Dunkerque
7.0
57,799
Bélico. Drama
Año 1940, en plena 2ª Guerra Mundial. En las playas de Dunkerque, cientos de miles de soldados de las tropas británicas y francesas se encuentran rodeados por el avance del ejército alemán, que ha invadido Francia. Atrapados en la playa, con el mar cortándoles el paso, las tropas se enfrentan a una situación angustiosa que empeora a medida que el enemigo se acerca. (FILMAFFINITY)
8 de diciembre de 2018
8 de diciembre de 2018
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Tenemos la posibilidad de realizar una película cara. Tenemos al director de fotografía, al compositor de música original, a los actores, a tropecientosmil actores y extras. Tenemos las playas, el tiempo, el equipo. Tenemos una La Historia y los relatos. Podríamos optar por desplegar su complejidad, su indecisión, su falta de clímax y de heroicidad. Podríamos haber generado una combinación eficaz entre lo ordinario y lo extraordinario. O también haber desatado el horror de mil y una formas; ateniéndonos a su belleza, despreciándola, sosteniendo o evadiendo de forma sistemática... Hiciésemos lo que hiciésemos con los hechos, con la guerra, con la verdad y el horror podríamos haberlo hecho bien. Sin embargo, esta película pretenciosa, patriotera y ensordecedora, ni siquiera es técnicamente admirable.
Cuando dentro de una estética naturalista falla la base, la estructura, y la construcción de unas premisas estables para que se pueda desarrollar la ficción, se pierde la confianza en el relato y ni la música ni las bombas estallando en derredor, pueden volver a llevarte dentro.
Todo esto, llevado a término para contar una historia de amor por la patria, de hombres (y una mujer a lo lejos) que se sacrifican en fraternidad contra el fascismo de forma unívoca, monolítica y estable a lo largo de casi dos horas protagonizadas por lo único que si ha sido llevado a término de forma eficaz: la tensión y el sobresalto.
Cuando dentro de una estética naturalista falla la base, la estructura, y la construcción de unas premisas estables para que se pueda desarrollar la ficción, se pierde la confianza en el relato y ni la música ni las bombas estallando en derredor, pueden volver a llevarte dentro.
Todo esto, llevado a término para contar una historia de amor por la patria, de hombres (y una mujer a lo lejos) que se sacrifican en fraternidad contra el fascismo de forma unívoca, monolítica y estable a lo largo de casi dos horas protagonizadas por lo único que si ha sido llevado a término de forma eficaz: la tensión y el sobresalto.
28 de febrero de 2019
28 de febrero de 2019
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Con su última película, Christopher Nolan, nos sumerge en los hechos ocurridos en Dunkerque (1940) durante la Segunda Guerra Mundial a través de una experiencia reflexiva y sensorial. La mirada humana que elije para estructurar narrativamente el film encuentra raíces autobiográficas “mi abuelo murió en Dunkerque, crecí con su historia” pero también en una convincente argumentación ética “el espíritu de Dunkerque es internacional, no pertenece solo a los británicos. La historia identifica un sentido particular de respuesta comunitaria ante unas circunstancias que uno encuentra una y otra vez en varias culturas alrededor del mundo. Ese es el aspecto optimista y esperanzador de la naturaleza humana, por eso podemos confiar en nosotros cuando nos encontramos en circunstancias dramáticas. Dunkerque es un ejemplo de la mejor respuesta que el ser humano tiene ante el terror.”
El film transita tres líneas temporales; una semana, un día y una hora desarrollando, por tierra, mar y aire respectivamente, tres historias ilustrativas del extraordinario salvataje de los cientos de miles de soldados británicos, franceses y belgas arrinconados en la costa norte francesa producto de la ofensiva relámpago de las fuerzas nazis.
Los tres puntos de vista se entrecruzan y se mezclan; a través de un diseño de sonido y una fotografía naturalista, Nolan nos induce a la confusión y el terror provocado por las trompetas de Jericó anunciando la proximidad del calvario, nos hace sentir la desesperación de una pareja de soldados intentando escapar de la muerte segura, nos entusiasma con la valentía de un aviador de la R.A.F. que procura, con poco combustible, derribar los stukas alemanes que bombardeaban sin piedad y finalmente nos anima a compenetrarnos con la determinación de un grupo de pescadores que en su propia embarcación se dirigen rumbo a Dunkerque con el fin de evacuar a cuanto soldado fuera posible.
