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2
22 de noviembre de 2021
22 de noviembre de 2021
118 de 185 usuarios han encontrado esta crítica útil
La saga literaria "La rueda del tiempo" es café para muy cafeteros. La extensión de la obra, y la lentitud casi soporífera del avance de esta, de su ritmo, son casi un mito en su mundillo. Cientos de miles de ávidos y jóvenes lectores han sucumbido o triunfado sobre y entre los libros de Jordan. La muerte de su autor, el suspense y el final impostado por un joven Sanderson, son ya casi material de leyenda. Quizás por ello, o a su pesar, es lectura obligatoria en el campo de la épica fantástica juvenil, un clásico.
El producto de Amazon es una infame adaptación, que hace cambios profundos, ridículos y estúpidos, que no es que empeoren, sino que directamente desnaturalizan la obra. Batiburrillo que destroza ya en los primeros capítulos la obra de Jordan, sin ningun tipo de reparo o rubor, deparando a los conecedores de la obra, patada tras patada en la boca en su discurrir. Muy desagradable.
La censura política del movimiento "Woke", el feminismo radical y demás extremismos políticos actuales, deja su tufo, cual penes destrozados, por todo lugar. Llega a extremos hilarantes, solo disimulados por la labor de los guionistas de destrozar la obra original en su arrogancia. De nuevo, los conecedores de la obra original encontrarán escena tras escena, despropósito tras despropósito, muchas razones para abandonar el barco. Los espectadores lúcidos vomitarán una y otra vez ante la ingente cantidad e importancia de las imposiciones políticas actuales sobre la obra de Jordan.
Unas actuaciones muy malas, impostadas y artificiosas, salvando el oficio de Pike, a años luz del resto, en lo que a ratos parece el cameo de un profesional en una representación de aficionados. Una puesta en escena de serie B, que recuerda mucho, por momentos es indistingible, a las series baratunas de épica fantástica procedurales de las décadas de los noventa y dos mil.
Ojalá se cancele esta basura infecta y se olvide pronto su existencia como un pie de página, o anécdota, como un mero producto relacionado, que no adaptación, de la obra original.
El producto de Amazon es una infame adaptación, que hace cambios profundos, ridículos y estúpidos, que no es que empeoren, sino que directamente desnaturalizan la obra. Batiburrillo que destroza ya en los primeros capítulos la obra de Jordan, sin ningun tipo de reparo o rubor, deparando a los conecedores de la obra, patada tras patada en la boca en su discurrir. Muy desagradable.
La censura política del movimiento "Woke", el feminismo radical y demás extremismos políticos actuales, deja su tufo, cual penes destrozados, por todo lugar. Llega a extremos hilarantes, solo disimulados por la labor de los guionistas de destrozar la obra original en su arrogancia. De nuevo, los conecedores de la obra original encontrarán escena tras escena, despropósito tras despropósito, muchas razones para abandonar el barco. Los espectadores lúcidos vomitarán una y otra vez ante la ingente cantidad e importancia de las imposiciones políticas actuales sobre la obra de Jordan.
Unas actuaciones muy malas, impostadas y artificiosas, salvando el oficio de Pike, a años luz del resto, en lo que a ratos parece el cameo de un profesional en una representación de aficionados. Una puesta en escena de serie B, que recuerda mucho, por momentos es indistingible, a las series baratunas de épica fantástica procedurales de las décadas de los noventa y dos mil.
Ojalá se cancele esta basura infecta y se olvide pronto su existencia como un pie de página, o anécdota, como un mero producto relacionado, que no adaptación, de la obra original.
2
5 de septiembre de 2022
5 de septiembre de 2022
44 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Convertir la saga literaria "Fundacion", un pilar de la literatura, en una serie para estúpidos adolescentes Woke, es un insulto a Asimov, a su memoria, pero sobre todo a su obra, que es esencialmente lo opuesto a esto último. La ironía de convertir una obra de iniciación a la política y a la sociología, en un teatrillo infantil censurado. Es incomprensible el uso del nombre de la obra de Asimov entorno a esta propuesta, que solo puede dejar acritud y una sensación de profundo engaño.
