva es el nuestro, esto no puede ocurrir, pero hace poco leí un artículo sobre los ancianos que malviven prácticamente olvidados y sin medios en Barcelona, olvidados por todos y sin apenas recibir ayudas públicas (que tienen una capacidad de acción limitadas)... no lo queremos ver, no queremos pensar... pero Umberto quizás esté más cerca de lo que creemos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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El argumento de "Umberto D." es claro como el agua, un anciano vive en un cuartucho de una casa de huéspedes con su pequeño perro Flyke, su única familia. La dueña quiere deshacerse del viejo y amenaza con tirarle de patitas a la calle si no paga lo que debe. Umberto intenta conseguir el dinero, pero no puede. Una vez en la calle, sin dinero ni lugar donde dormir, solo le queda abandonar a su perro para dar finalizada su vida.
A Umberto no le queda nadie, solamente una chica joven le da algo de aprecio, pero ella tiene sus propios problemas y lo único que pueden hacer el uno por el otro es darse algo de compañía en una relación paterno-filial. Pero la soledad es omnipotente, Umberto es poco más que un fantasma que deambula por la calle con Flyke, el único que siempre esta a su lado.
La sociedad se plantea como algo deshumanizado, donde el egoísmo y la pobreza no deja escapatoria posible, provocando una gran sensación de impotencia, sobretodo en el momento en que Umberto intenta conseguir el dinero que necesita, siendo totalmente inútil, a pesar de que malvende sus pertenencias, pide dinero a conocidos y se humilla pidiendo limosna (primer momento de lucimiento del perro-actor), pero su orgullo le impide hacerlo, alcanzando el clímax de impotencia y deshumanización cuando es desposeído de su habitación.
Después de que le quiten la habitación, Umberto, en la calle, con poco dinero, sin apenas pertenencias, sólo... parece dispuesto a adelantar lo inevitable, pero antes tiene que "librarse" de su única compañía: Flyke. En ese momento nos descubrimos ante ese gran actor que resulta ser el perro, capaz de transmitir con una mirada más que algunos humanos, ¿Existe el Oscar canino? Normalmente odio las películas/series con perro, suelen ser estúpidas y tontorronas y la relación dueño (normalmente un niño) y animal suele ser vomitivo, "Umberto D." es una sorprendente y lúcida excepción.
Es cierto, el final es sensiblero y melodramático (ya os dije que De Sica no es Rossellini o Visconti) ¿Y qué? FUNCIONA. Si ves el final de "Umberto D." y no te emocionas tómate el pulso, estás muerto. Además el final no es precisamente esperanzador, todo sigue igual, sin dinero y sin un hogar al que ir. ¿Qué le ocurrirá a Umberto y a Flyke? No se sabe...
... pero les ocurrirá juntos.
A Umberto no le queda nadie, solamente una chica joven le da algo de aprecio, pero ella tiene sus propios problemas y lo único que pueden hacer el uno por el otro es darse algo de compañía en una relación paterno-filial. Pero la soledad es omnipotente, Umberto es poco más que un fantasma que deambula por la calle con Flyke, el único que siempre esta a su lado.
La sociedad se plantea como algo deshumanizado, donde el egoísmo y la pobreza no deja escapatoria posible, provocando una gran sensación de impotencia, sobretodo en el momento en que Umberto intenta conseguir el dinero que necesita, siendo totalmente inútil, a pesar de que malvende sus pertenencias, pide dinero a conocidos y se humilla pidiendo limosna (primer momento de lucimiento del perro-actor), pero su orgullo le impide hacerlo, alcanzando el clímax de impotencia y deshumanización cuando es desposeído de su habitación.
Después de que le quiten la habitación, Umberto, en la calle, con poco dinero, sin apenas pertenencias, sólo... parece dispuesto a adelantar lo inevitable, pero antes tiene que "librarse" de su única compañía: Flyke. En ese momento nos descubrimos ante ese gran actor que resulta ser el perro, capaz de transmitir con una mirada más que algunos humanos, ¿Existe el Oscar canino? Normalmente odio las películas/series con perro, suelen ser estúpidas y tontorronas y la relación dueño (normalmente un niño) y animal suele ser vomitivo, "Umberto D." es una sorprendente y lúcida excepción.