El film transita tres líneas temporales; una semana, un día y una hora desarrollando, por tierra, mar y aire respectivamente, tres historias ilustrativas del extraordinario salvataje de los cientos de miles de soldados británicos, franceses y belgas arrinconados en la costa norte francesa producto de la ofensiva relámpago de las fuerzas nazis.
Los tres puntos de vista se entrecruzan y se mezclan; a través de un diseño de sonido y una fotografía naturalista, Nolan nos induce a la confusión y el terror provocado por las trompetas de Jericó anunciando la proximidad del calvario, nos hace sentir la desesperación de una pareja de soldados intentando escapar de la muerte segura, nos entusiasma con la valentía de un aviador de la R.A.F. que procura, con poco combustible, derribar los stukas alemanes que bombardeaban sin piedad y finalmente nos anima a compenetrarnos con la determinación de un grupo de pescadores que en su propia embarcación se dirigen rumbo a Dunkerque con el fin de evacuar a cuanto soldado fuera posible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La perspectiva humana, como la define el director, y las consideraciones que el film desarrolla sobre los acontecimientos de Dunkerque nos invitan a ir más allá de las hipótesis y las especulaciones sobre la estrategia de Hitler, fuese un posible pacto con Inglaterra o fuese dar paso, conflicto interno mediante, al protagonismo macabro de la Luftwaffe para asestar el golpe final. Lo cierto es que Hitler y sus acólitos (sea cual sea el motivo que determinó el freno del ataque terrestre) no contemplaban que una evacuación masiva fuera posible. Y este es el gran acontecimiento humano que también sorprendió a los más optimistas militares británicos y al mismo Churchill que suponían un éxito de la operación Dinamo si lograban rescatar a 40.000 soldados.
Los cuarenta mil se convirtieron en 338.226 evacuados en tan solo diez días. Sucedió lo indescifrable para los patrones de la técnica y la maquinaria del terror y era la esperanza que tomaba cuerpo en miles de ingleses y se traducía en una determinación más potente e infranqueable. Destruir la moral y el coraje del pueblo inglés parecía más complicado que traspasar la línea Maginot.
Y de una derrota militar nace una victoria humana que se transformó en una herida de muerte para el Tercer Reich por más que la guerra continuaría por cinco largos años. Era el poderío de la motivación por defender la vida y derrotar a toda costa, incluso a costa de la propia vida, al monstruo nazi. Así, cientos de civiles pusieron a disposición sus embarcaciones y se pusieron a disposición ellos mismos para protagonizar directamente un hecho heroico que poco tiene de milagro, poco tiene de externo e inexplicable. Las razones residen allí, en el factor humano, en el despliegue de una fuerza vital extraordinaria que determinó el curso de la guerra y por ello el destino de la humanidad.
Por todas estas razones es una película consistente y emocionante que vale la pena visionar.
Los cuarenta mil se convirtieron en 338.226 evacuados en tan solo diez días. Sucedió lo indescifrable para los patrones de la técnica y la maquinaria del terror y era la esperanza que tomaba cuerpo en miles de ingleses y se traducía en una determinación más potente e infranqueable. Destruir la moral y el coraje del pueblo inglés parecía más complicado que traspasar la línea Maginot.
Y de una derrota militar nace una victoria humana que se transformó en una herida de muerte para el Tercer Reich por más que la guerra continuaría por cinco largos años. Era el poderío de la motivación por defender la vida y derrotar a toda costa, incluso a costa de la propia vida, al monstruo nazi. Así, cientos de civiles pusieron a disposición sus embarcaciones y se pusieron a disposición ellos mismos para protagonizar directamente un hecho heroico que poco tiene de milagro, poco tiene de externo e inexplicable. Las razones residen allí, en el factor humano, en el despliegue de una fuerza vital extraordinaria que determinó el curso de la guerra y por ello el destino de la humanidad.
Por todas estas razones es una película consistente y emocionante que vale la pena visionar.
21 de junio de 2019
21 de junio de 2019
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No estamos ante el mejor film de Christopher Nolan. De hecho, es el más flojo de su filmografía. Tampoco ayuda que la historia no esté hecha a su medida porque este hombre se distingue por ofrecer historias sumamente interesantes y Dunkerque es una película bastante olvidable.
El director inglés decidió tirar de sucesos históricos y la jugada no le salió del todo bien.
