El hilo fantasma
2017 

6.8
17,745
Drama. Romance
En el Londres de la posguerra, en 1950, el famoso modisto Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) y su hermana Cyril (Lesley Manville) están a la cabeza de la moda británica, vistiendo a la realeza y a toda mujer elegante de la época. Un día, el soltero Reynolds conoce a Alma (Vicky Krieps), una dulce joven que pronto se convierte en su musa y amante. Y su vida, hasta entonces cuidadosamente controlada y planificada, se ve alterada por la ... [+]
19 de mayo de 2018
19 de mayo de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esperaba más de esta película por la gran cantidad de críticas positivas y entusiastas que recibió, aunque tenía cierto recelo porque he visto muchos films de Paul Thomas Anderson y a excepción de Pozos de ambición ninguna me ha gustado. Lamentablemente de las dos posturas prevaleció esta última, El hilo invisible me gusto poco y nada, y sigo sin poder ver en Anderson ese gran director que la gran mayoría asegura que es.
El hilo invisible nos presenta la vida de Reynolds Woodcook (Day-Lewis), un particular diseñador de moda de la alta sociedad y realeza londinense de los años 50. El protagonista se supone que pertenece a la raza de los artistas absolutos, cuya vida solo encuentra sentido a través de sus creaciones, en este caso las desarrolla a través de la ropa que inventa. Este hombre atildado y de gesto frío, introvertido hasta límites extremos, protegido por una hermana todopoderosa y controladora llamada Cyrill (Manville), cumple los sueños de reinas, aristócratas y millonarias inventando para ellas vestidos divinos; conocerá a Alma (Krieps), una mujer joven, suave, complaciente y que posee el don de acceder a su hermética intimidad y con la que establecerá una relación enigmática en lo sentimental y en lo profesional.
La historia realmente nunca me llego a enganchar, me resulto fría de principio a fin. Los sofisticados personajes y su retorcida relación me desinteresan de principio a fin, no logre en ningún momento empatizar con alguno de ellos. Lo que sí, es imposible despegar la mirada de ese actor extraordinario y siempre magnético llamado Daniel Day-Lewis en la que asegura ha sido su última interpretación.
El hilo invisible nos presenta la vida de Reynolds Woodcook (Day-Lewis), un particular diseñador de moda de la alta sociedad y realeza londinense de los años 50. El protagonista se supone que pertenece a la raza de los artistas absolutos, cuya vida solo encuentra sentido a través de sus creaciones, en este caso las desarrolla a través de la ropa que inventa. Este hombre atildado y de gesto frío, introvertido hasta límites extremos, protegido por una hermana todopoderosa y controladora llamada Cyrill (Manville), cumple los sueños de reinas, aristócratas y millonarias inventando para ellas vestidos divinos; conocerá a Alma (Krieps), una mujer joven, suave, complaciente y que posee el don de acceder a su hermética intimidad y con la que establecerá una relación enigmática en lo sentimental y en lo profesional.
La historia realmente nunca me llego a enganchar, me resulto fría de principio a fin. Los sofisticados personajes y su retorcida relación me desinteresan de principio a fin, no logre en ningún momento empatizar con alguno de ellos. Lo que sí, es imposible despegar la mirada de ese actor extraordinario y siempre magnético llamado Daniel Day-Lewis en la que asegura ha sido su última interpretación.
13 de junio de 2018
13 de junio de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy aburrida. Hasta el minuto 100 tuve que luchar para no dormirme. Buenas las interpretaciones de Danie Day Lewis y la actriz que interpretaba a su hermana. El vestuario magnífico. Decorados excelentes. La historia un aburrimiento, lenta, gris.
11 de marzo de 2018
11 de marzo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Thomas Anderson no es un director fácil. Sus personajes obsesivos, atormentados y prisioneros de si mismos hacen que sus películas tomen siempre un cariz serpenteante en las que la narración, a veces repetitiva, acaba teniendo giros impredecibles en función de la personalidad de estos personajes.
La psicología forma parte de la película tanto como el guión. El caso de Reynolds es un ejercicio de estudio mental, meticuloso, egocéntrico, caprichoso, pero a la vez vulnerable en busca de protección, refugiándose en su hermana y cerrado cualquier influencia exterior que le aparte de su obra.
La misma perfección y meticulosidad de Anderson a la hora de filmar, mostrando cada detalle en el proceso de la obra, desde que la clienta entra por la puerta, sube las escaleras, se toma las medidas, se confecciona el vestido, se hace la prueba y en algún caso, se asiste al acontecimiento en que se luce el vestido. Formalmente la película no tiene pega: desde la música, la fotografía, el estilismo, la dirección de cada escena, todo aporta al marco perfecto para el trabajo de los actores: Daniel Day Lewis perfecto en el papel y alejado de histrionismos, lleva el peso de las escenas cruciales en los que la brillantez de su interpretación es lo más destacable.