Es cierto, el final es sensiblero y melodramático (ya os dije que De Sica no es Rossellini o Visconti) ¿Y qué? FUNCIONA. Si ves el final de "Umberto D." y no te emocionas tómate el pulso, estás muerto. Además el final no es precisamente esperanzador, todo sigue igual, sin dinero y sin un hogar al que ir. ¿Qué le ocurrirá a Umberto y a Flyke? No se sabe...
... pero les ocurrirá juntos.
27 de enero de 2009
27 de enero de 2009
51 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay quien dice que el cine social es una patraña, una corriente que suele estar manipulada, una movimiento aburrido, cotidiano y sin interés. Otros afirman que el cine de acción es absurdo, jamás nos vemos representados, está lleno de clichés y poco importa la veracidad de lo que se cuenta. Los primeros manifiestan que el cine social no entretiene. Los segundos se quejan de que el cine de acción no emociona.
Si usted espectador es de los primeros no la vea.
Si usted espectador es de los segundos, véala. Pero aviso, quizá descubra que el cine social ya estaba invitado antes de Loach.
Quizá descubra que aún sabiendo que de Sica busca la lágrima, termina con emocionar.
Quizá descubra que no es necesario inventar las penas, simplemente sobra con mostrar.
Quizá descubra que no se necesiten diálogos ni lágrimas dentro del cine, solo basta con filmar.
Quizá descubra que no es necesario golpear al espectador hasta dejarlo seco de tanto llorar, conviene dejar que sea el espectador quien busque “su” final.
Quizá descubra que hace una semana no habla con sus padres.
Y ahora os dejo… tengo unas llamadas que realizar.
Si usted espectador es de los primeros no la vea.
Si usted espectador es de los segundos, véala. Pero aviso, quizá descubra que el cine social ya estaba invitado antes de Loach.
Quizá descubra que aún sabiendo que de Sica busca la lágrima, termina con emocionar.
Quizá descubra que no es necesario inventar las penas, simplemente sobra con mostrar.
Quizá descubra que no se necesiten diálogos ni lágrimas dentro del cine, solo basta con filmar.
Quizá descubra que no es necesario golpear al espectador hasta dejarlo seco de tanto llorar, conviene dejar que sea el espectador quien busque “su” final.
Quizá descubra que hace una semana no habla con sus padres.
Y ahora os dejo… tengo unas llamadas que realizar.
9 de diciembre de 2009
9 de diciembre de 2009
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
A muchos nos llega en la vida ese momento terrible en que sentimos que todas las puertas se han cerrado. Creemos que para nadie valemos, y los acreedores nos acosan o nos miran despectivamente cual si fuéramos deshonestos; pero, aunque ansiamos cancelar hasta el último peso, apenas nos alcanza para una escasa comida y para cubrir los costosos servicios públicos. Ahora fastidiamos a quienes nos han ayudado, y los demás parecen no enterarse de la dura crisis que padecemos. Los muchos esfuerzos que hacemos para conseguir un empleo digno no encuentran eco, pero, la familia piensa que somos negligentes y que deberíamos ponernos a hacer cualquier cosa. No les importa nuestra dignidad, la posición que hemos ganado, lo que hemos construido, las expectativas que tenemos… ¡y creen que es muy fácil tirarlo todo por la borda!
Entonces, nos sentimos carcomidos por dentro y comenzamos a creer que las oportunidades ya no están para nosotros; nos convencemos de que ya no valemos nada y hasta caemos en el necio error de compararnos con otros que, con menos esfuerzo (nos parece) nadan en la abundancia... y así, nos decepcionamos de la vida, nos sentimos olvidados por Dios y pensamos que, sencillamente, ya no hay lugar para nosotros en este mundo... y cuando ya estamos en este oscuro y tenebroso fondo, se vuelve muy fácil pensar en el hades, pues, es el único que, ahora, nos muestra un camino. Los más creyentes, comenzamos a desear que llegue a nosotros... pero, hay otras personas que se animan a buscarlo llevadas por la desesperación.