El producto de Apple es una infame adaptación, que hace cambios profundos, ridículos y estúpidos, que no es que empeoren, sino que directamente desnaturalizan la obra. Batiburrillo que destroza ya en los primeros capítulos la obra de Asimov, sin ningun tipo de reparo o rubor, deparando a los conecedores de la obra, patada tras patada en la boca en su discurrir. Muy desagradable.
La censura política del movimiento "Woke", el feminismo radical y demás extremismos politicos actuales, deja su tufo, cual penes destrozados, por todo lugar. Llega a extremos hilarantes, solo disimulados por la labor de los guionistas de destrozar la obra original en su arrogancia. De nuevo, los conecedores de la obra original encontrarán escena tras escena, despropósito tras despropósito, muchas razones para abandonar el barco. Los espectadores lúcidos vomitarán una y otra vez ante la ingente cantidad e importancia de las imposiciones políticas actuales sobre la obra de Asimov.
Ojalá se cancele esta basura infecta y se olvide pronto su existencia como un pie de página, o anécdota, como un mero producto relacionado, que no adaptación, de la obra original.
El producto de Apple es una infame adaptación, que hace cambios profundos, ridículos y estúpidos, que no es que empeoren, sino que directamente desnaturalizan la obra. Batiburrillo que destroza ya en los primeros capítulos la obra de Asimov, sin ningun tipo de reparo o rubor, deparando a los conecedores de la obra, patada tras patada en la boca en su discurrir. Muy desagradable.
La censura política del movimiento "Woke", el feminismo radical y demás extremismos politicos actuales, deja su tufo, cual penes destrozados, por todo lugar. Llega a extremos hilarantes, solo disimulados por la labor de los guionistas de destrozar la obra original en su arrogancia. De nuevo, los conecedores de la obra original encontrarán escena tras escena, despropósito tras despropósito, muchas razones para abandonar el barco. Los espectadores lúcidos vomitarán una y otra vez ante la ingente cantidad e importancia de las imposiciones políticas actuales sobre la obra de Asimov.
Ojalá se cancele esta basura infecta y se olvide pronto su existencia como un pie de página, o anécdota, como un mero producto relacionado, que no adaptación, de la obra original.

6.7
4,923
5
27 de marzo de 2021
27 de marzo de 2021
31 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manipulador relato testimonial, servido frío.
Sin preliminares, el guión es un despropósito. Una visión desenfocada, muy parcial y absoluta, poco ambiciosa intelectualmente de una temática muy interesante. Es una pena que la película no se adentre en los porqués, que no profundice. Se queda, lamentablemente, en el blanco y negro, se conforma con el papel de taquígrafo y no intenta en ningún momento adentrarse en los grises, perdiéndose en lo accesorio por el camino. Había mimbres para haber hecho una grandiosa película, porque había presupuesto, un reparto solventísimo y tenían una de las problemáticas políticas más actuales en bandeja. Si bien es cierto que el sesgo radical y plano es heredado del libro que adapta, no deja de ser también verdad que la película se recrea en su falta de contrapesos, de profundidad, en su falta de inteligencia.
Mitad drama carcelario cuasi alegórico, con buenos muy buenos y malos muy malos, mitad intentona fallida de intriga judicial. Doble naturaleza, que ni se llega a integrar bien, ni se refuerza mutuamente. Esta dicotomía mal avenida llega a generar problemas de ritmo, dejándose por el camino muchas ideas esbozadas como meros apuntes sin desarrollar, sobre todo en la parte biográfica de la parte dramática. Mucha suciedad en un discurso que se embarra en cuanto intenta apuntar someramente, solamente un poco más lejos de la condena moral evidente, e intenta adentrarse en causas y consecuencias.