Lesley Manville es capaz de decir más con una mirada más que otros con tres párrafos de texto. Impagable como madre-hermana siempre dispuesta a poner el punto racional al caos emocional del hemano, a librarle de lo desagradable del negocio y a ponerle en su sitio cuando debe hacerlo.
Y, por último Vicky Krieps, cuyo personaje siempre secundario, pero que acaba emergiendo y encontrando su sitio por el camino más impredecible.
Todo el marco de talento cinematográfico se agranda con un guión en el que los diálogos brillan con luz propia y las miradas forman parte del mismo, dicen más, en ocasiones que lo que explicitan las palabras.
Una película, que como todas las grandes películas, va más allá del tiempo que pasas sentado en la butaca.
La psicología forma parte de la película tanto como el guión. El caso de Reynolds es un ejercicio de estudio mental, meticuloso, egocéntrico, caprichoso, pero a la vez vulnerable en busca de protección, refugiándose en su hermana y cerrado cualquier influencia exterior que le aparte de su obra.
La misma perfección y meticulosidad de Anderson a la hora de filmar, mostrando cada detalle en el proceso de la obra, desde que la clienta entra por la puerta, sube las escaleras, se toma las medidas, se confecciona el vestido, se hace la prueba y en algún caso, se asiste al acontecimiento en que se luce el vestido. Formalmente la película no tiene pega: desde la música, la fotografía, el estilismo, la dirección de cada escena, todo aporta al marco perfecto para el trabajo de los actores: Daniel Day Lewis perfecto en el papel y alejado de histrionismos, lleva el peso de las escenas cruciales en los que la brillantez de su interpretación es lo más destacable.
Lesley Manville es capaz de decir más con una mirada más que otros con tres párrafos de texto. Impagable como madre-hermana siempre dispuesta a poner el punto racional al caos emocional del hemano, a librarle de lo desagradable del negocio y a ponerle en su sitio cuando debe hacerlo.
Y, por último Vicky Krieps, cuyo personaje siempre secundario, pero que acaba emergiendo y encontrando su sitio por el camino más impredecible.
Todo el marco de talento cinematográfico se agranda con un guión en el que los diálogos brillan con luz propia y las miradas forman parte del mismo, dicen más, en ocasiones que lo que explicitan las palabras.
Una película, que como todas las grandes películas, va más allá del tiempo que pasas sentado en la butaca.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La historia de amor es lo más destacable y sorprendente, por su inicio, su desarrollo y su desenlace. Todo es en inicio inverosímil, y todo acaba encajando en una configuración enrevesada de final feliz que de ningún modo podía preveerse.
La necesidad de ser vulnerable para que cada uno encuentre el equilibro dentro de un caos de perfeccionismo enfermizo es la pieza que completa el puzle de idas y venidas, de confrontaciones y de humilaciones. Todo ello, se compensa con unos cuantos hongos cocinados con mantequilla. Magnífica la escena en la que cocina Alma y Reynolds la observa y acaba comiendo bajo su mirada y donde abiertamente le dice que necesita que sea débil para cuidarlo y de este modo, sea capaz de amarla.
La necesidad de ser vulnerable para que cada uno encuentre el equilibro dentro de un caos de perfeccionismo enfermizo es la pieza que completa el puzle de idas y venidas, de confrontaciones y de humilaciones. Todo ello, se compensa con unos cuantos hongos cocinados con mantequilla. Magnífica la escena en la que cocina Alma y Reynolds la observa y acaba comiendo bajo su mirada y donde abiertamente le dice que necesita que sea débil para cuidarlo y de este modo, sea capaz de amarla.
19 de enero de 2019
19 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta historia habla de obsesiones y manías y sobre todo de la manipulación del prójimo para conseguir las ambiciones propias, la vampirización del otro.
Daniel Day Lewis se enfunda en el cuerpo y el alma de Reynolds Woodcock, diseñador de moda obsesionado con el trabajo (workaholic que dirían los anglosajones. Palabro cuya traducción, a pesar de la riqueza del castellano, no acierto a encontrar) y lo hace con un control y contención al alcance de muy pocos, acertando a transmitir incomodidad e impaciencia hasta cuando calla. Sin aspavientos.
Woodcock es un personaje ensimismado que se ve cediendo al mundano magnetismo de Alma, una espontánea camarera interpretada portentosamente por Vicky Krieps. A esta historia de opuestos que se complementan, Thomas Anderson le añade una tercera pata: la protocolaria y severa hermana de Reynolds; su omnipresencia sirve al director para entibiar la relación esfumando cualquier conato de intimidad, devolviendo al modisto a la rutina.