Filme neorrealista por excelencia, <<UMBERTO D.>> -escrito por Cesare Zavattini y dirigido con profunda sensibilidad por Vittorio de Sica- se ocupa de estas cosas que muchos hemos experimentado de diferentes maneras, ¡y cuan fácil nos resulta ponernos en los zapatos de ese anciano que, en tiempos de posguerra, padece el olvido del gobierno, y por su avanzada edad, ya pocas oportunidades le quedan en la vida! Sólo tiene ahora dos alicientes: María, la generosa chica empleada del hospicio del cual está a punto de ser echado por su retraso en los pagos; y Fly, su maravilloso y ejemplar perro, que habrá de convertirse para él en lo que no logró ningún ser humano. ¡Son tan significativas las mascotas en los momentos de crisis!
Carlo Batisti, un actor natural como el resto del reparto, nos conmueve hasta las lágrimas con ese sentir que le sale del alma y con esa dignidad que se niega a ceder aún en los momentos de mayor desolación. La historia es profundamente sencilla y a la vez inmensamente profunda, y cada plano contiene una descripción de la soledad, la tristeza, la indiferencia y el abandono, ante lo cual es imposible permanecer indiferente.
Este es un filme altamente recomendable para reyes, emperadores, presidentes, gobernadores, empresarios… y para todos aquellos que tienen en exceso, pues, es muy probable que alguno de ellos se sienta motivado a empaparse un poco más de realidad y quizás, desde entonces, comience a trabajar en pro de esa justicia social que, desde hace cientos de años, siguen esperando los olvidados de este, contra todo, bello mundo.
Este es el cine que se merece la gloria... pero, lastimosamente, es el que a muy pocos interesa.
Entonces, nos sentimos carcomidos por dentro y comenzamos a creer que las oportunidades ya no están para nosotros; nos convencemos de que ya no valemos nada y hasta caemos en el necio error de compararnos con otros que, con menos esfuerzo (nos parece) nadan en la abundancia... y así, nos decepcionamos de la vida, nos sentimos olvidados por Dios y pensamos que, sencillamente, ya no hay lugar para nosotros en este mundo... y cuando ya estamos en este oscuro y tenebroso fondo, se vuelve muy fácil pensar en el hades, pues, es el único que, ahora, nos muestra un camino. Los más creyentes, comenzamos a desear que llegue a nosotros... pero, hay otras personas que se animan a buscarlo llevadas por la desesperación.
Filme neorrealista por excelencia, <<UMBERTO D.>> -escrito por Cesare Zavattini y dirigido con profunda sensibilidad por Vittorio de Sica- se ocupa de estas cosas que muchos hemos experimentado de diferentes maneras, ¡y cuan fácil nos resulta ponernos en los zapatos de ese anciano que, en tiempos de posguerra, padece el olvido del gobierno, y por su avanzada edad, ya pocas oportunidades le quedan en la vida! Sólo tiene ahora dos alicientes: María, la generosa chica empleada del hospicio del cual está a punto de ser echado por su retraso en los pagos; y Fly, su maravilloso y ejemplar perro, que habrá de convertirse para él en lo que no logró ningún ser humano. ¡Son tan significativas las mascotas en los momentos de crisis!
Carlo Batisti, un actor natural como el resto del reparto, nos conmueve hasta las lágrimas con ese sentir que le sale del alma y con esa dignidad que se niega a ceder aún en los momentos de mayor desolación. La historia es profundamente sencilla y a la vez inmensamente profunda, y cada plano contiene una descripción de la soledad, la tristeza, la indiferencia y el abandono, ante lo cual es imposible permanecer indiferente.
Este es un filme altamente recomendable para reyes, emperadores, presidentes, gobernadores, empresarios… y para todos aquellos que tienen en exceso, pues, es muy probable que alguno de ellos se sienta motivado a empaparse un poco más de realidad y quizás, desde entonces, comience a trabajar en pro de esa justicia social que, desde hace cientos de años, siguen esperando los olvidados de este, contra todo, bello mundo.
Este es el cine que se merece la gloria... pero, lastimosamente, es el que a muy pocos interesa.
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