Guantánamo nunca fue un secreto de estado, siempre ha sido vox populi que fue, es, y por ahora, será, un instrumento del estado para poder torturar impunemente. Creado ex profeso, nunca fue, ni ha sido, ni será, secreto alguno. El que una abogada especializada en derechos civiles sea ignorante de algo de lo que cualquier persona, ya no culta, sino meramente informada, es consciente, saca completamente de la película. El personaje de Foster es tan irreal, tan naif, llega a cotas de irrealidad tan grandes, que sonroja. Igualmente el personaje de Tahar, no es creíble de pura contradicción, por un lado, unas carcterísticas cuasi divinas, una moralidad tan blanca que saca al espectador de la narrativa, de artificial. Por otro, lado la inconsciencia absoluta, casi infantiloide, de una persona perteneciente a un núcleo social cercano, o como mínimo próximo, a corrientes islamicas radicales -terroristas-, con un intelecto privilegiado y una educación superior de prestigio, se sorprende absolutamente de cosas triviales y consecuencias esperables para cualquier mortal.
Lo más interesante de Guantánamo, lo que significa en cuanto a hito, fue y es la aceptación social del finiquito público de las libertades civiles, ya sea sustentado en el populismo de derechas y su busqueda de la seguridad irreal, o en discursos de izquierdas y su correctismo político de pensamiento único.
La película deja una sensación fuerte de inconsciencia, no ya de tranochada noticia vieja, en pleno dos mil veintiuno, de no entender que la historia no estaba en el hecho, público y conocido, ni en su abyecta maldad moral e intelectual, si no en los procesos que llevaron y llevan a su aceptación social. Da vergüenza ajena el uso de ciertos tipos de discursos forzadísimos y artificiales. Desperdicia casi todo su metraje en dos aspectos accesorios como son la supuesta intriga alrededor de las torturas, inexistente en la realidad, y sobre la interrogante de la culpabilidad, irrelevante para el discurso. Solo al final, y de la peor manera posible, como moralina artificial, centra el mensaje en el meollo del asunto, en las garantías procesales que garantizan los Derechos humanos en las democracias liberales occidentales, y en como las sociedades actuales las van abandonando poco a poco a lomos de doctrinas políticas radicales.
Salvable de la quema absoluta por unos actores que hacen lo que pueden con un guión bastante malo. Un empaque formal bastante cumplidor, con algunos puntos reseñables, algún destello en la fotografía, alguna sorpresa en el montaje, un acompañamiento sonoro cumplidor. En general, panfleto de costura gruesa para intelectos de perfil bajo, con factura de clase alta.
Sin preliminares, el guión es un despropósito. Una visión desenfocada, muy parcial y absoluta, poco ambiciosa intelectualmente de una temática muy interesante. Es una pena que la película no se adentre en los porqués, que no profundice. Se queda, lamentablemente, en el blanco y negro, se conforma con el papel de taquígrafo y no intenta en ningún momento adentrarse en los grises, perdiéndose en lo accesorio por el camino. Había mimbres para haber hecho una grandiosa película, porque había presupuesto, un reparto solventísimo y tenían una de las problemáticas políticas más actuales en bandeja. Si bien es cierto que el sesgo radical y plano es heredado del libro que adapta, no deja de ser también verdad que la película se recrea en su falta de contrapesos, de profundidad, en su falta de inteligencia.
Mitad drama carcelario cuasi alegórico, con buenos muy buenos y malos muy malos, mitad intentona fallida de intriga judicial. Doble naturaleza, que ni se llega a integrar bien, ni se refuerza mutuamente. Esta dicotomía mal avenida llega a generar problemas de ritmo, dejándose por el camino muchas ideas esbozadas como meros apuntes sin desarrollar, sobre todo en la parte biográfica de la parte dramática. Mucha suciedad en un discurso que se embarra en cuanto intenta apuntar someramente, solamente un poco más lejos de la condena moral evidente, e intenta adentrarse en causas y consecuencias.
Guantánamo nunca fue un secreto de estado, siempre ha sido vox populi que fue, es, y por ahora, será, un instrumento del estado para poder torturar impunemente. Creado ex profeso, nunca fue, ni ha sido, ni será, secreto alguno. El que una abogada especializada en derechos civiles sea ignorante de algo de lo que cualquier persona, ya no culta, sino meramente informada, es consciente, saca completamente de la película. El personaje de Foster es tan irreal, tan naif, llega a cotas de irrealidad tan grandes, que sonroja. Igualmente el personaje de Tahar, no es creíble de pura contradicción, por un lado, unas carcterísticas cuasi divinas, una moralidad tan blanca que saca al espectador de la narrativa, de artificial. Por otro, lado la inconsciencia absoluta, casi infantiloide, de una persona perteneciente a un núcleo social cercano, o como mínimo próximo, a corrientes islamicas radicales -terroristas-, con un intelecto privilegiado y una educación superior de prestigio, se sorprende absolutamente de cosas triviales y consecuencias esperables para cualquier mortal.