Dunkerque tiene virtudes como la excepcional ambientación, las geniales interpretaciones y un sonido que quita el hipo. Los personajes transmiten el drama que supone vivir una guerra desde dentro. La desolación de los escenarios es brutal. Luego están los efectos de sonido con esas explosiones y esos disparos...
La cinta es lenta y algunos personajes debieron contar con más protagonismo.
Las escenas más intensas están bien rodadas.
Dunkerque es una película interesante. El problema es que es de Christopher Nolan...
El director inglés decidió tirar de sucesos históricos y la jugada no le salió del todo bien.
Dunkerque tiene virtudes como la excepcional ambientación, las geniales interpretaciones y un sonido que quita el hipo. Los personajes transmiten el drama que supone vivir una guerra desde dentro. La desolación de los escenarios es brutal. Luego están los efectos de sonido con esas explosiones y esos disparos...
La cinta es lenta y algunos personajes debieron contar con más protagonismo.
Las escenas más intensas están bien rodadas.
Dunkerque es una película interesante. El problema es que es de Christopher Nolan...
11 de agosto de 2019
11 de agosto de 2019
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Recuerdo la primera vez que vi La Delgada Línea Roja después de otros tantos filmes de cine bélico sobradamente conocidos por el público en general. Efectivamente, no me produjo las mismas sensaciones que otras producciones, pero con el tiempo y algo más de madurez, comprendo que la guerra tiene más caras que las que enseñan obras maestras tales como Hermanos de Sangre, The Pacific, Enemigo a las Puertas o la sobradamente mencionada Salvar al Soldado Ryan, probablemente la primera piedra para hacer de la SGM un verdadero espectáculo cuando su director se lo propone.
En 2017, Nolan estrenaba esta película sobre la Operación Dinamo con actores de menos relumbrón a lo acostumbrado, pero con las mismas esperanzas de asistir a un gran estreno y con alguna que otra polémica, como la incorporación de Harry Styles que, a contracorriente, es el soldado con más entrañas a lo largo y ancho de la playa de Dunkerque con permiso de Cillian Murphy, merecido escudero habitual del director.
Con toda sinceridad, y entrando en materia, seguramente no sería el primer sorprendido de la sala al encontrarme con poco menos de 2 horas de ausencia casi absoluta de diálogos o de secuencias inexistentes de atrincheramiento frente a las tropas alemanas. El espigón de la playa es un lugar diferente, romántico a su propio modo y que demanda la fotografía y banda sonora posibles: la primera crea una sensación de paz contradictoria con la agonía de cientos de miles de combatientes deseando regresar a su hogar y la segunda te agarra para arrastrarte hacia lo más profundo del cana, todo ello sin descanso. Los gritos cesan, los barcos se hunden y los aviones aterrizan en el agua, pero los dos titanes nacidos del genio de Hans Zimmer ahora mencionados siguen su curso de forma implacable; el resultado es absoluto.
Preocuparme por la falta de carisma de Fionn Whitehead o la dificultad por encontrar un conflicto real más allá de las breved y lejanas secuencias de combate aéreo era el menor de mis problemas en el momento en el que asistí a las que seguramente sean las mejores escenas de hundimiento de embarcaciones de la historia del cine. Parece una descripción demasiado específica, pero es innegable el mimo y el buen hacer de las secuencias en las que los aparentemente evacuados británicos luchan contra la trampa de agua y acero en que se convierte un destructor cuando es alcanzado por un torpedo.
Es un espectáculo bélico diferente con los ingredientes del Christopher Nolan de siempre, incluyendo a Tom Hardy que, nuevamente, transmite más con la mirada en el asiento de un avión que charlando durante toda la película de Venom, siendo Mad Max: Fury Road el máximo exponente de esta teoría.
Recomiendo verla, para quien no pudiera asistir al cine, con el mejor sonido posible y con paciencia, de lo contrario la experiencia pierde combustible. El espigón requiere de una pausa y expectativas diferentes, pues quien renuncia a seguir nadando nunca saldrá de la playa.
Lo mejor:
• Banda sonora espectacular, Hans Zimmer lo ha vuelto a hacer.
• Fotografía con planos de altísima calidad.
• Un Harry Styles que tiene algo más que decir que lo que muchos esperaban.
• Un argumento original que constituye una rara avis en la SGM.
Lo peor:
• Fionn Whitehead y Kenneth Brannagh pasan sin pena ni gloria.