Las tres personalidades están notablemente calibradas y, aunque no tienen demasiados recovecos, su carácter es profundo y está bien hilado. Mérito que, además de los talentos interpretativos , habría que atribuirlo al director. Thomas Anderson también tiene un control preciso sobre el tono y el ritmo o “timing” de la obra; resultado todo esto, seguramente, de mucho trabajo y perfeccionismo.
La ambientación agradece la bipolaridad entre intimista y neurótica de la banda sonora compuesta por Jonny Greenwood.
Daniel Day Lewis se enfunda en el cuerpo y el alma de Reynolds Woodcock, diseñador de moda obsesionado con el trabajo (workaholic que dirían los anglosajones. Palabro cuya traducción, a pesar de la riqueza del castellano, no acierto a encontrar) y lo hace con un control y contención al alcance de muy pocos, acertando a transmitir incomodidad e impaciencia hasta cuando calla. Sin aspavientos.
Woodcock es un personaje ensimismado que se ve cediendo al mundano magnetismo de Alma, una espontánea camarera interpretada portentosamente por Vicky Krieps. A esta historia de opuestos que se complementan, Thomas Anderson le añade una tercera pata: la protocolaria y severa hermana de Reynolds; su omnipresencia sirve al director para entibiar la relación esfumando cualquier conato de intimidad, devolviendo al modisto a la rutina.
Las tres personalidades están notablemente calibradas y, aunque no tienen demasiados recovecos, su carácter es profundo y está bien hilado. Mérito que, además de los talentos interpretativos , habría que atribuirlo al director. Thomas Anderson también tiene un control preciso sobre el tono y el ritmo o “timing” de la obra; resultado todo esto, seguramente, de mucho trabajo y perfeccionismo.
La ambientación agradece la bipolaridad entre intimista y neurótica de la banda sonora compuesta por Jonny Greenwood.
14 de febrero de 2021
14 de febrero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
8/10
Juega con el imaginario. No de manera elitista, pero me agrada que no te lo deje fácil. Hay situaciones en las que con la cámara se podría meter en el morbo, pero deja al espectador montar su propia construcción.
Me parece un Yerma extrapolado. Juan a su rollo y Yerma detrás buscándole. Hay una réplica por parte de Woodcock donde dice «en las casas tiene que haber movimiento, las cosas se desgastan»,como Yerma le reprocha a Juan. En un continuo tira y afloja vemos a tres personajes increíblemente complejos. En las escasas intervenciones de los actores, el texto esconde personajes con unas raíces muy profundas que requieren tiempo para diseccionar. La película está vista a través la mirada del personaje principal, por eso se enfoca muchísimo en todo lo que es vestuario, costura y detallismo. La toxicidad y la complejidad de las relaciones es genial porque se crea a partir de muy poco guión, mucha actuación y planos preciosos. Los personajes dan asco.
La paleta de colores es muy atrevida. Mezcla colores muy oscuros, que apenas se diferencian. Luego los contrasta con colores muy níveos para resaltar la toxicidad. En el primer acto la estética llega a cansar mucho y de pierde el ritmo, en la segunda parte cuando empieza a desarrollarse la relación atrapa más.
Chapeau por haber escogido como arma setas venenosas. Me parece que es una opción con mucha clase y va muy a juego con las personalidades de los personajes.
Juega con el imaginario. No de manera elitista, pero me agrada que no te lo deje fácil. Hay situaciones en las que con la cámara se podría meter en el morbo, pero deja al espectador montar su propia construcción.
Me parece un Yerma extrapolado. Juan a su rollo y Yerma detrás buscándole. Hay una réplica por parte de Woodcock donde dice «en las casas tiene que haber movimiento, las cosas se desgastan»,como Yerma le reprocha a Juan. En un continuo tira y afloja vemos a tres personajes increíblemente complejos. En las escasas intervenciones de los actores, el texto esconde personajes con unas raíces muy profundas que requieren tiempo para diseccionar. La película está vista a través la mirada del personaje principal, por eso se enfoca muchísimo en todo lo que es vestuario, costura y detallismo. La toxicidad y la complejidad de las relaciones es genial porque se crea a partir de muy poco guión, mucha actuación y planos preciosos. Los personajes dan asco.
La paleta de colores es muy atrevida. Mezcla colores muy oscuros, que apenas se diferencian. Luego los contrasta con colores muy níveos para resaltar la toxicidad. En el primer acto la estética llega a cansar mucho y de pierde el ritmo, en la segunda parte cuando empieza a desarrollarse la relación atrapa más.
Chapeau por haber escogido como arma setas venenosas. Me parece que es una opción con mucha clase y va muy a juego con las personalidades de los personajes.
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