Lo más interesante de Guantánamo, lo que significa en cuanto a hito, fue y es la aceptación social del finiquito público de las libertades civiles, ya sea sustentado en el populismo de derechas y su busqueda de la seguridad irreal, o en discursos de izquierdas y su correctismo político de pensamiento único.
La película deja una sensación fuerte de inconsciencia, no ya de tranochada noticia vieja, en pleno dos mil veintiuno, de no entender que la historia no estaba en el hecho, público y conocido, ni en su abyecta maldad moral e intelectual, si no en los procesos que llevaron y llevan a su aceptación social. Da vergüenza ajena el uso de ciertos tipos de discursos forzadísimos y artificiales. Desperdicia casi todo su metraje en dos aspectos accesorios como son la supuesta intriga alrededor de las torturas, inexistente en la realidad, y sobre la interrogante de la culpabilidad, irrelevante para el discurso. Solo al final, y de la peor manera posible, como moralina artificial, centra el mensaje en el meollo del asunto, en las garantías procesales que garantizan los Derechos humanos en las democracias liberales occidentales, y en como las sociedades actuales las van abandonando poco a poco a lomos de doctrinas políticas radicales.
Salvable de la quema absoluta por unos actores que hacen lo que pueden con un guión bastante malo. Un empaque formal bastante cumplidor, con algunos puntos reseñables, algún destello en la fotografía, alguna sorpresa en el montaje, un acompañamiento sonoro cumplidor. En general, panfleto de costura gruesa para intelectos de perfil bajo, con factura de clase alta.
2
5 de septiembre de 2022
5 de septiembre de 2022
152 de 295 usuarios han encontrado esta crítica útil
La saga literaria de Tolkien es seguramente la obra de fantasía más importante de la historia. Millones de personas atesoran su lectura como un recuerdo de infancia o juventud. Centenares de miles como una de esas lecturas que acompañan una vida, mutando con uno en el transcurrir del tiempo. Tolkien, el genio, el eminente lingüista, el profesor, el artista... Fue siempre extremadamente escrupuloso y exigente en cuanto al uso y gestión de su obra. Esta rectitud e inflexibilidad, referida a lo nuclear de su obra, (no desde un plano retrógrado o absolutista, de hecho era favorable a la aportación de otros puntos de vista, de la adicción de otras artes) fue seguida a pies juntillas por su hijo, a la postre el gran compilador de su obra. No hay duda alguna de que el autor no toleraría semejante despropósito.
El producto de Amazon es un infame invento, que no adaptación, que hace cambios profundos, ridículos y estúpidos al rellenar huecos, que no es que empeoren, sino que directamente desnaturalizan la obra. Batiburrillo que destroza ya en los primeros capítulos la obra de Tolkien, sin ningún tipo de reparo o rubor, deparando a los conocedores de la obra, patada tras patada en la boca en su discurrir. Muy desagradable.
La censura política del movimiento "Woke", el feminismo radical y demás extremismos políticos actuales, deja su tufo, cual penes destrozados, por todo lugar. Llega a extremos hilarantes, solo disimulados por la labor de los guionistas de destrozar la obra original en su arrogancia, con sus inventos anodinos y ocurrencias inverosímiles. De nuevo, los conocedores de la obra original encontrarán escena tras escena, despropósito tras despropósito, muchas razones para abandonar el barco. Los espectadores lúcidos vomitarán una y otra vez ante la ingente cantidad e importancia de las imposiciones políticas actuales sobre la obra de Tolkien.