• Puestos a elegir, sustituir alguna de las historias de los británicos por otra del lado alemán hubiera dado un mayor dinamismo y contraste.
• Se hace innecesaria la línea temporal independiente detrás de cada personaje, en los primeros compases genera una incertidumbre que no contribuye al conjunto.
En 2017, Nolan estrenaba esta película sobre la Operación Dinamo con actores de menos relumbrón a lo acostumbrado, pero con las mismas esperanzas de asistir a un gran estreno y con alguna que otra polémica, como la incorporación de Harry Styles que, a contracorriente, es el soldado con más entrañas a lo largo y ancho de la playa de Dunkerque con permiso de Cillian Murphy, merecido escudero habitual del director.
Con toda sinceridad, y entrando en materia, seguramente no sería el primer sorprendido de la sala al encontrarme con poco menos de 2 horas de ausencia casi absoluta de diálogos o de secuencias inexistentes de atrincheramiento frente a las tropas alemanas. El espigón de la playa es un lugar diferente, romántico a su propio modo y que demanda la fotografía y banda sonora posibles: la primera crea una sensación de paz contradictoria con la agonía de cientos de miles de combatientes deseando regresar a su hogar y la segunda te agarra para arrastrarte hacia lo más profundo del cana, todo ello sin descanso. Los gritos cesan, los barcos se hunden y los aviones aterrizan en el agua, pero los dos titanes nacidos del genio de Hans Zimmer ahora mencionados siguen su curso de forma implacable; el resultado es absoluto.
Preocuparme por la falta de carisma de Fionn Whitehead o la dificultad por encontrar un conflicto real más allá de las breved y lejanas secuencias de combate aéreo era el menor de mis problemas en el momento en el que asistí a las que seguramente sean las mejores escenas de hundimiento de embarcaciones de la historia del cine. Parece una descripción demasiado específica, pero es innegable el mimo y el buen hacer de las secuencias en las que los aparentemente evacuados británicos luchan contra la trampa de agua y acero en que se convierte un destructor cuando es alcanzado por un torpedo.
Es un espectáculo bélico diferente con los ingredientes del Christopher Nolan de siempre, incluyendo a Tom Hardy que, nuevamente, transmite más con la mirada en el asiento de un avión que charlando durante toda la película de Venom, siendo Mad Max: Fury Road el máximo exponente de esta teoría.
Recomiendo verla, para quien no pudiera asistir al cine, con el mejor sonido posible y con paciencia, de lo contrario la experiencia pierde combustible. El espigón requiere de una pausa y expectativas diferentes, pues quien renuncia a seguir nadando nunca saldrá de la playa.
Lo mejor:
• Banda sonora espectacular, Hans Zimmer lo ha vuelto a hacer.
• Fotografía con planos de altísima calidad.
• Un Harry Styles que tiene algo más que decir que lo que muchos esperaban.
• Un argumento original que constituye una rara avis en la SGM.
Lo peor:
• Fionn Whitehead y Kenneth Brannagh pasan sin pena ni gloria.
• Puestos a elegir, sustituir alguna de las historias de los británicos por otra del lado alemán hubiera dado un mayor dinamismo y contraste.
• Se hace innecesaria la línea temporal independiente detrás de cada personaje, en los primeros compases genera una incertidumbre que no contribuye al conjunto.
25 de agosto de 2019
25 de agosto de 2019
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El señor Nolan pertenece a un conjunto reducido de directores de cine. Grupo escuálido, que seguramente se podría contar con los dedos de una mano, a los que la industria permite, financiando sus proyectos, ir un pasito más allá del entretenimiento.
Esta dualidad que poseen sus obras, la de ser en parte obra artística, en parte produto de consumo, polariza el debate sobre su obra inevitablemente. Bajo esta premisa creo que dunkerque es quizás desde "Memento" el tiro más audaz del autor, la más desequilibrada hacia el lado artístico, dejando de lado a la mayoría de las personas.
Mentiría si no empezara diciendo que es una película única, y lo es por muchos motivos. Casi todos ellos derivados del hecho de ser una superproducción con una clara intencionalidad artística, sin abandonar nunca su esencia de bien de consumo destinado a las masas.
Un montaje, fotografía, guión y banda sonora irrefutables, firmados por la triada Nolan, Zimmer y Hoyte, presentan una mirada gélida, alienante y absolutamente lejana, de la realidad de vivir una guerra, para llegar a la misma verdad a través de las sensaciones, de los detalles, los sonidos, las imágenes. Casi un ejercicio estructuralista.