Una serie ramplona con todo el dinero del mundo para disfrazarse. Ni ritmo, se recrea oscenamente en en el dedo y luego corre cuando nos enseña la luna, con una falta de criterio increíble. Ni contenido, relleno fruto de algoritmos, estudios de mercado y corrección política; es vomitivamente mediocre. Una dirección por momentos vergonzosa unida a un guion risible, incongruente, contradictorio, que a ratos funciona mejor desde una perspectiva satírica. Diálogos que violan personajes y trasfondos excelsos, en un acto de prostitución aberrante, con unos dejes de pretenciosidad infantiloide que numerosas veces producen vergüenza ajena. Unas actuaciones en las que, habiendo justos, en general destacan los estropicios.
Ni siquiera la estética es original, han tenido que pagar a Jackson para apropiarse de su visión, no, evidentemente, sin empeorarla en el proceso, es triste. Una producción desquiciada que denota la ingente cantidad de dinero invertida pero que a la vez falla sorpresiva y notoriamente en puntos clave. La escala es horrible, y falla constantemente. Reinos representados por tres chabolas y quince personas. La flota de la mayor potencia marítima consistente en tres barcos. Planos por ordenador grandilocuentes que luego son traspasados a teatrillos cutres sin vida. No hay extras, no hay transiciones, es un desastre. Desde el punto de vista de la producción esta serie es un mono con una metralleta. Una mezcla entre grandes aciertos e incomprensibles fallos garrafales de abulto que afean y sacan de la narrativa. Es muy destacable los gruesos que son los errores, de ahí viene que tenga tantos "memes" que sea tan fácil reírse de la producción.
No veo el logos, no veo el mito, ni la verdad, no veo la muerte. No veo nada nuclear de la obra de Tolkien aquí salvo algún destello puntual. Ni siquiera veo la digna simplificación en fantasía de Jackson, tan popular entre la gente joven y las mentes más sencillas. Ni siquiera comulgo con la vana esperanza de los precios a pagar.
Ojalá se cancele esta basura infecta y se olvide pronto su existencia como un pie de página, o anécdota, como un mero producto relacionado, que no adaptación, de la obra original.
El producto de Amazon es un infame invento, que no adaptación, que hace cambios profundos, ridículos y estúpidos al rellenar huecos, que no es que empeoren, sino que directamente desnaturalizan la obra. Batiburrillo que destroza ya en los primeros capítulos la obra de Tolkien, sin ningún tipo de reparo o rubor, deparando a los conocedores de la obra, patada tras patada en la boca en su discurrir. Muy desagradable.
La censura política del movimiento "Woke", el feminismo radical y demás extremismos políticos actuales, deja su tufo, cual penes destrozados, por todo lugar. Llega a extremos hilarantes, solo disimulados por la labor de los guionistas de destrozar la obra original en su arrogancia, con sus inventos anodinos y ocurrencias inverosímiles. De nuevo, los conocedores de la obra original encontrarán escena tras escena, despropósito tras despropósito, muchas razones para abandonar el barco. Los espectadores lúcidos vomitarán una y otra vez ante la ingente cantidad e importancia de las imposiciones políticas actuales sobre la obra de Tolkien.
Una serie ramplona con todo el dinero del mundo para disfrazarse. Ni ritmo, se recrea oscenamente en en el dedo y luego corre cuando nos enseña la luna, con una falta de criterio increíble. Ni contenido, relleno fruto de algoritmos, estudios de mercado y corrección política; es vomitivamente mediocre. Una dirección por momentos vergonzosa unida a un guion risible, incongruente, contradictorio, que a ratos funciona mejor desde una perspectiva satírica. Diálogos que violan personajes y trasfondos excelsos, en un acto de prostitución aberrante, con unos dejes de pretenciosidad infantiloide que numerosas veces producen vergüenza ajena. Unas actuaciones en las que, habiendo justos, en general destacan los estropicios.
Ni siquiera la estética es original, han tenido que pagar a Jackson para apropiarse de su visión, no, evidentemente, sin empeorarla en el proceso, es triste. Una producción desquiciada que denota la ingente cantidad de dinero invertida pero que a la vez falla sorpresiva y notoriamente en puntos clave. La escala es horrible, y falla constantemente. Reinos representados por tres chabolas y quince personas. La flota de la mayor potencia marítima consistente en tres barcos. Planos por ordenador grandilocuentes que luego son traspasados a teatrillos cutres sin vida. No hay extras, no hay transiciones, es un desastre. Desde el punto de vista de la producción esta serie es un mono con una metralleta. Una mezcla entre grandes aciertos e incomprensibles fallos garrafales de abulto que afean y sacan de la narrativa. Es muy destacable los gruesos que son los errores, de ahí viene que tenga tantos "memes" que sea tan fácil reírse de la producción.
No veo el logos, no veo el mito, ni la verdad, no veo la muerte. No veo nada nuclear de la obra de Tolkien aquí salvo algún destello puntual. Ni siquiera veo la digna simplificación en fantasía de Jackson, tan popular entre la gente joven y las mentes más sencillas. Ni siquiera comulgo con la vana esperanza de los precios a pagar.
Ojalá se cancele esta basura infecta y se olvide pronto su existencia como un pie de página, o anécdota, como un mero producto relacionado, que no adaptación, de la obra original.
7
30 de noviembre de 2021
30 de noviembre de 2021
28 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arcane es un estudio de mercado con patas, pero vaya patas. El pulcro correctismo político de un algoritmo muy afinado construye un guion que picotea de aquí y de allá, envuelto en una elegante, fina y sobresaliente animación europea, que deslumbra y engancha a la irreflexiva mirada infantiloide que va desplegando, con las pinceladas justas de sexo y violencia para elevar el tono lo justo, para ser considerado juvenil.
Arcane es ante todo un producto, de calidad, pero un producto. Despliega un tufo a papilla lista para deglutir sin esfuerzo, una simplicidad argumental, un mucho abarcar y poco apretar, una falta de inteligencia y profundidad que la aleja irremediablemente del público adulto culto, que solo podrá deleitarse con su absolutamente hipnótica excelencia formal. A los adultos no interesados en tales menesteres, se les hará difícil acabar de visualizar la obra.
Fortiche eleva con su maestría la estética steampunk, seguramente hasta el olimpo de la animación del primer cuarto de siglo. Sin inventar, con un trazo anguloso, una acuarela digital muy diluida ya vista, heredada del videojuego y un uso demoledor de la composición, absoluta, a ratos casi parece un tratado de fotografía, más que una serie animada, que crea una estética avasalladora pero con fuertes dejes de artificiosidad.
Color, espacio, luz. Nada en Arcane es fresco o improvisado. La mercadotécnia que impulsa su historia, personajes y estética, adopta en la excelencia formal de su arte un aire casi impostado, casi de tratado, más que de obra genuina. Pareciera que Arcane tiene más de sabiduría que de inspiración y la continua presión de su excelencia formal por momentos se viste mucho más de empollón aplicado, que de genio desatado.
Obligada para todo entusiasta de la animación, de la fotografía o la pintura.
Arcane es ante todo un producto, de calidad, pero un producto. Despliega un tufo a papilla lista para deglutir sin esfuerzo, una simplicidad argumental, un mucho abarcar y poco apretar, una falta de inteligencia y profundidad que la aleja irremediablemente del público adulto culto, que solo podrá deleitarse con su absolutamente hipnótica excelencia formal. A los adultos no interesados en tales menesteres, se les hará difícil acabar de visualizar la obra.
Fortiche eleva con su maestría la estética steampunk, seguramente hasta el olimpo de la animación del primer cuarto de siglo. Sin inventar, con un trazo anguloso, una acuarela digital muy diluida ya vista, heredada del videojuego y un uso demoledor de la composición, absoluta, a ratos casi parece un tratado de fotografía, más que una serie animada, que crea una estética avasalladora pero con fuertes dejes de artificiosidad.
Color, espacio, luz. Nada en Arcane es fresco o improvisado. La mercadotécnia que impulsa su historia, personajes y estética, adopta en la excelencia formal de su arte un aire casi impostado, casi de tratado, más que de obra genuina. Pareciera que Arcane tiene más de sabiduría que de inspiración y la continua presión de su excelencia formal por momentos se viste mucho más de empollón aplicado, que de genio desatado.
Obligada para todo entusiasta de la animación, de la fotografía o la pintura.
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