Apoyado firmemente en un minimalismo absoluto que acaricia el simbolismo, con un foco rayante en lo hiriente, Nolan deja sin libertad alguna al espectador, aferrándolo, que elimina todo lo superficial para cortar como un escarpelo ahí donde quiere.
Partiendo de una falsedad evidente, una manipulación histórica abrumadora, y sin recatarse en las exaltaciones maniquéas absolutamente parciales, abandona todo lo que no sea esencial en su punto de vista, en el que Nolan ejerce su magia en forma de tres líneas temporales asíncronas y tres niveles de escenario, para descomprimir un poco el axfisiante foco.
Seguramente lo peor de Dunkerque sea su lado comercial, y las concesiones que Nolan suele disimular más finamente. De todos ellos el que más me molesta seguramente sea la inclusión de diálogos vacuos, muchos superfluos y claramente destinados a que la plebe no se vea abandonada, cuando es claramente una película que solo debería contener cinco frases mal contadas. Espero que en algún momento alguien realice un montaje que limpie estas.
Una fotografía que subyuga a la narrativa inmisericordemente, para mi regocijo, que se baña en el minimalismo para demoler con una plástica apabullante, contraponiéndose a Zimmer en una lucha abierta, bajo el timón siempre firme de Nolan. Hacía mucho que no veía una utilización tan agresiva de esta en un entorno comercial, una delicia. Mi odio eterno al señor Hoyte.
Una obra que apuesta todo a un contraste dinámico brutal, infinito, en cada aspecto, bailando ante el espectador, sin concesiones. Zimmer, Hoyte y Nolan, a la vez, luchando entre ellos, para mostrar la guerra. No apta para todos los públicos.
Esta dualidad que poseen sus obras, la de ser en parte obra artística, en parte produto de consumo, polariza el debate sobre su obra inevitablemente. Bajo esta premisa creo que dunkerque es quizás desde "Memento" el tiro más audaz del autor, la más desequilibrada hacia el lado artístico, dejando de lado a la mayoría de las personas.
Mentiría si no empezara diciendo que es una película única, y lo es por muchos motivos. Casi todos ellos derivados del hecho de ser una superproducción con una clara intencionalidad artística, sin abandonar nunca su esencia de bien de consumo destinado a las masas.
Un montaje, fotografía, guión y banda sonora irrefutables, firmados por la triada Nolan, Zimmer y Hoyte, presentan una mirada gélida, alienante y absolutamente lejana, de la realidad de vivir una guerra, para llegar a la misma verdad a través de las sensaciones, de los detalles, los sonidos, las imágenes. Casi un ejercicio estructuralista.
Apoyado firmemente en un minimalismo absoluto que acaricia el simbolismo, con un foco rayante en lo hiriente, Nolan deja sin libertad alguna al espectador, aferrándolo, que elimina todo lo superficial para cortar como un escarpelo ahí donde quiere.
Partiendo de una falsedad evidente, una manipulación histórica abrumadora, y sin recatarse en las exaltaciones maniquéas absolutamente parciales, abandona todo lo que no sea esencial en su punto de vista, en el que Nolan ejerce su magia en forma de tres líneas temporales asíncronas y tres niveles de escenario, para descomprimir un poco el axfisiante foco.
Seguramente lo peor de Dunkerque sea su lado comercial, y las concesiones que Nolan suele disimular más finamente. De todos ellos el que más me molesta seguramente sea la inclusión de diálogos vacuos, muchos superfluos y claramente destinados a que la plebe no se vea abandonada, cuando es claramente una película que solo debería contener cinco frases mal contadas. Espero que en algún momento alguien realice un montaje que limpie estas.
Una fotografía que subyuga a la narrativa inmisericordemente, para mi regocijo, que se baña en el minimalismo para demoler con una plástica apabullante, contraponiéndose a Zimmer en una lucha abierta, bajo el timón siempre firme de Nolan. Hacía mucho que no veía una utilización tan agresiva de esta en un entorno comercial, una delicia. Mi odio eterno al señor Hoyte.
Una obra que apuesta todo a un contraste dinámico brutal, infinito, en cada aspecto, bailando ante el espectador, sin concesiones. Zimmer, Hoyte y Nolan, a la vez, luchando entre ellos, para mostrar la guerra. No apta para todos los públicos.
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